sábado, 30 de noviembre de 2024

Ch. 30 - El pintor y el fantasma

La oscuridad del bosque envolvía a nuestros protagonistas mientras seguían el rastro que conducía al anciano Joaco. Las linternas iluminaban el suelo, donde las marcas de arrastre serpenteaban entre los árboles como un camino macabro. El aire era pesado y denso, y el crujiente sonido de las hojas bajo sus pies solo hacía que el silencio circundante fuera aún más inquietante.

"Siempre me he preguntado el por qué los secuestradores siempre aparecen en lugares tan tétricos." murmuró Keipi, rompiendo el silencio con uno de sus comentarios despreocupados.

"Porque no tienen consideración." respondió Marco en voz baja, con los ojos pendientes del rastro.

Ashley avanzaba en silencio, con los puños apretados y la mirada fija. Lily revoloteba detrás de ellos, claramente nerviosa, sus pequeñas manos se aferraban al cabello de Marco por seguridad.

"Oye, ¿y si es una trampa?" preguntó el hada, tragando saliva.

"Pues si lo es, caeremos en ella y luego la romperemos en mil pedazos." contestó Ashley con determinación, logrando calmar con su tono sincero a Lily, aunque solo un poco.

El rastro los llevó hasta un claro que terminaba en un acantilado. El lago resplandecía bajo la hermosa luz de la luna, y en el borde del precipicio, podían ver la figura de Joaco arrodillado, inmóvil. A su lado estaba aquella sombra oscura que lo había arrastrado hacia aquel lugar.

"¡Ahí está!" exclamó Marco, preparándose para atacar.

Cubrió sus puños con llamas, mientras Ashley adoptaba una postura de combate. Keipi, convirtió rápidamente al polluelo que había estado sobre su cabeza en todo momento, en su katana de confianza.

Los tres estaban preparados para golpear a esa criatura del mal, pero entonces...

"¡Esperad!" La voz de Joaco resonó con fuerza, deteniéndolos en seco. El anciano les miró con los ojos vidriosos, pero con una tranquilizadora sonrisa dibujada en su rostro. "Por favor, no le hagáis nada. Esto... Esto no es lo que parece."

El grupo se miró confuso. Y Lily fue la primera en preguntar: "¿Qué quieres decir, señor pintor? ¿No le acaba de secuestrar ese ser espeluznante de ahí atrás?"

"Es que ese ser.. no es un enemigo." Joaco se levantó lentamente y extendió una mano hacia la figura oscura. "Ella es mi esposa."

El silencio cayó sobre el claro. La sombra comenzó a cambiar bajo la luz de la luna, revelando poco a poco su verdadera forma. Era una mujer etérea, con un vestido translúcido que ondeaba como si el viento la acariciara. Sus ojos brillaban como dos estrellas, y su rostro, aunque pálido y sereno, estaba cargado de una tristeza infinita.

"¡¿Es un fantasma?!" susurró Lily asustada, escondiéndose detrás de Keipi.

"Sí." confirmó Joaco, con voz suave. "Es el alma de mi amada. Parece... que lleva vagando un año, buscando algo que le ayude a descansar en paz."

El grupo permaneció inmóvil, observando con asombro mientras el espíritu de la mujer hablaba por primera vez. Su voz era como un susurro, dulce y melancólico, resonando en el aire como el eco de un recuerdo lejano.

"Durante este año, he estado perdida y sin rumbo." dijo, mirando a Joaco con un amor profundo en sus ojos. "No recordaba lo que necesitaba para poder encontrar el descanso eterno. Pero, al volver aquí y ver la luna reflejada en el lago... lo rememoré. Yo quería disfrutar de este hermoso paisaje una vez más, contigo."

Joaco se acercó a ella, extendiendo su mano temblorosa. "Mi querida Sofía..." murmuró, mientras sus dedos etéreos se entrelazaban con los suyos.

El anciano dirigió su mirada hacia el lago, dejando que la calma del momento los envolviera. El espíritu de su esposa apoyó la cabeza en su hombro, y una lágrima rodó por su mejilla.

"Te amo." dijo la mujer, con una última sonrisa cálida.

Con esas palabras, su forma comenzó a desvanecerse en un suave resplandor, como una estrella fugaz que se apaga en el cielo nocturno. Joaco cerró los ojos, sosteniendo su mano hasta que desapareció por completo.

El grupo observó en silencio, conmovidos por la despedida. Marco dio un paso adelante, pero antes de que pudiera decir algo, Joaco alzó su mano, sin siquiera darse la vuelta.

"No os preocupéis por mí, estoy bien." dijo, con un tono que intentaba sonar alegre, aunque le temblaba ligeramente. "Si no os importa, ¿Podríais preparar algo de té en la cabaña? En unos momentitos estaré con vosotros allí."

