martes, 3 de diciembre de 2024

Ch. 32 - La Torre de Babel

Nuestros protagonistas avanzaban por el desierto hacia la monumental Torre de Babel. Los rayos del sol arrancaban destellos dorados de las dunas, mientras el aire caliente ondulaba en el horizonte.

Durante el trayecto, los recién llegados, Theo, Lana y Maurice, caminaban en silencio junto al grupo, pero poco a poco las conversaciones empezaron a fluir. Las presentaciones ya se habían realizado previamente antes de partir, pero ahora era un buen momento para conocerse un poco más.

"Ahora que ya sabéis como nos llamamos," dijo Marco con un tono amistoso mientras caminaban, "¿qué os parece contarnos un poco más sobre vuestras habilidades? Antes vimos unos lobos y un boomerang, y creo que nos podría ser útil saber de lo que sois capaces, especialmente si vamos a entrar a esa desafiante torre."

Maurice, el nekomata, asintió con seriedad. "Tienes toda la razón del mundo. Cuando nos salvasteis vimos de lo que eráis capaces, así que será un honor poder hablaros de nosotros. Mi habilidad mágica radica en controlar la velocidad y potencia de los boomerang que toco con la palma de mi mano, convirtiéndolos en armas arrojadizas de alta precisión. No son simple proyectiles, ya que puedo hasta manipular su angulación e incluso hacerlos perseguir a mi objetivo."

"Ah, por eso llevas ese par debajo de la chaqueta." comentó Keipi, señalando el contorno de las armas. 

Lana tomó la palabra a continuación, con una leve sonrisa. "Vengo del clan Kelyar. Nosotros tenemos la habilidad de invocar guardianes dimensionales conocidos como lobos santos. Son rápidos, silenciosos y son capaces de emitir ondas de sonora con las que combaten y confrontan a sus presas. Y cabe decir que son fieles a la par de poderosos."

"Oh... ¿Y cuántos puedes invocar a la vez?" le preguntó Ashley, siendo su atención captada por los animales de pelaje blanco que vio antes en la batalla.

"Normalmente solo puedo mantener a dos en el campo sin problema alguno. Y si me esfuerzo muchísimo, podría llegar a llamar a un tercero, pero gastaría mucha de mi energía mágica." respondía con suma sinceridad. "Aunque los mejores miembros de mi clan son capaces de tener hasta siete lobos invocados a la vez, me encantaría poder llegar a tener ese nivel algún día."

"Seguro que si sigues así lo lograrás." le dijo Lily, revoloteando cerca de su rostro.

Mientras todos intercambiaban impresiones sobre las habilidades recién mencionadas, los ojos de Marco se dirigieron al tímido Theo, quien caminaba en silencio detrás de sus dos escoltas.

"¿Y tú, Theo?" preguntó Marco con amabilidad. "¿Qué magia tienes?"

El niño levantó la mirada, sorprendido por la pregunta. Su rostro se enrojeció ligeramente y bajó su mirada hacia el suelo. "Yo... no tengo magia."

El grupo se detuvo, perplejo por la revelación.

“¿No tienes magia?” preguntó Lily, volando frente a él con incredulidad. “Pero en Pythiria todo el mundo tiene energía mágica dentro de su ser... ¿verdad?”

Theo negó con la cabeza, apretando los puños. “Nunca he tenido. Los analistas mágicos lo comprobaron cuando era pequeño. No hay ni una mínima gota de energía en mi interior. Dicen que... soy el primer humano en la historia de Pythiria que no tiene magia.”

“¿Eso significa que...?” comenzó Ashley, pero se detuvo al notar la expresión del niño, que continuó hablando con la voz quebrada.

“¿Creéis que soy un deshecho social?” murmuró, sin levantar la mirada del suelo.

Marco dio un paso hacia él y, con una sonrisa cálida, le acarició el cabello. “No hay nadie que sea un deshecho en esta vida, Theo. Cada uno tiene su propio valor. Solo porque no tengas magia, no significa que no seas especial.”

Theo alzó la vista, sorprendido por las palabras de Marco. Poco a poco, una tímida sonrisa apareció en su rostro. “Gracias...”

“Esa es la cara que quería ver.” dijo Marco, guiñándole un ojo.

Lana y Maurice intercambiaron miradas, agradecidos por la acogida que sus nuevos compañeros daban al joven.

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Torre de Babel.

