El silencio en la sala se rompió con el sonido de las cadenas de Ryan al agitarse en el aire, listas para lanzarse al ataque. Marco, con sus puños envueltos en llamas, dio un paso al frente. Su mirada estaba fija en el joven que tenía delante.
"Espero que estés preparado," dijo Ryan, con una leve sonrisa cargada de confianza. "Porque no pienso contenerme."
Marco respondió con una inclinación de cabeza. "Tampoco esperes que yo lo haga."
Con esa declaración, ambos se lanzaron al ataque. El hijo de la dragona movió sus cadenas con una precisión milimétrica, las cuales danzaban como serpientes de acero, mientras Marco las esquivaba con gracia y agilidad, contrarrestándolas con ráfagas de fuego.
Las llamas chocaban contra el acero de los eslabones, generando destellos que cegaban momentáneamente a los espectadores atrapados en el techo.
Ryan empezó a utilizar las columnas de la sala como apoyo, saltando de una a otra con la gracia de un felino. Con un movimiento ágil, lanzó una de sus cadenas hacia Marco, quien se impulsó con sus llamas para esquivarla en el último segundo.
"¡Pese a ese cuerpo, es más rápido de lo que parece!" murmuró nuestro protagonista para sí mismo, girándose rápidamente para contrarrestar otra cadena que iba a por él. Usó una explosión ígnea desde sus pies para saltar sobre Ryan, lanzando una descendente envuelta en llamas hacia su oponente.
El hijo de la dragona levantó su brazo cubierto de acero para bloquear el ataque. El impacto resonó por toda la sala, enviando ondas de choque que hicieron vibrar las cadenas que sujetaban a los demás.
"¡Vamos, Marco!" gritó Lily desde las alturas, mientras se retorcía inútilmente para intentar liberarse.
Ryan aprovechó la apertura que dejó Marco tras su ataque y lanzó otra de sus cadenas, esta vez con una esfera de acero en el extremo. Esta giró como un tornado antes de impactar en el estómago de nuestro protagonista, enviándolo hacia una de las columnas.
El joven logró detener su caída con un rápido movimiento, usando sus llamas para frenar su impulso. Sin embargo, una ligera mueca de dolor cruzó su rostro. "Eso sí que dolió..." murmuró, levantándose con esfuerzo.
Desde su posición, Keipi observaba con atención la sala. Las cadenas que lo sujetaban al techo no cedían, pero sus ojos se centraron en los charcos de agua que salpicaban el suelo. Un plan comenzó a formarse en su mente mientras Priscilla seguía descansando en su forma de polluelo sobre su cabeza.
"Quizá... pueda usar esos charcos..." pensó, mientras trataba de concentrarse.
Por otra parte, en el campo de batalla ambos contrincantes continuaban intercambiando golpes sin ceder. Las cadenas de Ryan se movían como extensiones de su propio cuerpo, mientras que nuestro protagonista utilizaba su fuego para contraatacar al mismo tiempo que lo usaba para esquivar.
En un momento crucial, tras el intercambio equitativo de golpes, ambos chocaron sus puños en el centro de la sala. Las llamas de Marco y el acero del hijo de la dragona, crearon una onda expansiva que sacudió la sala y arrancó fragmentos de las columnas cercanas.
"Debo reconocerlo, eres fuerte." dijo Ryan, mientras ambos se miraban con una intensidad salvaje.
Tras ese último choque, los recuerdos del hijo de la dragona afloraron en su mente, recordándole el motivo por el que estaba plantándole cara al mismísimo emperador.
La voz de Zafira resonaba en su mente.
"Siempre lucha con el corazón, Ryan. Pero recuerda: la fuerza no lo es todo. Aprende a proteger aquello que amas, incluso si eso significa enfrentarte a desafíos imposibles."
