lunes, 2 de diciembre de 2024

Ch. 31 - Las montañas de Heracles

El sol del mediodía bañaba las montañas de Heracles con una luz cegadora. Tras cinco días de viaje desde la cabaña de Joaco, nuestros protagonistas finalmente llegaron al valle situado en medio de los picos. Este lugar, según el mapa que fue dibujado por el anciano, albergaba uno de los portales que conectaban con la mítica Torre de Babel.

El paisaje era imponente: montañas escarpadas se alzaban hacia el cielo, y el terreno estaba salpicado de arbustos secos y formaciones rocosas que se extendían como los dientes de un gigante. El aire, seco y pesado, llevaba consigo el eco de pasos lejanos y algún que otro graznido de aves de presa.

"Así que este es el lugar..." comentó Marco, deteniéndose un momento para observar los alrededores.

"Es mucho más desolador de lo que esperaba." añadió Keipi, ajustándose la bandana de nubes sobre la que Priscilla descansaba alegremente.

Ashley, siempre seria, avanzaba unos pasos delante del grupo, observando cuidadosamente la sombras proyectadas por las formaciones rocosas. "Si el mapa es correcto, este es el lugar indicado. Por lo que el portal no debería estar lejos de nuestra ubicación."

Lily, volando a la altura de la cabeza de Marco, miraba alrededor con algo de inquietud. "Ver este lugar tan vacío de seres vivos, hace que tenga un mal presentimiento... Es... demasiado silencioso."

Sus palabras apenas habían saludo por su boca cuando un grito desgarrador rompió el aire.

"¡AYUDA!"

El grupo reaccionó al unísono. El grito era agudo y desesperado, claramente proveniente de un niño. Sin pensárselo dos veces, corrieron hacia la dirección del sonido, sus pies levantaban nubes de polvo con cada zancada.

Al llegar al lugar, se encontraron con una tensa escena. Dos personas heridas con trajes desgastados estaban protegiendo a un niño que estaba tirado en el suelo, aterrorizado. 

La primera figura era una mujer joven, de veintipocos años, con su cabello negro recogido en uan coleta alta y ojos azules que brillaban con determinación. Frente a ella, dos lobos blancos mostraban sus colmillos mientras la protegían.

A su lado, un hombre alto y delgado con rasgos felinos sostenía un boomerang. Su cabello negro alborotado y sus dos colas que ondeaban nerviosamente delataban que se trataba de un nekomata.

Sin embargo, lo que más captaba la atención era la cosa que los amenazaba. Era un ser cubierto completamente por una tela morada que ocultaba prácticamente todo su cuerpo, salvo por dos círculos oscuros que dejaban entrever sus ojos. El misterioso enemigo tenía un aura inquietante.

El niño gira levemente su rostro y observa al grupo de nuestro protagonista acercándose a la escena.

"¡Ayudadnos, por favor! ¡Ese tipo quiere matarme!" gritó entre sollozos, mientras la mujer y el nekomata se preparaban para otro ataque.

Antes de que nuestros protagonistas pudieran interferir, los brazos del ser morado comenzaron a transformarse en largos tentáculos de metal que se movían con rapidez, arremetiendo contra el grupo de los trajeados.

"¡No lo voy a permitir!" rugió Keipi, convirtiendo a Priscilla en su forma katana y cortando uno de los tentáculos con un movimiento ágil y certero.

Ashley, con su fuerza física potenciada, desvió el otro tentáculo con un potente puñetazo, haciendo que el metal retumbara como un gong.

"¡Marco!" gritó Lily.

"¡Lo tengo!" Nuestro protagonista encendió sus pies con llamas, acelerando vertiginosamente mientras se cubría completametne con fuego.

Se lanzó así mismo hacia el enemigo como un ardiente proyectil, impactando directamente en el torso de este.

El golpe fue devastador. El extraño ser salió volando y se estrelló contra una pared montañosa con tal fuerza que el eco resonó por todo el valle. Quedó inconsciente al instante y su cuerpo inerte se deslizaba por la roca hasta caer al suelo.

