Al-Amphoras, interior del palacio.
Faralalan permanecía sentada junto a nuestros protagonistas, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas con fuerza sobre el regazo. Su cuerpo estaba tenso, como si contuviera la respiración, esperando en silencio a que aquel conflicto interminable alcanzase por fin su desenlace.
De vez en cuando, alcanzaba a oír a Gretel, Theo y Lily conversar en voz baja, preguntándose qué estarían haciendo Marco y los demás en ese mismo instante. Faralalan los escuchaba sin intervenir. Las palabras le llegaban difusas, lejanas, como si pertenecieran a otro mundo. No se sentía capaz de unirse a la conversación.
Pasaron unos instantes.
Entonces, casi de forma inconsciente, la pequeña alzó la mirada en busca de una figura familiar. Sus ojos recorrieron el lugar hasta posarse en el punto donde se encontraba su abuelo.
Pero había algo raro. Faltaba una persona que, minutos antes, se encontraba al lado de Judas y sus dos nietos.
El corazón le dio un vuelco. Faralalan giró la cabeza de un lado a otro, cada vez más deprisa, intentando encontrarla entre la gente. Pero no había rastro. Ninguna silueta, ninguna sombra, ninguna presencia.
Se puso en pie de un salto, con el miedo anudándole la garganta y un presentimiento oscuro oprimiéndole el pecho.
"¿Por qué… Ella no está aquí?" murmuró con la voz temblorosa.
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Al-Amphoras, entrada este del palacio.
Kanu corría a toda velocidad por un estrecho callejón, con la esperanza de que su enemiga invisible siguiera cada uno de sus movimientos. El eco de sus pasos rebotaba entre las paredes húmedas mientras apretaba los dientes, concentrado.
"No tengo tiempo que perder con alguien del Zodiaco." pensaba, con el ceño fruncido. "La falta de fuerza militar en este país es nuestro mayor punto débil. Si no la derroto pronto y regreso a mi puesto, esos veinte soldados no podrán aguantar mucho más."
De pronto, dio un salto hacia la pared contigua del callejón. Se apoyó en el saliente de una ventana, usándolo como punto de impulso para alcanzar otro más arriba. Encadenó un salto tras otro hasta ganar altura y, desde allí, tensó el arco.
Una lluvia de flechas heladas surcó el aire. Antes de impactar contra el suelo, estallaron y se transformaron en pilares gélidos que brotaron violentamente, sacudiendo el callejón con fuerza.
"En un espacio tan estrecho…" pensó Kanu con una sonrisa tensa, "es más fácil acertarte con un ataque en área."
Durante un instante creyó haber tenido éxito.
"Te olvidas de algo." resonó de pronto una voz frente a él. "Nosotros también podemos saltar."
La figura de la vaca apareció de la nada, materializándose en pleno aire. Su puño se estrelló contra el rostro de Kanu con una fuerza brutal, lanzándolo por los aires.
El impacto lo atravesó de lado a lado hasta hacerlo volar contra la entrada de la iglesia de la ciudad, atravesando la puerta y cayendo de lleno entre los bancos de madera, que crujieron al romperse bajo su peso.
El arquero quedó tendido en el suelo, con la respiración entrecortada y la sangre brotándole de la nariz.
"Mierda…" pensó, mientras intentaba incorporarse. "Bajé la guardia por subestimarla… y olvidé que, bajo esta luna, es mucho más poderosa de lo normal."
Kanu cayó de rodillas al perder el equilibrio durante un breve instante. El impacto fue leve, pero suficiente. Al bajar la mirada, vio cómo la sangre que brotaba de su nariz goteaba sobre la madera cobriza del suelo, tiñéndola lentamente. Aquel detalle, tan simple y tan real, fue lo que terminó de abrirle los ojos.
"Es verdad…" pensó, apretando los dientes mientras se limpiaba los orificios nasales con la manga de la chaqueta. "Me esfuerzo tanto por ser perfecto que, al final, dejo el cerebro en automático."
