El aire pesado del pasillo parecía aligerarse con cada paso que daban. Después de las tres agotadoras pruebas con sus respectivos enfrentamientos, nuestros protagonistas parecían llegar al final de la aventura, al acercarse lentamente hacia la imponente puerta de mármol que se alzaba al final del corredor.
El ambiente había cambiado por completo. Los ánimos del grupo estaban más relajados. Aunque cansados y con heridas recientes, sus miradas estaban cargadas de complicidad. Ahora lo peor ya se había quedado atrás.
Entonces, ¿Este ya es el final de la aventura?" preguntó Keipi, rompiendo el silencio con su tono despreocupado habitual. "El tiempo ha pasado volando... Parece que fue hace un minuto cuando bajábamos por esas escaleras heladas."
"Ya ves." contestó el hada, revoloteando alrededor de sus amigos.
Ashley caminaba detrás de ellos, con el espejo en sus manos, observándolo con una mezcla de asombro y aprehensión. Los tres objetos que han reunido eran un testimonio del dolor y los retos que habían superado juntos.
Cuando llegaron a la puerta de mármo, nuestros protagonista se detuvieron y se giraron hacia ella.
"Es todo tuyo, Ash." dijo Marco, dándole el espejo que él había conseguido.
Ella parpadéo, sorprendida. "¿Yo?"
Keipi le pasó el espejo con una sonrisa. "Hemos vivido esta divertida aventura gracias a ti, por lo que queda en tus manos cerrar el telón."
Ashley miró los tres espejos que ahora sostenía entre sus manos. Había ligeras dudas pendientes en su mente, pero las palabras de sus compañeros la alentaban a seguir sin miedo al pasado.
"Gracias..." murmuró, susurrando casi para sí misma, mientras daba un paso al frente.
Ante la presencia de los tres objetos, la puerta de mármol se abrió con un crujido profundo, revelando una vasta sala vacía, iluminada por un resplandor etéreo. En el centro flotaba una figura abstracta, sin forma definida, con tres huecos visibles, uno para cada espejo.
La joven dio un par de pasos hacia adelante, mientras sus compañeros la seguían con cuidado. La atmósfera era solemne, como si el lugar estuviera impregnado de siglos de historia.
"Supongo que este es el momento de la verdad." dijo Keipi, rompiendo el silencio.
"Todo tuyo, Ash." agregó Lily, dándole un leve empujón de ánimo.
Ashley respiró hondo, y con manos temblorosas, comenzó a colocar los espejos. Tran pronto como el último encajó, la figura comenzó a brillar intensamente. Alzándose en el aire, separándose de las manos de la joven y comenzando a girar en espiral, convirtiendo su aspecto sólido en el de un líquido radiante que parecía emerger hacia una nueva forma.
Ante ellos apareció un ser divino y majestuoso. Mitad serpiente, mitad humano. Su cuerpo estaba cubierto por escamas brillantes que reflejaban la luz como diamantes. Su rostro, sin embargo, era un espejo perfecto adornado por un telaje de esmeraldas resplandecientes que caían por delante de su mirar.
"Mi nombre es Kokakuri." dijo con una voz profunda que parecía resonar en cada rincón de la sala. Y su tono lograba transmitir calma. "Me conocen como el dios de los Tres Espejos y como el guardián de esta hermosa dimensión, forjada para poner a prueba a aquellos lo suficientemente valientes como para reclamar lo que aquí yace."
Sus ojos brillaban tras el velo de esmeraldas, mientras observaba con atención al grupo frente a él. "Vosotros, humanos y pequeña hada, habéis superado con éxito las pruebas que he diseñado a lo largo de los siglos. Habéis demostrado no solo habilidad, sino también voluntad, ingenio y una fortaleza de espíritu que muy pocos poseen."
La critatura esbozó una sonrisa apenas perceptible. "Y no solo eso. También os habéis encargado de un pequeño grupo de ladronzuelos cuya presencia habría significado más que una simple molestia para mí. Díria sin temor alguno, que alguna jaqueca me habrían causado, y por ello os lo agradezco profundamente."
Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran. Luego, con un gesto majestuoso, levantó una mano hacia ellos. "Es por todo ello que os habéis ganado un deseo. Decidme, viajeros, ¿qué es aquello que vuestro corazón anhela más profundamente?"
El grupo quedó en silencio, impresionados por la presencia de Kokakuri.
Ashleu, todavía frente a la figura divina, apretó los puños y dio un paso adelante. "¿Un deseo... de verdad?"
Kokakuri asintió. "En efecto, puedo hacer real cualquier cosa que me pidas. Solamente di lo que más anhela tu corazón."
Ashley miró a sus compañeros por un instante, quienes le devolvían la mirada con cálidas y orgullosas sonrisas. Sus expresiones parecían envolverla en una sensación de seguridad que, por primera vez en mucho tiempo, no dudó en aceptar. Cerró los ojos, respiró profundamente, y reunió el valor para expresar lo que guardaba en su corazón.
"La verdad..." comenzó, su voz temblorosa pero cargada de sinceridad, "es que cuando llegué aquí, pensé que tenía claro lo que deseaba." Hizo una pausa, dejando que sus palabras flotaran en el aire antes de continuar. "El motivo que me empujó a robar la llave y venir hasta este lugar... era el deseo de poder volver al pasado."