Sin perder el tiempo, marco se giró rápidamente hacia el grupo de trajeados. "¡Vamos! ¡Tenemos que irnos antes de que se despierte!"

"O de que vengan sus amigos..." añadió el Nekomata, nervioso alejándose junto a nuestros protagonistas.

La mujer asintió rápidamente haciendo desaparecer los lobos blancos que había delante suya, ayudando posteriormente al niño a levantarse mientras que Keipi comprobaba los alrededores.

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El grupo llegó al lugar indicado en el mapa, sus pasos apresurados resonaban entre las montañas mientras divisaban el portal. Frente a ellos se alzaba un arco monumental, tallado directamente en la roca con maestría ancestral. Sus bordes estaban cubiertos de runas antiguas que emitían un suave resplandor azulado, como si estuvieran vivas.

Sin embargo, el portal parecía oculto hasta que sintió su presencia. Con un temblor sutil, el suelo se abrió para revelar el arco, que emergió lentamente desde las profundidades de la tierra, como si despertara de un largo sueño.

Una vez atravesado, se encontraron en mitad de un desierto infinito, donde la arena dorada se extendía hasta donde alcanzaba la vista. En el horizonte, la Torre de Babel se alzaba imponente, una estructura que parecía desafiar las leyes de la naturaleza al desaparecer en el cielo.

"Es... gigantesca." susurró Lily, maravillada.

"Ahora entiendo lo de que atraviesa el cielo." comentó Ashley, con una mezcla de asombro y respeto.

Antes de avanzar, Marco detuvo al grupo. "Esperad. Antes de seguir, me gustaría tener alguna que otra respuesta sobre lo que acaba de pasar ahí fuera."

Los dos trajeados se miraron entre sí, y la mujer, suspirando, dio un paso al frente. "Está bien, os lo debemos."

"Mi nombre es Lana, y él es Maurice." dijo, señalando al nekomata, que inclinó la cabeza en señal de saludo. "No podemos daros demasiados detalles debido a nuestro contrato, pero somos los encargados de mantener con vida a este niño. Él se llama Theo."

El pequeño, de cabello rosado y ojos grises, bajó la mirada tímidamente, aferrándose al brazo de Lana.

"¿Y quién quiere matarlo?" preguntó Ashley, directa.

"Un grupo poderoso, al que esa cosa morada pertenecía." respondió Maurice con un tono sombrío. "Y me temo que no se detendrán hasta conseguirlo. Desde que salimos de Labyrinth City, nos han estado persiguiendo."

Labyrinth City era la capital de Longerville, país donde nos encontramos. Y también es dónde vive la familia real.

Keipi frunció el ceño, al no terminar de entender algunas cosas. "¿Por qué alguien querría eliminar a un  niño?"

"Eso..." Maurice apretó los labios. "Es algo que no podemos revelar. Lo siento, pero es información confidencial."

Lana añadió: "Lo único que podemos decir es que es crucial mantenerlo con vida. Si no lo conseguimos, el país entero podría estar en peligro."

El grupo se alejó un poco e intercambiaron miradas.

"¿Qué opináis?" preguntó Marco a sus compañeros.

"Si alguien está intentando matar a un niño inocente, no podemos quedarnos de brazos cruzados." dijo Ashley, firme.

"Estoy de acuerdo." añadió Keipi. "Además, después de lo que hemos visto antes, se ve que no son capaces de manejar esto solos."

Marco asintió y se acercó de nuevo al trío. "Muy bien. Hemos decidido que os ayudaremos a protegerlo. Sin embargo, nosotros tenemos asuntos en este lugar, por lo que tendréis que acompañarnos."

Maurice y Lana se miraron antes de asentir. "De acuerdo. Después de lo que hicisteis, sería un honor."

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A pocos kilómetros de distancia, el ambiente parecía empezarse a cargarse de tensión. Un grupo de cinco figuras se encontraba reunido junto al cuerpo inconsciente del misterioso enemigo que fue derrotaro por nuestros protagonistas.

El silencio del valle era roto, únicamente, por el crujido de la grava bajo sus pies y el susurro del viento entre las montañas.

