Después de años, Hansel consigue encontrarse al fin con su hermano gemelo. Sin embargo, las cosas no son tal y como él esperaba en un principio.
"¿Quién eres?" preguntó el joven, con una expresión vacía, clavando su mirada confundida en aquel chico que temblaba frente a él.
Anaxandra, atónita, frunció el ceño. "¿Gretel...? ¿De verdad no lo reconoces? Tiene tu mismo rostro. Es como verte al espejo." Hablaba con suavidad, intentando no alterarlo. "Pensé que... si le veías, el hechizo perdería fuerza."
Gretel ladeó la cabeza, curioso, como si tratara de descifrar un enigma. Se ajustó las gafas mientras observaba al muchacho ante él, que estaba al borde del colapso.
"¿Dices que este chico es igual a mí? ¿Como si fuera… mi hermano?", preguntó con desconcierto, sin la más mínima chispa de emoción.
El silencio que siguió fue una daga. Gretel bajó la mirada un instante y luego la volvió a alzar, inexpresivo. "Pero… yo no recuerdo haber tenido nunca un hermano."
Fue como el sonido de un espejo rompiéndose en mil pedazos. La mente de Hansel no pudo resistirlo. Cayó de rodillas, como si el mundo se le hubiera derrumbado de golpe. Las lágrimas le nublaron la vista. Todo a su alrededor se distorsionó, y por un instante, el presente se disolvió.
Se vio a sí mismo, mucho más pequeño, corriendo por un campo de flores junto a su gemelo. Era primavera. El aire olía a tierra fresca y polen, y el cielo parecía pintado con acuarelas suaves. El campo estaba salpicado de amapolas, margaritas, lirios y flores silvestres que danzaban con el viento.
Los dos niños reían a carcajadas mientras jugaban al pilla-pilla, tropezando y rodando entre la hierba sin preocuparse de nada. Cuando el cansancio los vencía, se tumbaban uno junto al otro, contemplando el cielo que lentamente se teñía de oro.
Se dieron la mano, como solían hacer cada vez que prometían algo importante.
"Seremos hermanos para siempre", susurró Gretel en aquella memoria, con una sonrisa cómplice.
"Para siempre", repitió el usuario de viento.
La imagen se desvaneció con violencia. Hansel volvió al presente, al dolor, al vacío de la traición no intencionada. Allí estaba su hermano… su gemelo… mirándole como si fuera un extraño.
"Hey... puedes relajarte un poco", dijo Anaxandra en voz baja, intentando calmarlo. "Sé que esto duele, por todo lo que me contaste... Pero sigue bajo el hechizo de Sophia. Aún no es él del todo."
"Lo sé... pero... ¿cómo vamos a romperlo? ¡Ni siquiera me reconoce!" gritó Hansel, desbordado.
Gretel alzó la vista, confundido. "Anaxandra... ¿Por qué dices que es mi hermano?"
"¿¡De verdad no lo recuerdas?!" saltó el usuario de viento. "¡Jugábamos cada día en el campo de flores! ¡Cuando me atascaba con los deberes, tú venías a explicármelo todo, hasta que por fin lo entendía!" Su voz temblaba. "¿Te han borrado todo lo que te hacía ser... mi hermano?"
"Lo siento...", respondió, bajando la mirada. "Veo tus lágrimas... y no creo que estés diciendo mentiras. Pero no recuerdo nada. Ni siquiera sé cuál es tu nombre."
"Soy yo... Hansel...", murmuró entre sollozos.
Anaxandra le puso una mano en el hombro, intentando reconfortarlo. Gretel la observó, y luego volvió a mirar al chico que lloraba frente a él.
"Han...sel...", repitió, como si el nombre le sonara desde algún rincón olvidado. "¿Tú también quieres evitar que la señora Aspasia cumpla su deseo?"
"¿Eh? ¿A qué viene eso ahora?" preguntó Hansel, desconcertado.
"Porque... ningún hermano mío estaría en contra de lo que yo quiero hacer."
El usuario de viento palideció.
"¡Aspasia no está haciendo lo correcto!" intervino Anaxandra, indignada. "¡Hay otras formas, otros caminos que no implican destruirlo todo!"
"Eso no es asunto nuestro", dijo Gretel, con una calma inquietante. "Nacimos para obedecer. Para seguir la fe de nuestra suma sacerdotisa. Por eso... si realmente eres mi hermano gemelo... ¿no estarías de mi lado? ¿O todas esas cosas que me acabas de decir eran meras falacias?"
Y con esas palabras, destrozó de nuevo el corazón de Hansel. Una grieta más.
"¿Debería... estar de... su lado...?" susurró, mientras la duda empezaba a envenenarle por dentro.
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Dimensión del Battle Royale.
Mientras las batallas estallaban por toda la ciudad repleta de rascacielos, entre explosiones, rayos mágicos y edificios destrozados, había una persona que parecía vivir en una realidad paralela. Ignorando por completo los enfrentamientos y las reglas del torneo, paseaba tranquilamente, como si nada pasara.
Esa persona no era otra que Cecily.
En lugar de luchar, se había dedicado a recorrer cada boutique de moda de la ciudad. Aunque no podía permitirse comprar nada, se entregaba con entusiasmo a la fantasía de probarse todos los atuendos que encontraba.
Un traje de sirvienta. Un vestido de gala. Un disfraz de guerrera lunar. Un bikini. Incluso un conjunto elegante con boina incluida.
"¡Dios mío!" exclamó al salir de una tienda con una sonrisa de oreja a oreja. "¡Este sitio es lo máximo! A ver si encuentro otra boutique más, tengo ganas de seguir probándome estilos."
