miércoles, 18 de diciembre de 2024

Ch. 44 - La monarquía de Longerville

Montañas de Heracles.

Nuestros protagonistas cogieron asiento en aquel campamento improvisado que habían montado el día anterior. Frente a ellos, Theo estaba sentado con la espalda recta y los puños apretados sobre sus rodillas, alzando levemente su mirada.  

Tras las intensas batallas en la Torre de Babel, había llegado el momento de contar su historia y su verdad, de compartir el peso que estaba llevando consido durante todo este tiempo.

Hace unos años, Longerville aún era uno de los países más pobres de Pythiria pero en aquel entonces era un reino más próspero y justo. Bajo la jurisdicción del rey Matheus y la reina Elyra, el país disfrutaba de una estabilidad que otros pocos podían igualar.

La reina, conocida por su sabiduría y bondad, era amada tanto por la nobleza como por los ciudadanos de la capital, Eumerastral. Mientras que el rey, aunque estricto, siempre gobernó con un fuerte sentido del deber. Y juntos, criaron a sus dos hijos, Cynthia y Theo, en un ambiente lleno de amor y lealtad hacia el prójimo.

Sin embargo, la felicidad es efímera. La enfermedad se llevó a la reina Elyra, sumiendo al reino en un profundo y doloroso luto en su honor. Su partida dejó un vacío no sólo en el corazón de los miembros de su familia, sino también en todos los ciudadanos de Longerville.

La muerte de Elyra marcó el inicio de una serie de desgracias sin fin para el país. Con el dolor como constante acompañante, Matheus comenzó a mostrar signos de debilidad, una vulnerabilidad que acabaría siendo aprovechada en el futuro.

En medio de esta tragedia familiar, el contextó político del imperio cambió drásticamente. Gaspar, un nuevo y ambicioso emperador, ascendió al poder tras la misteriosa muerte de Baltasar. Y bajo su mandato, los impuestos aumentaron de manera considerable, llegando a asfixiar a todos esos reinos más paupérrimos del planeta, como era el caso de Longerville.

La economía del país, ya debilitada por la pérdida de su reina, comenzó a colapsar lentamente. Las deudas se acumulaban, los lazos con otros otros países se debilitaban, y Matheus, desesperado por encontrar una solución, cometió el error que cambiaría para siempre el destino de su país.

En un intento por recuperar la estabilidad, el rey declaró la guerra al reino vecino de Furthania, conocido por las valiosas minas de oro situadas en la frontera. Matheus creyó que, si lograba reclamar esas minas, podría saldar parte de las deudas y devolverle la prosperidad a Longerville. Pero, aquel encuentro bélico no fue lo que esperaba. Su ejército estaba desmoralizado y mal equipado, sufrían derrota tras derrota, y las bajas se acumulaban a un ritmo alarmante.

Con la victoria cada vez más distante, Matheus no tuvo más remedio que recurrir al gobieron imperial en busca de ayuda. Y la respuesta llegó rápido, pero con un alto precio.

El imperio les envió a cinco miembros de su ejército personal, liderador por un hombre llamado Averno. Este guerrero, con su cabello de color blanco como la nieve, un rostro frío como el mármol y una voz profunda que imponía tanto respeto como temor, pronto demostraría ser una figura clave para el destino del país.

Bajo su mando, él y sus cuatro compañeros lograron revertir el curso de la guerra por las minas de oro. Y en apenas unos días, Furthania fue completamente derrotada, y las minas de oro quedaron en manos de Longerville.

Esta victoria llegó con condiciones. El 60% de los beneficios extraídos de las minas debían ser entregados al imperio, y para asegurarse de que se cumpliera este acuerdo, Averno y su grupo decidieron quedarse en el país, comenzando a vivir en el castillo de la familia real.

Fue entonces cuando la verdadera pesadilla comenzó. Matheus, agotado por la guerra y el peso de sus errores, se acabó volviendo una sombra de sí mismo. Averno, viendo la debilidad del rey, comenzó a manipularlo de manera sistemática. Con palabras envenenadas y juegos mentales, erosionó su voluntad hasta convertirlo en un mero títere.

Mientras tanto, el pueblo sufría bajo el yugo de los nuevos impuestos y la explotación de las minas de oro. Cynthia, al ver el deterioro de su padre y el sufrimiento de su gente, decidió tomar cartas en el asunto. Junto con su hermano pequeño, Theo, intentó razonar con su padre, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.

