Han pasado tres días desde que los protagonistas dejaron atrás el castillo de Baba Yagá, avanzando por el interminable desierto hasta la ciudad de Lumanche. Sus pasos eran pesados, el calor abrasador les drenaba las fuerzas, pero sabían que su destino estaba cada vez más cerca.
Cansados, se detuvieron a beber agua fresca de las provisiones que llevaban consigo. Y Lily, el hada, rompió el silencio con un gruñido exasperado.
"Tengo ganas de llegar ya... ¡Estoy harta de comer animales salvajes" protestó mientras hacía una mueca. "Daría lo que fuera por un panecillo tostado acompañado de mantequilla y especias..."
"Me estás dando hambre." respondió Keipi con una sonrisa despreocupada.
Marco, algo más optimista, trató de animarlos.
"Ya falta poco, chicos. Un último esfuerzo y seguro que estaremos allí."
Decidido, tomó asiento sobre una peculiar roca morada. Sin embargo, apenás la tocó, esta comenzó a temblar bajo su peso.
"¿Es que esto da masajes o qué?" dijo con una pizca de humor, mientras comenzaba a ser levantado en el aire lentamente.
El temblor se extendió a la arena a su alrededor, y antes de que fuera demasiado tarde, nuestro protagonista bajó de un salto reuniéndose junto a sus compañeros. De pronto, ante ellos emerge un gigantesco escorpión violeta, bastante molesto por haber sido despertado.
"¡¿Qué demonios es eso?!" gritó Lily anonada.
El colosal escorpión, los miró con sus ojos brillantes y, sin previo aviso, comenzó a perseguirlos con sus pinzas alzadas. El grupo, impulsado por el miedo, olvidó por completo el agotamiento que tenían encima y echaron a correr sin mirar atrás.
"¡Nos va a devorar vivos!" dijo el hada, con su pequeña voz aguda teñida de desesperación. "¡Haced algo! ¡Atacadle, que para algo tenéis magia!"
Inspirados por la brillante, aunque obvia, sugerencia de Lily, Marco se detuvo en seco, girándose para lanzar una gran bola de fuego hacia la bestia. Pero este, rebotó inofensivamente en el caparazón violeta del ser.
"¿Q-Qué ha sido eso?" exclamó, retomando la carrera.
Mientras corrían, Keipi frunció el ceño.
"Ah, ahora que lo recuerdo..." comentó inocentemente. "En uno de los libros de mi padre, se mencionaba la existencia de criaturas inmunes a la magia debido a sus composiciones biológicas. Puede que este sea una de ellas."
"¡¿Y lo dices ahora?!" gritó Lily entre lágrimas.
"Pero entonces, ¿Cómo lo detenemos?" preguntó Marco mientras el animal seguía ganando terreno.
"Pues... ¡Ni idea! ¡Jajaja!" respondió Keipi, riendo de forma despreocupada, como si el peligro no fuera nada más que un mero juego.
Justo cuando el agotamiento comenzaba a hacer mella en ellos y parecía que no tendrían escapatoria, una voz femenina resonó en el aire.
"¡Cuidado!"
Una figura ágil corrió hacia ellos, avanzando a gran velocidad. De un salto, la desconocida se elevó por encima del escorpión con una destreza asombrosa. Giró en el aire, y al caer, le propinó un golpe tan potente que el caparazón del escorpión se resquebrajó como si fuera cristal, aplastando sus órganos internos contra la ardiente arena del desierto.
"Guau... S-Se lo ha cargado de un solo golpe..." murmuró Marco, boquiabierto.
"¡Qué tía más fuerte!" añadió Lily, aún temblando.
La misteriosa joven aterrizó suavemente y se giró hacia ellos. Su apariencia era tan impresionante como su demostración de poder: tenía el cabello negro azabache y caía hasta su cadera, ojos rosados y penetrantes, y vestía shorts vaqueros ajustados junto con una camiseta de tirantes blanca. Unas botas robustas y unos guantes marrones completaban su estilo práctico y rudo.
"¿Estáis bien?" preguntó, inspeccionándolos con calma.
Los tres asintieron sin decir ni una sola palabra, todavía estaban impresionados.
"Tenéis que tener cuidado en estas zonas." continuó. "Está repleta de bestias peligrosas, pero los escorpiones violetas son especialmente molestos. Su exoesqueleto está cubierto por fluidos que los hacen inmunes a la magia elemental. Por lo que para poder lidiar con ellos, necesitáis de alguien con habilidades de potenciación física, como es mi caso." añadió, sonriendo con orgullo.
