lunes, 30 de diciembre de 2024

Ch. 54 - Ryan vs Elipso

Eumerastral, edificio del placer dirigido por Madame Titties.

El burdel vibraba con una energía tensa y sofocante. Las luces parpadeaban, reflejando el lujo decadente que lo caracterizaba, mientras los trabajadores y clientes corrían a buscar refugio. Madame Titties, sin embargo, permanecía en su trono improvisado en el balcón superior, observando con una sonrisa burlona.

"Parece que tenemos un espectáculo inesperado esta noche", comentó, mientras sus ojos se clavaban en el ninja de las cadenas y Elipso. Todo mientras encendía su pipa de confianza.

Ryan mantenía a Lalami detrás de él. "Quédate atrás", le dijo con voz firme. Su cuerpo comenzó a recubrirse con acero reluciente, y el sonido de sus cadenas resonó como advertencia.

Elipso soltó una carcajada gutural. "¿Crees que puedes protegerla? Te aplastaré como a un maldito insecto". En un instante, su cuerpo comenzó a transformarse, sus músculos se hincharon y sus extremidades se cubrieron de púas metálicas. En cuestión de segundos, se había convertido en una esfera rodante y mortal.

Ryan no perdió el tiempo. Sus cadenas se movieron como látigos vivientes, lanzándose hacia el enemigo. Una de ellas logró atrapar la esfera, deteniéndola momentáneamente, pero el erizo respondió girando con fuerza, desgarrando la cadena y lanzándose hacia nuestro protagonista con una velocidad aterradora.

"¡Cuidado!" gritó Lalami, justo cuando Ryan esquivó por poco el ataque. Usando sus cadenas restantes, lanzó a la criada hacia el agujero que había hecho en el techo, asegurándose de que estuviera en un lugar a salvo. La joven se agarró a una viga con la respiración entrecortada, observando con horror y fascinación el combate que se desarrollaba debajo.

"Ahora puedo concentrarme", murmuró el hijo de la dragona, flexionando sus dedos recubiertos de acero.

Elipso volvió a atacar, rebotando contra las paredes y columnas como una bola de demolición impredecible. Ryan levantó un muro de cadenas de acero para bloquearlo, pero las púas de Elipso lo atravesaron, rompiéndolas en pedazos que volaron por toda la sala. El hijo de la dragona apenas tuvo tiempo de retroceder antes de que el enemigo apareciera detrás de él, golpeándolo con fuerza en el costado.

El impacto lo lanzó contra una columna, agrietándola. Nuestro protagonista cayó al suelo con un gruñido, pero rápidamente se levantó. "Eres más resistente de lo que pareces", dijo, con su voz cargada de un desafío frío.

"Y tú eres más lento de lo que esperaba", replicó Elipso, girando nuevamente hacia él.

Esta vez, Ryan lo esperaba. Usó sus cadenas para rodear una de las vigas del techo y se impulsó hacia arriba, esquivando el ataque y cayendo sobre el erizo con un golpe devastador. Sus puños recubiertos de acero impactaron contra la esfera, haciendo que Elipso gritara de dolor y retrocediera unos metros.

Los clientes y trabajadores que observaban desde las sombras murmuraron entre ellos. Algunos se preguntaban si deberían intervenir, pero la mirada de Madame Titties los mantenía en su lugar. "Esto es demasiado bueno para interrumpirlo", dijo con una risa mientras exhalaba algo de humo.

Elipso, furioso, se transformó nuevamente en su forma humanoide, aunque aún cubierto de púas. "¡Ya basta de juegos!" gritó, lanzándose hacia el hijo de la dragona con una serie de golpes rápidos y letales. Ryan bloqueó la mayoría, pero algunos lograron atravesar su defensa, dejando cortes en su armadura y revelando destellos de piel debajo.

"No puedo seguir así", pensó nuestro protagonista, mientras sentía el calor de la sangre mezclándose con el frío del acero. Decidió cambiar de táctica. Usando sus cadenas, creó un círculo a su alrededor, obligando a Elipso a mantenerse a distancia. Luego comenzó a mover las cadenas en patrones impredecibles, buscando una apertura.

Elipso, confiado, intentó romper la barrera, pero Ryan lo atrapó. Una de las cadenas se enredó alrededor del brazo del enemigo, mientras otra lo sujetó por la pierna. Con un grito de esfuerzo, el usuario de acero tiró de ambas cadenas, levantando a Elipso en el aire y estrellándolo contra el suelo con un impacto ensordecedor.

El edificio tembló, y parte del techo se derrumbó, dejando entrar un rayo de luz de la luna. Ryan, jadeando, se acercó lentamente a su enemigo caído. Pero antes de que pudiera dar el golpe final, Elipso volvió a transformarse en su forma de esfera y rodó hacia él con una velocidad desesperada.

Ryan había previsto ese posible contraataque, así que cubriendo todo su cuerpo con acero, lo usó como ancla, clavando sus pies en el suelo, y atrapando a Elipso con ambas manos. El impacto fue brutal, pero el hijo de la dragona resistió, deteniendo la esfera con pura fuerza bruta. "Hasta aquí llegaste", dijo, antes de lanzar a Elipso al aire.

