Mientras descansan en Fest Island, nuestros protagonistas ayudan a un misterioso joven llamado Hansel, quien está en busca de su hermano gemelo perdido, Gretel. Tras hacer memoria y hablar del tema, llegan a la conclusión de que este partió en busca del Nuevo Testamento, con la esperanza de descubrir más sobre la voz femenina que lo llamaba.
"Es increíble... Siempre tuve todos esos detalles pululando por mi mente, y nunca había atado cabos para llegar a esa conclusión", comentó Hansel, llevándose la mano a la cabeza, frustrado por su propia ignorancia.
"Es normal sentirse así. Cuando entramos en estado de tensión y pánico, las respuestas más simples se vuelven las más difíciles. Acabamos dejándonos llevar por las sensaciones antes que por la lógica", lo animó Marco, tratando de hacerle ver que era algo común.
"Es cierto, somos seres vivos y es normal que nuestra mente nos juegue malas pasadas", añadió Theo con un tono tranquilo.
Hansel suspiró y apoyó la cabeza sobre la mesa, sumido en sus pensamientos.
"Entonces, ¿qué debería hacer?", murmuró para sí mismo. Ahora que contaba con una pieza clave en el rompecabezas, su búsqueda tenía una nueva dirección. Sin embargo, todos sus planes anteriores estaban siendo arrasados por esta nueva lógica. "No tengo ni la menor idea de dónde podría encontrar información sobre la reliquia que me ayude a llegar hasta mi hermano."
Marco y Lily intercambiaron miradas confusas. Querían ayudar, pero no sabían por dónde empezar. Afortunadamente, contaban con Theo.
Gracias a la falta de magia, el príncipe había desarrollado su inteligencia al máximo y, debido a su posición real, tuvo acceso a información registrada de diversos países. Su conocimiento enciclopédico era un recurso valioso en momentos como ese.
"Si no recuerdo mal, a unos cuantos kilómetros al noreste de Fest Island se encuentra Acquermacus. Es un país bastante pequeño en comparación con Longerville, pero su cultura está orientada al conocimiento y la información. Allí se encuentran las ruinas de los Registros Akáshicos, donde se recopilan en diferentes grimorios datos sobre las reliquias más antiguas del mundo", explicó Theo con naturalidad, mostrando una madurez impresionante para su edad. Los demás lo miraron boquiabiertos. "Quizá... deberíamos comenzar la búsqueda en ese país. Si hay información sobre el Nuevo Testamento en algún lugar, es ahí."
"Entonces... ¿debo ir a Acquermacus?" Hansel procesó la idea en voz alta. "Será un viaje duro, porque ahora mismo no tengo ni un duro. Pero seguro que si encuentro algún curro por aquí, podré viajar próximamente." Se levantó con determinación, con una chispa de emoción en los ojos.
"Espera", dijo Marco de pronto, tras intercambiar una mirada con Lily.
Ellos dos se conocían demasiado bien. Desde el momento en que Hansel mencionó a su hermano perdido, no pudieron evitar sentir el impulso de ayudarlo. Mientras escuchaban la explicación de Theo, ya habían llegado a un acuerdo sin necesidad de palabras. Era lo correcto.
"¿Qué pasa?", preguntó el joven, extrañado.
"Deja que nosotros te ayudemos a encontrar a tu hermano", sonrió nuestro protagonista con determinación.
Hansel parpadeó, completamente sorprendido. "¿Cómo? ¿Es en serio, tío? ¿Vas a hacer eso por mí? Porque no deberías... Soy un extraño que literalmente se desmayó ante vosotros, y ya es bastante que me hayais invitado a comer como si fuera un colega", exclamó, muerto de vergüenza y sin saber cómo reaccionar. Aquella muestra de generosidad lo superaba.
Lily sonrió con dulzura. "No eres un extraño. Un hermano perdido es un motivo más que suficiente para ayudarnos unos a otros."
Hansel tragó saliva, conmovido por sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que no estaba solo en esta búsqueda.
"Muchas gracias..." dijo con una sonrisa.
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Concurso de perritos calientes.
"N-No puedo más..." murmuró Cecily, dejando caer el perrito caliente que aún sostenía entre sus manos. Con un suspiro derrotado, se desplomó sobre la larga mesa, incapaz de dar otro bocado.
"¡Eliminada! ¡La concursante número siete ha quedado en tercera posición! ¡Ya solo nos quedan dos grandes rivales!" anunció el presentador con entusiasmo, mientras el público estallaba en vítores.
Los únicos que quedaban en pie eran Ryan y una misteriosa figura cubierta de pies a cabeza con una reluciente armadura de acero. Para comer, el caballero se había levantado el protector de la boca, pero su rostro seguía oculto en las sombras del casco.
El hijo de la dragona estaba en las últimas. Su estómago estaba tan lleno que sentía que un bocado más lo haría explotar. Respiró hondo, intentando reunir fuerzas, pero su misterioso contrincante seguía devorando con una calma aterradora.
"¿Esta persona no se cansa nunca de tragar?" pensó Ryan, masticando con dificultad el último trozo de su perrito caliente.