Se pasó una mano por el brazo, como si acariciarlo hiciera más llevadero el sincerarse. "Pero, quería hacerlo conservando todos mis recuerdos actuales. Pensaba que si pudiera recordar todo lo que sé ahora, sería capaz de evitar que mis padres se arruinasen... y que nunca me abandonasen."
Hizo una pausa, sus palabras impregnadas de un dolor que todavía parecía latir en su interior, mientras sus compañeros la observaban con empatía, comprendiendo la profundidad de su confesión.
"Sin embargo, en este corto pero intenso viaje, he aprendido algo mucho más importante. He conocido a un grupo de maravillosas personas que me han hecho sentir que no estoy sola, que tengo un lugar al que pertenecer en este mundo. Y que ahora mismo, siento que ellas necesitan que esté en esta línea temporal. Por eso... no quiero cambiar el pasado, quiero seguir adelante con ellos... Como una paladín más."
Sus ojos se encontraron con los de sus compañeros, que ahora la miraban con expresiones llenas de respeto y calidez.
"Me vas a hacer llorar, Ash..." Confesó Lily, con lágrimas a punto de emerger.
"Debo decirte, que tu deseo inicial habría sido imposible." dijo Kokakuri, inclinando su cabeza ligeramente. "Es cierto que aún así, te lo habría concendido. Pero... el pasado está escrito, y ninguna fuerza puede cambiarlo sin consecuencias. Incluso si lo hubieras llegado a intentar, los eventos del tiempo corregirían sus propios errores, llevándote al mismo lugar en el que estás ahora."
Ashley asintió lentamente, aceptado las palabras del dios. "Lo entiendo... Muchas gracias por tu sinceridad."
"¿Y bien? ¿Cuál es tu deseo en este momento?" le preguntó, con un tono sereno.
Tomó una respiración profunda antes de anunciarlo: "Quiero que nos digas dónde podremos encontrarnos con el próximo paladín."
El grupo quedo boquiabierto de la sorpresa mientras intentaban asimilar las palabras de su nueva compañera.
"¿E-Es eso lo que quieres?" preguntó Marco, anonadado.
La joven se giró hacia él con una sonrisa sincera. "Ahora mismo, es lo único que quiero. Quiero seguir con vosotros, quiero ayudarte a conquistar ese título de emperador. Porque ese... es mi lugar ahora."
Lily no aguantó más y dejó escapar un sollozo de emoción, revoloteando hasta posarse en el hombro de Ashley. "¡Eres increíble! ¡Siempre serás nuestra amiga, Ash!"
Keipi asintió con aprobación. "Es un buen deseo. ¡No esperaba menos de ti, Ash!"
Cuando salieron, el calor del desierto los envolvió por completo. Las dunas se extendían hasta el horizonte, y el cielo despejado brillaba con un sol abrasador.
A sus espaldas, el templo comenzó a desmoronarse lentamente, fusionándose con la arena hasta desaparecer por completo. Lo único que dejó tras de sí, fue la esfera anaranjada que servía como llave.
"Cuando un templo es completado, cambia de lugar. Ahora sus puertas estarán emergiendo en otro punto de este país." explicaba Ashley, recordando lo que había aprendido.
"Menos mal que es solo el país y no el planeta entero", bromeó Lily, dejando escapar un suspiro de alivio.
"Es verdad... Si ya es difícil buscar por todo un país, imagina todo Pythiria." añadió el monje, con una risa ligera.
Marco fijó la vista en el horizonte, donde las dunas del desierto comenzaban a fundirse con los tonos cálidos del amanecer. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras cruzaba los brazos.
"Lo importante es que ahora sabemos nuestro próximo destino," dijo con un tono tranquilo, aunque firme. Luego miró a sus compañeros, evaluando el cansancio que reflejaban sus rostros y las heridas que aún portaban. "Pero antes de ponernos en marcha hacia la Torre de Babel, creo que lo sensato sería regresar a Lumanche. Hemos pasado la noche despiertos, luchando, y estamos todos al límite."
Hizo una pausa, dejando que sus palabras se asentaran. Luego agregó con una sonrisa ligera, pero decidida: "Primero, descansamos, nos recuperamos, y después nos ocupamos de buscar toda la información que podamos sobre la torre. No serviremos de nada si llegamos allí hechos polvo."
Keipi asintió, con su expresión relajada pero en sintonía con la seriedad de las palabras de Marco. "Tiene sentido. Además, no estaría mal comer algo calentito."
Ashley dejó escapar un suspiro, mirando de reojo a sus compañeros. "Sí, estoy de acuerdo. Ahora mismo, me apetece dormir un montón."
Lily revoloteó a su alrededor con un entusiasmo renovado. "¡Perfecto! Entonces, el primer paso de nuestro descanso será encontrar un hostal que no cobre un riñón.
El grupo comenzó a caminar hacia el pueblo.
“¡El último en encontrar un hostal paga la cena!” gritó Lily mientras se adelantaba, volando con entusiasmo.
“¡Eso no es justo, tú vuelas!” protestó Marco, corriendo tras ella.
Mientras el grupo avanzaba, Keipi rompió el momento con una sonrisa burlona. "¿Os dais cuenta de que todos compartimos el mismo dinero, verdad? Por lo que al final, pagaremos todos la cuenta."
La observación del monje provocó una carcajada generalizada. Incluso Ashley dejó escapar una risa sincera, algo que no ocurría tan a menudo.
"Es verdad," añadió Marco con una carcajada.
Por primera vez en mucho tiempo, Ashley sentía que estaba exactamente donde debía estar.
Continuará…