Marco asintió, entendiendo que el anciano les estaba pidiendo un momento de privacidad tras despedirse de nuevo de su dulce y amada esposa. "Claro, Joaco. Nos vemos dentro."

El grupo se retiró lentamente, dejando al pintor solo bajo la luz de la luna.

___________________________________

A la mañana siguiente.

El ambiente en la cabaña había cambiado. Joaco se levantó temprano, con una gran sonrisa dibujada en el rostro y con su energía renovada por completo. Sobre la mesa del salón, había extendido un lienzo sobre el que dibujaba un mapa con precisión y rapidez.

Poco después, nuestros protagonistas comenzaron a despertarse uno a uno.

"¡Buenos días, jovencitos!" exclamó, mientras terminaba de trazar una línea.

"Buenos días, señor Joaco." dijo Lily, revoloteando hasta la mesa.

"¿No es demasiado temprano para ponerse a pintar?" protestó Ashley, pasando una mano por su cabellera alborotada, claramente afectada por haberse despertado hace poco.

Keipi no pudo evitar soltar una carcajada al verla. "¡Vaya pelos, Ash!"

"¡Mira quién lo dice!" replicó ella, señalando la cabeza del monje, cuya cabellera estaba igualmente desordenada.

En ese momento, Priscilla en su forma de polluelo, con su característica diligencia, comenzó a intentar peinar al monje usando su pequeño pico.

"Aún no termino de creerme que ese pájaro sea una espada..." pensaba al observar a sus compañeros.

"¿Está dibujando el mapa hacia la torre?" preguntó Marco, acercándose con curiosidad.

"En efecto." respondió el pintor, señalando las marcas de papel. "Este mapa os llevará a los lugares donde están los portales dimensionales que conectan con la zona. Si seguís la ruta trazada, estoy seguro de que llegaréis sin problema alguno."

El anciano se levantó y caminó hacia un armario. "Pero ese mapa no es todo lo que quiero daros por expresar mi gratitud con vosotros por intentar haberme ayudado anoche." dijo abriendo las puertas, sacando varias prendas de ropa que tenía bajo llave. "Hay algo más para vosotros."

El grupo observó con asombro mientras Joaco les hacía entrega de nuevos conjuntos de ropa.

"Estás prendas eran de nuestros años mozos." explicó, con una sonrisa nostálgica. "Mi esposa y yo compartíamos también la afición a la danza, y aunque destacabamos en los bailes de salón amábamos lo referente al mundo urbano. Por lo que tengo ropa que ya no uso de ese estilo, que también es cómoda e ideal para viajes largos y para que podáis moveros con facilidad."

Marco recibió una camiseta roja ajustada y unos pantalones parachute marrones de pata ancha. Keipi, una camiseta de tirantes con una camisa de cuadros azul que dejó abierta, junto con una bandana nueva decorada con nubes para sustituir la vieja y unos pantalones negros. Priscilla, descansando sobre su cabeza, pareció aprobar el cambio de atuendo.

Cuando llegó el turno de Ashley, Joaco le entregó un crop top negro y unos parachute verde oscuro. “Esto le pertenecía a Sofía.” dijo, con una sonrisa suave. “A ella le encantaba bailar HipHop y se ponía mucho este tipo de ropa cómoda y ajustada."

Ashley tomó las prendas con respeto, asintiendo en agradecimiento. “Gracias, señor Joaco. Prometo cuidarlas bien.”

Por desgracia, el pobre hombre no tenía nada del tamaño de la hada, pero ella simplemente sonrió. "No te preocupes, señor. Yo estoy bien así."

Con las mochilas recargadas y sus nuevos atuendos, el grupo se preparó para partir. Joaco los acompañó hasta la puerta, con el mapa enrollado bajo el brazo.

“Gracias por todo, Joaco.” dijo Marco, inclinando la cabeza en señal de respeto.

“No, gracias a vosotros.” respondió el anciano. “No sabéis cuánto significa para mí que me hayáis hecho compañía y que intentaráis salvarme de aquel espíritu que os asustó. Os lo agradezco de todo corazón, muchachos. Ojalá el mundo se llene de gente tan hermosa como vosotros.”

“Cuídese mucho, señor Joaco.” dijo Keipi, con una sonrisa despreocupada.

Ashley asintió, apretando ligeramente el mapa en sus manos. “Y gracias por el mapa. Prometemos que lo usaremos bien.”

Joaco observó cómo el grupo se alejaba, avanzando hacia el horizonte. Su figura se hizo más pequeña hasta desaparecer entre los árboles.

El anciano se quedó de pie en la puerta de su cabaña, con una sonrisa serena en el rostro. “Buena suerte, jóvenes. Que vuestros pasos os lleven a donde más lo necesitéis.”

Continuará...