Había pasado una semana desde la aventura en Romevere, donde nuestros protagonistas se habían unido a un nuevo compañero de viaje. Ahora, el grupo avanzaba por Longerville, buscando su siguiente destino.
En ese momento, estaban descansando en un área con fuentes de agua potable, mesas rústicas para comer, y un gran mapa incrustado en un tablón de madera que mostraba las rutas principales de la región. Mientras comían arroz blanco cocido acompañado de carne de una liebre que habían cazado con antelación, discutían cuál sería su próximo objetivo.
"Entonces, ¿qué opináis?" preguntó Marco, mirando el mapa. "No podemos seguir caminando sin rumbo. Necesitamos un plan."
"Estoy de acuerdo." respondió Lily, flotando sobre la mesa con una pierna cruzada sobre la otra. "Pasar por pueblos pequeños está bien, pero no creo que podamos encontrar a otro paladín en lugares donde apenas vive gente."
"Además," añadió Keipi, mirando el mapa con atención, "Los lugares más grandes nos dan oportunidades y algo de anonimato."
Finalmente, tras descartar zonas poco pobladas y regiones inhabitables, decidieron dirigirse a Portofinol, una ciudad conocida por su vibrante cultura y dedicación a la diversión.
"¡Perfecto! Ciudad grande, muchos viajeros, ¡y tal vez un poco de entretenimiento!" exclamó Lily emocionada.
Tras recoger sus cosas y asegurarse de dejar el área limpia, el grupo partió nuevamente.
En menos de media hora, el denso bosque quedó atrás, abriéndose paso a una zona desértica. A su alrededor solo había rocas, paredes escarpadas y extensiones de arena dorada. Aunque el paisaje era árido y monótono, sabían que cruzarlo era necesario para llegar a su destino.
"Bueno, al menos no hay mosquitos." bromeó Marco, limpiándose el sudor de la frente.
"Sí, pero tengo un mal presentimiento." murmuró Keipi, mirando a su alrededor.
De repente, los tres sintieron algo extraño. Una oleada de energías mágicas inestables se aproximaba rápidamente desde la distancia.
"¿Qué es eso?" preguntó Lily, alarmada.
Antes de que nadie pudiera responder, un grito rompió el silencio. "¡SOCORRO!"
La voz, de tono afeminado, provenía de un hombre elfo que corría hacia ellos con desesperación. Llevaba a una mujer elfa inconsciente a cuestas y, tras él, se acercaba un ejército de ranas demoníacas vestidas como soldados romanos.
"¡Mira eso!" exclamó Lily, señalando la extraña escena.
"¡Esos dos están en problemas!" añadió Marco, sin dudarlo.
El grupo corrió hacia la fuente del caos, pero antes de que pudieran llegar, el elfo tropezó con una roca y cayó al suelo. La mujer que llevaba rodó varios metros, quedando peligrosamente cerca del avance de las ranas.
"¡No llegaremos a tiempo!" gritó el hada.
Keipi no dudó. Priscilla, en su forma de ave, brilló con una luz intensa y se transformó en una katana que el monje tomó con firmeza. Con un movimiento decidido, invocó su poderoso dragón de agua, que rugió y arremetió contra la mitad de las tropas, destruyéndolas en un instante.
"¡Déjame el resto a mí!" dijo Marco, concentrando su magia. Una enorme esfera de fuego surgió de sus manos, impactando contra las ranas restantes.
Cuando las criaturas fueron derrotadas, sus cuerpos se desvanecieron en humo, indicando que no eran más que meras invocaciones mágicas.
"¿Estáis bien?" preguntó nuestro protagonista, acercándose al elfo mientras Keipi recogía a la mujer del suelo y comprobaba su estado.
Antes de que pudieran obtener una respuesta, el hombre afeminado saltó hacia ellos, envolviendo a Marco y Keipi en un abrazo inesperado.
"¡Mis héroes! ¡Tíos buenos que sois! ¡Os amo! ¡Quiero casarme con los dos!" exclamó entre lágrimas, totalmente emocionado.
"Eh... ¿Qué?" murmuró Marco, intentando liberarse del abrazo.
Keipi parpadeó, confundido, mientras intercambiaba miradas con Marco.
"Jajaja, al menos sus abrazos son cálidos." comentó el monje, despreocupado.
"Claramente." respondió Marco, mientras intentaba calmar al eufórico elfo.
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Para mantenerse a salvo y evitar atraer más ranas demoníacas, el grupo se refugió entre un conjunto de rocas altas que ofrecían algo de sombra y protección. Allí, colocaron a la mujer inconsciente sobre una manta improvisada mientras el hombre comenzaba a recuperar el aliento.
