sábado, 15 de marzo de 2025

Ch. 99 - Keichiro y Takashi

Las espadas chocaron con fuerza, pero, en cuanto sus miradas se cruzaron, ambos combatientes quedaron boquiabiertos. Un instante de sorpresa bastó para detener el duelo.

"¿Takashi?" La voz de Keipi tembló apenas, reflejando su incredulidad.

El joven atacante entrecerró los ojos y bajó su arma mítica, que de inmediato empezó a cambiar de forma. "Sí… Soy yo… Takashi Hishima." Su katana se encogió, transformándose en un pequeño camaleón que trepó con agilidad hasta su hombro. "¿Tú eres… Keichiro Pikaria?"

Keipi parpadeó y, tras un segundo de desconcierto, esbozó una sonrisa nostálgica. "Claro…" Chasqueó los dedos, y Priscilla volvió a su forma de pájaro, posándose en su cabellera.

Takashi dio un paso adelante, con los ojos empañados. "¡Keichi!" Su voz se quebró de la emoción antes de lanzarse sobre él y abrazarlo con todas sus fuerzas. "¡Tío, te he echado tanto de menos!"

El monje le devolvió el abrazo con el mismo fervor. "¡Y yo a ti, Takashi!"

El resto del grupo los observaba en absoluto desconcierto. Marco, Lily y los paladines miraban la escena sin saber cómo reaccionar. Frente a ellos, el líder de sus atacantes, el hombre que apenas segundos atrás había tratado de matarlos, ahora estrechaba entre sus brazos a su compañero como si fuera un hermano perdido. Y lo más extraño: los aliados del oponente, al ver la escena, también habían dejado de luchar.

"Jefe… ¿Qué estás haciendo?" preguntó una mujer de cabello rojo recogido en una coleta baja. Llevaba gafas de montura fina y sus ojos rosados reflejaban incertidumbre. 

"¿No vamos a atacarles?" insistió un joven de cabello anaranjado, cuyo flequillo le cubría uno de sus ojos verde esmeralda.

Marco frunció el ceño, aún sin bajar la guardia. "Keipi… ¿Qué está pasando aquí?"

Keipi soltó a su amigo con una sonrisa y se giró hacia sus aliados, listo para contarles la verdad sobre lo que estaba pasando.

"Escuchad… Takashi y yo fuimos mejores amigos durante nuestra infancia en Akitazawa. Íbamos juntos al colegio, hacíamos travesuras, pasábamos las tardes correteando por el pueblo y hasta organizábamos pijamadas. Éramos inseparables."

Takashi sonrió con nostalgia. "Éramos unos mocosos insoportables, ¿eh?"

Keipi rió. "Unos auténticos terremotos."

Los dos compartieron una mirada cómplice antes de que el monje continuara: "Pero cuando se decidió el destino de nuestras familias como guardianes de armas míticas, nos separaron. Fue algo inevitable… Desde entonces, no habíamos podido volver a vernos ni a ser capaces de comunicarnos."

El grupo asimiló la historia en silencio.

"Y eso es más o menos lo que pasó." Keipi terminó con una sonrisa. "Así que, os presento a mi amigo de la infancia, Takashi."

El espadachín inclinó levemente la cabeza. "Un placer." Luego, señaló con la mano a sus compañeros. "Al igual que Keichi, soy un miembro del clan Akitazawa. Y estos son Lola y Carter, mis amigos y aliados."

Lola, la mujer pelirroja de gafas, hizo una reverencia elegante. "Un gusto."

Carter, el joven de cabello anaranjado, alzó la mano en un saludo relajado. "¿Qué tal?"

Lily no tardó en tomar la palabra, flotando a su alrededor con entusiasmo. "¡Yo soy Lily, un hada chulísima! Y ellos son Marco, Ashley, Cecily, Hansel y Ryan. ¡Somos todos amigos de Keipi!"

Tras el intercambio de presentaciones, Marco se quedó pensativo, procesando lo que acababa de escuchar. "Entiendo…" murmuró.

Ryan frunció el ceño, recordando una conversación pasada. "Debo reconocer que pensé que llevabas en el templo de Longerville desde que eras un bebé."

"Yo también." aportó Hansel anonadado.

El monje soltó una risa. "Jajaja, para nada. Pasé parte de mi infancia en mi país antes de eso."

