Al día siguiente, Der Fliegende.
Sobre el vasto océano, envuelto por una bruma salada que nunca se disipaba, se erguía el colosal castillo de las ejecuciones imperiales: Der Fliegende. Su tamaño era tan desmesurado que parecía una isla forjada por manos humanas, un monstruo de piedra suspendido entre cielo y mar.
El edificio flotaba gracias a la caliza levitante incrustada en sus cimientos y a las enormes cadenas negras que ascendían desde lo más profundo del océano, retorciéndose como tentáculos metálicos. Aún en mitad de las peores tormentas, Der Fliegende permanecía firme, meciéndose con una dignidad macabra.
Varias torres altísimas perforaban la niebla, conectadas entre sí por puentes colgantes que crujían con el viento. En el centro, dominando toda la estructura, se alzaba el pilar principal: un monolito blanco puro en cuya cúspide descansaba la guillotina imperial, símbolo de la justicia absoluta del Imperio.
Era temprano; el sol apenas había rozado el horizonte cuando sus primeros rayos iluminaron la piedra húmeda del castillo. En la sala principal, Bucanor ya se había reunido con sus Tottengräber, la élite ejecutora, para avanzar en el plan de capturar al portador de la Biblioteca de Horacio.
"¿Para qué nos ha reunido tan temprano, jefe?" preguntaba Monday, tomando asiento con su impecable uniforme blanco y la radiante marca del III tatuada en el cuello.
"¿Qué más dará eso?" dijo Rin Pikaria, la hermana mayor de Keipi, sentada en su sitio, sosteniendo a Calendula sobre el hombro mientras miraba con pasivo-agresividad a sus compañeros. "Las órdenes son órdenes. Por algo tenemos estos tatuajes." Señaló su marca del II.
"Sí, sí... pedazo de borde." respondió la número tres, hinchando los mofletes mientras la ignoraba.
"Haya paz, haya paz..." comentaba el pequeño hombre-cabra Remlin desde su asiento, quién portaba el VI.
"ZZZZ..." roncaba un señor cuarentón sentado sobre su alfombra flotante.
Estaba cubierto por una mantita de lana y llevaba un sombrero de pijama, mientras una enorme burbuja salía de su nariz. Su cabello era tan largo que casi rozaba el suelo y sus cejas cubrían por completo sus ojos. Era Somnus, el Tottengräber número IV.
"Este pavo se la pasa durmiendo..." comentó Rin observando a su compañero.
"Y aun así ha venido y se entera de todo, es el número cuatro por algo." dijo Monday.
Al lado de ella se encontraba un hombre calvo, de piel azulada y pálida, la cara repleta de piercings y los ojos cerrados. Con el VII tatuado en el cuello, él era Marson.
"psspsspsspss..." susurró con una voz tan baja que nadie le entendió.
"¿QUÉ?" preguntó Remnir, sin entenderle.
"psspsspsspss..." repitió, pero aun así nadie le comprendió.
"¡Que no se te entiende una mierda!" exclamó Rin, enfurecida, lanzándole una mirada asesina.
"pss..." se disculpó Marson bajando la mirada.
De pronto, el portador del número I dio una palmada. Se trataba de un joven apuesto de cabello corto y anaranjado, ojos rubí y una mirada feroz. Era León, el líder de los Tottengräber.
"¡Silencio!" exclamó. "Desde que estamos todos reunidos no habéis dejado al jefe hablar en tranquilidad. ¡Tened un mínimo de respeto por vuestros superiores!"
"S-Sí..." dijeron todos menos Rin, que simplemente cruzó los brazos y cerró los ojos.
"Gracias, León." dijo Bucanor, golpeando los papeles sobre la mesa. "Nos ha llegado un informe de última hora de parte de nuestro compañero Tottengräber, el que está infiltrado en el conflicto entre Al-Amphoras y Sylvapura. Parece que el grupo sospechoso del que nos habló Monday se encuentra ya allí."
"Ashley..." pensó Monday al recordarla.
"¿Pudieron derribar la barrera y todo?" preguntó Remnir.
"Eso parece... El informe dice que se dividieron en varios grupos y no se han encontrado con todos los miembros aún, por lo que les será difícil saber cuál de ellos sería el nuevo portador de la Biblioteca de Horacio."