"Muchas gracias por echarnos un cable. Dejad que nos presentemos," dijo el hombre con un tono alegre mientras sacaba un pintalabios rojo intenso y empezaba a aplicárselo con destreza. "Yo soy Gay, y ella es Lesbiana."
Marco parpadeó, visiblemente confundido. "Ah, eso está bien, pero... ¿cómo os llamáis en realidad?"
"Gay y Lesbiana." repitió el hombre sin titubear.
Un silencio incómodo llenó el aire mientras Marco trataba de procesar lo que acababa de escuchar.
"Qué nombres más divertidos." comentó Keipi, soltando una pequeña risa.
"¿No son nombres un poco... fuera de lo común?" preguntó Lily, ladeando la cabeza con curiosidad.
"Lo son," respondió Gay con una sonrisa orgullosa. "Pero es lo que nos hace únicos. Aunque creo que lo entenderéis mejor si os cuento nuestra historia."
El hombre se acomodó sobre una roca mientras empezaba su relato. Les explicó que él y Lesbiana formaban parte de un grupo de cuatro personas conocido como LGBT.
"Los cuatro somos elfos de un pequeño pueblo en Longerville," comenzó. "Un lugar hermoso, pero cruel. Allí, cualquier elfo que no siguiera la heteronormatividad era repudiado y aislado. El modelo de familia tradicional es una ley no escrita entre nuestra especie, y los que nos desviamos de ella somos tratados como amenazas."
"Eso es horrible." murmuró Marco, claramente afectado.
"Sí..." dijo Keipi con un tono grave. "Es algo que he leído en los libros del templo. Los elfos se consideran una raza en declive, y su obsesión por preservar su linaje les ha hecho intolerantes hacia cualquier forma de vida que no se ajuste a su visión."
"Exacto," continuó Gay. "Por eso, los cuatro decidimos dejar atrás los nombres que nos dieron nuestras familias y adoptar aquellos con los que siempre nos habían atacado: etiquetas usadas para despreciarnos."
"¿Y quiénes son los otros dos?" preguntó Lily.
"La líder del grupo, Transexual, y nuestro amigo Bisexual," respondió Gay con una sonrisa melancólica. "Antes de partir, el abuelo de Transexual nos regaló unas llaves amarillas como símbolo de nuestra unión. Nos dijo que algún día serían importantes."
"Qué historia tan conmovedora." dijo Keipi, mientras Lesbiana comenzaba a moverse, despertando lentamente.
La mujer, de cabello corto y oscuro con una estética gótica, se sentó con esfuerzo. "Gracias por ayudarnos..." dijo con voz ronca.
"Es lo menos que podíamos hacer," respondió Marco. "Pero, ¿qué hacíais en un lugar tan peligroso? ¿Y dónde están vuestros otros dos compañeros?"
Los dos elfos intercambiaron miradas nerviosas antes de que Gay rompiera el silencio. "Bueno... estábamos buscando un lugar donde pasar la noche. Hace mucho frío en el desierto cuando se pone el sol."
"Sí," añadió Lesbiana. "Vimos un castillo y pensamos que podríamos refugiarnos allí."
"¿Un castillo en medio del desierto?" preguntó Marco, arqueando una ceja.
"Así es. Pero lo que no sabíamos era que pertenecía a una anciana muy malhumorada... con una pierna de hueso." dijo Gay.
"¿Baba Yagá?" preguntó Keipi de inmediato, su expresión endureciéndose.
"¿Quién es Baba Yagá?" preguntó Lily, curiosa.
Keipi tomó aire antes de explicar. "Es una bruja legendaria conocida por su inmortalidad. En el pasado, sirvió como arma del gobierno general, pero se retiró hace siglos para vivir en paz. Se dice que construyó un castillo con su magia y se aisló en este desierto."
"¿Así que invadisteis la propiedad privada de una bruja inmortal?" preguntó Lily, cruzándose de brazos con un suspiro.
"¡Fue sin querer!" se defendió Lesbiana, levantando las manos. "¡Solo queríamos un lugar para pasar la noche!"
"Baba Yagá capturó a Transexual y Bisexual." confesó Gay. "Intentamos escapar para buscar ayuda, pero ella invocó esas malditas ranas y nos persiguieron. Yo solo tuve tiempo de agarrar a Lesbiana y correr."
"Entiendo..." dijo Marco, rascándose la barbilla.
"Necesitamos vuestra ayuda," dijo Lesbiana con un tono suplicante. "No podemos dejarlos allí. ¡Por favor!"
Los protagonistas intercambiaron miradas.
"Bueno..." dijo Keipi con un tono pensativo. "Si hablamos con Baba Yagá con respeto, tal vez podamos negociar."
"Es una posibilidad." añadió Marco. "No me sentiría bien ignorando su situación."