Takashi asintió. "Es justo como lo ha contado, chicos." Se giró hacia sus aliados. "Por eso, en parte, dudo que ellos sean los atacantes desconocidos que nos alertaron."

Lola suspiró y movió los dedos. De inmediato, las varas de acero en llamas que flotaban a su alrededor se desvanecieron. "Entiendo."

Carter cruzó los brazos y sonrió con diversión. "En el fondo me alegro. No parecéis un grupo fácil de derrotar." Con un chasquido, los lobos de energía que le acompañaban desaparecieron.

Ashley, al ver la magia del joven de pelo anaranjado, parpadeó con sorpresa. "Esa magia de lobos me recuerda mazo a la de Lana…"

Cecily asintió. "Probablemente sean del mismo linaje de magos. Tengo entendido que algunos tipos de magia se heredan por sangre, como le pasa a la doma de lobos santos."

Theo, que había permanecido en silencio, intervino. "Sí. Lana me contó que su clan es muy extenso por toda Pythiria, y que ni siquiera conoce a todos sus familiares con magia de lobos."

"Vaya, no tenía ni idea de ese tipo de cosas." murmuró Ryan.

"Yo ni siquiera sé quién es Lana, jajaja." se reía Hansel.

Marco, aún con ciertas dudas, se acercó a Takashi y le tendió la mano. "Marco."

"Takashi." El espadachín le devolvió el apretón con firmeza.

Sin perder el tiempo, nuestro protagonista fue directo al grano. "Has mencionado que os alertaron sobre unos atacantes. ¿Nos podrías explicar eso si no te importa?"

Takashi miró a Lola y Carter, quienes intercambiaron una mirada rápida y luego le hicieron un gesto que decía decide tú.

El espadachín tomó aire. "Eres amigo de Keichi, así que está bien…"

Se cruzó de brazos, preparándose para contar su historia.

"Hace un par de días, recibí una llamada de emergencia desde Wisdom. Nos avisaron de que estaban sufriendo un ataque imparable por parte de un grupo de cinco personas. Pero antes de poder obtener más información, la persona que nos contactó dejó de hablar de repente…"

Hizo una pausa. "Porque, como habéis visto al pasear por la ciudad, ella y el resto de habitantes fueron convertidos en piedra."

Un silencio tenso se extendió entre el grupo.

"Al escuchar esa noticia, Takashi decidió que lo mejor sería regresar a Acquermacus para asegurarnos de que todo estaba bien." explicó Lola. "Y cuando llegamos, nos encontramos con todo este desastre."

"Hicimos algunas investigaciones y encontramos pruebas de que la reliquia perdida de Medusa fue usada para petrificar a todos los habitantes de Wisdom." añadió Carter. "Y justo cuando íbamos a adentrarnos en las ruinas de los Registros Akáshicos para continuar la investigación que teníamos entre manos…"

Hizo una pausa y miró a Marco.

"Os vimos llegar. Cinco personas, un niño y un hada. Encajabais con la descripción de los atacantes, así que intentamos deteneros. Pero resulta que solo llegasteis con un pésimo timing."

Cecily chasqueó la lengua. "Vaya… eso explica todo."

Marco se cruzó de brazos, aún con una duda en mente. "Lo que no entiendo es… ¿por qué te llamaron a ti para pedir ayuda?"

Takashi rió con nerviosismo, rascándose la nuca. "Bueno… No es tan difícil de deducir."

"Hasta hace un par de años, mi familia trabajaba aquí. Me enviaron al templo de Acquermacus para custodiar su arma mítica, Jasper. Pero…" Una sonrisa orgullosa se dibujó en su rostro. "Jasper me eligió a mí como su dueño. Y con eso, la labor de mi familia terminó."

Sus ojos se posaron en Keipi con un brillo nostálgico. "Dejé que mis padres regresaran a casa, pero yo decidí viajar para poder volver a encontrarme con Keichi. Quería demostrarle cuánto había cambiado y recuperar la amistad que dejamos en stand by… Pero jamás imaginé que lo encontraría fuera de un templo." Su expresión se tornó aún más asombrada. "Y mucho menos en la ciudad donde pasé la otra gran parte de mi vida."