"Despiértalo." ordenó el líder, un hombre imponente cubierto de pies a cabeza por una armadura medieval decorada con plumas rojas que brillaban tenuemente bajo la luz del sol. Su voz, profunda y fría, era suficiente para transmitir autoridad.

Uno de los integrantes, un hombre de melena dorada y rostro afeminado llamado Ruchbah, soltó un suspiro exagerado antes de cumplir la orden. Con un gesto elegante pero cruel, lanzó una patada directa al estómago del enemigo derrotado, haciéndolo gemir de dolor mientras volvía en sí.

El ser morado despertó con un jadeo ahogado mientras sus manos buscaban desesperadamente algo a lo que aferrarse en el suelo pedregoso. Su cuerpo temblaba, todavía aturdido por el impacto de la derrota.

Miró a su alrededor con ojos desorbitados, hasta que su mirada se encontró con la imponente figura del líder del grupo. Retrocedió instintivamente, arrastrándose como una sombra rota mientras levantaba las manos temblorosas en un gesto de súplica.

"¡L-lo siento, líder!" tartamudeó, con su voz entrecortada por el miedo y el dolor, mientras seguía retrocediendo. Su respiración era irregular, y una gota de sudor frío le caía por la frente. "¡Fallé, pero puedo arreglarlo! ¡Déjeme demostrarlo una vez más...! ¡Demostraré que soy digno de ser uno de los vuestros!"

Sus palabras quedaron truncadas. Cih, el líder, no mostró el más mínimo interés por sus ruegos. En un movimiento veloz y certero, conjuró una espada alargada que brillaba con un filo imponente y la blandió con precisión. La cabeza del hombre rodó por el suelo, dejando un eco metálico que reverberó entre las montañas.

"Basura como tú nunca podrá ser miembro de los Cinco Caídos de Casiopea." declaró Cih con una frialdad que helaba la sangre.

Detrás de él, las dos hermanas de cabello rosado, Schedar y Caph, observaban la escena con desdén, cruzando los brazos como si presenciar la ejecución fuese algo cotidiano. Caph soltó un leve suspiro, mientras Schedar ajustaba la correa de su falda-pantalón sin siquiera pestañear.

Ruchbah se llevó la flor que sostenía a la nariz, inhalando su aroma con aire despreocupado mientras observaba la escena. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro antes de soltar, con su tono afeminado y burlón:

"Vaya, qué corte tan limpio, líder. Si sigue perfeccionando esa técnica, quizás debería abrir una barbería. Aunque nuestro amigo aquí... parece que ya no necesitará un afeitado."

La carcajada que siguió de su parte era tan ligera como cruel, mientras los demás lo ignoraban con indiferencia.

El único que no parecía completamente indiferente era Segin, el hombre bestia con rasgos de águila. Con un puro humeante en su pico, se inclinó ligeramente hacia adelante, olfateando el aire con interés. Sus ojos, afilados como los de un depredador, brillaron mientras hablaba con voz grave.

"Interesante... hay más olores aquí. No son solo los de nuestros objetivos, hay cuatro rastros nuevos y muy recientes. Parece que el niñato recibió algo de ayuda externa."

"Así que, cuatro personas más..." dijo Cih, haciendo desaparecer la espada que portaba mientras observaba hacia el horizonte.

Segin asintió, exhalando una nube de humo mientras seguía olfateando. "El rastro desaparece un poco más adelante. Diría sin duda alguna que han cruzado el portal hacia la torre."

Cih se giró hacia el grupo, su postura era firme y dominante. "Esto no cambia nada. Tomaremos un descanso para reponer las fuerzas que hemos gastado en el viaje. Después, entraremos al portal e iremos tras ese niño hasta ser capaces de matarlo con nuestras propias manos. ¡Y nadie podrá interponerse en nuestro camino!"

Las hermanas intercambiaron miradas cómplices y asintieron, mientras Ruchbah soltaba una risa ligera, como si todo fuera un juego. Segin dio una última calada a su puro, apagándolo contra el suelo con un gesto decidido.

La amenaza de los Cinco Caídos de Casiopea colgaba sobre el horizonte como una sombra que se le avecinaba a nuestros protagonistas.

Continuará...