"A mi queridísimo hijo, Ryan..."
Las palabras resonaban en un papel brillante, escrito con una caligrafía pulcra y elegante, impregnada de amor y esperanza. Zafira había dejado su mensaje más importante, uno que jamás pudo decir en vida. La carta comenzaba recordando el día en que lo encontró, pequeño, indefenso, perdido en el frío del mundo, y cómo desde ese momento supo que su destino era protegerlo con todo su ser.
"Siempre me sentí agradecida por haberte tenido. Aunque no comparta tu sangre ni comparta tu especie, te he amado como si fueras parte de mi esencia. Tus pasos, tus decisiones, tus aciertos y errores, todo ha sido motivo de orgullo para mí. Nunca dudes de tu valía, ni de lo mucho que puedes lograr cuando crees en ti mismo. Eres más fuerte de lo que imaginas."
Hacia el final de la carta, las palabras se volvían más firmes, casi como un juramento.
"Mi tiempo ha llegado a su fin, pero tú todavía tienes mucho por hacer. No dejes que mi muerte sea el fin de tu vida, conviértelo en el comienzo de un nuevo camino. Vive con honor, lucha con valentía y jamás pierdas el brillo de tu humanidad. Te dejo mi última enseñanza: ser de cristal es fácil; brillar y romperse... pero ser acero, eso requiere un alma templada por el fuego."
"Con todo mi amor: de cristal, para acero."
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Montañas de Heracles.
El sol se alzaba lentamente sobre la cima, sus rayos se filtraban entre las nubes grises que habían descargado lluvia la noche anterior. El campamento que habían improvisado estaba en calma. Una hoguera casi extinguida humeaba suavemente, mientras el grupo de supervivientes de la Torre de Babel comenzaban a despertar.
Marco bostezaba, acomodándose junto a Theo, quien aún dormía con una expresión serena. Keipi y Ashley compartían un desayuno ligero con Lana y Maurice gracias a las provisiones que tenían guardadas, mientras los ladrones LGBT, descansando bajo una lona improvisada, conversaban entre susurros.
Ryan, por su parte, estaba de pie en el borde del campamento, mirando al horizonte con los fragmentos de la carta de Zafira apretados en sus manos. Aquel mensaje se lo entregó un par de semanas atrás y le pidió de todo corazón que lo abriera el día en el que ella ya no estuviera a su lado.
"¿Estás bien?" preguntó Marco, acercándose con cautela, con la cabellera despeinada.
Ryan guardó los fragmentos en su bolsillo y asintió. "Sí... Y creo que he tomado una decisión sobre lo que hablamos el día de ayer."
El hijo de la dragona se giró hacia todos, respirando profundamente antes de hablar. Su voz resonó con una mezcla de firmeza y vulnerabilidad, como si cada palabra estuviera cuidadosamente escogida.
"Chicos," comenzó, con un tono más humilde de lo habitual, "antes que nada, quiero disculparme por mi comportamiento con vosotros el día de ayer en la segunda planta. Sé que fui hostil, y no os traté como merecíais. La verdad es que el deseo de proteger a mi madre me cegó. Estaba tan obsesionado con asegurarme de que erais dignos de presentaros ante ella que no me detuve a valorar quiénes sois realmente. Pero con vuestras acciones y vuestro apoyo, me demostrasteis que sois mucho más de lo que pensaba... sois gente en la que se puede confiar, y eso significa mucho para mí."
Hizo una breve pausa, sus ojos recorrieron los rostros de todos: Marco, Lily, Keipi, Ashley, y los demás. Cada mirada parecía un agradecimiento silencioso.
"Y es por eso," continuó, enderezándose y alzando la voz con determinación, "que he decidido unirme a vosotros. Sé que mi madre siempre quiso que construyera mi propio camino, y finalmente lo he entendido. Este es mi momento para hacerlo. Quiero ser parte de algo más grande, luchar por un mundo mejor. Uno en el que ella pueda descansar en paz, sabiendo que su hijo hizo lo correcto."
El grupo permaneció en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Marco fue el primero en romper el hielo, esbozando una sonrisa cálida.
"Ryan, no tienes nada que disculparte," dijo, dando un paso al frente y colocando una mano en su hombro. "Tu madre siempre estará orgullosa de ti... y nosotros también lo estaremos. Bienvenido a la aventura."
Keipi, cruzando los brazos con una sonrisa despreocupada, añadió: "Bueno, pues el hijo de una dragona de cristal está dentro. Supongo que ahora sí somos oficialmente un grupo de lo más peculiar."
Ashley rió suavemente. "¿Quién necesita normalidad cuando tienes a gente como esta? Vamos a demostrarle al mundo de lo que somos capaces."
Ryan, por primera vez desde que todo comenzó, dejó escapar una ligera risa. Era una señal de que estaba encontrando su lugar entre ellos. Pero antes de que pudiera responder, un brillo intenso comenzó a rodear a Lily.
"¡¿Otra vez la cosa esa?!" exclamó Ashley, retrocediendo con una expresión de incredulidad.
Lily miró a su alrededor, sorprendida, mientras tres manos mágicas de energía se manifestaban a su alrededor. Se movieron rápidamente hacia Ryan, colocándose detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un calor en su espalda.
"¿Qué está pasando?" preguntó Ryan, girando la cabeza para intentar mirar.
"Es la marca," explicó Marco con una sonrisa. "Te están dando la pluma. Lo que te convierte oficialmente en un Paladín del emperador."
Cuando las manos se desvanecieron, Ryan tocó el lugar donde había sentido el calor. Su expresión era de asombro, mezclado con una pequeña sonrisa de orgullo.
"Entonces... Kokakuri nos mandó a este lugar para encontrarnos con Ryan... ¡Qué guay!" comentó Lily emocionada.
De vuelta en el campamento improvisado, los protagonistas comenzaron a discutir su próximo destino. Con Ryan en el grupo y la torre destruida, era hora de mirar hacia adelante. Pero antes de que pudieran tomar una decisión, Theo, Lana y Maurice se arrodillaron frente a ellos.
"¿Qué os pasa?" preguntó Lily, revoloteando alrededor de la cabeza de nuestro protagonista.
"Por favor..." comenzó Maurice, inclinando la cabeza. "Ayudadnos a rescatar Longerville, este nuestro país. Marco, tú eres el emperador, por lo que creemos... que eres el único capaz de hacerlo."
El grupo quedó en silencio, atónito por la súplica inesperada que habían escuchado. Ryan frunció el ceño y cruzó los brazos, inclinándose ligeramente hacia Theo con expresión inquisitiva. "¿Longerville? ¿Qué se supone que le está pasando al país?" preguntó, con un tono que dejaba entrever tanto curiosidad como desconfianza.
Theo tragó saliva, sus manos temblaban ligeramente, pero logró alzar la mirada para enfrentar a los presentes con determinación. "Es hora de que os diga la verdad. El motivo por el que ese grupo de mercenarios iba tras de mí... y la verdadera razón por la que necesito vuestra ayuda," comenzó, con una pausa cargada de tensión. "Es porque yo... yo soy el príncipe de Longerville."
El campamento quedó en completo silencio, como si el tiempo se hubiese congelado en aquel momento. Todos se miraron entre sí, asimilando la revelación con expresiones de asombro, incredulidad y curiosidad. Incluso Lily, que solía ser la primera en hablar, quedó muda mientras flotaba cerca de la cabeza de Theo con los ojos muy abiertos.
Continuará...
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