En el interior de la torre, un joven de cabello plateado miraba a través de una ventana hacia el desierto. Desde su posición elevada, podía ver como nuestros protagonistas y sus nuevos aliados se aproximaban cada vez más al edificio.

"Otro grupo más que se acerca..." comentó, sin apartar la vista. "Ya van dos grupos que consiguen llegar a este lugar en una misma semana... ¿Qué haremos si son capaces de abrir la puerta?"

Cerca de él, una figura imponente descansaba apoyada contra una pared. Sus ojos brillaban como zafiros bajo su forma humana, y una leve sonrisa adornaba su rostro. Era la dragona de cristal.

"No hay nada de lo que preocuparse." dijo con calma. "Ya sabes que esa puerta no se abre tan fácilmente. Solo se podría si consiguen acumular una gran cantidad de energía mágica en ella o si aparece alguien especial, como un dragón sagrado, una deidad perdida o el emperador de Pythiria. Y si aún así, lograran hacerlo, les esperan los retos de la torre. Así que no. No pasarán."

El joven asintió lentamente, aunque la preocupación seguía reflejada en su rostro. Su atuendo era sencillo: unos pantalones blancos algo desgastados que caían ligeramente por sus caderas. Su torso desnudo dejaba al descubierto una musculatura definida, esculpida por el esfuerzo y el entrenamiento al que fue sometido bajo la supervisión de la dragona de cristal. Las vendas, firmemente enrolladas, cubrían sus antebrazos desde los codos hasta las muñecas, así como sus pies descalzos. Había en su porte una mezcla de fuerza y calma contenida. Y su nombre era Ryan.

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Entrada a la Torre de Babel.

El grupo finalmente llegó a su destino. El paisaje a su alrededor parecía empequeñecido por la majestuosidad de la torre, y el aire estaba cargado de una sensación de misterio. Sin embargo, lo que llamó la atención de nuestros protagonistas no fue solo la torre, sino las cuatro figuras que, con herramientas improvisadas, golpeaban la gran puerta de piedra sin cesar.

"¿Qué se supone que están haciendo?" preguntó Ashley, cruzándose de brazos mientras alzaba una ceja.

"Me atrevería a decir que están intentando abrir la puerta por la fuerza." contestó Keipi, con una sonrisa burlona mientras trataba de contener una carcajada.

"¿De verdad piensan que eso va a funcionar?" agregó Marco, incrédulo.

Lily, quien volaba un poco más cerca para inspeccionar la situación, abrió los ojos de par en par al reconocer a las personas que martilleaban sin parar. "¡Esperad un momento! ¡Si son esos ladronzuelos que nos la liaron en el castillo de Baba Yagá!" exclamó, llevándose las manos a la boca.

Al escuchar esas palabras, las cuatro figuras se giraron al unísono, con expresiones de sorpresa que rápidamente se transformaron en una mezcla de incomodidad y dramatismo al ver a nuestros protagonistas.

"Vaya, vaya, vaya..." exclamó su líder, Transexual, con su característico tono teatral mientras se llevaba una mano a la cintura y posaba con descaro. "¡Pero mirad quién ha venido a estropearnos la fiesta otra vez! ¡Los intrusos que nos arruinaron el robo del siglo en el castillo de la vieja forrada! ¡Y encima ahora son unos cuántos más! ¿Qué es esto, una excursión de bonachones?"

Keipi no pudo contener una carcajada, llevándose una mano al estómago. "¡Jajaja, pero si son los ladrones ASAP!" comentó, sin mala intención, al no recordar del todo bien su nombre de grupo.

Los cuatro ladrones se congelaron en su lugar, claramente ofendidos, antes de replicar al unísono y con indignación: "¡ES LGBT!"

El grito resonó con tanta fuerza que hasta Lily, que estaba revoloteando cerca, tuvo que taparse los oídos.

"¿Es en serio?" suspiró Marco, llevándose una mano a la frente mientras negaba con la cabeza. "Ashley, Theo, chicos... os presento a los ladrones LGBT. Son unos ladrones que nos engañaron durante nuestra corta estancia en el castillo de Baba Yagá. Por suerte, su plan no terminó bien del todo."

"¡Pues claro que no terminó bien del todo!" intervinó Gay, colocando una mano en su pecho con un gesto exagerado. "¡Fue un desastre total gracias a vosotros! ¿Sabéis lo que es tener que huir con las manos vacías y el orgullo destrozado?"

