Tras llenar sus estómagos con las naranjas y recoger algunas más para el camino, los protagonistas se pusieron en pie con un propósito claro: ayudar a la misteriosa niña que había aparecido frente a ellos.
Avanzaron hacia las profundidades del bosque, con los sentidos en alerta y la guardia bien alta, atentos a cada detalle del entorno. No querían correr el riesgo de una emboscada del temido Arbolansa.
"Oye, pequeña", preguntó Marco mientras caminaban. "¿Recuerdas más o menos dónde te separaste de tus padres por culpa del ‘árbol malo’?"
"C-creo que sí... Fue un poco más al norte", respondió ella, señalando con una precisión sorprendente la dirección exacta.
Marco frunció el ceño. Aquella certeza no hizo más que alimentar las sospechas que ya rondaban por su mente.
"¡Anda!", exclamó Lily, emocionada. "¡Eres increíble! Normalmente, la gente que pasa miedo olvida estas cosas".
Marco miró a su compañera y luego a la niña. No dijo ni una sola palabra, pero tragó saliva y continuó avanzando. Su mente, sin embargo, era un torbellino de pensamientos: "¿Debería hacer caso a mi intuición y abandonar a esta niña? Todo lo que cuenta es raro. ¿Por qué iba a aparecer justo ahora? ¿Cómo pudo escapar de un Arbolansa?"
Intentaba no pensar mal de las personas. Después de todo, ¿un emperador no debería confiar en quienes le piden ayuda? ¿No era mejor equivocarse haciendo el bien que ignorar a alguien y cargar con la culpa de un posible final desgarrador?
"Por cierto, Lily, ¿qué hace un hada aquí?" preguntó de repente la niña.
"Bueno, no puedo contártelo todo porque es un secreto importante... Pero puedo decirte que soy la mejor amiga de Marco y que, desde que nos conocimos, decidimos viajar juntos para conocer el mundo", respondió ella con una sonrisa.
"Anda, qué chulo", comentó la pequeña con admiración.
Marco tragó saliva, sumido de nuevo en sus pensamientos. Recordó el día en que conoció a Lily: no supo que era un hada hasta que ella misma lo reveló. Incluso entonces, le había sorprendido su diminuto tamaño. Sin embargo, aquella niña no mostró sorpresa alguna al verla; al contrario, reconoció de inmediato su raza.
Eso inquietaba a Marco. Esta región del país era extremadamente pobre, con una educación mínima. ¿Cómo podía una niña tan pequeña de una zona tan humilde saber qué era un hada?
"Oye... ¿De qué pueblo eres? ¿De Plactown, que está cerca de este bosque?" preguntó Marco, tratando de disimular su desconfianza.
"¡Ah! ¡Sí! ¡Soy de ese pueblo!" respondió con una amplia sonrisa.
Todo encajó de golpe en la mente de nuestro protagonista. Sin dudarlo, se giró y sujetó a la niña por el cuello, estampándola contra un árbol.
"¡MARCO! ¡¿QUÉ HACES?!" exclamó Lily, horrorizada. "¡ES UNA NIÑA!"
"No... Todas mis dudas han quedado resueltas", dijo Marco con firmeza. "Apareciste ante nosotros con ropas de mejor calidad que las que tienen las aldeas de los alrededores. Reconociste a un hada a pesar de vivir en una zona pobre en escolarización. Y, sobre todo, conozco a todos los vecinos de Plactown, y tú no eres uno de ellos".
"Marco..." susurró Lily, aún más perpleja.
"¡JAJAJAJAJAJA! ¡JUAJUAJUAJUA!" La risa desquiciada de la niña resonó en el bosque mientras su piel comenzaba a endurecerse y transformarse en madera. Al mismo tiempo, el suelo tembló con una intensidad creciente.
Marco soltó el cuello de la niña y dio un ágil salto hacia atrás, sus ojos analizaban cada movimiento para evitar cualquier peligro. A su lado, Lily permanecía boquiabierta, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo.
"¿Pero... qué está ocurriendo?" exclamó el hada, aterrada.
"Era todo una farsa… una trampa de un Arbolansa", respondió Marco con la mandíbula tensa y los puños cerrados.
Los temblores aumentaron de intensidad, como si algo gigantesco se aproximara desde las profundidades del bosque. Entonces, ambos notaron que la figura de madera de la niña estaba conectada al suelo por unas raíces que surgían de las plantas de sus pies. Esas mismas raíces se extendían hacia el origen de las violentas sacudidas.
En menos de un minuto, la imponente figura de un Arbolansa emergió ante ellos: un ser colosal, con un tronco grueso como una fortaleza y una copa que oscurecía el cielo.
"¡ES HORA DE MERENDAR HUMANOS!" rugió la criatura mágica con una voz profunda y retumbante.
"¡GAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!" gritó Lily, sobrecogida por el miedo, mientras se refugiaba en el hombro de Marco.
Las raíces del monstruo se retorcieron y comenzaron a moverse con rapidez, intentando atrapar a los dos compañeros.
