miércoles, 30 de octubre de 2024

Ch. 5 - Invasión de ogros

La pequeña ciudad de Romevere estaba siendo atacada por el bando enemigo con un único propósito: conseguir el arma mítica conocida como Priscilla.

Los ogros se habían dispersado por todo el lugar, causando caos allá por donde pasaban. Quemaban tierras, devoraban los frutos de los huertos y atacaban a cualquier persona que se cruzara en su camino.

Para enfrentarlos, Marco y Keipi decidieron dividirse, con el objetivo de reducir las fuerzas enemigas y salvar a la mayor cantidad de civiles posible.

Cerca del edificio escolar, un ogro de piel rojiza y tres metros de altura perseguía a un grupo de niños, empuñando un enorme martillo oxidado.

"¡Os voy a machacar como papilla para luego comeros!" exclamó el ogro con una risa sádica.

Uno de los pequeños tropezó y cayó al suelo, llorando de dolor. Para él parecía que todo había terminado; los otros niños, aterrados, no se atrevían ni a mirar atrás mientras huían.

De pronto, una figura veloz apareció en escena. Era el monje, quien cortó el mango del martillo del ogro con su desafilada espada antes de que este pudiera hacer nada.

"¡Keipi!" gritaron los niños aliviados al reconocerlo.

El monje ayudó al niño caído a levantarse y lo condujo rápidamente con sus compañeros.

"Chicos, id a la plaza. Allí estaréis a salvo gracias a los guardias", les indicó.

Los niños asintieron y se marcharon corriendo. Mientras tanto, el ogro, furioso, lanzó un puñetazo directo hacia Keipi.

Con una agilidad impresionante, el monje esquivó el golpe echándose a un lado. Aprovechó el momento para saltar y comenzar a correr por el brazo del enemigo, cubriendo su espada con agua.

"¿Agua? ¿Qué vas a hacer? ¡¿Quitarme la sed?!" se burló el ogro, carcajeándose.

El joven ignoró las palabras y, al llegar al hombro, saltó hacia arriba. Desde esa posición, lanzó un chorro de agua directamente a las fosas nasales del ogro.

"¡ESO ES UN TRUCO SUCIO! ¡GAAGH!" rugió el ogro, tambaleándose hacia atrás, claramente afectado por la técnica.

Aprovechando su desconcierto, Keipi volvió a cubrir su espada con agua, pero esta vez la transformó en un filo presurizado que disparó con fuerza hacia el torso del enemigo. El ataque impactó en diagonal, derribando al gigante y dejándolo inconsciente.

Por suerte, el ogro cayó al suelo sin dañar ningún edificio cercano.

"Uno menos... y sin apenas daños a la zona.", jadeó Keipi, levemente agotado.

El monje había derribado ya a unos quince ogros de tamaño humano y dos gigantes en su camino hasta el colegio. Aunque la resistencia de los ogros suele ser bastante uniforme independientemente de su tamaño, sabía que las verdaderas amenazas residían en aquellos que habían evolucionado y obtenido un título especial, como un sabio ogro o un rey ogro.

Afortunadamente, la aldea de los ogros solo contaba con dos figuras de ese nivel, y ninguna de ellas estaba involucrada directamente en esta incursión nocturna... pero eso no significa que no se inmiscuyan pronto.

Aún así, Keipi no podía bajar la guardia. Aunque el número de enemigos era menor que en el asalto anterior, los ogros seguían teniendo capacidades físicas muy superiores a las de los humanos promedio.

La mayoría de los habitantes de Romevere eran aldeanos comunes que no tenían interés ni experiencia en magia, con algunas excepciones. Eso hacía la situación aún más crítica.

El monje sabía que debía mantenerse fuerte hasta que los líderes ogros decidieran aparecer en el campo de batalla. Esa sería la verdadera prueba que deberían afrontar.

Por otra parte, Marco se desplazaba por el cielo de la ciudad con agilidad, llevando a Lily sentada sobre su cabellera como si fuera su fiel vigía.

Cada vez que divisaba a alguien en apuros, descendía rápidamente y derrotaba al ogro.

"¡Marco! ¡Por el noreste!" exclamó Lily, señalando con insistencia hacia el suelo.

