Plactown, interior de la mina.
El eco de la alarma reverberó por los túneles de la mina, una advertencia clara de que la jornada laboral había llegado a su fin. Las herramientas chocaban contra las paredes de piedra mientras los mineros recogían sus cosas, exhaustos tras horas de trabajo en las profundidades.
Marco, nuestro protagonista, permaneció inmóvil un instante, observando la pared frente a él. Durante ocho largas horas había picado esa roca, pero ahora algo parecía distinto.
"Oye, ¿no sientes algo raro? Como si una energía peculiar saliera de detrás de esta pared", dijo, dirigiéndose a uno de sus compañeros.
El aludido, con profundas ojeras y el rostro marcado por el cansancio, lanzó una mirada desganada hacia el punto señalado.
"No veo una mierda, compañero", respondió con honestidad antes de volver a guardar sus herramientas.
A pesar de la respuesta, Marco no podía ignorarlo. Primero había escuchado su nombre en una voz femenina, tenue pero clara, y luego esa pared, la que había estado picando todo el día, comenzó a irradiar una energía que él no podía explicar. Sin embargo, las normas eran estrictas: no se permitían horas extra.
Con una mezcla de frustración y curiosidad, Marco dejó la mina junto al resto del grupo. Los mineros hablaban en voz alta mientras caminaban hacia Plactown, agradeciendo que llevaban un mes sin accidentes graves. A medida que avanzaban por el sendero, los trabajadores se dispersaban hacia sus chabolas de madera, hasta que finalmente Marco se despidió y se encaminó a su hogar.
La casa de nuestro protagonista era pequeña, la más modesta del pueblo. Tenía una sola habitación, un diminuto baño y apenas espacio para moverse. Al entrar, dejó sus herramientas sobre una silla y se sentó en la mesa de madera desgastada. Frente a él había una fotografía de sus padres fallecidos.
El rostro de su padre, siempre orgulloso, le recordó el trágico derrumbe que le había quitado la vida en la mina. Su madre, en cambio, había sido víctima de una enfermedad mortal para la que los medicamentos eran inaccesibles. Sin recursos para un entierro digno, ambos cuerpos habían sido arrojados al acantilado, como tantos otros en Plactown.
Marco dejó escapar un suspiro, rindiendo homenaje silencioso a sus padres antes de continuar con su rutina. Se duchó rápidamente para quitarse la suciedad y cenó una sopa de verduras con un pequeño trozo de carne de paloma que había cazado al mediodía.
Cuando finalmente se metió en la cama, la inquietud le impidió dormir.
"¿Y si lo que sentí en la mina tiene que ver con la marca en mi mano?", pensó mientras observaba el ala que había aparecido misteriosamente hacía cinco años.
Finalmente, incapaz de ignorar la duda, se vistió y salió a hurtadillas bajo la oscuridad del pueblo.
Las calles de Plactown eran un lugar sombrío por la noche. Sin farolas, el pueblo quedaba sumido en una penumbra que podría asustar a cualquiera. Pero Marco no tenía miedo: la magia del fuego que corría por sus venas era su luz.
Concentrándose, encendió una pequeña llama en la palma de su mano, suficiente para iluminar su camino hasta la mina sin atraer atención.
Una vez allí, tomó su pico y regresó al lugar donde había sentido aquella energía extraña. Sin dudar, comenzó a picar. Golpe tras golpe, su mente se llenaba de preguntas. ¿Qué había detrás de esa pared? ¿Por qué lo llamaba esa voz?
"Marco", escuchó nuevamente.
El sonido le impulsó a seguir. Estaba seguro de que la respuesta que había buscado durante años estaba tras esa pared.
Tras horas de arduo trabajo, con las manos heridas y sangrando, dio el último golpe. La roca cedió, revelando una pequeña sala oculta.
"¿Qué es esto?", murmuró Marco, asombrado.
En el centro de la sala, un huevo blanco, rodeado de runas brillantes, parecía flotar en un pedestal de piedra. Una presencia palpable llenaba el aire.
"Hola, Marco", dijo una voz, proveniente del huevo.
Nuestro protagonista retrocedió instintivamente. "¿El huevo me ha hablado? ¿Eras tú quien me llamaba?"
"Así es", respondió la voz con serenidad.
"¿Por qué? ¿Tiene algo que ver con esta marca en mi mano?" preguntó Marco, levantando la palma para mostrar el ala.
"No quieras correr antes de saber caminar", respondió la voz con calma. "Déjame explicarte. Soy una enviada de Pythiria, y mi propósito es encontrar al verdadero emperador de este planeta. Y ese eres tú".
