jueves, 13 de marzo de 2025

Ch. 98 - Acquermacus

Antes de retirarse a descansar, Marco explicó a sus compañeros todo lo ocurrido con Hansel. No hizo falta insistir demasiado: en cuanto comprendieron la situación, decidieron ayudar sin dudarlo. Así, a la mañana siguiente, elevaron anclas y partieron en su aeronave, dejando atrás Fest Island para dirigirse a su próximo destino.

En la sala de pilotaje, Theo manejaba los controles con concentración, mientras Ryan, con una guía en la mano, intentaba memorizar el funcionamiento del dirigible. Marco, inclinado sobre un mapa, señalaba la ruta que debían seguir.

"Según esto, si seguimos esta dirección, llegaremos a Acquermacus en aproximadamente un día", explicó, trazando un camino con el dedo.

"Entendido." Theo ajustó el rumbo, girando con precisión el mando de navegación.

Ryan, por su parte, apenas prestaba atención a la conversación, pues estaba demasiado absorto en su propio descubrimiento. "Ya veo… Así que al activar estos botones, enciendes los motores", murmuró para sí mismo, analizando cada detalle de la guía.

El príncipe sonrió levemente ante su concentración, pero luego cambió de tema. "Por cierto, ¿qué tal Hansel? ¿Pudo dormir bien?" preguntó.

"Me dijo que sí, que hacía tiempo que no dormía tan bien", respondió Marco, apartando la mirada del mapa. "Y también que Keipi y los demás lo invitaron a entrenar con ellos esta mañana, así que ahora mismo deben de estar abajo practicando."

Theo asintió, relajándose un poco en su asiento. "Esperemos que le vaya bien. Quién sabe, tal vez hasta le sirva para despejar la mente."

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Sala de entrenamiento del dirigible.

Mientras Ashley y Cecily entrenaban con ejercicios de resistencia, Hansel decidió poner a prueba sus habilidades enfrentándose a Keipi en un combate amistoso. Lily los observaba a los cuatro desde un banco cercano, balanceando los pies con entusiasmo.

"¡Vamos, chicos!" los animó, agitando los brazos con energía.

Hansel sonrió, estirando los brazos para calentar. "No te contengas, Keipi. Llevo tiempo sin usar magia, así que me vendrá bien esforzarme al cien por cien."

El monje asintió con calma. "No te preocupes, ajustaré mi fuerza para no sobrepasarme", respondió, antes de transformar a Priscilla en katana.

Sus dos compañeras, curiosas, detuvieron sus ejercicios y se acomodaron para observar con atención el enfrentamiento.

"A ver qué tal..." murmuró Ashley, evaluando a su nuevo compañero.

"Me pregunto qué tipo de magia tendrá", dijo Cecily, intrigada.

"¡ADELANTE!" dio Lily la señal de inicio.

Keipi dejó caer su espada al suelo, permitiendo que se hundiera en la tierra. Un segundo después, el área se cubrió de agua hasta los tobillos. Luego, con una palmada, creó siete clones de agua idénticos a él.

"¡Qué pasada!" exclamó Hansel, sorprendido.

"Se nota que ha hecho esta técnica completamente suya", comentó Ashley, con los brazos cruzados. Recordando la primera vez que le vio usarla en combate.

Los siete clones atacaron en perfecta sincronización, blandiendo espadas de agua contra Hansel, quien se deslizaba con agilidad, esquivando los golpes con movimientos veloces.

Sin embargo, poco a poco, las copias lograron rodearlo desde distintos ángulos y lanzaron un ataque coordinado. Justo lo que Hansel esperaba.

El joven juntó las manos y generó una ráfaga de viento que estalló a su alrededor, dispersando a los clones en un instante.

"¡Oh! ¡Magia de viento!" exclamó Cecily, abriendo los ojos con sorpresa.

"La verdad, le pega bastante con ese tipo de personalidad que tiene", añadió Ashley con una sonrisa aprobatoria.

Hansel dejó escapar una risa satisfecha, mirando a su oponente. "¡¿Qué te pareció, Keipi?!"

Pero antes de recibir respuesta, sintió un escalofrío en la nuca. El frío filo de Priscilla estaba a un suspiro de su cuello.

"Que no deberías bajar la guardia ni perder de vista a tu verdadero oponente", le susurró Keipi desde detrás de él. Con esa jugada, había ganado el combate.

Hansel soltó una carcajada nerviosa y levantó las manos en señal de rendición. "Jejeje... Tienes razón, me rindo."

