Tras derrotar a su oponente y superar la primera prueba, Keipi aparece de vuelta en el cubo dónde le esperaban sus compañeros con los brazos bien abiertos. La transición fue rápida, como si todo lo que había vivido en aquellos diez minutos hubiera sido un mero sueño. Sin embargo, las marcas en su ropa, las heridas ardiendo en su piel y el espejo radiante en su mano eran prueba de que todo aquello fue real.
"¡Keipi!" exclamó Lily, revoloteando emocionada a su alrededor.
Los otros dos también se acercaron a él con miradas de alivio y orgullo.
"Sabía que lo conseguirías." dijo Marzo, cruzándose de brazos con una sonrisa.
El monje, aún jadeando ligeramente, levantó el espejo para enseñárselo. La superficie reflectante brillaba con un fulgor etéreo, como si estuviera hecho de luz condensada.
"Uno menos." dijo con su típico tono despreocupado, mientras guardaba en el espejo en su uniforme con sumo cuidado.
Ahora, las miradas de nuestros protagonistas se posaron en Rocinante, quien yacía inconsciente en el suelo. Sus alas dañadas y su postura derrotada eran un recordatorio del brutal enfrentamiento que acababa de librar.
"¿Y qué hacemos con ella?" preguntó Ashley, con su voz ligeramente temblorosa.
Lily revoloteó cerca de la mujer bestia con el ceño fruncido. "No podemos dejarla suelta. Es posible que vuelva a atacarnos cuando recupere el conocimiento."
"Yo me encargo", dijo Marco.
Con ayuda de Keipi, ataron el cuerpo inerte de Rocinante a un árbol cercano usando lianas improvisadas que encontraron en la superficie del cubo en el que se encontraban. Aunque no estaban seguros de cuánto tiempo durarían, al menos les daba algo de ventaja.
"Ahora sí que sí, es hora de continuar." comentó el monje, ajustándose su bandana. "Aún tenemos dos pruebas más por superar."
El siguiente tramo del camino fue una mezcla de desafíos y maravillas que desafiaban toda lógica.
Primero, se encontraron con un puente colgante de madera que parecía interminable, suspendido en mitad de un cubo vacío. Las tablas crujían bajo sus pies con cada paso, y el viento silvaba alrededor, sacudiendo ligeramente el puente y poniendo a prueba su equilibrio. A cada paso, el puente parecía tambalearse más, como si quisiera rendirse bajo el peso del grupo.
"¿Seguro que esto no se va a romper?" preguntó Lily, aferrándose al hombro de Marco mientras miraba hacia el abismo.
"Esto no es nada. Cuanto antes lo crucemos, mejor." respondió nuestro protagonista, tratando de mantener la calma mientras su mirada evitaba las sombras sin fin debajo de ellos.
Al cruzar el puente pudieron respirar aliviados, pero no por mucho tiempo. Pues el siguiente cubo que tenían que cruzar presentaba un espectáculo completamente distinto: feroces cataratas surgían de la nada, arrojando enormes volúmenes de agua hacia un vacío infinito. El rugido de las corrientes era ensordecedor, y la humedad empapaba el aire.
Aunque en un principio se asustaron, tuvieron la maravillosa suerte de contar con un mago con la habilidad de manipular el agua, quién tomó el liderazgo en aquel cubo y desvío todas las cataratas que se precipitaban sobre ellos.
Poco después, alcanzaron un cubo donde el viento era el protagonista absoluto. Corrientes invisibles surcaban el aire, formando espirales caóticas que se movían en patrones impredecibles. A casa paso, el viento amenazaba con arrancarlos de su posición y lanzarlos al vacío.
Al contrario que en otras ocasiones, no tenían una superficia sólida o líquida en la que poder apoyar sus pies. Por lo que tuvieron que tirar de intelecto y magia para poder cruzar este último desafío que los separaba del lugar de la segunda prueba.
Marco, quién portaba a Lily sobre su hombro, encendió como era costumbre, unas llamas en sus talones. Y con pequeñas explosiones controladas consiguieron volar sin problema alguno.
Keipi, por su parte, creó una plataforma acuática que se movía con las corrientes de viento, llevando a Ashley y a él con relativa estabilidad. El monje usaba pequeños ajustes en la estructura líquida para contrarrestar las ráfagas más fuertes y así avanzar con cautela.
Tras sortear estos desafíos y alcanzar el siguiente cubo, un círculo de color amarillo en el centro parecía darles las bienvenida, pues maracaba la entrada hacia la segunda prueba.
"Al fin hemos llegado..." comentó Marco, examinando el círculo con cautela.
Keipi se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia adelante. "Al menos, ya sabemos cómo funciona esto. Entrar al círculo nos transporta a otro lugar para enfrentarnos a la prueba."
Lily, aún flotando, señaló el centro del círculo. "¿Deberiamos ir todos esta vez?"
Ashley permanecía en silencio y su mirada estaba fija en el círculo. Los pensamientos de culpa volvían a inundar lentamente su mente, con una presión constante que parecía no desaparecer.
"Todo esto está pasando por mi culpa", pensó, apretando los puños. "Si no fuera por mi indecisión, Keipi no tendría que haberse sometido a ese cruel enfrentamiento contra Rocinante mientras yo estaba helada del miedo observando en un lugar seguro."
Sin decir ni una palabra y con el pulso temblando, Ashley dio un paso hacia adelante y, antes de que nadie pudiera detenerla, saltó al círculo.
"¡Ashley!" gritó Lily, sorprendida.
Nuestros protagonistas corrieron hacia el borde, pero ya era demasiado tarde. La luz envolvió a su compañera, y en un instante desapareció.