Marco, recuperándose, se acercó con una sonrisa agradecida.
"Soy Marco, gracias por salvarnos." extendió la mano para estrechársela, pero la respuesta no fue la esperada.
La joven retrocedió de inmediato con un movimiento ágil, evitando el contacto físico. Su mirada tembló y rápidamente bajó la cabeza.
"P-Perdón..." dijo en voz baja, visiblemente incómoda. "No estoy acostumbrada al contacto físico... pero... podéis llamarme Ashley." intentaba mejorar la situación.
Los tres intercambiaron miradas de preocupación, pero decidieron no insistir. Sabían que cada persona cargaba con sus propias heridas y traumas del pasado, por lo que lo mejor era seguir actuando con normalidad y dejarla tranquila.
"Encantados de conocerte, Ashley", dijo el monje con una sonrisa tranquilizadora. "Yo soy Keichiro, pero me suelen llamar Keipi."
La joven, intrigada, no pudo evitar preguntar en su mente: ¿Por qué tiene un pájaro sobre la cabeza?
Algo tan peculiar captó su atención inmediatamente.
"Y yo soy Lily, encantada." dijo la joven hada, añadiendo a su presentación una cálida sonrisa.
Tras una breve pero cordial conversación, nuestros protagonistas le contaron que su destino era la ciudad de Lumanche.
"Ah, yo también voy para allá", respondió Ashley con una expresión de sorpresa. "Si queréis, podéis acompañarme. El viaje será más sencillo si vamos juntos."
"¡Nos encantaría!" exclamó Marco con entusiasmo, sonriendo ampliamente.
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Lumanche.
Una hora después, los protagonistas llegaron a la ciudad. Lumanche se alzaba majestuosa, rodeada por imponentes murallas de piedra que la protegían de las inclementes tormentas de arena que azotaban la región. Los edificios, construidos con una mezcla de minerales blancos compactados con yeso, reflejaban la luz del sol, dándole un aire casi etéreo a la ciudad.
Las calles, de arena rojiza, le daban un toque cálido y acogedor, mientras que la gente, vestida con colores claros y radiantes, se movía con una tranquilidad palpable, se notaba que el calor del desierto era una constante en sus vidas.
"Es mucho más bonita de lo que pensaba", comentó Lily, observando fascinada el entorno."Sí... Tiene un estilo totalmente distinto a Plactown e incluso a Romevere", dijo Marco, boquiabierto ante la belleza de la ciudad.
Keipi, que había estado olisqueando el aire, de repente se detuvo y giró rápidamente hacia un edificio llamativo, una taberna de madera con un cartel que movía ligeramente al viento.
"Chicos... Huelo... ¡a comida!" dijo, relamiéndose los labios, con los ojos brillando de emoción.
"¡¿QUÉ?! ¡¡QUIERO COMER COSAS DELICIOSAS!!" exclamó Lily, aplaudiendo de la emoción.
Marco, sonriendo ante la escena, se acercó a Ashley, quien permanecía algo más distante, y le preguntó, con una sonrisa amistosa:
"¿Quieres comer con nosotros? Te invitamos a lo que quieras, al fin y al cabo, nos salvaste del escorpión."
Ashley dudó por un momento. Su mirada denotaba cierta tensión, pero sabía que si quería empezar a cambiar, debía comenzar con pequeños gestos.
"S-Sí... está bien", aceptó finalmente, con una sonrisa forzada pero sincera.
"¡Tío! ¡La carne la tienen metida en un palo que da vueltas!" exclamó Keipi, emocionadísimo, con los ojos desorbitados ante la vista del asador.
"¡Necesito comer carne así! ¡Quiero carne giratoria!" añadió Lily, babando casi de la emoción.
"Jajaja, cómo sois...", dijo Marco entre risas, observando el entusiasmo de sus compañeros. "¡Vamos!"
Siguiendo una de las sensaciones más humanas, el hambre, nuestros protagonistas decidieron entrar al restaurante y darse un festín. Sus estómagos rugían, y no había mejor lugar para saciar ese apetito que el que se les ofrecía.
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Asador.
Después de haberse saciado, los protagonistas decidieron quedarse un ratito más para recuperar fuerzas y relajarse, después de la carrera que tuvieron que pegarse para huir del escorpión.
"Por cierto, ¿qué os ha traído a Lumanche?" preguntó Ashley, curiosa, mientras se recostaba ligeramente en su silla.