Pero su momento de ensueño se vio interrumpido cuando alguien emergió de un callejón cercano. Era uno de los jugadores restantes, un cobarde que había estado evitando a los más poderosos para cazar a los rezagados. Al ver a Cecily desprevenida, no dudó ni un instante en manifestar un arco y disparar una flecha mágica directamente hacia ella.
La ladrona lo notó a tiempo y giró la cabeza hacia el atacante, pero alguien fue aún más rápido.
Con una agilidad sobrehumana, Viktor apareció de la nada, atrapó la flecha entre sus dientes y la hizo añicos de un mordisco. Luego se impulsó hacia adelante, cubriendo sus piernas con una energía azulada, y pateó al arquero con ambas piernas en el mentón. El impacto lo lanzó por los aires y lo estampó contra un cartel publicitario de uno de los edificios más bajos, justo antes de que su cuerpo fuera teletransportado fuera del campo de batalla.
"Tsk... Atacar por la espalda. Qué asco de gente", murmuró Viktor, sacudiéndose el polvo.
"No hacía falta que intervinieras, ¿sabes?", dijo Cecily acercándose con su habitual desenfado. "Pero oye, gracias por salvarme."
Al girarse hacia ella, Viktor quedó pasmado. Cecily no tenía ni un solo rasguño. Su ropa, impecable. Su rostro, radiante. Mientras que él, por el contrario, ya tenía la camisa rasgada y sangre seca en una ceja.
"¿Cómo…? ¿Qué haces así de ilesa? ¿No has peleado todavía?" preguntó, sin dar crédito.
"Jajajaja, me puse a mirar ropa y, bueno... se me fue el santo al cielo", respondió rascándose la cabeza con una carcajada despreocupada.
"Eso no está bien." dijo Viktor con una mirada seria, cargada de juicio, y un tono más endurecido de lo habitual.
"¿T-Te molesta?" preguntó Cecily, sintiendo de inmediato cómo el aire a su alrededor se volvía más denso, casi como si la alegría se hubiera evaporado de repente.
"Takashi me contó que Marco es el verdadero emperador de Pythiria. Y que vosotros... los que lleváis la pluma tatuada en alguna parte del cuerpo... sois sus paladines." explicó con gravedad, clavando los ojos en ella como si intentara atravesar su alma.
"¡Ah! ¡Ese bocazas de Takashi! ¿¡Cómo se le ocurre ir diciendo esas cosas por ahí!?" exclamó la ladrona, agitando los brazos con frustración.
"Se le escapó… pero no es eso lo que importa. No es ese el punto." respondió Viktor, dando un paso al frente. "La cuestión es otra: ¿No te da vergüenza? ¿Vergüenza de estar aquí, comportándote como si nada pasara, mientras tu emperador pelea por cambiar el destino de este mundo?"
"¿Cómo dices?" murmuró Cecily, aún sin entender del todo.
"Te lo repito: mientras nosotros luchamos... mientras tus amigos lo están dando todo por ganar, tú estás de compras, probándote ropa como si esto fuera una feria. Disfrutando del momento. Fingiendo que no tienes responsabilidades. Y eso… me molesta. Mucho."
"Pero eso no es asunto tuyo…" replicó la ladrona, intentando mantener su tono habitual, aunque algo en ella comenzaba a tambalearse.
"Claro que lo es." gruñó Viktor. "Cuando escuché hablar de ti por primera vez y de tus hazañas en Longerville… cuando descubrí que eras una persona que transicionó como yo… me ilusioné y empecé a verte como mi ídolo a seguir. Alguien en quien poder confiar y respetar. Todo un ejemplo de libertad y fuerza."
Su voz bajó ligeramente, pero se volvió aún más firme. "Pero esto… esto me ha decepcionado profundamente. No eres para nada la idea de icono que tenía en mente."
"Yo… yo solo…" susurró Cecily, bajando la mirada. Por primera vez, su habitual chispa se había apagado un poco.
"Se acabó." dijo Viktor de repente, y un estallido de energía mágica azul lo envolvió por completo. El aura se moldeó a su cuerpo con violencia, transformando sus cuatro extremidades en garras poderosas, mientras sus pupilas se rasgaban y su postura se inclinaba hacia el suelo.
"¿Q-Qué es eso…?" preguntó Cecily, retrocediendo un paso al sentir la abrumadora presión mágica. Su cuerpo reaccionó por instinto, electrificándose mientras entraba en su Modo Fenrir.
"¡Magia de adaptación!" rugió Viktor. "Puedo absorber las propiedades del entorno… ¡y también las de los seres que me rodean! Esta forma es una mezcla entre la energía urbana de esta ciudad… ¡y tu propia magia, Cecily!"
"¿Pero por qué…? ¿Por qué me haces esto?" preguntó la joven, dolida y confundida.
"Porque ya no te respeto." declaró con frialdad. "¡Demuestra que mereces ser llamada paladín! ¡Lucha contra mí y haz que me trague mis palabras! ¡Derrótame en este Battle Royale para recuperar mi admiración!"
Cecily apretó los dientes. Un trueno estalló sobre su cabeza mientras la electricidad la envolvía por completo, activando su forma salvaje y letal. Se lanzó hacia adelante, adoptando también una posición a cuatro patas, con las garras listas para el choque.
"¡Está bien, Viktor!" gritó, decidida. "¡Te demostraré que disfrutar de la vida, ser libre y ser yo misma… no me hace menos digna ser un paladin de Marco!"
Continuará...
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