Recordó los días en los que ella le enseñaba a pelear, creando figuras de cristal para que él las destrozara con sus cadenas. Recordó las noches frías en las que Zafira lo envolvía con sus alas cálidas, y recordó el día en el que le cosió unos pantalones blancos improvisados para él.
"Estoy orgullosa de ti, Ryan. Eres mi mayor tesoro."
Eso llenó a Ryan de una determinación renovada. "No puedo fallar. Protegeré la paz de mi madre, cueste lo que cueste."
El joven lanzó una horda de cadenas que se dividieron en múltiples direcciones, golpeando a Marco desde todos los ángulos posibles. Nuestro protagonista intentaba esquivarlas, pero la velocidad y precisión del oponente eran abrumadoras. Y uno de los eslabones logró golpearlo en la pierna, haciéndolo caer de rodillas al suelo.
"Mierda..." murmuró Marco.
Ryan aprovechó la oportunidad, cubriendo su brazo con acero para lanzar un golpe final. "¡Esto termina aquí y ahora!" gritó, corriendo hacia nuestro protagonista con toda su fuerza.
Sin embargo, antes de que pudiera conectar el golpe, una figura emergió del charco que estaba frente al hijo de la dragona. Era Keipi.
"¡No te dejaré!" exclamó el monje, bloqueando el ataque con Priscilla en su forma de katana.
El impacto hizo que ambos retrocedieran, y el sonido metálico de la colisión resonó por la sala.
"¿C-Cómo se ha escapado?" pensó Ryan anonadado, mientras recuperaba el aliento tras la carrera.
"¡¿Cómo hiciste eso?!" exclamó Gay desde las alturas, mientras todos miraban con incredulidad.
Keipi cambió la katana de mano antes de adoptar una nueva pose de combate. "Se me ocurrió la idea de convertirme en agua y teletransportarme a una superficie acuática de la zona, es decir, los charcos de la sala. Fue un poco arriesgado porque era la primera vez que lo hacía, pero lo importante es que ha funcionado."
"¡Eres increíble, Keipi!" gritó Lily emocionada.
"Y no solo increíble," añadió Lana, con una leve sonrisa de esperanza iluminando su rostro. "Ese chico ha demostrado de nuevo lo fuerte que es."
"Sí... Porque ese tipo de magia acuática que ha usado no es para nada sencilla." comentó Theo con emoción en su voz, aunque permanecía inmóvil en las cadenas que lo sujetaban. "Requiere un control absoluto de la energía mágica dentro del cuerpo para adaptarla al elemento que manipulas. Es algo que solo logras con años de entrenamiento."
"Eso explica muchas cosas," intervino Lily, observando con atención a Keipi. "Ese control debe venir de los años que pasó entrenando su técnica en su templo. Es impresionante."
"Ay, pues yo creo que me estoy enamorando de él... Esa cicatriz lo hace tan HOT." suspiró Gay, con una mirada soñadora que contrastaba con su posición atrapada en las cadenas.
"Eh, bájale un poco. Yo lo vi primero." replicó Bisexual con tono juguetón, ganándose una mirada de incredulidad por parte de Lesbiana.
"Hombres..." suspiró la ladrona.
Keipi, ajeno a los comentarios de los demás, se acercó a Marco con una sonrisa relajada, extendiendo su mano para ayudarle a ponerse de pie. "¿Todo bien, jefe?"
Marco tomó la mano de su compañero y se levantó con un esfuerzo evidente, limpiando la sangre que manchaba su labio. "Más o menos... pero gracias por la ayuda. Llegaste justo a tiempo."
El monje asintió con modestia, mientras Priscilla, en su forma de katana, emitía un leve brillo en su mano, como si compartiera su orgullo.
Desde el otro lado de la sala, Ryan observaba la escena con una mezcla de sorpresa y respeto. Su mirada se endureció mientras agitaba sus cadenas, haciendo que estas emitieran un sonido metálico que llenaba la sala. "Nada mal," admitió. "Pero no os hagáis ilusiones. Esto aún no ha terminado."