Marco parpadeó, atónito. "¿Yo, un emperador? No entiendo..."
La voz explicó que el legítimo emperador, Baltasar, había sido asesinado por su propio hermano, quien usurpó el trono y sumió al planeta en la miseria. Y Pythiria, el mismísimo planeta, había elegido a Marco como sucesor legítimo.
"Tu marca apareció el día en que Baltasar murió", continuó la voz. "Pero el poder de los hombres codiciosos te ha mantenido en la sombra. Ahora es tu momento".
Las palabras resonaron profundamente en Marco. Imágenes de su padre y su madre inundaron su mente, recordándole todo lo que había perdido por culpa del sistema opresivo que gobernaba el planeta.
"Si Baltasar hubiera continuado como emperador, tu madre podría haberse salvado con una sanidad pública accesible. Las medidas de seguridad en la mina habrían mejorado y, tal vez, tu padre seguiría vivo", dijo la voz.
Marco cerró los ojos. En su mente, vio a sus padres.
"Ve a por ello, hijo", dijo su padre.
"Si puedes evitar que otros sufran lo que nosotros sufrimos, hazlo", añadió su madre.
"Lo haré", dijo Marco con firmeza, abriendo los ojos.
"Entonces rompe el sello que me mantiene encerrada, y tus poderes de emperador serán activados", dijo la voz.
Con algo de nerviosismo, Marco tocó las runas flotantes alrededor del huevo. Una luz blanca llenó la sala, cegándolo momentáneamente. Cuando esta se disipó, la marca en su mano brillaba intensamente, y el huevo comenzó a abrirse.
De su interior emergió una pequeña hada, vestida de blanco, con un cabello verde esmeralda que brillaba como una joya.
"Soy Lily, tu guía personal enviada por Pythiria", dijo con una voz suave pero firme.
"Lily...", repitió Marco, aún asombrado.
"Gracias por aceptar tu destino, emperador", dijo Lily con una sonrisa. "Prometo guiarte en esta misión para salvar a Pythiria".
Antes de que Marco pudiera responder, un rugido estremecedor sacudió la mina.
"¿Qué ha sido eso?" preguntó Marco, incapaz de ocultar el asombro en su voz.
"Tal y como imaginaba…" respondió Lily, visiblemente nerviosa. "Al liberarme del sello y activar tus habilidades como emperador has desatado una cantidad inmensa de energía mágica y algo así es imposible que pase desapercibido. Lo más probable e que… algo que llevaba siglos dormido en las profundidades de la mina haya despertado". Hizo una pausa antes de añadir con un leve temblor en la voz: "Y tengo el mal presentimiento de que no estará de buen humor".
Un nuevo temblor sacudió la mina, esta vez más violento, levantando polvo y pequeñas piedras del suelo.
"¡Corre!", gritó Lily, tirando de Marco hacia la salida.
A medida que huían, la pequeña hada alzó sus manos y conjuró dos esferas de luz flotantes que iluminaron el exterior de la mina, sumido en la más completa oscuridad. Marco y Lily se detuvieron apenas un momento para girarse y observar lo que sucedía detrás.
De las paredes de la mina emergía una criatura colosal. Una bestia con forma de serpiente, pero su cuerpo estaba compuesto enteramente de rocas brillantes, como si la tierra misma le hubiera dado vida. Sus ojos incandescentes irradiaban furia y determinación.
"¡¿Q-qué es eso?!" exclamó Marco, con la voz quebrada por la incredulidad.
"¡Es un golem del tipo tsuchinoko!" respondió Lily, ahora flotando frente a él. "Son criaturas que hibernan durante siglos para recuperar su fuerza. Y me temo que lo hemos despertado demasiado pronto… ¡y está furioso por ello!".
La serpiente rugió con un sonido gutural que resonó como un trueno. Abrió su gigantesca boca y lanzó una roca descomunal de Biralia en dirección a ellos.
"¡Cuidado!" gritó Lily.
Marco saltó a un lado, rodando por el suelo mientras el proyectil se estrellaba, levantando una nube de polvo y fragmentos de piedra. Lily, gracias a su habilidad para volar, esquivó el ataque sin problemas.
"¿Y ahora qué hago? ¡Mis habilidades son ridículas! Apenas puedo mantener una llamita para iluminarme en la oscuridad", se quejó Marco, apretando los dientes mientras se levantaba del suelo.
"Eso era antes", replicó Lily, con firmeza. "Ahora tienes activa la marca del emperador".
"¿La marca del emperador?"
