Sylvapura.
La noche envolvía la ciudad como un dosel de hojas gigantes. Ashley caminaba sola por los senderos iluminados por luciérnagas, siguiendo los indicativos de madera tallada que apuntaban hacia el hotel que Draco le había reservado.
El aire estaba cargado de aromas selváticos y sobre las casas se escuchaba el murmullo de criaturas nocturnas, un coro de animales propios de la espesa jungla de Sylvapura. La sombra de enormes hojas se proyectaba sobre su rostro mientras avanzaba.
"¡Espera, hija!" exclamó Eugene detrás de ella, jadeando ligeramente tras haberla seguido durante todo el trayecto.
Ashley, cansada de ignorarlo, se detuvo. Se giró despacio y lo miró con una indiferencia helada, como si fuera un completo desconocido.
"¿Qué cojones quieres?" preguntó.
"Solo..." el hombre respiró hondo, reuniendo valor. "Solo quería decirte que... podrías venir a dormir a casa y ver... a tu madre..."
"No quiero." respondió Ashley, volviéndose para seguir su camino.
"¡Espera! ¡Ella... está deseando volver a verte!" insistió el zodiaco, dando un paso hacia ella.
Nuestra protagonista clavó los pies en el suelo y se giró de golpe, con los ojos empapados en rabia.
"¿Que está deseando volver a verme? ¡¿Estás de puta coña?!"
Eugene abrió la boca para hablar, pero al ver la furia en su rostro, se quedó helado.
"A-Ashley..." murmuró, tembloroso.
"¡ME ABANDONASTEIS SIN DECIRME NI SIQUIERA QUE ERA UNA MUJER-BESTIA CONEJO! ¡TODO PORQUE NO TENÍAIS UN DURO Y ASUMISTEIS QUE ERA LO MEJOR PARA DESCARTAR! ¡HICE UNA AMIGA QUE ME TRAICIONÓ Y VENDIÓ COMO ESCLAVA A OTROS HOMBRES-BESTIA CON LOS QUE SUFRÍ EL RESTO DE MI VIDA HASTA HACE UN AÑO, QUE CONOCÍ A LAS ÚNICAS PERSONAS QUE SE PREOCUPARON POR MÍ!" gritó con el corazón desgarrado. "¡¿Y AHORA, DESPUÉS DE AÑOS EN LOS QUE NI SIQUIERA HAS INTENTADO BUSCARME, VIENES Y ME DICES QUE ACTÚE COMO SI NADA?! ¡¿DE QUÉ COJONES VAS?!"
"Yo... no sabía que..." murmuró Eugene, encogiéndose sobre sí mismo.
"Nunca supisteis nada, porque no quisisteis saber de mí." replicó ella, dándose la vuelta, dispuesta a marcharse.
"No queríamos abandonarte..." dijo él finalmente, con una sinceridad cruda y la mirada clavada en el suelo. "Sé que hicimos mal, pero... huimos de Sylvapura porque no teníamos un duro. Esperábamos encontrar el futuro en Longerville, ahorrar y volver... pero no fue así. No querían contratar hombres-bestia, el dinero se nos fue acabando, y entonces..." Tragó saliva, avergonzado. "Aun sabiendo que era una de las peores decisiones posibles... decidimos volver a nuestro reino. Pero no teníamos dinero para viajar todos. Así que... decidimos abandonarte."
Ashley bajó la mirada. Su pecho ardía: una mezcla insoportable de rabia contenida y un dolor antiguo que nunca había sanado.
"Dejadme en paz." dijo ella, retomando el camino sin siquiera mirarlo.
"¡POR FAVOR, ASHLEY! ¡DÉJANOS COMENZAR DE NUEVO! ¡SI HAS VENIDO AQUÍ ES POR HACERME EL FAVOR, PORQUE AÚN SOY TU PADRE!" gritó Eugene, rompiéndose por dentro mientras la veía alejarse.
Nuestra protagonista se detuvo en seco. Su sombra tembló sobre las raíces gigantes que formaban el suelo de la ciudad. Y entonces, sin avisar, descargó un puñetazo brutal contra la tierra. El impacto retumbó como un trueno: el suelo se quebró en pedazos, y las grietas se extendieron como venas luminosas hasta rozar los pies del zodiaco.
"No quiero." dijo, sin alzar la voz, pero con un filo que cortaba el aire. "Y esto... no lo estoy haciendo por ti, sino por mí."
Eugene cayó de rodillas. Temblaba. No solo por el temblor del suelo, sino porque comprendió, quizá por primera vez, que ya no tenía ningún derecho sobre ella. Y que su hija… estaba rota de una forma que él mismo había provocado.
La joven siguió caminando sin mirar atrás, perdiéndose entre los edificios de madera iluminados por luciérnagas. Él sabía que, en ese momento, no existía ninguna oportunidad de recuperar a su familia.
"Este... es mi castigo por haber cometido errores en el pasado." murmuró Eugene, dejando caer lágrimas silenciosas sobre las grietas que su hija había abierto.
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Campo de batalla del norte de Al-Amphoras.
Los zombis ya habían tomado todo el lugar. Bajo la luz fría de la luna, los Ballure luchaban cuerpo a cuerpo contra la marea de cadáveres, usando su magia de cristal como podían en una guerra desesperada. Los gruñidos, los crujidos de huesos y el estallido de cristales chocando llenaban el aire como una tormenta interminable.