"¡Gracias! ¡Mil gracias!" exclamaron los elfos, abrazando a sus salvadores con entusiasmo.
"Bueno, no perdamos tiempo," dijo Lily, flotando hacia la entrada del desierto. "Cuanto antes vayamos, mejor."
Con esa resolución, el grupo partió hacia el misterioso castillo de Baba Yagá, preparándose para lo que fuera que les esperara en su interior.
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Tras media hora de caminar bajo el sol abrasador del desierto, esquivando dunas traicioneras y observando algún que otro estepicursor rodar perezosamente por el terreno, el grupo finalmente alcanzó su destino. Ante ellos se alzaba un imponente castillo, cuyas paredes de negro azabache reflejaban débilmente la luz del sol, dando la impresión de que absorbía el calor y la luz misma.
Dos enormes puertas de roble macizo, adornadas con intrincadas tallas de figuras retorcidas, bloqueaban la entrada. Las bisagras de hierro, cubiertas de óxido, parecían gruñir en silencio ante el paso del tiempo.
Keipi, decidido pero respetuoso, se acercó a la puerta. Golpeó suavemente con los nudillos, provocando un eco profundo que resonó en el interior del castillo como si este estuviera casi vacío. "Disculpen," dijo con voz clara pero educada. "¿Hay alguien en casa?"
El grupo esperó en silencio, sus miradas fijas en la puerta mientras una brisa caliente levantaba algo de arena a su alrededor. Durante unos segundos, no hubo respuesta, solo el susurro del viento y el crujido distante de un estepicursor atrapado en una grieta cercana.
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Interior del castillo.
En lo profundo del castillo, en una cámara oscura iluminada únicamente por la tenue luz verdosa de una bola de cristal, la anciana Baba Yagá observaba con una sonrisa torcida a los intrusos que se acercaban a su puerta. Sus dedos huesudos tamborileaban sobre el bastón de oro que sujetaba con firmeza, mientras su cabello blanco y desordenado se movía como si tuviera vida propia.
"Jajaja... Parece que esos dos elfos descarriados han traído refuerzos. Pero no importa," murmuró, con su voz llena de un retorcido placer. "Esta vez mis trampas están más que listas."
Con un movimiento brusco de su mano, golpeó el suelo con su bastón. Dos figuras de aspecto amenazante emergieron de las sombras.
"¡Fisher! ¡Wolf! ¡A sus posiciones!" ordenó la bruja.
"¡Sí, mi señora!" respondieron las dos figuras al unísono, inclinando la cabeza antes de desaparecer.
La anciana se giró hacia el rincón de la cámara donde mantenía a los dos elfos encadenados a una pared de piedra fría. Ambos estaban despojados de sus armas y vestidos con prendas reducidas, claramente humillados pero no derrotados.
"Y vosotros dos..." Baba Yagá señaló con su bastón a la mujer de cabello rosado, Transexual, y al hombre de cabello azul, Bisexual. "Seréis los espectadores de la tremenda paliza que mis aliados darán a esos entrometidos que os han venido a buscar."
Transexual alzó la mirada, desafiante, a pesar de las heridas visibles en su rostro. "Eres una vieja cobarde que no puede enfrentarse a sus problemas sin esconderse detrás de sus secuaces."
"¡Cállate, insolente!" espetó Baba Yagá, golpeando el suelo con su bastón. Un destello dorado iluminó la sala, arrancando un quejido de dolor de los elfos.
Bisexual, aunque herido, sonrió con sarcasmo. "Ah, claro... La gran Baba Yagá necesita toda una trampa elaborada para enfrentarse a un grupo de viajeros cansados. Muy impresionante."
La bruja entrecerró los ojos y rió entre dientes. "Habláis demasiado para la situación en la que os encontráis. ¡Ya veremos quién ríe el último!"
Sus dedos huesudos acariciaron el bastón de oro mientras su mirada volvía a la bola de cristal, que ahora mostraba al grupo frente a la entrada del castillo. "No permitiré que nadie me arrebate este bastón. ¡Es mío por derecho! Ahora, ¡que pasen!"
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Exterior del castillo.
Tras un minuto y medio sin recibir respuesta, Marco golpeó la puerta de nuevo, esta vez con un poco más de fuerza. Un crujido resonó en el aire y, de repente, los enormes portones de roble se abrieron lentamente con un quejido metálico.
El grupo intercambió miradas llenas de incertidumbre. Las puertas se habían abierto solas, y no había nadie a la vista para recibirlos.
"Esto no me da buena espina..." murmuró Keipi.
"¿Y si simplemente entramos, hacemos lo que vinimos a hacer y salimos rápido?" sugirió Lily, revoloteando sobre el hombro de su compañero con un aire de inquietud.