En ese lugar, un enemigo de piel lila y estatura normal, con un único ojo, acechaba a un anciano que apenas podía mantenerse en pie.

Sin dudarlo, Marco descendió vertiginosamente y aterrizó entre el señor y el ogro. Con firmeza, colocó su mano derecha sobre el estómago de la criatura.

"¡Piérdete!" exclamó mientras generaba una esfera de fuego que lanzó a quemarropa.

El impacto fue devastador. El ogro salió disparado y quedó inconsciente mientras su cuerpo rodaba por el suelo.

Lily voló hacia el anciano para asegurarse de que estaba bien y le indicó el camino más seguro para llegar a la plaza.

"Parece que al fin, el número de enemigos se está reduciendo", comentó Marco mientras observaba a su alrededor.

"Sí... y es lógico", respondió Lily, reflexiva. "Si tenemos en cuenta que hace poco hubo otro asalto en el que ambos bandos sufrieron bajas, es normal que esta vez no tengan la misma intensidad."

"Claro, pero el problema es que ellos son más numerosos, y poco a poco están debilitando a la gente de aquí", dijo Marco, frunciendo el ceño preocupado. "Tal vez lo mejor que podemos hacer ahora es quedarnos y ayudarles hasta que esto quede resuelto."

"¡Sí! ¡Creo que eso es lo que haría un buen emperador!" respondió Lily con una gran sonrisa, animando a su compañero.

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Los minutos seguían avanzando, y aunque la batalla era intensa, no se había registrado ni una sola baja mortal en ninguno de los bandos.

Sin descanso alguno, Marco y Keipi continuaban enfrentándose a los ogros, derrotándolos uno tras otro.

Marco acababa de noquear a un gigante cuando un grito desgarrador lo sacó de concentración.

"¡Marco!"

Al girarse, vio a su pequeña compañera atrapada entre los dedos de un ogro de un solo ojo y piel anaranjada, que la sostenía con una sonrisa siniestra.

"Jijiji... Si te mueves, la aplasto", dijo el ogro, burlándose.

Marco no dudó ni un segundo. Sabía que, si aceleraba lo suficiente con sus llamas, el ogro no tendría tiempo de reaccionar para hacerle daño a su compañera. Sin embargo, al dar el primer paso, un dolor agudo e intenso recorrió su hombro, el mismo que había sido perforado durante su enfrentamiento con el Arbolansa.

El dolor fue tan fuerte que cayó de rodillas, soltando un leve quejido de agonía.

"¡No! ¡Tus heridas! ¡Marco!" gritó Lily, preocupada desde la mano del ogro.

"¡Jajaja! ¡Ni siquiera puedes resistirte! ¡Los humanos sois patéticos!" exclamó el ogro, regodeándose en su aparente victoria.

De repente, su risa se vio interrumpida cuando un filo cortó su brazo de forma limpia y rápida. El enemigo soltó un rugido de dolor mientras caía al suelo, liberando a Lily, que salió volando inmediatamente hacia el emperador.

Al girarse, el ogro vio a Keipi, que le apuntaba con su espada. Antes de que pudiera decir una palabra, un potente chorro de agua impactó en su plexo solar, lanzándolo por los aires y dejándolo completamente inconsciente.

"¡Gracias, Keipi! ¡Nos salvaste!" exclamó Lily, volando hasta posarse sobre la cabeza de Marco, que aún luchaba por soportar el dolor en su hombro.

"Gracias...", dijo nuestro protagonista con voz débil, pero sincera.

El monje, sin decir una palabra, le dio un suave golpe en la cabeza con el mango de su espada.

"¡Auch!" se quejó Marco, sorprendido.

Sin perder tiempo, Keipi se agachó, pasó el brazo de Marco por detrás de su cuello y lo ayudó a levantarse para que pudieran seguir caminando juntos.

"Idiota... Te dije que no debías hacer locuras estando en tu proceso de sanación", le regañó Keipi mientras avanzaban lentamente. Luego añadió, con un tono más cálido: "Sin embargo, gracias por echarnos un cable."