Marco reaccionó al instante, encendiendo el fuego en sus pies. Con un impulso, despegó del suelo y comenzó a volar, esquivando hábilmente las raíces que brotaban a su alrededor. Sin embargo, el Arbolansa no se detuvo.
"¡Quiero devoraros! ¡Necesito más cuerpos para mi colección!" gritó la criatura mientras, desde su copa, dejaba caer una macabra lluvia de esqueletos de distintos tamaños, suspendidos de lianas como trofeos malditos. "¡Seréis los siguientes! ¡Y tú, enana de mierda, serás el primer hada que pruebe! ¡JUAJUAJUAJUA!"
"¡Ni de coña!" respondió Lily, furiosa, pero con el temor reflejado en sus ojos.
Marco estaba completamente concentrado en esquivar los ataques, pero la presión lo desbordaba. Apenas llevaba un día con sus poderes, y la falta de experiencia se notaba. Una de las raíces, hábil y astuta, se dividió en dos justo cuando él la esquivaba, logrando golpearlo en el costado. Marco perdió el control y cayó al suelo, dejando a Lily flotando sola en el aire.
"¡Marco!" gritó el hada, desesperada, mientras veía cómo el impacto lo hacía sangrar.
A pesar del dolor punzante en su costado, nuestro protagonista abrió los ojos y, con un esfuerzo sobrehumano, disparó una enorme bola de fuego. La llamarada incineró varias raíces, incluidas las que estaban a punto de capturar a Lily.
Libre del peligro inmediato, el hada descendió rápidamente hasta su compañero, horrorizada al verlo herido.
"¡Marco! ¡Estás sangrando! ¡Estás herido de verdad!" exclamó con la voz entrecortada.
"No es nada… Solo me rozó", respondió mientras se incorporaba lentamente, con una mano presionando su costado para detener la hemorragia.
El Arbolansa no les dio tregua. Con pasos que sacudían la tierra, se acercó al joven con una mirada voraz.
"¡No escaparás!" rugió, lanzando otra serie de ataques con sus raíces.
Marco encendió de nuevo las llamas en sus pies y se elevó, pero el dolor lo traicionó. Perdió brevemente el equilibrio y, en ese instante, cuatro gruesas raíces lo alcanzaron, golpeándolo con brutalidad. Su cuerpo fue lanzado contra el tronco de un árbol cercano con un crujido ensordecedor.
"¡MARCO!" gritó Lily, con sus ojos llenos de lágrimas mientras veía a su amigo desplomarse.
"¡MUERE!" rugió el Arbolansa con un odio indescriptible.
Una raíz delgada y afilada perforó el hombro de Marco, levantándolo del suelo como si fuera una presa. Lentamente, la criatura comenzó a arrastrarlo hacia su enorme y apestosa boca.
"¡DETENTE! ¡NO MATES AL EMPERADOR!" chilló Lily, golpeando desesperada la raíz que sostenía a su compañero. Sus diminutos puños no lograban hacerle ni un rasguño.
Marco, debilitado y con la sangre empapando su ropa, sintió que sus fuerzas lo abandonaban. Su mirada, borrosa por el dolor, se fijó en la boca del monstruo, llena de dientes afilados como cuchillas.
"Padre…" pensó, su mente transportándose a un recuerdo lejano mientras se aproximaba a lo que parecía ser su final.
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Hace muchos años, en aquella misma noche en que su padre le habló por primera vez de los Arbolansas, Marco era apenas un niño curioso y algo temeroso.
"Sí que son terroríficos…" murmuró el pequeño, encogiéndose ligeramente en su cama. Sus ojos brillaban de una mezcla de miedo y fascinación.
Su madre, que estaba sentada cerca, suspiró y le dio una suave colleja al padre.
"¡Tonto! La idea era ayudarle a dormir, no asustarle más", le regañó, aunque su tono era dulce y lleno de ternura.
"Jajaja, es que me emociono demasiado contando estas cosas", se defendió el hombre, rascándose la cabeza. "Cuando alguien me escucha con tanto interés, me olvido del resto".
"Papá…", interrumpió Marco, todavía con los ojos abiertos como platos. "¿Cómo puedo derrotar a un Arbolansa si me atrapa?"
El padre lo miró con seriedad, aunque su sonrisa no desapareció del todo. "Pues, hijo… Es muy difícil que te encuentres con uno. Esos monstruos viven en lo profundo de los bosques, lejos de los caminos humanos. Pero, si alguna vez te cruzas con uno…" Hizo una pausa, inclinándose hacia él, como si le fuera a confiar un secreto importante. "…tendrás que destruir su cuerpo original".
"¿Su cuerpo original?" preguntó Marco, intrigado.
"Sí", respondió su padre, bajando un poco la voz para añadir un aire de misterio. "Los Arbolansas son criaturas vanidosas, les encanta presumir de sus víctimas. Por eso, de sus copas cuelgan esqueletos: las almas que han atrapado y devorado. Pero entre ellos hay uno especial, uno único".
