sábado, 30 de noviembre de 2024

Ch. 29 - El pintor y la dragona

El ambiente en la cabaña de Joaco era cálido y acogedor, con el crepitar de la madera al moverse bajo el peso de los visitantes. Nuestros protagonistas estaban sentados en el salón, con tazas de té caliente entre las manos, mientras escuchaban atentamente al anciano relatar su historia.

"¿Queréis saber cómo descubrí la Torre de Babel?" preguntó el pintor, con una sonrisa nostálgica en el rostro.

"¡Claro!" exclamó Lily, revoloteando cerca de su hombro. "No todos los días conocemos a alguien que ha visitado un lugar tan increíble."

Joaco dio un sorbo a su té, dejando que el cálido líquido calmara su garganta antes de empezar. "Bueno, hace muchos años, antes de conocer a mi esposa, era un simple pintor errante. Viajaba de un lugar a otro, dibujando todo lo que se cruzaba ante mis ojos. Montañas, ríos, ciudades llenas de vida.... Aquello que captase toda mi atención y despertase mi inspiración, lo inmortalizaba en un lienzo."

Ashley, sentada con las piernas cruzadas en el suelo, lo miraba fijamente, con curiosidad en sus ojos. "¿Y cómo fue que llegaste a la torre? No parece que sea un sitio al que llegues por accidente."

"Pues la verdad es que así fue, hija mía." respondió el anciano soltando una leve carcajada, dejando la taza sobre la mesita de madera. "Un día, durante uno de mis viajes, me perdí en una tormenta en las montañas. Los vientos eran tan fuertes que apenas podía mantenerme en pie, y el frío calaba hasta los huesos. Confieso que en aquel entonces, pensé que no saldría con vida de allí. Pero entonces, de la nada, las nubes se abrieron y frente a mí se alzaba un portal luminoso. Era como si el destino me estuviera guiando."

Keipi frunció el ceño, inclinándose ligeramente hacia adelante. "¿Y simplemente entraste? Porque, después de lo que acabamos de vivir en ese templo, puedo asegurarte que lanzarse sin pensarlo puede llevarte a lugares mucho más peligrosos de lo que imaginas."

Joaco soltó una risa suave. "Verás, cuando eres joven y curioso, tomas decisiones más impulsivas. Entré sin pensármelo dos veces, y lo que encontré al otro lado me dejó sin palabras. Allí estaba la Torre de Babel, majestuosa e imponente, elevándose hacia el infinito. Era como si penetrara el mismísimo cielo."

Marco lo miró con asombro. "¿No existe un dragón guardían de cristal o algo así? ¿No te atacó al verte entrar como si nada?"

El anciano asintió, cruzando las manos sobre su regazo. "Ah, sí, la dragona de cristal. Cuando me vio, su primera reacción fue intentar echarme. Su tamaño era descomunal, y su presencia, intimidante. Su voz resonaba como un trueno cuando me preguntó qué hacía en ese lugar sagrado."

Lily tragó saliva, claramente intrigada. "¿Y qué hiciste?"

"Le dije la verdad," respondió, con una sonrisa tranquila. "Que era un pintor errante, y que me encantaría poder dibujar la torre. Le aseguré que no tenía intenciones de alterar nada, ni siquiera de profanar el lugar. Ella me observó detenidamente, como si intentara leer mi alma. Después de un largo silencio, accedió, pero con una condición: No podía acercarme más y debía irme una vez terminase."

"¿Y lo cumpliste?" preguntó Ashley, inclinando la cabeza al recordar que él mismo dijo que era un joven curioso e impulsivo.

"Por supuesto." afirmó el anciano. "Durante el tiempo que estuve allí, la dragona me visitaba cada día. Me traía comida y agua potable. Y, aunque al principio fue fría y distante, poco a poco comenzamos a conversar. Me contaba historias del pasado, sobre los orígenes de la torre, los guardianes que habían existido antes que ella, los secretos que yacían dentro e incluso alguna cosa personal, como que le encantaría poder tener un hijo algún día. Sin darme cuenta, nos hicimos... amigos. Sí, supongo que podría llamarlo así."

Keipi dejó escapar un leve silbido, acompañado de una sonrisa soñadora. "Vaya, cómo me gustaría tener un dragón como amigo, tío. Aunque mi madre siempre decía que los dragones de Akitazawa eran demasiado salvajes y violentos, así que acercarse a ellos era lo último que recomendaba."

"Cómo eres." agregó Lily, sonriendo ante las ocurrencias de su amigo.

"Al finalizar mi pintura, ambos nos despedimos con una sonrisa," continuó Joaco. "Le prometí que volvería algún día, y ella dijo que me esperaría. Y así lo hice, pues años después, llevé a presentarle a mi queridísima y preciosa esposa. Fue un encuentro lleno de alegría, éramos literalmente dos viejos amigos reencontrándose después de mucho tiempo. Hasta me dijo que se alegraba de ver a un adicto a la pintura como yo ser capaz de haber formado una pequeña familia."