"Qué terco..." murmuró Keipi, colocando a Priscilla en posición de combate mientras adoptaba su postura de guardia. Marco, a su lado, dejó que las llamas envolvieran sus puños una vez más.
"Bien," dijo nuestro protagonista, su mirada fija en el hijo de la dragona. "Si todavía tienes algo más que dar, entonces vamos a acabar con esto."
El aire en la sala se volvió más pesado mientras los tres combatientes se preparaban para la siguiente fase del enfrentamiento.
Antes de que la batalla pudiera reanudarse, un fuerte estruendo resonó desde arriba. El techo de la sala comenzó a abrirse, dejando caer una luz dorada que iluminó a todos los presentes.
Descendiendo con una gracia casi etérea, Zafira apareció envuelta en un resplandor dorado que iluminó toda la sala. Su forma humana irradiaba una presencia imponente y majestuosa, y un aura de calma y autoridad inundó el ambiente.
"Ya está bien," dijo con una voz firme, resonante como un trueno suave pero cargada de una serenidad incuestionable. "Esto ha ido demasiado lejos."
Con un simple chasquido de sus dedos, las cadenas que sujetaban al grupo se desvanecieron en motas de luz, dejando a todos caer suavemente al suelo. Ashley y Cecily aparecieron teletransportadas junto al grupo en un destello brillante, ambas luciendo visiblemente confundidas.
"¿Qué está pasando?" preguntó Ashley, mirando a su alrededor mientras se frotaba la cabeza.
"¿Y cómo demonios acabamos aquí?" añadió Cecily, claramente desorientada mientras se aseguraba de que sus coletas seguían en su lugar.
"¿Estáis bien?" preguntó Marco, acercándose."Sí, sí." Ashley suspiró.
Lily revoloteó emocionada. "¡Sabíamos que volveríais!"
Cecily alzó una ceja, mirando a Zafira. "¿Y quién es esta piba elegante?"
Cecily parpadeó, claramente anonadada. "N-No se preocupe... majestad dragona, ruego que me disculpe por llamarle piba..."
La dragona de cristal sonrió ante las disculpas de la ladrona y avanzó con pasos ligeros pero llenos de propósito, deteniéndose frente a Marco. Sus ojos, brillantes como cristales, se fijaron en él con una mezcla de respeto y curiosidad. Finalmente, habló, su voz suavizándose pero manteniendo la autoridad que la caracterizaba.
"Soy Zafira, la dragona de cristal," declaró, haciendo una reverencia que sorprendió a todos los presentes. Luego, con elegancia, se arrodilló frente a Marco, bajando la cabeza levemente en señal de respeto. "Y ya no necesito más pruebas para confirmarlo. Tú eres el verdadero emperador de Pythiria. Bienvenido a mi torre."
El grupo quedó en completo silencio, atónito ante lo que estaban presenciando.
"¿Esto es real?" murmuró Lesbiana, sin apartar la mirada de la escena. "¿La gran deidad guardiana de esta torre se está arrodillando ante el chaval de las llamas?"
"No me terminaba de creer lo de emperador, pero parece que tengo que tragarme mi desconfianza." comentó Bisexual, con una mezcla de incredulidad y emoción.
Lily, flotando cerca de su compañero, sonrió con orgullo. "Os lo dije. Él es el verdadero emperador. Su fuerza no está solo en su magia, sino en lo que representa."
Marco, con los ojos entreabiertos por la sorpresa, trató de procesar lo que acababa de ocurrir. "N-No hace falta... tanta edudación..." murmuró, nervioso.
"Durante siglos, he esperado el regreso de un verdadero emperador," comenzó Zafira, con su mirada fija en nuestro protagonista. "Un líder que no solo tenga el poder de un gobernante, sino la sinceridad para entender los corazones de aquellos que lo siguen. Tú has demostrado ambas cosas. Por eso, mi respeto es tuyo, Marco Blanc."
Continuará...