Un breve silencio se instaló entre ellos, pero fue rápidamente interrumpido por Ashley, quien parecía al borde del colapso con tanta información acumulada.

"A ver… No me he enterado de mucho." suspiró, masajeándose las sienes.

"Yo te explico." Cecily tomó la palabra con paciencia. "Takashi, el chico del camaleón, es del mismo país que Keipi. Durante un tiempo trabajó como monje en esta ciudad, cuidando un arma mítica. Pero cuando el arma lo eligió como su dueño, su familia regresó a su hogar, y él decidió emprender un viaje para buscar a su mejor amigo."

Ashley asintió lentamente, tratando de digerir la información.

"Debido a su conexión con esta ciudad, cuando la gente de Wisdom estuvo en peligro por la petrificación, le pidieron ayuda a él." continuó Cecily. "Por eso vinieron aquí."

"Sí…" añadió Carter. "Lo único que sabemos de los enemigos es que son un grupo de cinco personas y que usaron una reliquia llamada Medusa, capaz de petrificar. Y lo más preocupante es que parece tener la potencia suficiente como para afectar a toda una ciudad como esta."

Lola cruzó los brazos, mirando al grupo con desconfianza. "Ahora nos toca a nosotros. ¿Vosotros qué hacéis aquí?"

Su tono directo hizo que Theo se estremeciera. "Qué intimidante…" murmuró.

Marco, sin inmutarse, respondió con sinceridad. "Vinimos en busca de información sobre una reliquia llamada Nuevo Testamento. Según nuestras investigaciones, en las ruinas de los Registros Akáshicos hay grimorios con conocimientos sobre reliquias antiguas. Nuestro plan era encontrarlo y leerlo para saciar nuestra curiosidad."

"Pero justo al llegar nos topamos con todo esto… y luego nos atacasteis." añadió Ryan con un encogimiento de hombros.

Carter suspiró, procesando la coincidencia. "Entiendo…"

Takashi miró a Keipi a los ojos, y este le devolvió la mirada con intensidad. Un silencio cómplice se formó entre ellos antes de que el monje hablara.

"Oye, sé que nos acabamos de reencontrar y que nuestros amigos apenas se conocen, pero… ¿No sería mejor trabajar juntos en esto?" propuso.

Cecily suspiró, aún algo recelosa. "Bueno… No me gusta que me ataquen por sorpresa, pero reconozco que tenían motivos para sospechar con todo lo que ha pasado."

"Yo no lo veo mal." dijo Hansel, encogiéndose de hombros. "Sería horrible conseguir la información que buscamos y largarnos sin hacer nada para ayudar a esta gente."

"En ese caso, lo mejor será que vengáis a nuestro escondite y organicemos un plan." sugirió Carter.

"Sí, por mí está perfecto." añadió Marco sin dudarlo.

Así, ambos grupos emprendieron el camino hacia el refugio de Takashi y sus aliados, que no era otro que el antiguo Templo Akitazawa de Wisdom.

A medida que avanzaban, las tensiones iniciales comenzaron a disiparse. Conversaciones espontáneas surgieron aquí y allá, reduciendo la incomodidad entre los dos bandos y formando poco a poco un ambiente más cálido. Sin embargo, Takashi se rezagó ligeramente, observando en silencio a Keipi.

No podía evitar sonreír. Después de tanto tiempo, después de años de búsqueda y un sinfín de obstáculos, al fin lo había encontrado.

Keipi, notando su ausencia a su lado, se giró. Y en ese instante, una memoria de la infancia emergió en su mente con una claridad asombrosa.

Su sonrisa despreocupada se ensanchó.

Sin previo aviso, agarró la mano de Takashi y entrelazó sus dedos con los suyos.

"¡Tonto el último que llegue!" gritó de repente, tirando de él con fuerza y echando a correr.

El resto del grupo los miró con sorpresa, pero en cuestión de segundos, la chispa competitiva encendió a algunos de ellos.

"¡Una leche me vais a ganar!" exclamó Ashley, lanzándose a la carrera.

"¡No pienso ser la tonta!" gruñó Lola, acelerando el paso con una intensidad feroz.

"¡Yo menos, colega! ¡Que sé escribir!" chilló Ryan, adelantándose con pura determinación.

Entre risas y gritos de desafío, el grupo terminó corriendo como si su vida dependiera de ello.