"¿Cuál?" preguntó Marco, completamente absorto en la historia.
"El primer alma que absorbieron, hijo. Esa es su esencia, su verdadero cuerpo. Si logras destruir ese esqueleto, el Arbolansa morirá".
Marco asintió con los ojos bien abiertos, grabando cada palabra en su memoria, mientras la voz de su padre se volvía un eco tranquilizador en la penumbra de la habitación.
"¡Ya basta de cuentos de miedo!" exclamó la madre, levantándose para apagar la luz. "Mañana tendrás pesadillas y será culpa de tu padre".
El pequeño sonrió, acurrucándose bajo las mantas. Aunque su madre no lo entendiera, aquellas historias, más que asustarle, le hacían sentir más fuerte.
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Bosque de las Almas Cautivas.
El Arbolansa alzó a Marco, preparado para dejarlo caer en su inmunda boca y acabar con su vida, ignorando por completo los desgarradores gritos de Lily, que entre lágrimas intentaba detenerlo.
Sin embargo, justo antes de ser devorado, el emperador abrió los ojos de par en par. Su mirada reflejaba una decisión inquebrantable. Con un movimiento rápido, envolvió su mano en fuego y cortó la gruesa raíz que perforaba su hombro.
"¡Marco!" exclamó Lily, aliviada y sorprendida al verlo reaccionar.
El joven aterrizó torpemente en el suelo, tambaleándose debido a sus heridas. Su respiración era pesada, pero su voluntad ardía con la fuerza de una llama imposible de extinguir.
"No tengo ni idea de cuál de esos esqueletos es tu verdadero cuerpo…" murmuró Marco, mirando a la gigantesca criatura que rugía ante él. "Ni siquiera mi padre me dio una pista concreta… Y no tengo tiempo para ir uno por uno".
Levantó la vista hacia el monstruo, que lo observaba con un odio ancestral, y continuó con una sonrisa desafiante: "Pero lo que sí sé… es que gracias a Lily, estoy aprendiendo a usar mi magia con algo tan simple como mi imaginación".
Juntó las manos, cerrando los ojos mientras reunía todo el fuego que podía generar. Las llamas brotaron con furia, danzando entre sus dedos como si cobraran vida. En cuestión de segundos, una inmensa esfera de fuego comenzó a formarse, creciendo hasta igualar el tamaño del propio Arbolansa.
"¡GUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!" rugió la bestia cuando la descomunal esfera impactó contra su cuerpo, envolviéndolo en un incendio abrasador. Su madera, su piel, incluso sus raíces comenzaron a arder mientras el monstruo se retorcía en un dolor insoportable.
Las lianas que sostenían los esqueletos comenzaron a romperse bajo la intensidad de las llamas. Uno a uno, los restos de las víctimas cayeron al vacío, desintegrándose al tocar el suelo, como si el peso de su sufrimiento se liberara con cada caída.
Finalmente, cuando el último esqueleto tocó tierra, los gritos de la criatura se detuvieron. El Arbolansa, antes imponente y aterrador, se desmoronó en un montón de cenizas que el viento dispersó en todas direcciones.
"Wow…" murmuró Lily, incapaz de apartar la mirada del espectáculo, todavía boquiabierta.
"Y-yo… lo hice…" susurró Marco con una sonrisa débil y triunfante mientras caía de rodillas, exhausto.
De repente, frente a ellos, apareció una figura etérea: la imagen residual de la niña que el Arbolansa había utilizado para engañarlos. Su silueta era translúcida, pero en sus ojos brillaba una paz que no había tenido en vida.
"Gracias por liberar mi alma de esa pesadilla… Al fin podré reunirme con mis padres", dijo el espíritu con una voz suave antes de ascender lentamente hacia el cielo, donde se desvaneció como una estrella fugaz.
"¡MARCO!" gritó Lily mientras se lanzaba a abrazarlo con fuerza, lágrimas brotando de sus ojos. "¡Eres increíble! ¡Lo lograste!"
"Tranquila…" respondió él con una voz apenas audible. "Ya pasó todo… ya no hay na…da que…"
Sus palabras se apagaron mientras su cuerpo comenzaba a tambalearse, y finalmente, Marco perdió el conocimiento debido a la pérdida de sangre.
"¡NOOO! ¡Resiste!" suplicó Lily, aferrándose a él con desesperación. "¡Este viaje acaba de empezar! ¡No me puedes dejar ahora!"
De repente, una figura emergió entre las sombras del bosque. Era un joven alto, envuelto en ropajes de monje budista de tonos fríos y blancos. Llevaba en su mano izquierda una espada desafilada, y su melena negra azabache, tan inmensa que cubría todo su rostro, caía hasta su cintura, moviéndose con cada paso que daba.
"¿Q-Quién eres?" preguntó Lily, retrocediendo unos pasos mientras intentaba proteger a Marco, aunque su pequeña figura temblaba de miedo y agotamiento.
Continuará...