lunes, 16 de diciembre de 2024

Ch. 42 - La despedida

Sexto piso.

Con su nueva y poderosa armadura activada, Cih extendió sus alas de espadas, que giraban como si fueran sierras dispuestas a destruir todo a su paso. Sin previo aviso, se lanzó hacia nuestro protagonista, quien apenas tuvo tiempo de impulsarse hacia una roca flotante cercana con una explosión ígnea en sus talones.

"¡Huye todo lo que quieras, chaval! ¡No hay escapatoria!" gritó Cih, haciendo un movimiento amplio con sus alas. Las espadas de las extremidades traseras cortaron el aire con un sonido agudo, desintegrando una roca en mil pedazos y provocando una lluvia de escombros incandescentes.

Marco usó las plataformas flotantes para ganar altura, impulsándose con fuego de roca en roca. Desde su posición, condensó una esfera de llamas más grande que las anteriores y la lanzó directamente hacia su oponente, quien apenas esquivó el ataque girando en el aire. La bola impactó contra el río de lava, provocando una explosión que lanzó ondas ardientes en todas direcciones.

"¡Buen intento!" rugió Cih mientras alzaba una de sus manos, invocando una lanza. Con un movimiento rápido, la arrojó hacia Marco, quien logra esquivarla inclinándose hacia un lado.

El líder de los caídos, bate de nuevo sus alas con fuerza. Las cuchillas giratorias de estas cortaron el aire y generaron un torbellino de viento afilado que arrasó con las plataformas cercanas, obligando de nuevo a nuestro protagonista a retroceder vertiginosamente para no ser alcanzado.

Pero él estaba preparado para aprovechar el caos a su favor. Mientras esquivaba, concentró parte de su energía mágica en la planta de sus pies, y con un salto propulsado con llamas, aterrizó en un saliente del borde del río de lava. Levantó ambas manos y generó una ráfaga de esferas ígneas, disparándolas en una rápida sucesión hacia su contrincante. Las explosiones iluminaron el lugar, pero Cih logró bloquear la mayoría con las espadas que conformaban sus alas.

"¡Con esta armadura, soy invencible! ¡El niñato morirá hoy!" gritó el líder de los Caídos haciendo un amplio movimiento con sus alas, que disparó una ráfaga de afiladas cuchillas hacia la plataforma donde se encontraba nuestro protagonista.

Marco, con una mezcla de adrenalina y determinación, comenzó a esquivar los proyectiles con agilidad. Realizó volteretas hacia atrás, impulsándose con el fuego de sus talones mientras las cuchillas impactaban contra las rocas cercanas, desintegrándolas en una lluvia de escombros ardientes. A pesar de la presión, mantenía la concentración, analizando cada movimiento de su enemigo.

Aprovechando un breve respiro en la ráfaga de ataques, nuestro protagonista se inclinó hacia el río de lava que fluía detrás suya. Introdujo ambas manos en el magma incandescente, dejando que el calor extremo se fusionara con su propia energía mágica. Sus llamas se intensificaron, rugiendo con un brillo cegador mientras el magma goteaba de sus puños como si fueran brasas líquidas.

"¡Vamos a ver si puedes con esto!" exclamó, lanzando un grito de guerra.

Con un movimiento rápido, disparó varios chorros de magma que surcaron el aire como meteoros. Las explosiones que generaron al impactar contra el suelo hicieron tambalear las plataformas flotantes, y obligaron a Cih a retroceder. El líder de los Caídos danzó con habilidad entre los ataques, usando sus alas para desviar parte de la ofensiva.

Al esquivar el último ataque ígneo de nuestro protagonista, Cih invoca con un movimiento amplio de su mano un nuevo par de mandobles. Estos brillaban con un resplandor sombrío, como si estuvieran imbuidas con una energía oscura.

Y sin más dilación y con una velocidad impresionante, se lanzó al ataque, dejando tras de sí una estela de chispas y calor. Sus mandobles se cruzaron en el aire, buscando aplastar a Marco con un golpe devastador.

Nuestro protagonista se cubrió con la ardiente lava y no dudó en saltar hacia su contrincante. Ambos chocaron en el aire. El impacto fue tan brutal que generó una onda expansiva que barrió el suelo, haciendo que las rocas cercanas se tambalearan. Marco lanzó un gancho ardiente hacia el torso de Cih, pero este lo bloqueó con el filo de su mandoble, desviando las llamas hacia un lado.