"Agradecemos de todo corazón que nos ayudaráis a rescatar a nuestros compañeros, pero eso no justifica que fastidiaseis nuestro plan." comentaba Lesbiana, mientras posaba con los brazos cruzados. "Pero algo aprendimos de la experiencia. Esta vez no estamos aquí para robarnos todo, solo buscamos un par de escamas del dragón de cristal. Parece ser que su precio en el mercado negro es exageradamente alto."

"¡Y esta vez lo haremos de una forma amable!" añadió Bisexual, quien apartó la mirada con un leve rubor en las mejillas con intenciones de demostrar una actitud más honrada. "Después de que Baba Yagá nos diera una patada donde más duele, decidimos que esta vez le pediremos amablemente al dragón que nos dé una de sus escamas."

"¿Y es amable golpear la puerta de su casa a martillazos?" preguntó Marco, con una mezcla de incredulidad y diversión.

Los cuatro se quedaron en blanco.

"Eh... bueno, es que esta torre es chulísima, pero al que la construyó se le olvidó ponerle un timbre o algo, ¿Sabes?" comentaba Transexual, encogiéndose de hombros con una sonrisa nerviosa.

"Vaya grupo..." murmuró Ashley, lanzando una mirada a Marco. "¿Siempre son así de... peculiares?"

"Siempre." contestó Marco, avanzando hacia la puerta mientras negaba con la cabeza y dejaba soltar una ligera risa contenida.

Lily, mientras tanto, conectaba los puntos en su cabeza y se giró hacia los ladrones. "¡Anda la leche! ¡Un momento! ¿Entonces vosotros eráis el otro grupo del que nos habló Joaco, el pintor del bosque?"

"¡Ajá!" exclamó Lesbiana, señalándola con un dedo mientras daba un paso al frente. "Ese Joaco es un tío chulísimo. Nos dio papeo y hasta nos prestó el suelo de su cabaña roñosa para echar un sueño. La verdad que se ganó nuestros corazones y a cambio no le robamos sus pinturas."

"Jajaja, siempre pensando en robar." se reía Keipi, despreocupadamente como era costumbre en él.

"Espera, espera..." intervino Ashley, mirando fijamente a los ladrones. "¿Vosotros fuisteis quiénes estuvisteis con él antes que nosotros?"

"¡Así es!" dijo Gay, haciendo un gesto dramático con las manos. "Él nos hizo un mapa hasta este lugar, solo que no le comentamos cuáles eran nuestras intenciones."

Los cuatro ladrones se alinearon con sorprendente rapidez, como si hubieran ensayado su siguiente movimiento cientos de veces. Adoptaron una pose exagerada, con los brazos y piernas formando ángulos imposibles, mientras Transexual resaltaba en el centro, apuntando hacia el cielo con una teatralidad digna de un escenario.

"¡Presentándonos como siempre en toda nuestra gloriosa autenticidad y desparpajo! ¡Los inigualables e  incomparables... LGBT! ¡Los ladrones más fabulosos de todo Pythiria!" exclamó Transexual, mientras los demás asentían con sincronización perfecta.

Ashley se llevó una mano a la cara, incapaz de mirar. "Pero, ¿qué están haciendo? Esto es... vergonzoso" murmuró con una mezcla de incredulidad y pena ajena.

Keipi, por su parte, estaba doblado de risa, señalándolos como si fueran el espectáculo más divertido que había visto. "¡Jajajaja, no puedo! ¡Son divertidísimos!" exclamó entre carcajadas, golpeando su muslo.

"No, no lo son..." pensaron al unísono Lana y Maurice, observándolos desde la distancia con expresiones de absoluto desconcierto. Sus miradas parecían decir "¿Qué demonios está pasando aquí?"

Theo, quien se había mantenido en silencio detrás del grupo, levantó la vista tímidamente para observar la peculiar escena. Su voz apenas fue un susurro: "Al menos... esos cuatro ladrones no parecen malas personas."

Sus palabras sorprendieron a los adultos del grupo, quienes intercambiaron miradas. Quizá había algo en la ingenuidad de Theo que les hacía ver las cosas desde una perspectiva diferente, aunque fuera por un instante.

"¡Nuestra misión aquí es simple:" declaró Transexual con una sonrisa orgullosa. "¡No queremos ni conquistar la torre, ni robarnos sus tesoros y mucho menos desentrañar sus misterios! Solo queremos un par de escamitas que se le hayan caído al dragón de cristal en algún descuido. ¡Con eso basta para cumplir nuestro objetivo! Además... ¡No podéis impedirlo porque no lo robaremos!"