Decidieron avanzar juntos, cruzando el umbral con cautela. Y lo que encontraron dentro los dejó momentáneamente sin palabras.
El recibidor era inmenso y deslumbrante, con una decoración gótica que combinaba lujo y misterio. Cuadros gigantescos adornaban las paredes, cada uno retratando figuras mágicas importantes de la historia de Pythiria, enmarcados en oro macizo. Las columnas negras, talladas con intrincados patrones de horror vacui, sostenían un techo abovedado decorado con frescos que parecían moverse ligeramente, como si estuvieran vivos.
El aire estaba impregnado de un aura mágica y elegante que era a la vez fascinante y opresiva.
"Increíble..." murmuró Marco, sus ojos recorrían cada detalle.
"Esta anciana no solo es poderosa, ¡también está forrada hasta las orejas!" añadió Lily, sus pequeñas alas brillaban con la luz de las lámparas flotantes.
"Para alguien que vive en un desierto, esto es... demasiado," dijo Lesbiana.
El grupo avanzó por la enorme alfombra morada bordada con detalles dorados, que cubría el suelo de baldosas negras relucientes. Todo parecía demasiado tranquilo, hasta que, de repente, un sonido profundo y metálico resonó bajo sus pies.
"¿Qué es ese ruido?" preguntó Gay, frunciendo el ceño.
Antes de que alguien pudiera responder, el suelo bajo sus pies se abrió de golpe, revelando un vacío oscuro.
"¡Era una trampa!" gritó Marco mientras todos caían en picada.
"¡Oh, mierda!" exclamó Lesbiana.
"¡Chicos, esos son portales de teletransportación!" gritó Keipi, señalando hacia abajo. "¡Si nos separamos, podría ser difícil volver a encontrarnos! ¡Agarraos a alguien!"
En el caos, Gay logró agarrarse a la pierna de Keipi, mientras Lesbiana se aferraba al torso de Marco. Lily, revoloteando frenéticamente, logró posarse en el hombro de su compañero justo antes de que fueran absorbidos por portales diferentes.
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Cocina del castillo.
Marco, Lily y Lesbiana aterrizaron con un golpe seco sobre una isla de mármol blanco.
"Ugh... ¿Todos están bien?" preguntó nuestro protagonista, frotándose la cabeza mientras se levantaba.
"Sí... Siento si te he aplastado..." comentó Lesbiana, poniéndose de pie con una sonrisa.
"Y yo también estoy bien" añadió Lily, volando despreocupada alrededor de la cocina.
Cuando se incorporaron por completo, notaron dónde estaban: una gigantesca cocina con muebles de mármol blanco y un suelo de madera tan pulido que reflejaba la luz. Cada rincón del lugar exudaba lujo, desde los utensilios de oro hasta las alacenas talladas con intrincados diseños mágicos.
"Esto es... apabullante," dijo Lesbiana, maravillada por las riquezas que la rodeaban.
"Sí, muy bonito, pero no tenemos tiempo para admirar la decoración. Tenemos que encontrar a Keipi y a tu compañero," respondió Marco, avanzando hacia el otro lado de la sala.
Fue entonces cuando se dio cuenta de algo extraño.
"Un momento..." murmuró, mirando alrededor con creciente inquietud.
"¿Qué ocurre?" preguntó Lily, mientras curioseaba una alacena llena de especias mágicas.
"No hay puertas... ni ventanas," señaló Marco, escaneando la habitación.
Antes de que pudieran procesar la situación, una voz grave y amenazante resonó en la sala.
"¡Pues claro que no hay salida! No podréis escapar de aquí hasta que yo, Wolf, os dé vuestro merecido o en el mejor de vuestros sueños... ¡hasta que logréis derrotarme!"
Una figura musculosa emergió de las sombras. Era un hombre lobo de pelaje castaño, con ojos brillantes y garras afiladas que se extendían amenazadoramente de sus manos. Su postura era agresiva, y un gruñido gutural escapaba de su garganta mientras tomaba posición frente a ellos.
"¡Guardia personal de Baba Yagá, el homúnculo Wolf, listo para castigar a los ladrones!" rugió, adoptando una postura ofensiva.
Marco dio un paso adelante, instintivamente llevando su mano al arma. "¿Qué está pasando aquí?" preguntó, tratando de mantener la calma ante la imponente figura.
"Estáis en mi terreno ahora, y no saldréis con vida si no sois dignos," respondió WOLF con una sonrisa lobuna.
Lily, flotando sobre el hombro de Marco, le susurró: "Esto no pinta bien... Ten cuidado."
"Lo sé." respondió Marco, adoptando una postura defensiva mientras el enfrentamiento estaba a punto de comenzar.
Continuará...