"¡No estás nada mal, chico!" admitió Cih, retrocediendo unos metros mientras sus alas seguían girando con un sonido ensordecedor. 

Marco, lejos de intimidarse, utilizó el entorno a su favor. Sumergió brevemente sus manos en la lava cercana, dejando que las llamas se intensificaran aún más. Su cuerpo parecía irradiar una energía abrasadora mientras avanzaba hacia Cih con una confianza renovada.

"¡No puedes detenerme!" rugió el líder de los Caídos, lanzándose hacia Marco con un ataque final.

"¡Ya veremos!" respondió Marco, canalizando toda su energía en un último movimiento. Las llamas a su alrededor tomaron la forma de un gigantesco fénix, que rugió con un sonido ensordecedor mientras se lanzaba hacia el enemigo.

El fénix impactó contra Cih, derritiendo su armadura y lanzándolo contra el suelo con una fuerza devastadora. El estruendo reverberó por todo el piso, dejando tras de sí un silencio sepulcral.

Mientras el cuerpo del enemigo caía pesadamente al suelo, su mente se llenó de destellos de un pasado distante, un fragmento olvidado de lo que alguna vez fue su vida. La imagen de unos niños descalzos, famélicos y sucios, se materializó en sus pensamientos, corriendo por las calles de una ciudad decadente en Longerville. Él era uno de ellos, un huérfano más en un mundo que solo conocía la crueldad.

Los cinco Caídos, como ahora se les conocía, no eran más que sobrevivientes de una infancia marcada por la miseria y la indiferencia de los poderosos. Criados en las sombras de una sociedad podrida, habían sido testigos de la riqueza que nunca les pertenecería. Hartos de vivir bajo las botas de los ricos, decidieron forjar su propio destino a través del caos, abrazando el mal y convirtiéndose en un grupo de mercenarios que sembró temor y respeto en el bajo mundo.

Su renombre no tardó en alcanzar los oídos más poderosos, incluyendo a Averno, un guerrero legendario involucrado en la caída del emperador Baltasar. Fue este quien les ofreció una oportunidad que parecía un sueño: una nueva vida de lujo y propósito. Los convirtió en su unidad personal, les dio poder y estatus, y les prometió un futuro más brillante si seguían sus órdenes. Pero las promesas tenían un precio, y las sombras del pasado nunca se alejaron del todo. Sus trabajos, aunque aparentemente honorables, estaban impregnados de oscuridad y sangre.

"Yo os fallé... como líder," pensó Cih, mientras un último atisbo de remordimiento cruzaba su mente.

En ese momento, no vio a un guerrero implacable, sino a un niño asustado que solo quería un lugar al que pertenecer. Sus ojos se cerraron lentamente, y con un suspiro final, cayó derrotado, dejando tras de sí un legado tan marcado por la tragedia como por sus propios pecados.

Batalla en el sexto piso.

Marco vs Cih.

Ganador: Marco.

Nuestro protagonista, jadeando por el cansancio, se acercó al cuerpo inmóvil de su contrincante. El líder de los Caídos estaba completamente inconsciente y había perdido su imponente armadura.

Ryan sonrió desde la distancia, cruzándose de brazos. "Parece... que ese chaval con cara de despistado... si que es digno de portar el título de emperador." comentó, con un tono que mezclaba aprobación y una ligera admiración.

"¡Pues claro que lo es!" exclamó Theo, corriendo hacia nuestro protagonista y abrazándolo con fuerza. "¡Es que es el mejor emperador del mundo!"

"Eso intento." esbozó una sonrisa cansada, pero satisfecha.

Marco y Ryan intercambiaron una mirada cargada de determinación. Ambos estaban agotados, con las heridas de sus respectivos combates aún visibles en sus cuerpos, pero un destello de alivio brillaba en sus ojos.

El hijo de la dragona extendió su mano hacia nuestro protagonista con una sonrisa franca. "Buen trabajo, emperador," dijo con un tono de camaradería.

Marco estrechó su mano con fuerza, devolviéndole el gesto con una sonrisa cálida. "Lo mismo digo, gracias por cubrirme las espaldas y proteger a Theo. Me alegra tenerte de nuestro lado."

Y entonces...

