Pythiria, un planeta vasto y rebosante de magia, alberga una infinidad de criaturas y seres vivos. Desde unicornios hasta pegasos, desde hadas hasta ogros, pasando por humanos dotados con asombrosas habilidades mágicas. Este mundo tan diverso, lleno de maravillas y misterios, necesitaba un sistema para mantener el equilibrio entre sus habitantes. Así, se formó un gobierno mundial compuesto por líderes seleccionados de cada nación, asegurando que todas las voces razonables y capaces de hablar el lenguaje común estuvieran representadas.
En el corazón de este sistema se encontraba Centhirya, una región creada en el mismo ecuador del planeta como sede central del gobierno. Sin embargo, incluso esta estructura, cuidadosamente diseñada, no era suficiente para mantener el equilibrio absoluto en Pythiria. Por ello, el planeta, en su infinita sabiduría, seleccionaba a un individuo especial, marcándolo con un tatuaje único: una ala extendida que aparecía en la parte trasera de su mano. Ese individuo era proclamado el Emperador, una figura con la capacidad de tomar decisiones definitivas sobre cualquier asunto, incluso por encima de las leyes propuestas por el consejo de líderes.
A lo largo de los siglos, muchas razas, géneros y figuras de diversas etnias han portado este título. Pero entre todos ellos, ninguno fue tan célebre como el 73º Emperador: Baltasar.
Su reinado estuvo marcado por la justicia, la empatía y una visión incansable de paz. Logró cerrar acuerdos diplomáticos considerados imposibles y dedicó su vida a cerrar la brecha económica que dividía a los pobres y a los ricos. Sin embargo, sus políticas no fueron del agrado de todos. Las élites privilegiadas, que veían amenazadas sus fortunas, comenzaron a conspirar contra él.
Entre sus mayores detractores se encontraba alguien inesperado: su propio hermano menor, Gaspar. Mientras Baltasar trabajaba por el bien común, Gaspar fingía ser su aliado, construyendo en secreto un ejército rebelde compuesto por miembros del clero, guerreros y monarcas descontentos de tierras lejanas. A lo largo de años, el hermano tejió una red de traición y ambición, esperando el momento perfecto para ejecutar su plan y poner fin a la era de su hermano.
El golpe final llegó cuando Gaspar falsificó el tatuaje del ala, imitando a la perfección su forma y brillo, para poder usurpar el título de Emperador. Con este detalle preparado, desató una revuelta en Centhirya, sumiendo la región en el caos. Baltasar, fiel a su naturaleza pacífica, bajó la guardia, intentando encontrar un camino hacia la reconciliación. Fue entonces cuando su hermano, aprovechando un momento de vulnerabilidad, le atravesó el corazón con una espada.
Baltasar, herido de muerte, giró para mirar a su hermano, y con una sonrisa llena de amargura, pronunció sus últimas palabras:
"Cuida del planeta por mí."
Gaspar, con una mirada fría, respondió en voz baja:
"Jódete."
El cuerpo de Baltasar cayó desde lo alto del balcón de su palacio, aterrizando sobre el frío mármol del patio central. Aunque intentó mantener una expresión de paz en sus últimos momentos, su corazón estaba destrozado. No podía comprender cómo alguien tan cercano podía traicionarlo de manera tan vil. Pero en lugar de dejarse consumir por el odio, eligió perdonar. Sin embargo, lo que nunca supo fue que la traición de su hermano no tenía una causa noble o justificable. Él actuó por puro egoísmo, temiendo perder los privilegios y riquezas que Baltasar amenazaba con redistribuir.
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Con la muerte de Baltasar disfrazada como un accidente y el falso tatuaje de Gaspar aceptado como legítimo, el gobierno mundial se sumió en una espiral de corrupción. El nuevo emperador transformó el trono en un símbolo de codicia, instaurando un sistema capitalista extremo que solo beneficiaba a las élites. Las políticas progresistas de Baltasar fueron desechadas, y los privilegios de los ricos se consolidaron más que nunca.
En cuestión de cinco años, Pythiria se había convertido en un planeta sombrío. La pobreza se extendía como una plaga, mientras las clases altas se enriquecían aún más. La desesperanza reinaba en los corazones de muchos, mientras los líderes de los distintos países se doblegaban ante el nuevo régimen, temerosos de ser eliminados si desafiaban al falso Emperador.
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Plactown, Longerville
En la región sur de Pythiria, en el empobrecido país de Longerville, se encontraba Plactown, un pequeño pueblo minero. Las casas, construidas con madera de mala calidad, eran frías en invierno y sofocantes en verano.
Los habitantes pasaban sus días trabajando en las minas cercanas, extrayendo minerales como plomo, cobre y, especialmente, Biralia, un recurso mágico de alto valor usado para crear herramientas como las lámparas brillantes. Estas lámparas, fabricadas en pueblos vecinos, podían flotar mágicamente una vez activadas, pero los mineros rara vez veían los frutos de su arduo trabajo.
En este lugar, la vida era una rutina agotadora y repetitiva. Sus habitantes, aislados del resto del mundo, conocían poco sobre el sistema político de Pythiria. La marca del ala era un mito lejano, irrelevante para quienes luchaban día a día por sobrevivir.
Entre los trabajadores de las minas estaba Marco Blanc, un joven de 22 años. En mitad de su jornada, con el sudor empapando su rostro y sus manos cubiertas de callos, se detuvo un momento para beber agua. Miró su mano derecha, donde un tatuaje con forma de ala extendida destacaba claramente.
"Me pregunto... ¿Qué será esto que apareció hace cinco años?" pensó, observando la marca que iba a cambiar su vida.
Nadie en Plactown conocía su significado, ni siquiera los pocos educadores locales. Y con la biblioteca más cercana a días de distancia, Marco había aprendido a vivir con la incertidumbre. Suspirando, dejó su botella y volvió a trabajar, intentando apartar esos pensamientos de su mente.
Sin embargo, algo rompió la monotonía del día. Una voz femenina resonó en su cabeza:
"Marco... sálvame."
Continuará...