Matheus, completamente sometido a la voluntad de Averno, declaró a sus propios hijos como traidores. En un acto desesperado, Cynthia ayudó a Theo a escapar del castillo con la ayuda de sus dos leales servidores, Maurice y Lana.

Mientras ellos huían, Cynthia hizo de señuelo y se dejó capturar por los guardias, siendo enviada a la prisión subterránea del castillo, un lugar del que nadie había escapado con vida. Desde entonces, Theo y sus guardas habían vagado por el reino, perseguidos incansablemente por los Caídos, la guardia personal de Averno.

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De vuelta al campamento.

Theo terminó su relato con lágrimas en los ojos. Maurice, con el rostro endurecido, tomó la palabra.

"El rey Matheus ya no es más que una cáscara vacía. Por lo que si queremos volver a tomar el control del país que tanto amamos, debemos derrotar a Averno y a sus cuatro compañeros."

Lana asintió con firmeza. "Y para ello, necesitamos liberar a la princesa Cynthia de la prisión. Ella es nuestra única esperanza de restaurar el orden."

Theo se secó las lágrimas con su camiseta y, con voz temblorosa, suplicó: "Por favor, ayudadme. No puedo hacerlo solo."

Marco se acercó al príncipe y colocó suavemente una mano sobre su cabeza, sonriendo con calidez.

"Chicos... siento tener que deciros esto, pero como emperador... voy a ser un poco egoísta. Y lo mejor será que ayudemos a este pobre niño a recuperar su país, ¿No?"

Keipi sonrió despreocupadamente. "Pues... me parece una idea maravillosa."

"Tú ya sabes lo que me encanta vivir aventuras, así que, cuenta conmigo." exclamó Ashley, alzando un puño con entusiasmo.

"Somos tus paladines, ¿No? Entonces aceptaremos tus decisiones, jefazo." dijo Ryan con una sonrisa burlona.

"¡Eso, eso! ¡Solo haz lo que un verdadero emperador haría!" agregó Lily, emocionada.

Theo no pudo contener las lágrimas de felicidad. Se levantó y abrazó a nuestro protagonista con fuerza. "Gracias... Gracias a todos."

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Eumerastral, Castillo de la familia Real.

En el despacho, Averno observaba el horizonte desde la ventana, con el ceño fruncido mientras intentaba comunicarse con sus mercenarios.

"Parece que he perdido la conexión con ellos... Me pregunto qué habrá pasado. Cih solía enviarme informes dos veces al día, y llevo demasiado tiempo sin recibir ninguno."

Con un gesto cansado, se dejó caer en su asiento.

"Zubabsabsab Skasalooo." comentó un peculiar hombre con todo su cuerpo envuelto en correas, incluso la boca, lo que hacía que sus palabras fueran ininteligibles. Su nombre era Xerxes, uno de los cinco soldados del imperio.

"Dice que seguramente han sido derrotados." tradujo una joven encapuchada, cuyos dientes afilados como los de un tiburón le daban una apariencia salvaje. A su lado reposaba una gigantesca espada, tan alta como ella. Se llamaba Angemika, otra de los soldados.

"Por favor, qué tontería." replicó una mujer de cabello violeta recogido en un moño con forma de lazo, que fumaba despreocupadamente de una pipa. Un parche negro cubría uno de sus ojos, lo que acentuaba su aire seductor. Su nombre es Madame Titties, debido al tamaño de sus pechos. "Es imposible que esos guardias de poca monta hayan derrotado a Cih y su unidad."

"Eso, si es que se enfrentaron a ellos y no recibieron ayuda externa." añadió un elfo de cabello castaño y tez oscura, cuyo porte elegante solo rivalizaba con su mente analítica. Su nombre era Alphabeto.

Averno se acomodó en su silla y cruzó las piernas sobre la mesa, dejando escapar un leve suspiro. "Sea como sea, parece que los cinco caídos están fuera del juego. Tendremos que estar atentos por si ese príncipe de pacotilla decide volver y arruinar nuestros planes. Porque... Longerville será mío."

Todos los presentes estallaron en una risa maliciosa, que resonó en la sala como un eco de oscuras intenciones. 

Continuará...

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