El suelo bajo sus pies vibró con una intensidad que les hizo tambalearse. El rugido de la estructura derrumbándose se extendió como un trueno ominoso. La Torre de Babel estaba en sus últimos momentos, y cada segundo contaba.

De repente, la voz de Zafira resonó por todo el edificio, amplificada gracias a su magia. "Los cinco oponentes que invadieron mi hogar fueron completamente derrotados, ahora reuníos lo más rápido que podáis en la segunda planta. ¡No queda  mucho tiempo!"

"¿Los cinco fueron derrotados?" se sorprendió Ryan, arqueando una ceja mientras seguía corriendo al lado de Marco. "¿Tan fuertes eráis en ese grupito de gente rarita?"

Marco soltó una risa ligera, a pesar del cansancio que sentía. "Te sorprendería lo que puede lograr un grupo de gente rarita cuando no tiene otra opción."

Comenzaron a correr juntos hacia las escaleras, esquivando los escombros que caían del techo y sorteando las grietas que se abrían bajo sus pies. Durante ese trayecto, el vínculo entre ellos parecía fortalecerse.

"¿Sabes?" comentó Ryan, jadeando mientras mantenía el ritmo de Marco. "Cuando escuché que tú eras el nuevo emperador, pensé que sería uno más de esos pomposos e inútiles. Pero me equivoqué... he visto en ti algo diferente."

Marco, sin dejar de correr, lo miró de reojo. "¿Ah, sí? ¿Y qué has visto?"

Ryan sonrió con una chispa de orgullo. "A alguien que de verdad lucha por los demás. No solo por deber, sino porque realmente le importa.Y eso es algo que respeto de todo corazón."

Nuestro protagonista rió entre dientes. "Y yo pensé que tú eras un chaval arrogante que iba de sobrado por la vida." Hizo una pausa para saltar un bloque de piedra que se desprendió frente a ellos. "Pero ahora sé que eres un guerrero de verdad, alguien en quien puedo confiar. Y no me importaría contar contigo en mis futuras aventuras."

El hijo de la dragona asintió, respirando con dificultad por el esfuerzo. "Cuando salgamos de esta," añadió, mirando hacia adelante, "no me importaría hacer caso a mi madre e irme de viaje contigo. Quizá podamos hacer un buen equipo todos juntos."

Marco le devolvió una sonrisa confiada. "Eso suena bien. Pero primero, tenemos que salir de aquí vivos."

Ambos rieron ligeramente, y con renovadas fuerzas, continuaron descendiendo las escaleras.

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Segundo Piso.

Cuando el grupo de nuestro protagonista llegó, vieron que los demás ya estaban allí. Keipi y Ashley sostenían a Maurice y Lana, que aún estaban débiles por sus heridas. Los LGBT habían ayudado a Cecily, todavía agotada tras su intensa batalla, a recostarse junto a un pilar. Lily revoloteaba inquieta, intentando animar a todos con pequeñas palabras de aliento.

En el centro de la sala, la figura de Zafira era un espectáculo desolador. La mitad inferior de su cuerpo había desaparecido, convertida en fragmentos cristalinos que se desparramaban por el suelo como lágrimas congeladas. Su piel, antes resplandeciente y poderosa, ahora brillaba con un turquesa apagado, y cada vez más grietas cubrían su forma.

"Madre..." murmuró Ryan al verla, sintiendo cómo su pecho se encogía. Se acercó rápidamente, arrodillándose frente a ella.

"Ryan," susurró Zafira con una voz tenue, pero cargada de amor. Su mirada era cálida, aunque el brillo de la vida se desvanecía rápidamente. "Hijo mío... por fin puedo verte una vez más."

Ryan apretó los puños, con sus ojos humedeciéndose. "No hables como si fuera una despedida. ¡Todavía puedes salir con nosotros! Solo necesitamos un poco más de tiempo."

Zafira negó suavemente con la cabeza, sus lágrimas caían y se cristalizaban antes de tocar el suelo. "No, hijo. Mi tiempo se acabó hace mucho y esta prórroga está llegando a su final. Este cuerpo ya no puede sostenerse. Pero no te preocupes... estoy en paz. Porque te he visto crecer y convertirte en alguien fuerte."

Ryan bajó la cabeza, incapaz de contener las lágrimas. "Pero todavía necesito que estés aquí... Necesito más tiempo contigo. Eres mi madre..."