Justo en ese momento, un resplandor apareció sobre ellos, y una pantalla luminosa similar a la que habían visto con Keipi comenzó a materializarse en el aire. La imagen mostró a Ashley de pie en un lugar completamente diferente al pasillo infinito, pues se trataba de un enorme círculo de baldosas blancas que parecía extenderse hasta el horizonte.
"¡Ahí está!" murmuró Marco, con el ceño fruncido mientras observaba a su compañera.
Lily revoloteó cerca, estaba nerviosa. "Espero que esté bien... ¿Por qué se lanzó así, sin decirnos nada?"
Keipi, quien empezaba lentamente a comprender a su compañera, miró hacia la pantalla con una ligera sonrisa. "Es su turno. Al fin y al cabo, hay veces que a los temores hay que enfrentarlos uno mismo."
"¿A qué te refieres?" preguntó Marco, todavía preocupado.
"Que quizá es hora de que intente liberarse de las cadenas que la atan al pasado," respondió Keipi.
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Lugar de la segunda prueba.
Ashley apareció de pie sobre un círculo gigantesco de baldosas blancas cuadradas, cada una de unos cinco metros de lado. El lugar era inmenso, tan grande que parecía no tener fin, y el aire olía como a azufre. Frente a ella, a pocos metros, estaba Croco de brazos cruzados, aquel hombre bestia del tipo lagarto que también había sido su captor en el pasado.
"Pero bueno, mira a quién tenemos aquí... Nuestra esclava favorita... o, ¿Quizá debería llamarte fugitiva?" dijo aquel hombre, mostrando una sonrisa siniestra.
Nuestra protagonista retrocedió instintivamente, sus ojos estaban empapados en terror. "Tú..."
"¿Sorprendida de verme? ¿Es que acaso pensabas que podías escapar de nosotros para siempre?" Croco avanzó un paso, haciendo que las baldosas retumbaran bajo su peso. "Déjame decirte algo, niña. Aquí estás tú sola, tus amiguitos no podrán venir a ayudarte. ¡Por lo que no tienes escapatoria!"
Ashley tembló, siendo incapaz de responder. Los recuerdos de los abusos sufridos bajo la Triada inundaban por completo los recovecos de su mente, paralizándola de pies a cabeza.
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Cubo de la prueba.
"¡Ashley!" exclamó Lily, preocupada.
"¿Quién es ese tío?" preguntó Marco, completamente sorprendido al ver a esa figura desconocida frente a su compañera.
"Debe ser algún aliado de la bicharraca de antes..." suspiraba Keipi empezando a mostrar algo de preocupación en su rostro. "Sin embargo, parece que el mayor problema... es Ash."
Y tenía razón, los tres eran capaces de notar a través de esa fulminante pantalla, el rostro repleto de terror que tenía nuestra protagonista frente al hombre lagarto que la miraba con desdén en la lejanía.
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Lugar de la segunda prueba.
Croco estaba acercándose lentamente hacia Ashley, quién apenas reaccionaba por el temor. Pero fue entonces cuando una voz misteriosa resonó en el aire, interrumpiéndolo.
"Bienvenidos a la segunda prueba. Si el segundo espejo queréis obtener, esta segunda prueba debéis de superar." comentó como era costumbre. "Durante diez minutos y en intervalos de treinta segundos, las baldosas irán cayendo a la lava situada en la parte inferior hasta que solo quede una en pie. Si lográis manteneros sobre ellas hasta el final, os haréis con la parte de la reliquia."
Croco soltó una carcajada. "Esto será divertido."
Ashley tragó saliva, intentando encontrar las fuerzas para reaccionar, pero el miedo la seguía manteniendo anclada en su lugar.
La cuenta atrás dio comienzo, y las baldosas empezaron a tambalear levemente, preparándose para el primer descenso. Croco, sin perder el tiempo, giró sobre sí mismo y se transformó en una esfera perfecta de escamas.
Su magia le daba la habilidad de mutar la forma de su cuerpo a la de una esfera perfecta, y al ser hombre bestia y contar con escamas, favorecía la potencia de sus ataques de manera innata.
Con un rugido, el enemigo se lanzó hacia Ashley a toda velocidad. Ella intentó moverse, pero su cuerpo no fue capaz de reaccionar a tiempo. La esfera escamosa la golpeó con fuerza, lanzándola rodando por el suelo blanco. El daño recibido fue tan brutal, que la dejó sin aliento.
"Pero bueno, mi querida fugitiva. ¿No fuiste tú quién se armó de valor aquella noche para robarnos la llave mientras descansábamos? ¿Dónde ha quedado esa valentía?" comentaba Croco mientras rodaba hacia ella nuevamente.
Otro golpe la derribó, y el suelo comenzó a temblar más intensamente. Las primeras baldosas, cayeron, dejando enormes huecos que revelaban un río de lava hirviente debajo.
Ashley se levantó con dificultad, el miedo seguía nublando su mente. Y Croco, aprovechó esa debilidad para empujarla con su cuerpo rodante hacia uno de los huecos que acababa de abrise.
Nuestra protagonista sintió el vértigo al caer lentamente hacia la lava. Su respiración se volvió errática mientras el calor abrasador se iba acercando más y más.
Pero en ese momento, su vida entera pasó frente a sus ojos a toda velocidad. Y un recuerdo de cuando tenía seis años emergió con fuerza: una mañana soleada en un edificio roñoso y lleno de polvo, un desagradable frío que recorría cada centímetro de su piel y una niña de cabello rosado y corto que la despertaba con una cálida sonrisa.
"¡Ash, despierta!" decía Celia, su amiga.
Continuará...