Rápidamente, Ryan materializó una cadena de acero con una pesada esfera en el extremo, lanzándola con fuerza contra su oponente. El golpe final impactó directamente en el estómago de Elipso, enviándolo con violencia contra los restos del techo, que crujieron bajo el impacto.

El hombre erizo cayó al suelo con un ruido sordo, completamente inmóvil. Su cuerpo comenzó a regresar lentamente a su forma original mientras las afiladas púas metálicas se desmoronaban en una lluvia de fragmentos brillantes. Nuestro protagonista, jadeando por el esfuerzo, se permitió un breve instante para recuperar el aliento antes de retirarse hacia el techo, donde Lalami seguía aferrada a la viga con evidente nerviosismo.

Desde su mano, lanzó una cadena que se aferró firmemente al concreto del techo. Mientras esta se recogía, comenzó a elevarse con rapidez, ascendiendo con precisión. En su trayectoria, cruzó una mirada con Madame Titties, quien, desde su trono, seguía actuando como si el caos a su alrededor no fuera más que un espectáculo pasajero.

Al llegar arriba, Ryan se acercó a Lalami.

"¿Estás bien?" preguntó, extendiéndole una mano con firmeza.

La sirvienta asintió, aunque la preocupación en sus ojos era inconfundible. "Pero... tú estás herido..." susurró, mirando con inquietud las heridas que empezaban a ser más visibles en Ryan.

"No es nada", respondió, ayudándola a subir. Sabía que no podían quedarse allí por más tiempo.

Con acero cubriendo su cuerpo como una armadura improvisada, Ryan cargó a Lalami en su espalda, asegurándola con una cadena para que no cayera. Sin perder tiempo, comenzó a saltar entre los tejados de los edificios, cada aterrizaje hacía eco en la quietud de la noche. El viento frío golpeaba sus heridas, pero su única preocupación era alejarse lo más posible de aquel lugar abominable.

En la distancia, las luces del edificio del placer se desvanecían, pero dentro, Madame Titties permanecía sentada en su trono, observando cómo todo volvía lentamente a la calma. Con una sonrisa enigmática, tamborileó sus dedos sobre el brazo del sillón. "Qué interesante," murmuró, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y malicia.

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Granja de las afueras.

En esos momentos, Maurice deambulaba inquieto por la casa, incapaz de quedarse quieto mientras esperaba noticias sobre los ladrones. Iba de un lado a otro, lanzando miradas a la puerta con evidente ansiedad.

Marco, quien ya estaba agotado de la tensión acumulada, suspiró profundamente y le pidió: "¿Podrías relajarte un poco?"

Maurice negó rápidamente con la cabeza, sus orejas de nekomata se movían nerviosas. "Es imposible. Mi lado animal no me deja estar tranquilo cuando estoy tan ansioso," respondió, casi como un ronroneo contenido.

Theo, por su parte, estaba medio dormido en el sofá, con la cabeza inclinada hacia un lado y el cuerpo encogido. Marco, con un gesto automático, tomó una manta y la colocó sobre él para que no pasara frío. Mientras lo hacía, no pudo evitar preguntarse en voz alta: "Ahora que lo pienso, ¿Dónde se habrá metido Ryan?"

Maurice, aún dando vueltas por la sala, se encogió de hombros. "Se fue hace una hora o algo así. Dijo que iba a dar una vuelta por la ciudad, pero se veía... raro," comentó, deteniéndose un momento para rascarse una oreja.

"Espero que al menos esté bien," murmuró Marco, mirando hacia la puerta con preocupación.

Fue entonces cuando el sonido de unos pasos apresurados se escuchó en el exterior. La puerta se abrió y entró el grupo de Lana, Keipi y Ashley, con sonrisas de satisfacción. Detrás de ellos, traían a los ladrones LGBT que habían aceptado colaborar en el plan. Cada uno de ellos irradiaba una personalidad única: Gay, Lesbiana y Bisexual se mostraban entusiasmados, listos para ayudar. Sin embargo, su líder Transexual, cuyo verdadero nombre es Cecily, parecía algo más reticente.

Cecily evitaba mirar a los demás, su rostro estaba teñido de un leve rubor. Mantuvo los brazos cruzados sobre el pecho mientras intentaba adoptar una postura seria, aunque su nerviosismo era evidente.

"O-os echaremos una mano... pero... ¡No penséis que somos amigos o algo así, eh!" exclamó, mirando hacia otro lado para disimular su incomodidad. Su tono, a pesar de su esfuerzo, delataba más nerviosismo que firmeza.

"No te preocupes, gracias por tu ayuda. Eres una tía genial," dijo nuestro protagonista con una sonrisa de oreja a oreja. Su tono calmado y natural hizo tambalear el corazón de la ladrona.