Pero el equipo de Ryan no se quedó atrás. Se habían separado por el terreno para evitar el colapso total del campamento.
Futao apareció primero, saltando desde el tejado de una torre de vigilancia. Aterrizó con un estruendo, clavando la lanza en la arena. El impacto hizo vibrar el suelo y, al instante, fantasmas de fuego brotaron bajo los zombis, envolviéndolos en llamas.
"Descansad en paz." murmuró el lancero, sin perder el aliento mientras los cadáveres se carbonizaban y caían como cenizas al viento.
Al norte, Kanu retrocedía con precisión, tensando el arco una y otra vez. Cada flecha que disparaba salía envuelta en escarcha, congelando a los zombis en pilares de hielo que estallaban en miles de fragmentos.
"Que tengan que morir una segunda vez… es horrible." lamentó el arquero, aunque no dejó de disparar ni un segundo.
Tras él, Nathalie avanzaba como una sombra viviente. Su guadaña oscura brillaba bajo la luna y, a cada paso que daba, su propia sombra se extendía por el suelo, retorciéndose como un líquido viviente. De ella emergían filos negros que atravesaban torsos y cráneos, arrancando los cuerpos del suelo como si fueran muñecos rotos.
"Esto es un poco desagradable." dijo limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano mientras un cadáver caía detrás de ella. "Espero que Ryan termine pronto con ese pony."
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Frente al campamento militar.
Francisco seguía alimentando el círculo mágico que mantenía a los zombis en pie, concentrado en el flujo de energía pútrida que recorría el suelo. Pero de pronto, una presencia cortó el aire. Su instinto lo empujó hacia atrás en un salto brusco justo antes de que varias cadenas de acero estallaran desde la arena como serpientes metálicas.
"¿Quién anda ahí?" gruñó el zodiaco, aterrizando descalzo y dejando marcas en la arena.
"Mi nombre no es importante en esta situación, solo estoy aquí para darte una paliza." Ryan avanzó con una sonrisa tranquila, pasos firmes y ojos encendidos.
"Tú... no eres un Ballure." murmuró Francisco, incrédulo. "¡Debes de ser ese tipo que atacó a mis tropas!" Furioso, golpeó la tierra con su pezuña y un enjambre de zombis emergió a su alrededor como una ola gris y hambrienta.
"Jajajaja, no me vengas con ese discursito vacío." escupió Francisco. "¿Qué culpa tengo yo de que esta sea mi magia? ¡NINGUNA!"
Con otro golpe de pezuña, lanzó un torbellino de zombis girando como proyectiles retorcidos. Ryan cubrió todo su cuerpo en acero, atravesando la tormenta de cuerpos sin apenas perder velocidad.
Una cadena salió disparada de su mano, se enganchó al cuello del caballo y, con un tirón violento, lo arrastró hacia él. El puñetazo que siguió sonó como un yunque rompiéndose; Francisco rodó por la arena dejando un rastro profundo.
"Detén esto." ordenó Ryan.
"No me da la gana. ¡Los hombres-bestia tenemos que ganar esta guerra! ¡Y haré lo que sea necesario para ello!" gritó, limpiándose la sangre del labio. Alzó ambas manos hacia la arena. "¡DE TUS RECUERDOS INVOCO MI CREACIÓN! ¡APARECE!"
El suelo se agrietó con un crujido sordo. La arena se hundió y un aura oscura envolvió la zona. Desde las profundidades, una figura comenzó a ascender… primero una mano azulada, luego mechones de cabello empapados de ceniza. Cuando finalmente emergió, el cadáver de Zafira abrió los ojos vacíos, iluminados por un fulgor antinatural.
Ryan se quedó paralizado, los ojos muy abiertos, como si el golpe lo hubiera atravesado por dentro.
"Madre..." murmuró petrificado, sintiendo cómo el mundo se estrechaba a su alrededor.
"¡Jajajaja! ¡Cuando un oponente pisa mi círculo puedo escarbar en su memoria y moldear en un cadáver cercano la figura que más aprecia!" chilló Francisco, intoxicado de orgullo. "¿Y bien? ¿Vas a dejar que tu madre, o lo que sea esa cosa, muera otra vez?"
"¿NO HA DUDADO NI UN SEGUNDO?" gritó Francisco, cayendo sentado en la arena, temblando como un potrillo.
"Y no solo ella estaría muy molesta." nuestro protagonista avanzó un paso, la arena vibrando con cada pisada. "¡YO TAMBIÉN LO ESTOY!"
Golpeó sus manos metálicas con una palmada atronadora. El suelo se abrió y emergió una gigantesca serpiente hecha de cadenas entrelazadas, que se lanzó con furia desatada contra el caballo. El impacto resonó como un trueno metálico, y Francisco salió disparado, cayendo inconsciente sobre la arena, envuelto en polvo y derrota.
Batalla en el campamento militar.
Ryan vs Fracnisco, el caballo.
Ganador: Ryan.
"Por supuesto." respondió Nathalie con una sonrisa tranquila, haciendo desaparecer su guadaña de sombras. "Ryan siempre cumple lo que se propone."
Continuará...
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