Desierto de la dimensión de la Torre de Babel.
A pocos kilómetros de la Torre de Babel, una espesa niebla comenzó a cubrir el valle, envolviendo en penumbras el lugar donde Los Cinco Caídos de Casiopea se habían reunido. Sus figuras, imponentes y amenazantes, avanzaban en silencio hacia el portal.
Cih, el líder del grupo, encabezaba la marcha. Su armadura medieval, decorada con plumas rojas que destellaban levemente incluso en la penumbra, reflejaba su aura de autoridad absoluta. Cada paso suyo resonaba como un eco en el silencio del valle. Con un gesto firme, señaló al portal y habló con su voz grave y helada.
"Avancemos. Es hora de cazar a ese niño."
Esa declaración rompió el breve silencio, llenando el aire con una atmósfera más pesada.
Schedar, una de las hermanas de cabello rosado, cruzó los brazos mientras ajustaba su postura. "Un niño como prioridad... no parece un reto digno de nuestra fama." Su tono era frío y despectivo, pero no había duda en su disposición para seguir la orden.
"¿Digno?" replicó su hermana Caph, con una sonrisa juguetona. Giró una daga en su mano, observando su reflejo en el filo. "No me importa si es digno o no. Lo verdaderamente importante es obedecer las órdenes de nuestros superiores. ¿No crees, Ruchbah?"
Ruchbah, el hombre de melena dorada y rostro afeminado, inhaló profundamente el aroma de la flor que llevaba en la mano antes de soltar una carcajada ligera. "En efecto, no parece un trabajo digno de nuestra fama en el bajo mundo, pero ha sido una orden directa dada por el señor Averno. Y debo admitir que la idea de cazar a un niño tiene su... encanto."
Segin, el hombre bestia con rasgos de águila, soltó un bufido mientras exhalaba el humo de su puro. Sus ojos amarillos, brillantes como los de un depredador, se clavaron en el portal. "Encanto no es la palabra. Práctico, sí. Para saciar esa sed de poder que tiene el jefe, es nuestro deber llevarle la cabeza del niñato."
Cih se detuvo un momento y giró ligeramente la cabeza hacia su grupo. Sus ojos fríos recorrieron a cada uno de sus subordinados antes de hablar. "El objetivo de nuestros superiores afiliados al gobierno mundial, es el control absoluto de Longerville con la caída de la monarquía actual y la ocupación posterior por parte de nuestro señor Averno. Por desgracia, ese niño tiene un papel crucial que podría fastidiar por completo los planes, por lo que si lo dejamos con vida... la misión peligra."
El grupo asintió al unísono, como si las palabras del líder no dejaran espacio a dudas.
Ruchbah fue el único que rompió la seriedad del momento con un comentario que arrancó una sonrisa torcida a Caph. "¿Crucial, dices? Quizá lo sea. Pero yo me pregunto... ¿gritará tanto como un cerdo en el matadero o simplemente llorará en silencio? Aunque debo decir que ambas opciones suenan excitantes."
Una risa breve pero cruel escapó de Schedar. "Qué sentido del humor tan repulsivo. Lo amo."
"Ahórrense los chistes y concéntrense," interrumpió Cih. Dio un paso hacia el portal, colocándose al borde mientras la energía reflejaba su imponente figura. "Es hora de cumplir nuestra misión. Averno no tolerará errores."
Sin más palabras, el caballero medieval lideró la marcha y atravesó el portal. Uno tras otro, Los Cinco Caídos de Casiopea desaparecieron, dejando tras de sí una sensación de amenaza que parecía impregnar el aire.
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Interior de la Torre de Babel.
En el segundo piso, la atmósfera era solemne. Zafira se mantenía erguida frente al grupo, su aura resplandeciente llenaba cada rincón de la sala. Marco, con los labios entreabiertos, intentó articular algo para responder ante las declaraciones que le fueron dadas por la mismísima dragona, pero esta alzó un dedo y lo colocó suavemente sobre sus labios.
"Sssh..." dijo, con una cálida pero firme voz. "Aún no es momento para que hables, su queridísima majestad."