Hacía mucho tiempo que alguien fuera de su círculo cercano la trataba con tanta cercanía, y mucho menos lo hacía refiriéndose a ella en femenino. Las palabras de Marco resonaron en su interior, rompiendo una barrera invisible que había llevado consigo durante años. Sin darse cuenta, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

"Eh, no llores ahora, tonta," comentó Ashley mientras le daba un suave codazo en las costillas, rompiendo el momento.

"¡No estoy llorando, estúpida!" replicó Cecily con un bufido, frotándose los ojos apresuradamente para evitar que alguien más lo notara.

Lana, observando la escena con una sonrisa cálida, decidió no intervenir. Había algo en aquella interacción que no necesitaba palabras para entenderse. Finalmente, dirigió su mirada al grupo y dijo con voz serena: "Gracias, ladrones LGBT. No sabéis lo mucho que significa esto para nosotros."

El gesto de agradecimiento de Lana, acompañado de su tono sincero, logró suavizar la tensión. Cecily, aún un poco avergonzada, simplemente asintió mientras sus compañeros respondían con entusiasmo. Aunque intentaba disimularlo, en el fondo, se sentía más aceptada que nunca.

"Bueno, lo importante es que, si ayudamos al rey, seguro que nos ofrecen una buena recompensa," comentó Gay con una amplia sonrisa, haciendo el gesto del dinero con sus manos.

"Tonto, no rompas el momento," lo regañó Lesbiana, dándole una colleja que resonó en la habitación.

"Es que este tío..." suspiró Bisexual, llevándose una mano a la cara con expresión de exasperación.

Antes de que alguien más pudiera responder, el sonido de pasos apresurados rompió la breve calma. Todos giraron la cabeza hacia la puerta justo cuando esta se abrió de golpe. Ryan apareció, tambaleándose ligeramente mientras cargaba a Lalami en su espalda. Su respiración era pesada, y el acero que envolvía su cuerpo comenzaba a desmoronarse lentamente.

"¡Ayudadla!" fue lo único que alcanzó a decir antes de desplomarse de rodillas y caer al suelo inconsciente, con su cuerpo agotado por completo.

"¿Ryan?" exclamó Marco, corriendo hacia él con una mezcla de sorpresa y preocupación. Los demás se apresuraron a acercarse, mientras Maurice cerraba la puerta con rapidez.

Ashley reaccionó de inmediato, tomando a Lalami de la espalda de Ryan con cuidado. "Está respirando, pero parece que tiene algunas heridas inflamadas," comentó con seriedad, revisando el estado de la joven.

Marco colocó una mano en el hombro de Ryan, tratando de despertarlo. "¡Oye, Ryan! ¿Qué demonios te ha pasado?" preguntó, pero no obtuvo respuesta. El silencio que siguió fue pesado, roto solo por el sonido de la respiración irregular de los dos recién llegados.

Lana dio un paso adelante, observando al hijo de la dragona con atención. "Hay que atenderlos a ambos de inmediato. Keipi, busca algo para limpiar las heridas. Ashley, ayúdame a llevarle a un lugar más cómodo."

"¡Enseguida!" respondieron ambos al unísono, mientras el grupo comenzaba a actuar con eficiencia. Sin embargo, la preocupación seguía pintada en sus rostros. Algo grave había sucedido, y las respuestas no tardarían en llegar.

"¿Pero qué le ha pasado?" preguntó Keipi, con los ojos abiertos como platos mientras observaba a su compañero.

"Y-Yo... puedo... contarlo..." murmuró Lalami, con su voz temblorosa y apenas audible mientras intentaba recuperar el aliento. Sus manos se aferraban con fuerza a los bordes de la manta que Ashley había colocado sobre ella.

Todos se giraron hacia la sirvienta, expectantes. Aunque todavía parecía nerviosa, había una determinación en sus ojos que indicaba que estaba dispuesta a hablar.

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Edificio del placer de Madame Titties.

La arcana entró con calma en su opulenta habitación, decorada con sedas y tonos púrpura que reflejaban su aura de poder. Las criadas la siguieron con cuidado, llevando sus pertenencias y ordenando todo a su alrededor. Una de ellas, la que gozaba de mayor confianza, se atrevió a romper el silencio con voz cautelosa.

"Mi señora, ¿cómo puede estar tan tranquila después de haber dejado escapar a ese ninja de cadenas?"

Madame Titties esbozó una sonrisa enigmática mientras su mirada se perdía en el reflejo de un espejo adornado con filigranas de oro. "¿Dejarlo escapar? Querida, soy la reina del veneno."

Mientras hablaba, su cuerpo comenzó a exudar un líquido brillante y verdoso por los poros de su piel. El ácido goteó al suelo, donde el mármol chisporroteó al contacto. "Las púas de mi fiel guardaespaldas estaban impregnadas con un veneno tan letal que ni el acero podrá salvarlo. Es solo cuestión de horas antes de que la vida de ese hombre llegue a su fin."

Las criadas intercambiaron miradas nerviosas, pero pronto comenzaron a reír de manera falsa, aplaudiendo y halagando las palabras de su ama para inflar aún más su ego.

"Morirás... misterioso enmascarado," murmuró Madame Titties con una voz que rezumaba veneno, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa maliciosa.

Continuará...

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