A la noche, Granja de ovejas.
Como era costumbre, al terminar sus jornadas laborales, los tres informaron de todo lo ocurrido al resto del grupo para intercambiar opiniones. Tras haber establecido contacto con Cynthia, ahora necesitaban encontrar más aliados para que la princesa pudiera elaborar un plan perfecto para su escape y así unirse al golpe de estado contra el rey Matheus.
Sin embargo, agotados por las actividades del día, decidieron dejar la planificación para después de cenar y así recuperar fuerzas tras un merecido descanso. Una vez el sol se ocultó, se turnaron para bañarse en la lata, y en ese momento estaban las tres chicas del grupo.
Mientras Lily flotaba en el agua de la lata enorme, Lana y Ashley permanecían fuera, cubiertas con toallas mientras se enjabonaban y aclaraban el pelo. Lo hacían bajo una ducha improvisada para evitar llenar la bañera de jabón y suciedad.
“Dios, esto es justo lo que necesitaba,” suspiró Lily, con los brazos extendidos y los ojos cerrados. “Siento que me he ganado este momento de paz después de todo lo de hoy.”
Ashley, mientras se aclaraba el cabello con un cubo de agua fresca, soltó un bufido. “¿Paz? Yo lo llamo la calma antes de la tormenta. En cualquier momento va a estallar una guerra civil contra la monarquía, y vamos a estar metidas en el meollo.”
Lana, todavía enjabonándose las puntas de su cabello oscuro, asintió. “Es cierto. Pero antes de que eso ocurra, debemos ayudar a la princesa para que sus estrategias nos lleven hacia la victoria.”
El hada abrió un ojo y se giró ligeramente hacia ellas. “¿Y si vamos con esos rebeldes del norte? Esta mañana, cuando salí con Marco por pan, escuché rumores sobre grupos que se están formando para levantarse contra las injusticias del monarca.”
Ashley negó con la cabeza mientras se sacudía las gotas de agua. “Ese tipo de gente suele dejarse llevar por la ira y la rabia tras perderlo todo. Son capaces de arruinar cualquier plan con tal de saciar su sed de venganza. Contar con desconocidos no me parece la mejor idea en nuestra situación.”
Lana rió suavemente. “Tampoco es como si tuviéramos muchas opciones brillantes, Ash. Pero sí, necesitamos algo más... tangible. Alguien que realmente aporte algo valioso.”
En ese momento, Ashley se quedó en silencio, frotándose la barbilla como si estuviera reflexionando. “Espera... ¿Y si buscamos a Cecily?” dijo de pronto, rompiendo el silencio.
Lily levantó las cejas, interesada. “¿Cecily? ¿No dijiste que así se llamaba Transexual? ¿O sea, te refieres a la líder de los ladrones LGBT? ¿Esa Cecily?”
Ashley asintió. “Exacto. Nos ayudó en la Torre de Babel y, aunque parezca una oportunista, tiene grandes capacidades para el combate. Además, su grupo de ladrones tiene habilidades que podrían sacarnos de más de un apuro.”
Lana terminó de aclararse el cabello y se giró hacia las otras dos, apoyando las manos en la cadera. “¿Estás segura? Reconozco su valor y su ayuda en nuestra última aventura, pero no deja de ser alguien marginado que ha optado por el hurto para llenar su vida.”
Ashley se encogió de hombros y finalmente se metió en el agua con un pequeño salto. “Lo sé, pero también sabe cuándo algo grande está en juego. Estoy segura de que no siente ningún apego por esta monarquía corrupta, especialmente después de la cantidad de personas hundiéndose en la miseria a causa de los impuestos.”
Lily se incorporó ligeramente, intrigada. “Además... esa mujer es un monstruo luchando. La vi en la torre, y te juro que fue impresionante verla en acción.”
Lana arqueó una ceja, interesada. “¿En serio? No tenía idea.”
“Normal, tú estabas en otro piso peleando,” replicó Lily con una sonrisa cansada. “Pero sí, es increíblemente fuerte. Si logramos convencerla, no solo conseguiremos aliados, sino también a alguien que pueda plantar cara a los arcanos.”
Ashley apoyó los brazos en el borde de la lata, mirando a sus amigas con una sonrisa traviesa. “Entonces, ¿qué decís? ¿Hablamos con los chicos después de cenar y lo planteamos?”
Lana suspiró, pero terminó asintiendo lentamente. “Vale, pero no esperes que Maurice salte de alegría con la idea. No es precisamente fan de aliarse con ladrones.”