Eh, chicos... ¿Puedo moverme ya? Me está dando un calambre." murmuró Bisexual, rompiendo momentáneamente la pose.

"¡Silencio! ¡Estamos en medio del discurso de nuestra tía chulísima, la líder Transexual." le regañó lesbiana, quién mantenía su postura con un rostro que marcaba su esfuerzo por manterla.

Mientras tanto, Marco se acercó más a la torre, ignorando momentáneamente el espectáculo que tenía lugar tras él. Sus pasos resonaban suavemente sobre el suelo arenoso mientras su atención se centraba por completo en la imponente entrada. Al dar el último paso hacia el umbral, algo inesperado ocurrió: la puerta se abrió de par en par.

Una luz mística comenzó a emanar de su interior, con un resplandor dorado que parecía reaccionar directamente a su presencia. El guante que cubría su mano derecha comenzó a brillar tenuemente, revelando, aunque de manera sutil, el contorno de su tatuaje en forma de ala. La energía de la marca resonó con la puerta, como si ambas compartieran un vínculo ancestral.

El resplandor dorado se intensificó, envolviendo a Marco en una aureola casi divina. De repente, una voz femenina, imponente y cargada de majestuosidad, resonó en el aire del desierto, llenando cada rincón con su autoridad.

"Bienvenido, 74º emperador de Pythiria, Marco Blanc."

El silencio fue absoluto. Tanto los ladrones como Theo, Lana y Maurice se quedaron con los ojos abiertos de par en par, completamente pasmados ante lo que acababan de escuchar. Parecía que el tiempo se había quedado suspendido.

"¡¿CÓMO QUE EMPERADOR?!" gritaron todos menos Theo al unísono, sus voces resonaron con incredulidad mientras sus bocas parecían estar a punto de tocar el suelo.

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Torre de Babel.

En el interior, Zafira, la dragona de cristal en su forma humana, observaba la escena con atención a través de una proyección mágica que flotaba ante ella. Su figura seguía siendo imponente, con una postura elegante y un rostro sereno adornado por un leve brillo en sus ojos, reflejo de su naturaleza dracónica.

Al escuchar las palabras de la puerta, su sonrisa se ensanchó, mostrando una mezcla de satisfacción y curiosidad.

"¿Has oído eso?" murmuró Ryan, con incredulidad en su voz. El joven, a su lado, observaba la misma proyección mágica, con sus ojos llenos de sorpresa.

La dragona inclinó ligeramente la cabeza, cruzándose de brazos con calma. "Vaya, quién iba a decirme... que en estos tiempos sería capaz de volver a encontrarme con un emperador portando la marca de Pythiria." Su tono era bajo, casi para sí misma, pero la emoción contenida en sus palabras era evidente.

Ryan la miró con desconfianza, todavía asimilando la información que acababan de obtener. "¿Qué hacemos, Zafira? Si es realmente el emperador, no podemos negarnos a sus peticiones... Tú misma me explicaste eso."

Zafira soltó una risa suave, casi burlona. "Normalmente, así sería. La etiqueta y las costumbres dictan que debería presentarme ante él, darle la bienvenida como sujeta a su mandato." Su mirada se agudizó mientras su sonrisa se torcía ligeramente en un gesto de ironía. "Pero después de tantos años encerrada aquí, cumpliendo mi deber como guardiana de esta torre, no me apetece lo más mínimo. Y, francamente, ni siquiera sé si este chico merece mi tiempo."

La dragona dio un paso hacia la proyección, observando con detenimiento a Marco. "Le daré una oportunidad. Si logra superar dos pruebas, tal vez considere que es merecedor de mi presencia."

Ryan apretó los puños en silencio, su expresión pasaba de la sorpresa a la tensión. Y su mirada se endureció mientras bajaba la vista al suelo.

"No..." pensó, su interior era un torbellino de emociones. "No pienso permitirlo. Si logran superar esas pruebas, yo mismo los detendré antes de que lleguen a ella."

Sus ojos se alzaron, llenos de determinación. "Nadie va a apagar la tranquilidad que he encontrado aquí con mi madre."

Esa era la verdad sobre la relación entre el misterioso joven y la dragona Zafira: madre e hijo, unidos en aquel rincón del mundo, custodiando los secretos de la Torre de Babel.

Continuará...