El grupo quedó en silencio, procesando la historia. Había algo mágico y melancólico en las palabras del pintor, una sensación de conexión con un mundo más allá de su comprensión.

Joaco miró por la ventana. La noche había caído, y las estrellas brillaban en el cielo oscuro. "Parece que he hablado más de lo que pensaba. Es tarde, y seguramente estaréis agotados del viaje. Mañana, más tranquilamente, os puedo dibujar un mapa hacia la torre. Y si no os importa, podéis quedaros a pasar la noche aquí. No tengo camas para todos, pero puedo ofreceros sábanas para que os acomodéis en el suelo."

"Muchas gracias, señor Joaco, aceptamos con gusto." dijo Marco, inclinando la cabeza con gratitud mientras transmitía la respuesta del grupo.

Mientras preparaban el espacio para dormir, el grupo se turnaba para darse un baño de agua caliente. Por otra parte, Joaco se retiraba a su habitación bastante contento de poder volver a pasar una noche con compañía.

Nuestros protagonistas terminaron de esparcir las sábanas y mantas en el slaón, formando un pequeño campamento improvisado.

Ashley miró a sus compañeros mientras se acomodaba recogiendo su cabello en una coleta. "Quién iba a decir que acabaríamos durmiendo en la casa del pintor, después de escuchar historias sobre dragones y torres míticas."

"La vida es tan impredecible." comentó Keipi, recostándose con las manos tras la cabeza. "Pero admito que este ha sido un día increíble."

Lily bostezó mientras se acurrucaba en una de las almohadas. "Espero que la dragona sea tan amable como nos ha contado el señor Jaoco."

Marco rió suavemente. "Por ahora, lo mejor que podemos hacer es tener una buena noche de sueño. Así que, buenas noches."

Las luces fueron apagadas y el salón quedó en silencio, con solo el suave sonido de la respiración de los protagonistas mientras se sumían, lentamente, en un sueño profundo.

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A mitad de la noche, Marco se despertó con una necesidad apremiante de ir al baño. Mientras cruzaba la cabaña a paso lento, notó un brillo suave filtrándose por las ventanas. La luz del porche estaba encendida. Intrigado, decidió acercarse para investigar.

Allí, encontró a Joaco sentado en una mecedora, con una buena taza de té en la mano. Sus ojos estaban fijos en el lago, donde la luz de la luna se reflejaba con un brillo sereno.

"¿No puede pegar ojo?" preguntó nuestro protagonista, acercándose.

Joaco sonrió suavemente, sin apartar la mirada del agua. " A veces la nostalgia me gana, chico. Este paisaje nocturno y radiante que se dibuja ante tus ojos... era el favorito de mi esposa. Le encantaba cómo la luna parecía bailar sobre la superficie del lago. Estar aquí me trae paz, como si ella todavía estuviera aquí sentada conmigo."

Marco tomó asiento junto a él, sintiendo la tranquilidad del momento. "Debe haber sido una persona maravillosa."

"Lo era." dijo Joaco, con su voz teñida en melancolía. "Vivimos una vida llena de aventuras, pintando y bailando por el mundo. Ella aceptó la locura que era mi vida como pintor errante y me acompañó sin ponerme ni una mísera pega. Incluso en sus últimos días, mantenía esa chispa que la hacía ser tan especial para mí."

El silencio que siguió no fue incómodo, sino lleno de comprensión mutua. Finalmente, Joaco se puso de pie, dejando la taza sobre una mesa cercana. "Es tarde, hijo. Deberíamos volver a la cama. Sobretodo porque mañana será un día largo para vosotros."

Marco asintió y se levantó también. Sin embargo, justo cuando estaban a punto de entrar, la sombra que los observaba unas horas antes, emergió de entre los árboles con una velocidad aterradora. Antes de que nuestro protagonista pudiera reaccionar, al figura agarró a Joaco, arrastrándolo hacia el bosque.

"¡Joaco!" gritó, intentando correr tras ellos, pero la criatura era más rápida.

El alboroto despertó a los demás, que se levantaron de un salto, aún medio dormidos.

"¿Qué pasa?" preguntó Keipi, frotándose los ojos.

"¡Joaco acaba de ser secuestrado!" exclamó Marco, selañando hacia el bosque. "¡Una figura oscura lo arrastró hacia allí!"

Sin perder un instante, el grupo se vistió apresuradamente, recogiendo un par de linternas que habían visto en la cabaña del pintor. Con determinación, se adentraron en la oscuridad del bosque, siguiendo las marcas en el suelo que indicaban el rastro dejado por el anciano arrastrado entre las sombras.

Mientras avanzaban entre los árboles, Marco murmuró, con el corazón pesado: "Espero que esté bien..."


Continuará...