“Déjame a mí,” respondió Ashley con una confianza que arrancó una pequeña risa a las otras dos. “Puedo convencer a cualquiera. Además, Maurice tiene que aceptar que no podemos hacer esto solas.”
Lily asintió, sumándose al entusiasmo. “Perfecto. Entonces, terminemos rápido aquí, cenemos algo decente y pongamos las cartas sobre la mesa.”
Las tres rieron suavemente, relajándose por un momento más antes de enfrentarse a la noche y a las decisiones importantes que les esperaban.
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Más tarde.
Tras cenar y discutir el plan, el grupo se sentó alrededor de la mesa, con caras expectantes. Aunque al principio pensaron que sería complicado convencer a todos, sorprendentemente, la idea de buscar a los LGBT como aliados fue bien recibida.
Marco fue el primero en romper el silencio, asintiendo con decisión. “Son personas que conocemos. Gracias a ellos logramos salir de la Torre cuando nos ayudaron a encargarnos de uno de los Caídos. Si alguien puede sumar fuerzas, son ellos.”
Keipi se encogió de hombros, con su típica sonrisa despreocupada. “Además, son un grupo bastante divertido. Seguro que pueden aportar más que solo habilidades de combate.”
Ryan, recostado contra el respaldo de la silla, cruzó los brazos y añadió con un tono algo desinteresado: “Mientras sean útiles, me da igual quiénes sean. Aliados son aliados.” Pero, aunque su actitud parecía despreocupada, cualquiera que lo conociera lo suficiente sabría que su mente estaba en otra parte, probablemente pensando en Lalami y en lo que podría suceder esta noche.
Theo asintió sin dudar. “Yo tampoco tengo problemas. Mientras estemos juntos y esto nos acerque a nuestro objetivo, contad con mi aprobación.”
Maurice, sin embargo, frunció el ceño y dejó escapar un suspiro pesado. “No me hace gracia. Pero si la princesa necesita aliados, mejor contar con alguien conocido que arriesgarnos con completos desconocidos.” Su tono era firme, pero resignado. Era evidente que no estaba del todo convencido, aunque tampoco dispuesto a entorpecer el plan.
Con todos de acuerdo, Lily rompió el silencio que se formó. “Vale, entonces... ¿cómo planeamos encontrarlos? La ciudad es enorme y no tenemos ni idea de dónde podrían estar.”
Lana, que había estado pensativa, se levantó de su asiento con confianza. “Yo me encargo.”
Con un movimiento fluido de sus manos, comenzó a canalizar su magia. El aire a su alrededor se cargó de energía y, de la nada, apareció un majestuoso lobo de pelaje plateado y ojos dorados. Era una criatura impresionante, que irradiaba fuerza y elegancia.
“Este es Lumiel,” anunció Lana con una leve sonrisa de orgullo. “Es una de mis mejores creaciones. Puede rastrear los olores de cualquier persona con la que haya estado en contacto durante el último mes.”
“Impresionante,” murmuró Keipi, observando al animal con curiosidad.
Lana se acercó a Lumiel y se inclinó, acercándole una mano. “Quiero que encuentres a una mujer de cabello rosado llamada Cecily,” le dijo mientras el lobo olfateaba su palma.
Tras unos segundos, la bestia levantó la cabeza y dejó escapar un suave gruñido de confirmación.
“Lo tiene,” dijo Lana, acariciando a su compañero.
Maurice se cruzó de brazos, con su expresión habitual de preocupación. “Bien. Entonces, ¿quién irá a buscarla? Necesitamos reclutarla antes de vuestra siguiente jornada para que Cynthia pueda trabajar en los planes.”
“Yo voy,” respondió Lana sin dudar. “Necesito mantener a Lumiel activo con mi magia para que el rastro no se pierda.”
Ashley fue la siguiente en ofrecerse. “Cuenta conmigo. La conocí mejor cuando nos separaron en la Torre. Tengo más probabilidades de convencerla si las cosas se ponen tensas.”
Keipi, que había estado en silencio, levantó una mano despreocupadamente. “Yo también voy. Después de todo, Marco debería quedarse con Theo. Alguien tiene que cuidar el fuerte, ¿no?”
Marco iba a replicar, pero Lana le lanzó una mirada que no admitía discusión. “Keipi tiene razón. Es mejor que te quedes aquí. Theo confía en ti y debemos evitar que descubran tu relación con el emperador.”
Poco después, el grupo estaba preparado. Lana iba montada sobre Lumiel, mientras Keipi conducía una motocicleta que había encontrado en un almacén de la granja. Ashley iba detrás, sujetándose con firmeza al monje.