"Qué bueno." comentó el caballero con voz distorsionada por el casco, como si la sobrecarga de comida no le afectara en lo más mínimo.
Ryan decidió ignorarlo y alargó la mano hacia otro perrito caliente. Sus dedos rozaron el pan, pero justo cuando iba a llevárselo a la boca... su cuerpo se rindió. Sus brazos cayeron pesadamente sobre la mesa, el perrito resbaló de sus manos y aterrizó en el plato con un golpe sordo.
El silencio se apoderó del lugar.
"¡Perdí!" exclamó con un suspiro de derrota, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.
El público contuvo la respiración por un segundo... y luego estalló en aplausos. El ganador se había decidido.
"¡Y el ganador del pase para comer durante toda una hora es..." El presentador se acercó al caballero vencedor y le preguntó su nombre en voz baja. Entonces, con una sonrisa emocionada, alzó el micrófono y gritó: "¡EL O LA CONCURSANTE NÚMERO DOS... CYRENE!"
Ryan y Cecily la miraron con envidia desde su asiento, viendo cómo el caballero se cruzaba de brazos, orgulloso de su victoria. Sin embargo, pese a la derrota, los dos amigos intercambiaron una mirada y rieron. Al menos, habían podido llenar sus insaciables estómagos.
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Zona norte de la isla.
Keipi y Ashley estaban sentados en un banco, completamente derrotados. Su competencia en los juegos seguía estancada en empate, y lo último que les quedaba de dinero para la noche se lo habían gastado en un vaso extra grande de salchipapas para llenar sus estómagos vacíos.
"Nos hemos pasado horas en todo tipo de juegos... y al final nadie ha ganado." suspiró Ashley, hundiendo los hombros.
"Jajajaja, pero al menos ha sido divertidísimo. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien." comentó Keipi con su despreocupada sonrisa, tomando un par de patatas y llevándoselas a la boca.
"Pues en eso tienes razón, aunque me joda no haberte ganado... reconozco que mi corazón está contento. Ha sido muy divertido." admitió la joven, rindiéndose con una sonrisa mientras mordía una de las salchichas.
"Al menos se nota que somos muy buenos, no hemos perdido en ningún puesto. Y encima me ha sorprendido la variedad de actividades que tiene este lugar." añadió el monje, estirándose con satisfacción.
"Y que lo digas... Creo que nunca olvidaré esta noche contigo, espadachín despreocupado." sonrió Ashley con aire desafiante.
"¡Lo mismo digo, peleadora de malas pulgas!" rió Keipi, chocando la mano con su compañera en señal de camaradería.
El ambiente nocturno del festival los envolvía en una brisa cálida, mezclada con el aroma de comida callejera y las luces titilantes de los puestos. A lo lejos, se escuchaban risas, música y el inconfundible sonido de una ruleta girando en uno de los juegos. Ambos se quedaron en silencio por un instante, disfrutando de la tranquilidad después de tantas rondas de competencia.
"Por cierto, según ese reloj queda media hora para el encuentro. ¿No deberíamos ir tirando?" preguntó Ashley, señalando un gran reloj de feria iluminado.
"Pues tienes toda la razón, vamos para allá. Si llegamos tarde al plan de Lily, seguro que nos regaña." exclamó el monje, levantándose de un salto y ofreciéndole la mano a su compañera.
Ashley rodó los ojos con una sonrisa y tomó su mano para ponerse de pie. Con los ánimos recargados y la emoción de la noche aún en sus venas, ambos se dirigieron hacia el punto de encuentro, listos para la siguiente fase de la noche.
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Acantilado estrellado.
Tras haber estado hablando con Hansel en el restaurante, este decidió ir a por sus cosas al lugar que había rentado y quedó con ellos después de los fuegos artificiales en el aparcamiento de aeronaves de la isla. Hasta entonces, el grupo de nuestros protagonistas esperaba pacientemente bajo la sombra de un enorme árbol, dejando que el tiempo pasara con tranquilidad.
Marco se recostó sobre la hierba, mirando el cielo brillante y dejando que la suave brisa le acariciara el rostro. El cansancio acumulado del día comenzó a hacer efecto, y poco a poco, sus párpados se hicieron más pesados hasta cerrarse por completo. Su respiración se volvió acompasada, y sin darse cuenta, se dejó arrastrar por el mundo de los sueños.
De repente, abrió los ojos. Ya no estaba bajo el árbol ni sentía la brisa marina en su piel.
Estaba en casa.
El familiar aroma del desayuno recién hecho flotaba en el aire, y frente a él, su madre y su padre lo esperaban sentados a la mesa, sonriéndole como si nada hubiera cambiado. El sol entraba por la ventana de la cocina, iluminando la estancia con una calidez nostálgica.
"Buenos días." saludó su padre con su habitual tono firme, pero afectuoso.
"¿Qué tal has dormido?" preguntó su madre con dulzura, inclinándose un poco para verlo mejor.
Marco sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su corazón latía con fuerza.
"¿Mamá...? ¿Papá...?" murmuró con los ojos muy abiertos, completamente boquiabierto.
Continuará...
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