Una mueca amarga se dibujó en su rostro.
"Esa manía la tengo desde pequeño… desde que no era más que un crío."
El dolor físico se desdibujó y su mente comenzó a viajar hacia atrás, arrastrándolo a recuerdos que creía enterrados.
Al igual que Marco, Kanu había nacido en uno de los países más pobres de Pythiria. La miseria lo rodeaba por completo, no solo en lo material, sino también en lo mental. Su cuerpo era poco más que huesos cubiertos de piel debido a la falta constante de alimento, y su cabello, largo, sucio y enmarañado, le caía hasta el suelo, reflejo de una infancia sin cuidados.
Sus padres no soportaron la presión.
Atrapados por la desesperación, terminaron quitándose la vida, dejándolo completamente solo. Kanu se vio obligado a vagar sin rumbo por el país, movido únicamente por el instinto de supervivencia y la vaga esperanza de encontrar una salida.
Pasaron meses.
Cuando la falta de hidratación empezó a empujarlo lentamente hacia la muerte, fue entonces cuando Shouri lo encontró. Llegó justo a tiempo. Le salvó la vida y lo cuidó durante varios días, hasta que su cuerpo comenzó, por fin, a recuperar algo de fuerza.
Con la ayuda de Futao, que ya la acompañaba por aquel entonces, ambos lograron estabilizar al pequeño arquero. Día tras día, su aspecto mejoró, y con ello, también su mirada.
Agradecido más allá de las palabras, Kanu le rogó a su salvadora que le permitiera viajar con ella y convertirse en su alumno. Quería hacerse más fuerte. Quería no volver a sentirse indefenso. Shouri aceptó.
Lo que siguió fueron años de entrenamiento implacable. Duro. Exigente. Forjado para llevarlo hasta el nivel que poseía en la actualidad… y aun así, Kanu sabía que podía ser mejor.
Pero fue precisamente ahí donde nació su mayor defecto.
Con el miedo constante a decepcionar a quien le había dado una segunda oportunidad, decidió no permitirse fallos. Se volvió perfeccionista. Obsesivo. Cada misión debía cumplirse sin margen de error, sin importar el precio.
Y ahora, arrodillado sobre el suelo de aquella iglesia destrozada, comprendía que esa obsesión era la misma que una y otra vez lo llevaba al borde del abismo.
"Kanu... ¡Usa tu cerebro y deja de pensar en cumplir la misión! ¡Ahora tienes que acabar con la vaca invisible!" pensó decidido poniéndose de nuevo de pie.
Mirilik entró en la iglesia, crujiendo sus nudillos. "Bien, es hora de acabar esto."
Rápidamente una flecha cruzó el campo de batalla, la vaca rodó por el suelo esquivándola y vio como esta se expandió taponando toda la puerta.
"Fallaste." sonrió ella volviéndose invisible.
"Tsk." refunfuñó Kanu disparando flechas por todos los lados, como si estuviera desesperado.
Sus proyectiles estallaban por todo el lugar, tapando ventanas, impactándose en el techo llenando el lugar de estalactitas gélidas que bajaban la temperatura a gran velocidad, dejando un frío imponente en aquella iglesia oscura.
Mirilik apareció frente a él, asestándole una patada que lo estampó contra el altar de la iglesia, se hizo de nuevo invisible y comenzó a correr por la zona helada.
El arquero se puso de pie, se limpió la sangre que salía de su boca y sonrió.
"¿Sabes?" dijo él con la mirada baja. "Cuando un enemigo es invisible hay muchas formas en las que poder averiguar su posición." tensaba su arco. "Por ejemplo, mucha gente se venda los ojos para potenciar el resto de sentidos y así averiguar su posicion gracias al sonido de sus pasos. Pero reconozco que eso se me da bastante mal."
"¡JÁ! ¡No te hagas el héroe! ¡Bajo la luna eterna del Animalia, puedo camuflar el sonido de mis movimientos! ¡Soy absolutamente perfecta!" exclamó Mirilik, completamente invisible en aquel lugar.