Zafira levantó una mano temblorosa y la colocó sobre la mejilla de su hijo, acariciándolo con ternura. "Siempre estaré contigo, Ryan. En tus recuerdos, en tu corazón... Y en todo lo que te he enseñado. Mientras siga viva en tu mente, yo nunca moriré."

El techo comenzó a crujir, y la vibración del derrumbe se hizo más intensa. Quedaban tan solo dos minutos.

Zafira miró a los demás con una sonrisa debilitada. "Chicos, habéis luchado increíblemente bien. Estoy orgullosa de todos vosotros. Pero ahora... debéis iros. Este lugar está a punto de desaparecer, y con él, yo también."

Lily, con los ojos llenos de emoción, asintió. "Lo prometemos, Zafira. Saldremos de aquí todos, juntos."

Keipi miró al usuario de acero y luego a la dragona, su expresión era seria pero estaba cargada de respeto. "Te lo debemos, dragona. Nosotros cuidaremos de tu hijo."

Zafira asintió, volviendo a mirar a Ryan. "Hijo mío, quiero que recuerdes esto. Tienes un corazón fuerte y un alma valiente. Nunca permitas que el odio o la venganza te consuman. Vive con honor, y siempre lucha por lo que es justo."

Ryan, con lágrimas corriendo por su rostro, tomó la mano de su madre y la apretó contra su pecho. "Te prometo que lo haré... Madre, te prometo que no te defraudaré. Te quiero."

"Yo también... te quiero." 

Con un último suspiro, Zafira cerró los ojos, y una paz solemne se reflejó en su rostro mientras su cuerpo comenzaba a desintegrarse lentamente. Pequeños y brillantes fragmentos de cristal emergieron de ella, flotando en el aire como diminutas estrellas. Aquellas partículas luminosas rodearon a cada uno de los presentes, iluminando la habitación con una melancólica belleza.

Ryan, de rodillas junto al lugar donde había estado su madre, extendió una mano hacia los fragmentos, intentando detener lo inevitable, pero no pudo alcanzar ninguno. "¡No... madre, por favor... no te vayas todavía!" gritó con desesperación, mientras sus lágrimas caían al suelo.

Los fragmentos comenzaron a girar con una fuerza creciente, formando un remolino de luz mágica que los envolvió a todos. En un instante, todo el grupo desapareció del interior de la Torre de Babel, llevados fuera de la dimensión colapsante.

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Montañas de Heracles.

El cielo gris descargaba una fría y constante lluvia sobre el terreno rocoso. El grupo apareció sobre una planicie en la cima de la montaña, pero no hubo alivio ni palabras de celebración por haber escapado con vida. En sus rostros se dibujaba una tristeza ineludible, el peso de la pérdida era palpable en el ambiente.

Cecily apretaba los puños, mirando hacia el suelo con una expresión de rabia contenida. Lesbiana mantenía una barrera tenue sobre el grupo para protegerlos de la lluvia, aunque su rostro reflejaba una profunda melancolía. Keipi y Ashley intercambiaron miradas, pero ninguno pudo encontrar algo que decir. La pérdida de la dragona había dejado un vacío que resonaba en el silencio de todos.

Ryan estaba arrodillado sobre el suelo mojado, su cuerpo temblaba mientras lágrimas incontenibles caían de sus mejillas. Sus puños golpeaban la tierra una y otra vez, cada golpe acompañado por un grito desgarrador que rompía el silencio. "¡No! ¡No! ¡No puede ser! ¡No puedes dejarme así! ¡MADRE!" exclamó con desesperación, y su voz llena de impotencia.

Theo, de pie a unos pasos, también tenía lágrimas en los ojos. Aunque no conocía a Zafira tanto como Ryan, el dolor de su nuevo amigo le calaba profundamente.

Marco apretó los dientes mientras observaba la escena. Dio un paso hacia Ryan, pero se detuvo, sin saber qué hacer ni qué palabras podrían aliviar el dolor que sentía. "Zafira..." pensó, cerrando los ojos con un nudo en el pecho. 

El sonido de la lluvia y los gritos de Ryan se mezclaron con el retumbar lejano de un trueno. Nadie habló. Nadie intentó consolar al joven, porque sabían que, en ese momento, ninguna palabra sería suficiente.

Continuará...

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