El monje sonrió y bajó su arma. "Sin embargo, tu magia es bastante fuerte. Atacaste con precisión y eliminaste los clones sin problemas. Si sigues así, mejorarás rápido."

"¡Eso haré!" exclamó el gemelo con determinación.

Ashley se acercó con los brazos en jarra y, sin previo aviso, le dio un amistoso puñetazo en el estómago.

"Pero no te confíes tanto, no hasta que derrotes a tu oponente", le dijo con una sonrisa burlona.

Hansel se dobló un poco, soltando un quejido de sorpresa. Pero luego rió junto con los demás, sabiendo que aún tenía mucho que aprender.

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Ya entrada la noche.

La aeronave se deslizaba con suavidad entre las corrientes de aire, iluminada únicamente por la luz de la luna. En la sala de pilotaje, Theo revisaba algunos parámetros antes de irse a descansar, asegurándose de que todo estuviera en orden.

"Todo parece bien… aunque el viento sigue siendo fuerte." murmuró para sí mismo, observando cómo los marcadores indicaban una velocidad de desplazamiento más alta de lo habitual.

Justo cuando se disponía a marcharse, una ráfaga repentina sacudió la nave, inclinándola levemente hacia un lado. Theo frunció el ceño y reajustó el rumbo con calma.

Con un suspiro, se estiró, puso el piloto automático y apagó algunas luces de la cabina antes de marcharse a su habitación a descansar. Mientras tanto, el resto del grupo dormía profundamente, sin darse cuenta de que las corrientes de aire estaban empujando la aeronave más rápido de lo esperado.

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Al día siguiente.

Theo, como siempre, era el primero en levantarse. Se dirigió a la cocina en silencio, disfrutando de esos raros momentos de paz antes de que los demás despertaran. Se sirvió una taza humeante de cacao y tomó un dulce para acompañarlo, saboreándolo sin prisas en la mesa. El suave balanceo de la aeronave y el murmullo lejano del viento contra el casco lo arrullaban en una calma casi hipnótica.

Sin embargo, esa tranquilidad no duraría mucho.

Cuando terminó su desayuno, se puso en pie y regresó a su habitación para darse una ducha y vestirse. Luego, con su rutina matutina completa, caminó hacia la sala de mandos para desactivar el piloto automático y tomar control del dirigible.

Pero lo que vio al mirar por la ventana le dejó completamente sorprendido.

Acquermacus estaba a la vista.

"¿Cómo…?" murmuró, parpadeando. Según sus cálculos, todavía les quedaban un par de horas de viaje.

Sin perder tiempo, Theo salió corriendo a despertar a sus compañeros.

Uno por uno, todos fueron arrastrándose fuera de sus camas, todavía somnolientos. Se pusieron lo primero que encontraron en sus armarios y se dirigieron a la sala de mandos. Al llegar, sus ojos se abrieron de golpe al ver lo que Theo les había dicho: su siguiente destino estaba a escasos kilómetros  frente a ellos.

"Pero... ¿cómo es posible?" preguntó Marco, frotándose los ojos. "¿No se suponía que nos quedaban un par de horas?"

"Yo ahora mismo tampoco lo entiendo", admitió Theo, cruzándose de brazos.

Ryan, que aún tenía su guía en la mano, hojeó unas páginas antes de hablar. "Según lo que he leído, en algunos casos los tiempos de viaje pueden verse alterados por las corrientes de viento. Anoche escuché la radio y mencionaron que habría ráfagas fuertes en esta zona. Es posible que nos hayamos movido en la misma dirección que ellas, lo que habría acortado nuestro trayecto."

Theo chasqueó los dedos, comprendiendo al instante. "¡Es verdad! No tuve en cuenta el factor del clima." Luego suspiró y sonrió. "Pero, sea como sea… al menos, ya estamos aquí."

"Vaya madrugón…" murmuró Cecily, con cara de sueño y despeinada.

"Ya te digo…" le siguió Keipi, a medio bostezar con los ojos entrecerrados.

Lily estiró los brazos y miró a Theo. "¿Qué hacemos entonces?"

Theo sonrió y se giró hacia los controles. "Preparaos para salir. Empezaré el aterrizaje en unos cinco minutos. Así que comed algo, despejaos y aseguraos de tener todo listo. Hoy tenemos ruinas que investigar."

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Acquermacus.