"En realidad, venimos por un presentimiento que tuvo una conocida." explicaba Marco. "Nos dijo que aquí podríamos encontrar algo importante para nuestro viaje." aclaraba, evitando mencionar cosas sobre el emperador y sus paladines.
"Entiendo." respondió Ashley, asintiendo, mientras su mirada parecía perderse por un momento en la distancia.
"Qué buenas están las natillas de este sitio, la verdad..." murmuró Lily para sí misma, disfrutando del postre mientras los demñas continuaban la conversación.
"Oye, Ash, ¿Y tú? ¿Qué te ha traído hasta Lumanche?" preguntó Keipi con una sonrisa despreocupada, acortando su nombre de forma casual.
Ashley se tensó levemente al escuchar su nombre abreviado, pero decidió ignorarlo. Es algo común entre las personas, pensó, suspirando internamente. Se preparó para responder, pero de pronto se detuvo, su mente se nublaba a causa de una sensación extraña que emergía de su interior.
"¿Puedo confiar en ellos?" se preguntó. "¿Y si me traicionan, y usan la información en mi contra?"
El debate en su mente parecía eterno, aunque realmente solo pasaron unos segundos desde que le elaboraron la cuestión.
"¿Estás bien?" preguntó Marco al notar que se había quedado en silencio.
Como notaba que estaba rara, de manera inconsciente fue acercando su mano a ella para calmarla con unos golpecitos en la espalda. Pero al ver el gesto de nuestro protagonista por el rabillo del ojo, Ashley reaccionó de forma abrupta.
Se levantó de la silla de un salto, provocando la sorpresa tanto de sus compañeros como de todos los presentes en la taberna.
"L-Lo siento..." murmuró, antes de darse la vuelta y salir corriendo del lugar.
Keipi no dudó ni un segundo tras ver el rostro de la chavala cargada en temor. Se levantó rápidamente y miró a sus compañeros.
"Iré tras ella, siento que algo no anda del todo bien." dijo y sin esperar respuesta salió corriendo tras Ashley.
"Pagaré esto y ahora os seguimos." añadió Marco, levantándose también para hacerse cargo de la cuenta.
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Callejón de Lumanche.
Después de haber corrido lo suficiente para alejarse de los demás, Ashley se refugió en la sombra de una callejuela apartada de la ciudad. Se detuvo a recuperar el aliento, apoyándose contra la pared con las manos temblorosas.
"¿Por qué soy así?" se preguntaba, repitiéndose lo mismo una y otra vez en su mente.
Aunque sentía que los tres que acababa de conocer no eran malas personas, sus cicatrices del pasado y su propio subconsciente le decían lo contrario. Le costaba confiar en otros, y cada intento para abrise más solo la llevaba de vuelta a esos recuerdos oscuros.
Siempre que intentaba dar un paso hacia adelante, su mente le presentaba el recuerdo de aquella niña que la señalaba con el dedo mientras dibujaba una siniestra sonrisa en su rostro, como si se estuviera burlando de ella.
"Parece que esa herida... nunca podré cerrarla." murmuró, dejando que la pesadez de sus pensamientos la envolviera nuevamente.
De repente, un zumbido en el aire la hizo estremecer, era algo mucho más potente que el aleteo de una mosca. Y conocía de sobra ese sonido, por lo que se giró rápidamente y aterrada, viendo una figura femenina en el aire con unas enormes alas de mariposa desplegadas a su espalda.
Era una mujer bestia de tipo lepidóptero, con una presencia intimidante.
"¡Al fin te encuentro, traidora de tres al cuarto!" exclamó la mujer, con una risa cruel, mientras abría los dos abanicos que llevaba en sus manos.
Se trataban de unas herramientas que la servían como catalizador para manifestar su magia de manera más sencilla, por lo que en cuestión de milésimas de segundos, generó varios proyectiles de energía mágica condensada en el aire.
Con un movimiento ágil, los disparó hacia Ashley.
"¡Mierda! ¡He tardado demasiado en notar su presencia!" pensó la joven, reaccionando tarde para dar un salto hacia atrás.
Por suerte, Keipi cayó desde el techo del edificio contiguo, aterrizando con gracia y alzando su katana, Priscilla. Con movimientos ligeros pero ágiles, bloquea todos los proyectiles sin usar un ápice de su magia de agua.
"Tú, bicharraca... No deberías atacar a la gente así como así..." dijo el monje con una sonrisa desafiante, asumiendo una postura ofensiva.
La tensión en el aire era palpable y Ashley observó, sorprendida y agradecida, como un desconocido se ponía frente a ella, protegiéndola sin dudar.
Continuará...