"¿Y qué dijo su majestad el emperador o su hijo Melchor?" preguntó León, curioso. "Al fin y al cabo, ellos fueron los interesados en provocar esta guerra entre ambos países al darles información falsa sobre la gema infinita con un espía a los hombre-bestia. Imagino que estarán tramando algo."
"Nos dio un objetivo más y me dio la oportunidad de unir ambos en uno solo... Por eso, la número V también fue enviada a Al-Amphoras, para cumplir la misión y unirse al número VIII." comentaba Bucanor. "Lo que tienen que hacer es..."
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Loure, templo del norte.
En ese momento, Keipi y Priscilla aterrizaron frente al inmenso Templo del Viento. Las corrientes huracanadas que lo rodeaban se disiparon justo cuando Kaito, en su forma de ballena, se desvaneció en una nube de bruma azulada.
"Llegamos al último destino." dijo la arma mítica, avanzando con paso firme hacia la entrada cuajada de runas.
"Al fin estamos más cerca de averiguar la verdad." añadió el monje con una determinación renovada.
"¡Estáis aquí!" dijo la sanadora, con el rostro iluminado de alivio.
"¿Q-qué?" el dúo se quedaron clavados en el sitio, incapaces de procesar que ellas estuvieran allí.
"¿Cómo estáis aquí?" preguntó Keipi, atónito.
"Anda… ¿Quién es esta tía tan guapa?" murmuró Nicole, intrigada al ver a Priscilla.
"¿Qué tal si respondemos a todo mientras acabamos de traducir los jeroglíficos y no perdemos el tiempo?" propuso la arma mítica, sin detener su avance.
"Sí, mejor." comentó Lily, soltando una ligera carcajada.
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Al-Amphoras, casa de Faralalan.
El grupo de nuestro protagonista había pasado la noche juntos en la pequeña vivienda para hacer compañía a la joven Faralalan y familiarizarse con su entorno. A esa hora, la luz suave de la mañana entraba por las rendijas de las cortinas, tiñendo de dorado el salón.
Marco, recién despertado, avanzó somnoliento hacia la mesa con el pijama prestado: un short de chándal ajustado y una camiseta de tirantes que apenas le cubrían lo esencial. Se sirvió un vaso de leche y tomó una tostada antes de sentarse frente a Judas, que leía el periódico con una sonrisa tranquila, como si nada pudiera alterar su paz matutina.
"Buenos días." le dijo el joven, frotándose los ojos.
"Buenos días muchacho, que buen cuerpo te cargas." le halagó Judas sin apartar la vista del papel. "Cuando tenía tu edad volvía locas a todas las chicas con mis músculos, pena que eso quedó en el pasado."
"Jajajaja, suele pasar. Pero pese a todo se cuida muy bien." respondió Marco. "Por cierto, ¿Dónde están todos?"
"Oh, pues mis tres nietos fueron al parque a jugar un rato y el chico de gafas y el pequeño sabelotodo los acompañaron para echarles un ojo encima." explicó con calma. "La señorita Shouri dijo que tenía que ir a investigar unas cosas y marchó sola cuando apenas el sol había salido, y tu amiga de pelo rosado y cara de ladronzuela dijo que iba a ayudar a la gente del pueblo con una amiga que había hecho."
"Vaya, sí que han hecho todos planes de golpe." murmuró nuestro protagonista antes de morder su pan. "Yo supongo que volveré a reunirme con la princesa y seguir charlando sobre la situación, hasta que podamos reunirnos con el resto de nuestros compañeros."
"Muchacho, tómatelo con calma." dijo Judas, pasando de página con una lentitud casi ceremoniosa.
"¿A qué te refieres?" preguntó, algo descolocado.
"Se te nota en la mirada que llevas semanas... no, meses... sin descansar bien. Yendo con prisa a todo y queriendo forzarte a más. No tienes que vivir a esa velocidad." aconsejó con voz firme pero cálida. "Disfruta el desayuno, date una ducha y si te apetece, ven a dar un paseo conmigo por la ciudad. Estaré encantado de contarte todo lo que sé de Faralalan y de este país. Claro, si te apetece venir con un viejito como yo."
"Anda, pues claro." sonrió Marco. "¡Me parece estupendo!" respondió.
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Templo del norte.
"Entiendo... así que esa es la forma humana de tu espada..." comentaba Nicole sorprendida, observando a Priscilla de arriba abajo con genuina curiosidad. "Es muy guapa."