El dirigible aterrizó sin problemas en un espacio amplio y vacío cerca de la capital del país, Wisdom, una ciudad donde el conocimiento infinito era la meta de todo ciudadano. Sin embargo, desde el primer momento algo se sentía… extraño.

Cuando bajaron de la aeronave y comenzaron a caminar hacia la ciudad, la ausencia de bullicio y vida los hizo fruncir el ceño. No se escuchaban conversaciones, ni pasos, ni siquiera el murmullo del viento entre las calles. El silencio era sepulcral.

“Esto no me da buena espina”, murmuró Ashley.

"¿Es normal que una ciudad esté tan callada?" preguntó Hansel, cruzándose de brazos.

Pero sus preguntas quedaron sin respuesta cuando cruzaron las puertas de la ciudad y lo vieron con sus propios ojos. Sus corazones se encogieron ante el escenario que se desplegaba ante ellos.

“¿Qué narices es esto…?” Cecily se llevó una mano a la boca, con los ojos abiertos como platos.

“No me fastidies…” susurró Keipi.

“¿Por qué?” Ryan miraba fijamente, su voz apenas un hilo de sonido. “¿Por qué todos los ciudadanos están convertidos en piedra?”

Era una escena macabra. Todos los habitantes de Wisdom, desde ancianos hasta niños, habían sido petrificados en pleno movimiento, congelados en expresiones de terror, sorpresa o desesperación. Un vendedor aún sostenía una manzana a medio entregar, una madre cubría a su hijo con los brazos, un guardia tenía la espada a medio desenfundar.

Marco se acercó lentamente a una de las estatuas y colocó su mano sobre la superficie rugosa de la piedra.

“…Puedo sentir energía mágica en su interior.” Sus dedos temblaban levemente. “Siguen vivos dentro de la roca.”

“Sí, pero… ¿qué demonios ha pasado aquí?” Lily miraba en todas direcciones, buscando alguna señal de movimiento.

“Esto es rarísimo”, gruñó Hansel, con los hombros tensos. “Es como si hubieran usado algún tipo de magia de área… pero no veo ningún indicio de batalla.”

Desde lo alto de un edificio, tres figuras observaban en silencio a los recién llegados.

“El enemigo está a la vista.” La voz del joven en el centro era firme. “Deben ser los responsables de esta catástrofe. ¡A aniquilarlos!”

Sin previo aviso, Marco sintió una sacudida en su pecho. Un escalofrío recorrió su espalda.

“¡Cuidado! ¡Algo viene!” gritó para advertir a sus compañeros.

Ocho varas de acero envueltas en llamas descendieron como lanzas contra ellos. Pero Ryan reaccionó al instante, invocando un imponente escudo metálico que interceptó el ataque con un estruendo.

Sin darles tiempo a respirar, varios lobos mágicos aparecieron de la nada, sus ojos brillaban con un fulgor carmesí. Se lanzaron en manada, dispuestos a despedazarlos.

“¡No tan rápido!” Hansel dio un paso adelante y, con un movimiento ágil, invocó una ráfaga de viento cortante que los mandó a rodar por el suelo, dispersándolos.

Pero el verdadero ataque venía desde su punto ciego. Un destello metálico.

Una katana descendía a toda velocidad hacia Marco desde atrás.

Antes de que pudiera reaccionar, una figura apareció a su espalda.

¡CLANG!

El estruendo del acero resonó en el aire como un trueno.

El espadachín había interceptado el golpe en el último instante, su espada quedó temblando bajo la presión del ataque enemigo. Ambos combatientes quedaron congelados en su posición, sus miradas estaban fijas en el otro y sus músculos estaban tensos como cuerdas a punto de romperse.

Y entonces, la sorpresa los golpeó con la fuerza de un vendaval.

“¿Keipi…?” La voz del atacante se quebró, teñida de incredulidad.

Se trataba de un joven de cabello azulado, revuelto por el viento, con una runa tatuada en su mejilla y unos ardientes ojos color rubí. Un rostro que el dueño de Priscilla, jamás podría olvidar.

“¿Takashi?” murmuró el monje, su agarre sobre el arma aflojándose apenas.

El resto del grupo observaba la escena con asombro. Lo que segundos atrás había sido un feroz enfrentamiento se convirtió en un silencio tenso, con ambos guerreros bajando sus armas lentamente, como si la realidad aún no terminara de asentarse en sus mentes.

Marco entrecerró los ojos, tratando de comprender. “Esperad… ¿os conocéis?”

Continuará…

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