"No tienes que darme las gracias, tío... Esto es lo que haría un emperador por su gente, ¿no crees?" respondió Marco, esforzándose por sonreír a pesar del dolor.

"Quizá... tengas razón", dijo Keipi, esbozando una leve sonrisa que quedó oculta bajo su melena negra.

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Cuarto de hora después...

Los ogros comprendieron que no podían avanzar más allá de la plaza. Su número había disminuido a menos de la mitad gracias a nuestros protagonistas, por lo que el más astuto de ellos ordenó una retirada estratégica.

Cargaron a sus compañeros inconscientes y, en menos de cinco minutos, abandonaron Romevere. La campana volvió a resonar, pero esta vez para anunciar que la segunda incursión de los enemigos había concluido.

De nuevo, todo terminó sin bajas innecesarias, y los edificios apenas sufrieron daños menores. La pérdida más significativa fue un par de hectáreas de huerto quemadas, aunque no representaban un problema grave, ya que la aldea contaba con muchas más.

Al fin y al cabo, Romevere era algo más próspera que los pueblos mineros, gracias a su floreciente agricultura y a la exportación de alimentos naturales y de temporada. Sin contar todos los beneficios que obtiene con la madera de sus bosques colindantes.

Cuando la campana dejó de sonar, los aldeanos, reunidos en la plaza, comenzaron a celebrar la victoria. Sacaron un enorme caldero y se dispusieron a preparar unas buenas gachas de maíz para todos.

Aunque Keipi sabía que aún le esperaba la cena en el templo, decidió quedarse con sus vecinos para ofrecerles apoyo en caso de necesitarlo. Por supuesto, Marco y Lily lo acompañaron sin dudar.

Una vez todos tuvieron sus tazones y empezaron a comer, encendieron una hoguera en el centro de la plaza y comenzaron a bailar a su alrededor.

"¿Qué hacen?" preguntó Lily, curiosa, mientras degustaba sus gachas.

"Es costumbre en Romevere celebrar los buenos acontecimientos con esta especie de mini festival", explicó el monje, terminando su tazón. "Bailan alrededor de una hoguera para agradecer a los dioses por haberles protegido. También creen que es una forma de atraer la buena suerte y asegurar que todo siga yendo bien."

"La verdad, no entiendo estas cosas...", comentó Marco pensativo. "Nunca imaginé que fuera de mi aldea todo sería tan diferente. En Plactown nos teníamos aprecio, pero nunca celebrábamos nada, ni siquiera los cumpleaños. Solo trabajábamos y nos reuníamos en la taberna, el único lugar social que el reino nos permitió conservar."

"Sí... Tengo entendido que la vida es mucho más dura en los pueblos más pobres", dijo Keipi con tono sombrío. "Es una desgracia que os traten así solo para exprimir vuestra producción. Pero es precisamente por eso que debes continuar tu viaje, ¿no?"

"Claro que debo seguir adelante, pero no ahora...", respondió Marco con firmeza.

"Eso, eso", añadió Lily con una sonrisa.

"¿Y por qué no?" preguntó el monje, intrigado.

"¿Cómo voy a dejaros sabiendo el peligro que os acecha? Abandonar a la gente a su suerte no es algo digno de un emperador", comentó nuestro protagonista, dejando al monje sorprendido.

"Jajajaja, eres único. Nunca imaginé escuchar algo así", se burló Keipi ligeramente.

"No es para reírse, hombre. Además, también lo hago por ti", dijo Marco, captando la atención del monje. "Porque eres mi amigo."

"¿A-Amigo?" balbuceó Keipi, completamente desconcertado.

"¡Claro que sí! Me ayudaste, me diste un hogar y cuidaste de Lily. Por supuesto que eres mi colega", exclamó Marco con una brillante sonrisa.

"Supongo que sí...", respondió tímidamente Keipi.

"Jajaja, seguro que debajo de todo ese pelo estás rojo como un tomate", se burló Lily.

"No seas mala", le regañó Marco, intentando aguantar una carcajada.

"En ese caso, ahora que estamos bajo la luz de las estrellas... ¿Podrías escuchar la historia de un amigo?", preguntó Keipi, alzando el rostro hacia el cielo.

"Claro", respondió Marco con determinación.

Continuará...