"Sí. Con mi despertar, tu poder latente se ha activado y ha potenciado tus habilidades mágicas. Ya no eres un simple humano, Marco. Ahora eres el heredero de Pythiria".
Marco extendió su mano, intentando invocar su habitual llama tenue. Para su sorpresa, en lugar de una pequeña chispa, un torrente de fuego brotó de su palma, rugiendo como si tuviera vida propia.
"¡Esto es increíble!" dijo nuestro protagonista, con una mezcla de asombro y emoción.
"¡Entonces úsalo! ¡Derrota al golem!" exclamó el hada, posándose en su hombro mientras la gigantesca serpiente avanzaba hacia ellos, arrastrándose con movimientos violentos y rápidos que hacían temblar la tierra.
La bestia atacó de nuevo, abriendo sus fauces en un intento de devorar a ambos. Marco y Lily lograron esquivar el ataque, retrocediendo justo a tiempo, logrando salir de la cueva.
Aunque el trabajo en la mina había hecho que Marco desarrollara un físico fuerte y resistente, carecía de experiencia en combate real.
"Lily, no tengo ni idea de cómo usar esto en una pelea", admitió con honestidad, sin dejar de observar los movimientos del golem.
"Tranquilo, para eso estoy aquí", respondió el hada, con tono tranquilizador.
De pronto, la serpiente se hundió bajo tierra, provocando que todo el terreno temblara. Marco miró alrededor, intentando localizarla.
"Cuando invocas fuego en tu mano, ¿qué haces exactamente?" preguntó Lily, su voz calmada pero firme.
"Imagino para qué lo necesito y dejo que la energía fluya. Es como una linterna que aparece cuando la necesito", explicó Marco.
"Pues en combate es igual. Tu magia es el fuego. Puedes moldearlo como un arma arrojadiza, o incluso usarlo para impulsarte y moverte más rápido. Hay registros de magos que lo usaban para volar al crear llamas en las plantas de sus pies. La clave está en imaginar lo que quieres lograr".
Marco asintió, aunque todavía no estaba del todo convencido.
El suelo bajo sus pies comenzó a resquebrajarse.
"¡Está justo debajo de nosotros!" gritó Lily.
De la tierra emergieron los colmillos del golem, enormes y amenazantes. Marco reaccionó instintivamente, recordando las palabras de Lily. Con un esfuerzo desesperado, concentró energía en sus pies y creó una explosión de llamas que lo impulsó hacia arriba, esquivando las fauces de la criatura.
"¡Bien hecho!" exclamó Lily, siguiendo a Marco mientras la serpiente continuaba ascendiendo tras él.
La criatura abrió su boca nuevamente, exponiendo su interior brillante y vulnerable.
"¡Marco, esta es nuestra oportunidad!" gritó Lily. "Su piel exterior es casi impenetrable, pero su interior es débil. ¡Lánzale fuego a la boca!".
Marco cerró los ojos por un instante, intentando calmar su respiración. Recordó lo que Lily le había dicho. Sintió la energía fluyendo por su cuerpo, reuniéndose en sus manos.
"Imagina un cañón", dijo Lily.
Una esfera de fuego comenzó a formarse en las manos de nuestro protagonista, girando con una intensidad feroz. Cuando abrió los ojos, lanzó el proyectil con toda su fuerza.
La bola de fuego se introdujo directamente en las fauces del golem, recorriendo su interior hasta que, con un estruendo ensordecedor, la criatura explotó en mil fragmentos de roca brillante que llovieron sobre el bosque cercano.
"¡Lo hice!" exclamó Marco, con una sonrisa de incredulidad en el rostro.
"¡Eres increíble! ¡Sabía que lo lograrías!" celebró Lily, con una sonrisa radiante.
De pronto, las llamas en los pies de Marco se apagaron, y ambos comenzaron a caer.
"¡Ay, no!" gritó el joven emperador, mientras trataba de agarrarse a algo. Por suerte, una rama de un árbol detuvo su caída antes de que el impacto fuera fatal.
"N-no deberías perder la concentración tan pronto", suspiró Lily, tumbada sobre el pecho de Marco. "Aunque también fue culpa mía por no separarme para volar… jejeje".
"Bueno… al menos estamos vivos", respondió Marco, mirando al cielo nocturno y dejando escapar una carcajada nerviosa.
"¿Estás listo para lo que viene… emperador?" le preguntó Lily, con una mirada seria.
"No lo sé… pero espero estarlo", respondió Marco, mientras una nueva determinación se encendía en su interior.
Continuará...