Ryan la miraba confundido, mientras los demás permanecían expectantes, atrapados en el magnetismo de su presnecia. "¿Qué ocurre, mamá?" preguntó, con la tensión evidente en su voz.
Zafira dejó escapar un suspiro, como si estuviera reuniendo fuerzas para liberar un peso que había estado cargando por años. "Es hora, de que conozcáis la verdad. No solo tú, mi querido hijo Ryan, sino también tú, Emperador Marco. Y claramente, también tenéis derecho a escucharla, a todos los presentes que os habéis embarcado en este viaje."
Todo queda en silencio tras aquella declaración, dejando un aire expectante.
"Desde el día en que nací, mi destino estaba escrito de principio a fin." comenzó la dragona, con un tono que parecía estar teñido de una mezcla de nostalgia y melancolía.
De su cuerpo emanaron piezas de cristal de gran tamaño, que comenzaron a emitir una tenue luz, proyectando imágenes como si fueran escenas de una película antigua. "Fui enviada a esta trore como parte de una tradición longeva procedente del clan de los dragones de cristal. Somos los guardianes de este lugar, y nuestra tarea es proteger los secretos y los tesoros que alberga."
Las imágenes mostraban una pequeña dragona, explorando los vastos pasillos de la torre con una expresión de asombro y emoción en su rostro.
"Aquella época, no la viví sola. Durante mi entrenamiento, fui guiada por otro dragón de cristal que tomó la figura de padre adoptivo. Aunque no teniamos relación sanguínea, me cuidó con mucho amor y disciplina. Él fue mi maestro, mi protector... y la única figura a la que pude llamar familia durante la infancia."
Los cristales ahora mostraban a un imponente dragón de cristal, su figura irradiaba autoridad y sabiduría. Las escenas mostraban sus entrenamientos, donde Zafira luchaba contra figuras de cristal creadas por él, y momentos más íntimos, cuando él le preparaba la cena y ella se lo comía con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
"Me enseñó todo lo que sé como guardián. Me preparó a conciencia para tomar su lugar. Y la lección más dolorosa que aprendí de él, fue la que cambió la perspectiva que tenía del mundo... El tiempo de un dragón es finito."
Una escena proyectó al dragón hablando con la pequeña Zafira, su voz profunda resonaba por toda la sala. "La torre depende de nosotros, Zafi. Sin un dragón que le provea energía mágica de manera continuada, desaparecería por completo, llevándose consigo todo lo que protege en su interior. Es por eso, que cuando llegue mi momento, tú serás quien tome ese lugar y le des vida a Babel."
La dragona bajó la mirada. "Cuando cumplí en torno a los 170 años de edad, ese momento que tanto temía llegó. Y mi padre, maestro y mentor... falleció. Convirtiéndome en la heredera de esta longeva tarea."
Lily, Gay y Maurice observaban en silencio las imágenes de la joven Zafira llorando ante el cuerpo inerte de su maestro. Las lágrimas corrían por sus rostros, incapaces de contener la emoción.
"¡Qué triste!" exclamó Maurice, con las orejas caídas mientras se frotaba los ojos.
Lily, flotando cerca de él, murmuró entre sollozos: "No solo era su maestro... Era como un padre. Mira cómo lo llora..."
Gay, abrazando a Bisexual mientras trataba de secarse las lágrimas, añadió entre sollozos: "¡Esto es demasiado para mí corazón homosexual!"
El grupo compartió un momento de silencio, dejando que la escena proyectada resonara en sus corazones.
"Durante siglos, cumplí con mi deber. Protegí la torre, luché contra los invasores, y ocasionalmente conocía almas curiosas que venían con buenas intenciones, como aquel hermoso pintor que estuvo varios días retratando el edificio en uno de sus lienzos. Pero, la soledad era un precio que pagaba con cada día que pasaba."
La proyección cambió, mostrando imágenes de una Zafira sentada sola en una sala vacía, observando el horizonte, mientras el tiempo pasaba a toda velocidad.