"¡No lo eres!" sonrió Kanu, tensando el arco y apuntando con absoluta precisión hacia el punto exacto donde se encontraba su enemiga.
"¿C-Cómo…?!" exclamó Mirilik, sobresaltada, cambiando de posición al instante.
Kanu entrecerró los ojos.
"Todos esos ataques del inicio que te parecían desesperados, nunca tuvieron intenciones de golpearte." explicó con calma. "Era para llenar de hielo esta sala y bajar la temperatura lo suficiente como para obligar a tu cuerpo a liberar vaho cada vez que abres la boca."
"¡¿El vaho?! ¡No puede ser!" exclamó la mujer bestia, al darse cuenta de esa pequeña debilidad en su invisibilidad.
El arquero sonrió, seguro de sí mismo. "Sí. Y eso delata siempre tu posición."
Sin pensárselo dos veces, el jove disparó con suma precisión una gélida flecha que cruzó toda la iglesia hasta impactar contra el cuerpo invisible de Mirilik. En ese instante, el proyectil se expandió de forma violenta, creciendo sin control hasta formar una enorme torre de hielo que empezó a elevarse de golpe.
La estructura rompió el techo de la iglesia y reventó una de sus paredes al no poder contener su crecimiento, dejando a la Zodiaco completamente encerrada en su interior, inmovilizada.
"¡PIEDAD GÉLIDA: TORRE POLAR!" exclamó Kanu, chasqueando los dedos.
La estructura se fragmentó de inmediato, estallando en cientos de pedazos de hielo que cayeron como lluvia cristalina. En medio de los restos, el cuerpo de Mirilik se desplomó contra el suelo, inconsciente y cubierto de heridas.
Kanu bajó el arco lentamente, respirando hondo.
"Tengo que acostumbrarme... a usar siempre mi cerebro de modo manual." sonrió, limpiándose la sangre.
Batalla en la zona este de Al-Amphoras.
Kanu vs Mirilik, el buey.
Ganador: Kanu.
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Al-Amphoras, entrada oeste del palacio.
Otros veinte guerreros ballure, acompañados por Futao, defendían la entrada al palacio en aquel sector. A diferencia de otros frentes, el número de enemigos allí era menor, pero aun así no dejaban de presionar, poniendo en aprietos constantes al grupo defensor.
Fue entonces cuando ocurrió. Los hombres-bestia que avanzaban por la zona se detuvieron en seco y, uno tras otro, se arrodillaron con respeto casi instintivo.
Desde el fondo de la calle apareció un hombre-perro de aspecto refinado, vestido como un detective antiguo, caminando con paso tranquilo mientras fumaba una pipa con absoluta solemnidad. Su sola presencia imponía una autoridad aplastante.
Era Nicola, el perro.
"Parece que no nos dejáis pasar." dijo con voz calmada, exhalando una bocanada de humo. "Y me temo que eso es algo que no puedo permitir, ya que nuestro objetivo se encuentra dentro."
Futao dio un paso al frente sin vacilar, colocándose delante de los guerreros ballure. Alzó su lanza y la apuntó directamente hacia él, manteniéndose firme.
"Y no pienso permitirlo." respondió con determinación. "Mientras yo esté aquí, no pasaréis."
Nicola esbozó una leve sonrisa.
"Eso…" murmuró mientras expulsaba otra bocanada de su pipa. "Está por ver."
El humo comenzó a expandirse de forma antinatural, creciendo y cubriendo toda la zona como una espesa neblina. En cuestión de segundos, la visibilidad se redujo drásticamente y el aire se impregnó de un fuerte olor a tabaco.
"¡Guerreros!" gritó Futao al notar cómo la silueta de su enemigo se perdía entre la humareda. "¡Mantened la formación y seguid bloqueando a los hombres-bestia que se aproximen!"
Apretó con fuerza el asta de su lanza, clavando la mirada en la niebla "¡Yo me encargo del chucho!"
Continuará…
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