“¿De dónde has sacado esto?” preguntó, levantando una ceja mientras observaba la moto.
“De aquí mismo,” respondió Keipi con una sonrisa orgullosa, arrancando el motor con facilidad. “Leí sobre vehículos como este en los libros del templo. ¿Quién diría que los libros de mi padre serían tan útiles?”
“Bueno, mientras lleguemos rápido, no me quejo,” dijo Ashley, acomodándose mientras la moto comenzaba a moverse.
Lana, a lomos de Lumiel, lideraba el grupo. Mientras avanzaban, comentó: “Lumiel me ha dicho mentalmente que Cecily está en las afueras, al otro lado de la ciudad. Pero tendremos que rodear toda Eumerastral para no llamar la atención de los guardias.”
Ashley frunció el ceño. “¿Qué hace Cecily tan cerca de la capital? No me parece un lugar muy seguro para alguien como ella.”
“Quizá es solo el destino queriendo que esté aquí,” sugirió Keipi, sin apartar la vista del camino.
Ashley bufó, aunque no pudo evitar sonreír. “El destino... siempre tan oportuno.”
El grupo avanzaba rápidamente, cubiertos con túnicas marrones y unas máscaras blancas de zorros que ocultaban sus rostros, otorgándoles un aire enigmático. El sonido de las ruedas rompía el silencio del bosque. A lomos del lobo plateado, Lana lideraba el camino.
Mientras tanto, a lo alto de las ramas de los árboles, dos figuras observaban los movimientos del grupo con atención. Ambos llevaban vestimentas tradicionales chinas, con colores vibrantes y bordados intrincados. Uno de ellos era un hombre calvo con una larga trenza y cejas circulares, cuyos ojos pequeños brillaban con malicia. A su lado, una anciana musculosa, con un imponente moño de tres esferas y grandes pendientes, sostenía una gigantesca sartén.
“Parece que tenemos ratas corriendo por nuestro bosque,” dijo Xiao Fu, el hombre calvo, mientras afilaba las uñas de una mano contra la corteza del árbol en el que estaba apoyado.
Su madre, Xiao Mi, lo miró de reojo con una sonrisa que revelaba una inquietante cantidad de dientes. “¿Ratas? Más bien zorros, si esas máscaras son indicio de algo. Pero da igual. Son extraños en medio de una noche calmada en lo que será el futuro reino del señor Averno, y como los líderes de la guardia personal de Alphabeto, debemos darles caza antes de que alteren los planes."
Con un movimiento fluido, Xiao Mi golpeó la sartén contra el árbol, provocando un sonido metálico que resonó por todo el bosque. Lumiel, que había estado corriendo en la delantera, detuvo su marcha de golpe, erizando su pelaje plateado mientras emitía un bajo gruñido.
Lana giró rápidamente hacia el grupo. “Algo anda mal. Lumiel siente peligro.”
Keipi frenó la moto en seco, poniéndose alerta. “¿Nos han pillado?”
De pronto, un estruendoso golpe sacudió el suelo frente a ellos. Una figura descendió desde las ramas, cayendo con una gracia casi antinatural. Xiao Fu aterrizó suavemente, sonriendo con confianza mientras giraba su trenza como si fuera un arma.
“Qué bonito grupo tenemos aquí,” dijo, con su voz burlona y afilada. “¿Qué hacéis siendo tan misteriosos a estas horas de la noche?"
Antes de que el grupo pudiera responder, la anciana Xiao Mi aterrizó junto a él, con su sartén gigante descansando sobre el hombro derecho como si no pesara nada. “¿Quiénes sois? ¿Y a qué se deben esas máscaras? Amigos, deberían saber que este bosque no es lugar para jugar.”
Lumiel, todavía gruñendo, avanzó un paso hacia los dos intrusos, listo para atacar. Lana colocó una mano sobre el lomo del lobo para calmarlo, pero su mirada estaba fija en los dos desconocidos. “¿Quiénes son ustedes? ¿Y qué quieren?”
Xiao Fu sonrió, mostrando sus dientes amarillos. “Somos el clan Xiao, guardianes del kung fu asesino perdido. Somos los guardianes personales del señor Alphabeto, y nuestra misión es preservar el orden mientras estamos bajo la luz de la luna."
Xiao Mi levantó su sartén con una facilidad desconcertante y la apuntó hacia ellos. “Así que o nos explicais que hacéis aquí o vuestro paseito llega a su fin, zorros."
Continuará...
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