Takashi, sin embargo, apenas prestaba atención a la carrera.

Su mirada estaba fija en sus manos entrelazadas, en la calidez de la palma de Keipi aferrándose a la suya. Su corazón latía con fuerza, y el rubor subió lentamente a su rostro.

No había cambiado. Seguía siendo el mismo Keichi de siempre… y eso le alegraba más de lo que podía expresar. Porque, al final del día, su corazón no lo había olvidado.

"Siempre serás el chico del que estoy enamorado, Keichiro." pensó.

________________________

Interior de las ruinas Akashicas.

Las cinco misteriosas figuras que habían desatado el caos en Wisdom con la reliquia de Medusa no eran otros que el infame grupo de ladrones de información de Acquermacus: Unison.

Su nombre era temido en todo el continente, y no era para menos. Allí donde se ocultaba un secreto, ellos lo desenterraban de las sombras. Allí donde algo estaba prohibido, ellos lo reclamaban como suyo. Su insaciable hambre por el conocimiento —y por la fortuna que este les brindaba— era legendaria, y su reputación se extendía como un susurro ominoso por cada rincón del país.

El grupo estaba liderado por Jacob, un hombre imponente de físico musculoso y melena azul marino que le llegaba hasta las rodillas. Vestía una larga armadura blanca con detalles plateados, reflejando la luz de la habitación con un brillo inquietante. Sus ojos fríos recorrían con meticulosidad los libros y documentos esparcidos a su alrededor, como si pudieran devorar el conocimiento con una simple mirada.

A su lado, Perfume exhalaba un aire de sofisticación letal. De tez oscura y cabello recogido en un peinado que asemejaba un taladro dorado, vestía un elegante vestido de tonos dorados que, pese a su aspecto refinado, estaba diseñado para permitirle moverse con agilidad en combate. Su fragancia embriagadora impregnaba el aire, envolviendo el lugar en una esencia tan seductora como venenosa.

Más apartado, Bivlas, un hombre bajo y regordete al que le faltaba un ojo, resoplaba con impaciencia. Su expresión hosca y su postura encorvada le daban la apariencia de un hombre perpetuamente malhumorado, pero nadie se atrevía a subestimarlo. Junto a él, su mejor cómplice, Catto, un hombre-bestia de rasgos felinos, afilaba sus garras con una expresión aburrida. Vestía como un mosquetero, con un llamativo sombrero de pluma y unas botas negras que brillaban con un fulgor casi antinatural.

Por último, en un rincón sombrío de la habitación, Verzabas, la anciana vidente, murmuraba en voz baja mientras sus arrugadas manos acariciaban una bola de cristal. Su silueta encorvada se iluminaba con los reflejos místicos del artefacto, y sus ojos, nublados por el tiempo y la sabiduría, se clavaban en la visión que tenía ante sí.

"Malas noticias, jefe." su voz, quebrada y rasposa, interrumpió el silencio.

Jacob alzó la vista de los libros con calma, como si nada en el mundo pudiera perturbar su concentración. "¿Qué ocurre?"

Verzabas frunció el ceño mientras sus dedos huesudos trazaban círculos sobre la bola de cristal. "Otro grupo ha llegado a la capital..." Su tono se volvió más grave. "Y parecen conocer al chico del templo."

El aire en la habitación se volvió denso. Perfume chasqueó la lengua, Bivlas soltó un resoplido molesto, y Catto simplemente se limitó a entornar los ojos.

Pero Jacob, en lugar de mostrarse preocupado, dejó escapar una leve sonrisa confiada.

"No os preocupéis." murmuró, apoyando las manos en su cintura. "Ellos no serán lo suficientemente fuertes como para detener nuestros planes..."

Su mirada se volvió severa, una chispa de peligro reflejándose en sus ojos.

"Y si realmente intentan algo..." Su voz resonó con autoridad, impregnando el aire de una amenaza inquebrantable. "¡Los aplastaremos! Nadie interferirá en nuestro golpe maestro. Nos haremos con cada fragmento de conocimiento de los Registros Akáshicos… ¡y lo venderemos al mejor postor en el gobierno imperial!"

"¡Sí!" corearon los ladrones al unísono, sus ojos encendidos con la ambición de quienes están a punto de hacer historia.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario