lunes, 9 de diciembre de 2024

Ch. 37 - Zafira

"Sí... Hijo... estoy muerta."

Ryan negó con la cabeza, su voz quebrándose. "¡No puede ser! ¡Sigues aquí, sigues hablando conmigo! ¡Entrenándome! ¡Te puedo tocar! ¡No eres un maldito fantasma, así que no digas mentiras de ese calibre! ¡¿Me oyes?!"

Las palabras de Zafira resonaron en la sala como un trueno apagado, dejando a todos los presentes en completo silencio.

"¿Cómo que muerta?" murmuró Marco, con una voz cargada en incredulidad. Dio un paso al frente, con sus puños apretados. "Eso no tiene sentido alguno, ¡Estás aquí frente a nosotros!"

La dragona desvió su mirada hacia nuestro protagonista, su semblante mezclaba melancolía y resignación. Con pasos firmes y elegantes, avanzó hacia el centro de la sala, como si su presencia quisiera abarcar a todos los presentes.

"Escuchadme bien," comenzó, mientras su voz adquiría lentamente un tono solemne. "Aunque mi cuerpo físico ya no exista, mi concencia persiste... sin embargo, está alcanzando su límite de tiempo."

"Dragona..." murmuró Lily, conteniendo las lágrimas.

"¿O sea... esto que vemos frente a nosotros es un espíritu?" preguntó Lesbiana, intentando procesar toda la información.

"No." respondió tajantemente con un tono amable. "Soy algo similar a una copia de seguridad que almacene en los datos de la Torre de Babel para manifestarla una vez hubiese fallecido mi cuerpo principal."

"No he entendido una mierda." se reía Keipi despreocupadamente, como era costumbre en él.

Ryan no podía apartar la vista de su madre, tenía lágrimas acumulándose en sus ojos tras escuchar aquella desgarradora noticia.

Zafira levantó la mano y, con un ligero movimiento, conjuró paneles de cristal flotantes que mostraban un cielo estrellado. "Desde hace años, ya era consciente de que el momento de mi fallecimiento estaba por venir. Mi tiempo, como el de cualquier ser que vive y respira, es finito. Y estaba dispuesta a desaparecer por completo junto a esta dimensión. Pero hubo algo que lo cambió todo."

Todos los presentes miraron a Ryan, quién lloraba de rodillas en el suelo.

"Su llegada a mi vida cambió por completo mis planes. En un principio, mi idea era criarlo hasta que fuera capaz de sobrevivir por sí solo... pero desarrollé sentimientos maternos por ese pequeño diablillo que le gustaba usar el acero para asustar a los ratones que habitaban en la torre. Por lo que tomé una gran decisión, usar la mitad de mi poder mágico para proyectar mi conciencia a la torre y que fuera lo suficiente como para mantenerlo por años. De esta manera, podría seguir viviendo de una manera más artificial y asi permitirme criar a mi hijo hasta encontrar a alguien digno de su compañía."

"Su llegada a mi vida cambió todo lo que alguna vez creí que estaba destinado a ser," comenzó Zafira, su voz teñida de nostalgia mientras una leve sonrisa se dibujaba en sus labios. "Al principio, mi intención era simple: cuidarlo hasta que fuera capaz de sobrevivir por sí mismo y luego dejarlo ir. Pero ese pequeño diablillo tenía una forma peculiar de meterse bajo mi piel y hacer aflorar mis instintos maternos."

Su mirada se desvió hacia un cristal cercano, donde apareció una imagen de un pequeño Ryan, riendo mientras agitaba una barra de acero para espantar a los roedores que correteaban por la torre.

"Le encantaba usar su magia de acero para asustar a los ratones," continuó con una ligera carcajada. "Decía que era un gran guerrero defendiendo su reino. Su inocencia, su risa... llenaron un vacío que ni siquiera sabía que tenía."

La dragona dejó que el silencio llenara el espacio por un momento, antes de volver a hablar, esta vez con un tono más serio. "Fue entonces cuando tomé esa decisión. Usar la mitad de mi poder mágico, no solo para prolongar la existencia de la torre, sino para proyectar mi conciencia dentro de ella, convirtiéndome en algo más... artificial. Una existencia incompleta, sí, pero suficiente para mantenerme presente."

Con un movimiento delicado, Zafira conjuró nuevas imágenes en los cristales: momentos en los que le enseñaba a Ryan a manejar una espada, noches en las que le leía cuentos hasta que se quedara dormido, y días enteros dedicados a reír juntos mientras exploraban los rincones de la torre.