La hermosa arma mítica seguía concentrada en los jeroglíficos, absorta en su tarea mientras anotaba la traducción de estos en su libreta.
"Entonces, ¿Marco os mandó aquí para ayudar?" preguntó Keipi, relajando los hombros.
"Sí... Dijo que era buena idea acompañarte y no dejarte solo, así que venimos contigo." sonrió Lily, irradiando la calidez de siempre.
"La verdad que se agradece un poco más de compañía." admitió el monje con una sonrisa sincera.
"¡LO TENGO!" exclamó Priscilla de pronto, irguiéndose con la emoción chispeándole en los ojos.
"¿Ya lo tradujiste?" preguntó Nicole, boquiabierta. "Con lo que a mí me cuesta traducirlo a mi idioma, me parece increíble que hayas tardado solo un cuarto de hora..."
"Porque Pris es increíble." presumió Keipi con orgullo.
"Ya te digo." secundó la hada, asintiendo. "¿Y qué es lo que dice?"
"Como vosotras sois nuevas, voy a recapitularos toda la información que hemos reunido." dijo la espada humana, respirando hondo antes de empezar a explicarles todo lo que habían descubierto.
Templo del agua: El proyecto Pythiria se llevó a cabo en la Federación Nórdica de Europa, en el planeta Tierra, en el año 3075.
Templo de la tierra: Debido al estallido de la Quinta Guerra Mundial a causa de la crisis política de la Asociación de Naciones Unidas Americanas en el 3069, se aprobó en el Parlamento de la Federación Nórdica de Europa en el 3075, la experimentación humana. Dando paso al inicio del proyecto Pythiria.
Templo del fuego: El proyecto Pythiria utilizó a cientos de menores de edad, que fueron secuestrados en campamentos de refugiados y orfanatos de toda Europa. El objetivo era convertirlos en armas humanas de guerra, intentando despertar habilidades sobrehumanas en ellos al inyectarles fragmentos del asteroide Yumeith.
"Pythiria... Yumeith... Europa..." comentaba Nicole procesando toda esa información.
"No estoy entendiendo nada..." comentaba la pequeña hada. "Si soy parte de la creación de este planeta... ¿Por qué desconozco todo eso?"
"Y escuchad, este templo también da otro poco de información junto a la última coordenada." dijo Priscilla dando paso a la información que había traducido recientemente.
Templo del viento: El fracaso en los laboratorios se había vuelto el pan de cada día; uno tras otro, los intentos acababan en nada. Sin embargo, con el paso del tiempo, surgió un milagro entre tanta desolación: dos niños lograron convertirse en éxitos rotundos. A ambos se les borraron sus antiguos nombres experimentales y recibieron identidades nuevas, bautizadas en honor al proyecto y al asteroide que lo originó. Ella fue nombrada Pythiria. Él recibió el nombre de Yumeith.
"Increíble..." susurró Nicole, completamente asombrada.
"Parece que la historia de este planeta... era mucho más desconocida de lo que creíamos." añadió Keipi, intentando asimilar toda la información.
Lily, en cambio, bajó la mirada. Saber que el propio planeta le había ocultado fragmentos tan importantes de su pasado le hizo sentir inútil, como si hubiese fallado en su misión.
"No te desanimes." dijo el monje con una sonrisa tranquila. "Quizá Pythiria solo quería que disfrutaras del viaje sin cargar con un conocimiento tan pesado."
"S-Sí..." murmuró ella, aún dolida.
"Y además," intervino Nicole animándola, "ahora puedes vivir la aventura de descubrir la verdad con nosotros."
"Es cierto... ¡Soy una más del grupo y soy útil aunque no me dieran esa información!" dijo Lily para darse valor.
"Por cierto," intervino Priscilla, cortando suavemente el ambiente, "también traduje las coordenadas. Y según estos jeroglíficos... he encontrado la ubicación del templo del tiempo. Está a un día de viaje."
"¡Sí! ¡Es hora de averiguar la verdad tras los Ballure!" exclamó Nicole.
"¡Eso!" añadió Lily, ya más animada.
El grupo salió del templo, avanzando decididos. Por un instante, la arma mítica giró la cabeza hacia atrás, contemplando las antiguas paredes cubiertas de símbolos.
"Me pregunto... ¿Qué clase de verdad nos han estado ocultando? ¿Y por qué precisamente en este país descansan tantas respuestas perdidas?" pensó en silencio.
Continuará...
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