"Con el paso de los años," continuó Zafira, su voz teñida de melancolía, "me enteré de que el clan de los dragones de cristal había sido completamente masacrado. Me convertí en la única sobreviviente de mi especie." Sus ojos brillaron con un dolor contenido mientras las imágenes de su pasado seguían reflejándose en los paneles de cristal.
"Hubo discrepancias internas entre las tribus draconianas," explicó, haciendo una pausa para recuperar el aliento. "Esas diferencias culminaron en un conflicto bélico irreparable, que arrasó con todo. Lo perdimos todo... familias, amigos, nuestro legado."
El grupo permanecía en completo silencio, cautivado por el relato. Zafira bajó la mirada, sus manos apretándose ligeramente contra su pecho.
"Y entonces comprendí algo aterrador: estaría sola para siempre. Ya no habría un nuevo dragón que viniera a sucederme." Hizo una pausa, mirando hacia las alturas, donde los cristales reflejaban imágenes de antiguos dragones en vuelo. "Solo los dragones de cristal teníamos la capacidad de alimentar esta torre, de mantenerla viva."
Sus palabras resonaron en la sala, dejando una atmósfera pesada.
Marco murmuró, sin atreverse a romper del todo el silencio: "Debe haber sido... horrible. Perder a toda tu especie... y cargar con esa responsabilidad sola."
Lily asintió, sus alas agitándose con nerviosismo. "Es como llevar el peso de un mundo entero en tus hombros... sin nadie que te ayude."
Zafira cerró los ojos por un instante, inhalando profundamente antes de continuar. "Pensé que el resto de mi vida, estaría completamente sola... Y sin embargo, años después encontré un motivo para seguir..."
"Cuando cumplí 713 años, algo inesperado ocurrió. Una pareja humana llegó a la dimensión. Estaban muy malheridos, y cuando me acerqué para intentar socorrerlos, ya era demasiado tarde. Fallecieron... pero... no habían llegado solos."
Una imagen algo desgarradora apareció: un bebé de pelo platino y tez ligeramente oscura, lloraba entre los brazos del cadáver de la mujer.
"No podía dejarle ahí sin más, los remordimientos de culpa me destrozarían por completo. Así que lo llevé conmigo, sin ser muy consciente de lo que eso podría suponer. Pues, con el tiempo, las dudas llegaron a mí: ¿Qué derecho tengo a críar a un niño humano? ¿Acaso no estaré alterando el destino que se me había asignado? Pero... cuando ese bebé me sonrió por primera vez y me llamó 'mamá'..." su voz se quebró ligeramente, sin embargo logró recuperar la compostura rápidamente. "Mi corazón volvió a latir con calidez."
Los cristales comenzaron a mostrar momentos cálidos y tiernos: Zafira alimentando al pequeño Ryan, protegiéndolo con sus alas, enseñándole a luchar con la magia que había manifestado en su interior...
"Ryan me dio un propósito que había olvidado. Me recordó que mi existencia podía significar algo más que la soledad y el deber."
Zafira cerró los ojos, y los cristales se desvanecieron, dejando la sala envuelta en un silencio expectante.
"Pero hay algo que debes saber, hijo mío," dijo finalmente, con su voz teñida de tristeza y culpa. "Hay algo que ya no podía seguir ocultándote."
Ryan dio un paso adelante, la preocupación visible en su rostro. "¿Qué ocurre, mamá?"
Zafira tomó aire antes de continuar. "Mi vida llegó a su fin hace cinco años."
El grupo entero quedó en completo silencio. Ryan retrocedió un paso, su respiración temblorosa. "¿C-Cómo? ¿Qué estás diciendo?"
"Sí... Hijo... estoy muerta."
Las palabras cayeron como una sentencia, resonando en la sala como un eco interminable. Marco, Lily y los demás intercambiaron miradas de asombro e incredulidad.
Ryan negó con la cabeza, su voz quebrándose. "¡No puede ser! ¡Sigues aquí, sigues hablando conmigo! ¡Entrenándome! ¡Te puedo tocar! ¡No eres un maldito fantasma, así que no digas mentiras de ese calibre! ¡¿Me oyes?!"
Zafira esbozó una leve sonrisa empapada en tristeza.
Continuará...