"Lo hice para poder criarlo, para ver cómo crecía y enseñarle que, aunque nuestra vida estuviera confinada a estas paredes, siempre había algo por lo que luchar. Mi esperanza era que, algún día, encontrara a alguien digno de su compañía. Alguien que pudiera llevarlo más allá de estas paredes y mostrarle un mundo que yo ya no podía darle."

Sus ojos brillaron con un deje de tristeza y orgullo mientras las imágenes desaparecían lentamente, dejando solo su reflejo en el cristal. "Fue un sacrificio que volvería a hacer sin dudar, porque Ryan... él es mi mayor tesoro."

"Madre..." susurró Ryan, aguantando el dolor que carcomía su corazón.

"Sin embargo," continuó, con un leve temblor en su voz, "ese poder que le otorgué, no es eterno. Poco a poco se está agotando, y con ella también lo hará la torre... y este espacio dimensional."

Mientras hablaba, ligeras fisuras comenzaron a abrirse en las paredes. El sonido sutil de piedras resquebrajándose llenó el aire por unos segundos, y todos comenzaron a mirar a su alrededor con creciente preocupación.

"Zafira..." dijo Lily, con un tono que apenas era un ligero susurro.

La dragona miró hacia su hijo. "Ryan," dijo suavemente, con un amor infinito reflejado en su rostro. "Siempre supe que este día iba a llegar. Y lo que más quiero en este momento, es que sigas adelante incluso cuando yo ya no esté."

El joven apretaba los puños contra el frío suelo. "¡No, mamá! ¡No puedo perderte!"

Zafira avanzó hacia él, colocándole una mano sobre el hombro. "Hijo mío, esta torre no es tu mundo. El tuyo está allá fuera... y en él hay millones de cosas por conocer y millones de cosas hermosas que debes experimentar. Es por eso que... Marco." añadió, girándose hacia el joven emperador. "Te lo encomiendo. Por favor, saca a mi hijo de esta dimensión y llévalo contigo, enseñándole el significado de la palabra vivir."

"¡Espera, mamá! ¡Eso no!" replicó el joven, algo molesto.

Marco abrió la boca para responder ante tal noticia, pero antes de que pudiera articular la más mínima palabra, una fuerte presión mágica invadió el lugar poniendo a todos los presentes en alerta.

Zafira dirigió su mirada hacia la entrada del piso en el que se encontraban, notando que algo empezaba a perturbar la calma. "No estamos solos..." murmuró, mientras una gota de sudor se deslizaba por su piel. "Están aquí."

"Esta presencia... ¡Son ellos!" murmuró Maurice tomando una posición ofensiva.

En ese momento, una voz profunda y burlona resonó desde las sombras del pasillo cercano.

"¡Es hora de matar a ese niñato!"

Cih, el líder de los Cinco Caídos de Casiopea, salió del umbral entrando al piso, con una presencia amenazante. Los demás miembros del grupo lo seguían de cerca, con sus miradas de depredador fijas en Theo.

El caballero medieval, sin un atisbo de duda, materializó un mandoble en su mano derecha. Con un impulso que parecía desafiar las leyes de la física y de la gravedad, se lanzó hacia el pequeño, quien permanecía paralizado de miedo.

Sin embargo, antes de que el golpe pudiera alcanzar su objetivo, Keipi reaccionó como un relámpago. Pisó uno de los charcos que estaban cerca de él para teletransportarse a otro cercano al niño, materializándose justo a tiempo para interponerse entre el atacante y su presa.

Con un movimiento fluido, Priscilla cambió a su forma de katana, y el monje levantó la hoja con determinación. El choque fue ensordecedor, una onda de energía resonó en la sala, haciendo temblar las paredes y provocando que fragmentos de cristal cayeran del techo.

"¡No le vas a tocar ni un pelo!" gritó Keipi con una voz que parecía rugir desde lo más profundo de su alma. Sus músculos se tensaron mientras empujaba con todas sus fuerzas, logrando desviar el ataque y hacer retroceder al caballero.

Cih, sorprendido por la rápida intervención, dio un paso atrás, evaluando al monje con una mirada fría y calculadora. "Interesante..." murmuró, ajustando el agarre en su mandoble.

Theo, todavía temblando, miró a Keipi con ojos llenos de agradecimiento y asombro. "K-Keipi..." susurró, apenas capaz de pronunciar las palabras.

"Tranquilo," dijo Keipi sin apartar la vista de su adversario, levantando ligeramente su katana. "Mientras yo esté aquí, no dejaré que nadie te haga daño."

"¡QUE SE DESATE EL CAOS!" Gritó el líder de los Cinco Caídos.

La batalla dio comienzo en un abrir y cerrar de ojos. Ruchbah lanzó una serie de pétalos afilados hacia Ashley, quién las esquivó saltando frenéticamente entre las columnas de la sala.

Caph y Schedar juntaron sus manos y coordinaron sus magias para hacer aparecer un cañón de energía mágica del suelo, que disparó un poderoso rayo láser hacia los ladrones LGBT. Por suerte, los cuatro saltaron a tiempo para evitar el golpe.

Segin desplegó sus alas y se mantuvo en una posición estratégica, observando con astucia mientras buscaba el momento perfecto par atacar.

"¡Chicos! ¡Lo importante es proteger a Theo!" exclamó Marco, envolviendo sus puños en fuego.

Zafira miraba a su alrededor con evidente confusión, sus ojos cristalinos reflejaban la creciente tensión en la sala. La torre, su hogar y legado, comenzaba a fracturarse tanto física como mágicamente, y los minutos que le quedaban parecían evaporarse con cada segundo perdido enfrentando a estos invasores. La gravedad de la situación pesaba sobre ella como nunca antes, mientras su mente buscaba desesperadamente una solución para proteger a quienes aún dependían de su guía.

A pocos pasos, su hijo Ryan permanecía inmóvil, completamente ajeno a la cruenta batalla que se desarrollaba frente a él. La noticia de la inminente desaparición de su madre y la torre parecía haberle robado toda su energía, dejándolo atrapado en un torbellino de impotencia y negación.

La dragona, consciente de su estado, contenía el dolor en su corazón; pero sabía que debía actuar rápido, pues no podían permitirse el lujo de más distracciones. "Esto no puede continuar así..." murmuró, antes de alzar ambas manos hacia el techo.

Un destello de luz cristalina envolvió a todos los presentes. Fragmentos de cristal comenzaron a rodearlos, formando patrones complejos que giraban como engranajes mágicos.

"¡Lo siento chicos!" exclamó, con una voz que resonó con autoridad. "Pero para evitar grandes daños, lo mejor es separaros para protegeros y otorgaros una nueva oportunidad para sobrevivir."

En un instante, cada miembro del grupo fue envuelto por un destello de luz y desaparecieron de la sala, siendo transportados a diferentes pisos de la torre. Sin embargo, cuando el hechizo finalizó, la dragona cayó de rodillas, empezando a respirar con dificultad.

Ashley y Keipi, que aún permanecían en la sala, intercambiaron miradas confusas.

"¿Qué ha sido eso?" preguntó Ashley, buscando a sus compañeros con la mirada.

"No tengo ni idea... Pero juraría que Theo estaba detrás de mí hace unos segundos..." añadió Keipi, sosteniendo firmemente a Priscilla entre sus manos.

Al escuchar esas voces, Zafira alzó la mirada con un rostro marcado por el agotamiento. "Mierda..." dijo con una voz débil. "Parece ser... que he sobrestimado la cantidad de energía mágica que me quedaba en la reserva de Babel... No pude enviaros a todos... y lo que es peor, al usar este conjuro he reducido mi tiempo de vida..."

Keipi se arrodilló junto a ella, bastante preocupado, pero manteniendo la calma. "¿Cuánto tiempo nos queda?"

"Aproximadamente... una hora." respondió la dragona con un tono sombrió. "Tal vez más... Tal vez menos... Es algo que no puedo calcular al no ser un cuerpo perfecto... Pero lo importante ahora es que derrotéis a esos intrusos y salgáis de aquí con vuestros amigos y con mi hijo... Tenéis que aseguraros de salir de aquí con vida."

Ambos intercambiaron miradas y asintieron, su determinación estaba reflejada en sus rostros.

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Octavo piso de la Torre de Babel.

Aquel lugar era como un vasto desierto de cristal, donde el suelo brillaba como un espejo que reflejaba un cielo oscuro y estrellado, a pesar de estar bajo techo. Pilares irregulares de cuarzo se elevaban hacia las alturas, proyectando destellos iridiscentes al más leve movimiento.

Ryan caminaba solo, su mente estaba completamente confundida y sus emociones rugían a flor de piel. Las palabras que acababa de pronunciar su madre, todavía resonaban en su cabeza, y para colmo había sido forzado a alejarse de ella en esos últimos momentos.

"Madre... Ya voy... Aguanta." susurró con los puños apretados.

De repente, una sombra se movió frente a él. Alzó la vista y vio a Segin, el hombre bestia con ojos de depredador que le dispara una esfera de humo desde su pico.

Ryan da un saltó hacia atrás para esquivarla y lo mira desafiante.

"Anda, pero si hay un ratoncito perdido," dijo Segin, encendiendo un puro mientras le observaba con una mirada amenazante.

"No estoy para juegos ahora, pájaro fumeta." dijo, con la voz firme adoptando una postura defensiva. "Si vienes a por mí, te vas a arrepentir."

Continuará...