lunes, 6 de enero de 2025

Ch. 58 - Confía en mí

En medio del asalto nocturno, el equipo de rescate se enfrentó a su primer obstáculo inesperado: Kevin.

El sirviente, con el rostro pálido y las manos aún temblando, no dejaba de mirar al monje con incredulidad. Antes de que pudiera reaccionar, el espadachín dio un paso al frente y le tomó suavemente de las manos, intentando calmarlo.

"Kevin, por favor..." murmuró Keipi, con una mezcla de urgencia y culpa en la voz.

Sin apartar la vista de su compañero, el monje hizo un gesto con la cabeza hacia Ashley y los demás, indicándoles que continuaran sin él. Su compañera captó el mensaje de inmediato y asintió, girándose hacia las escaleras con Marco y Lily detrás.

"¿Está bien que lo dejemos así?" preguntó el hada con preocupación mientras seguía corriendo.

"Es solo un sirviente con el que trabaja. No debería ser una amenaza para nosotros mucho más allá de que pueda activar la alarma. Sin embargo, Keipi sabe lo que hace, confiemos en él," respondió Ashley con firmeza, sin detenerse.

Marco añadió en un tono más suave, pero lleno de seguridad: "Keipi es mi mano derecha. Puede con esto y con mucho más. Nuestro objetivo principal es la princesa, no olvidemos eso."

De vuelta con Kevin, el monje soltó lentamente sus manos tras asegurarse de que sus compañeros ya no estaban a la vista. Miró directamente a los ojos del sirviente, que seguía desconcertado.

"Escucha, sé que esto es difícil de entender..." comenzó Keipi, con su voz cargada de sinceridad. "Pero lo que estamos haciendo es por el bien del país. Hay demasiadas vidas en juego, y una de ellas puede ser la tuya."

Kevin tragó saliva, retrocediendo un paso.

"¿Entonces todo era una mentira? ¿Te acercaste a mí solo para obtener información?" preguntó el sirviente, con su voz temblorosa, llena de incredulidad y herida.

Keipi negó rápidamente con la cabeza, y dibujando en su rostro una expresión sincera. "No, Kevin, no fue así. Nunca fingí ser tu amigo. Sí, es cierto que me infiltré como sirviente para entrar en el castillo, pero lo que construimos juntos... lo que compartimos en las tareas del hogar, esas conversaciones, esas risas... eso fue real. Jamás quise engañarte ni mentirte sobre ello."

Kevin lo miró fijamente, sus ojos brillaban con una mezcla de desconfianza y dolor. Dio un paso atrás, alejándose. "No sé si puedo creerte. Toda mi vida, las personas se han acercado a mí para sacar algo a cambio. ¿Cómo sé que tú no eres igual? ¿Cómo sé que no me estás utilizando ahora mismo?"

El sirviente miró hacia la alarma, su mano temblaba mientras sus dedos se acercaban lentamente al mecanismo. "Tal vez lo mejor sea tocarla. Así al menos sabré que hice lo correcto."

En ese momento, Priscilla, la katana de Keipi, habló directamente en su mente: "No hay tiempo para esto. Noquearlo y dejarlo inconsciente es lo más lógico. Así evitarás que arruine el rescate."

Pero el monje se negó con determinación, apretando los dientes. "No. No es mi forma de actuar. Kevin no ha hecho nada malo, es solo una víctima más de esta sociedad. No puedo traicionar eso."

Mientras el sirviente seguía retrocediendo, nuestro protagonista reaccionó, avanzando rápidamente y sujetándolo del brazo con firmeza pero sin agresividad.

"Kevin, por favor, escúchame. Sé que no tienes razones para confiar en mí, y tampoco tiempo para decidir. Pero lo que estamos haciendo aquí no es solo por Cynthia, es por todo el reino. Vamos a rescatar a la princesa y empezar una revuelta que devolverá la corona a su legítima heredera. Queremos un futuro mejor para todos, sin impuestos abusivos ni tiranos en el poder."

Kevin lo miró, sorprendido por la intensidad en la voz de Keipi. Este aflojó ligeramente su agarre, pero no lo soltó.

"Lo único que te pido..." continuó el monje, casi suplicando, "es que no toques esa alarma. No por mí, sino por todo lo que hemos compartido. Por lo que ambos sabemos que es justo."

La tensión llenaba el aire. Kevin bajó la mirada, sus pensamientos claramente luchando entre el miedo, la desconfianza y el eco de sus recuerdos compartidos con Keipi.

"Yo..." murmuró con voz temblorosa, sin saber qué hacer.

Keipi aprovechó la pausa y, con una mezcla de urgencia y sinceridad, agregó: "¿No tenías un sueño? Me contaste que querías ser cantante, que deseabas llenar tu vida de música y esperanza. ¿No quieres que ese futuro comience a hacerse realidad? Un reino nuevo puede darte esa oportunidad. Pero para eso... necesito que confíes en nosotros, idiota."

Las palabras del monje rompieron algo dentro de Kevin. Sus piernas flaquearon, y cayó de rodillas al suelo, incapaz de contener las lágrimas. Abrazó a su compañero con fuerza, como si aferrarse a él fuera lo único que evitara que se hundiera en la desesperación.

"Perdóname..." sollozó. "Lo siento tanto. Por favor, ayúdame... ayúdame a cumplir mi sueño. No quiero que esto termine así. No quiero que los impuestos acaben con mi familia."

Keipi le devolvió el abrazo con firmeza y le susurró: "Lo haré. Juntos salvaremos este reino del caos. Y haremos que ese sueño tuyo tenga un lugar donde florecer."

En ese momento, Priscilla habló en la mente de Keipi con su tono habitual de sarcasmo: "Bien hecho, sabía que los chicos guapos como tú podrían manejar la situación sin recurrir a la violencia."

El monje sonrió levemente, pero no respondió. Sus ojos permanecían fijos en Kevin, mientras el eco de sus palabras retumbaba en su mente: "Salvaremos este reino."

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Lado izquierdo del castillo.

La batalla contra los soldados era un auténtico caos, una danza violenta de ataques y defensas que no parecía tener fin. Maurice y Ryan lideraban la ofensiva, eliminando enemigos con precisión y destreza, mientras Lesbiana y Bisexual se concentraban en mantener al equipo a salvo con sus habilidades defensivas.

Las cadenas de Ryan zigzagueaban entre los soldados, golpeando con velocidad letal y desarmando a sus oponentes antes de que pudieran reaccionar. A su lado, los bumeranes de Maurice volaban con precisión quirúrgica, impactando en las cabezas de los enemigos más despistados y regresando a sus manos como si tuvieran voluntad propia.

Cualquier imprevisto era rápidamente resuelto: Lesbiana alzaba sus barreras de energía con una rapidez impresionante, desviando ataques mortales; mientras Bisexual, con movimientos ágiles, teletransportaba a sus aliados fuera del peligro, adelantándose siempre a los ataques enemigos.

"Esto no tiene fin..." jadeó Lesbiana, empapada de sudor, mientras conjuraba otra barrera para proteger a Maurice de una lluvia de flechas.

"Son cientos de soldados contra nosotros cuatro," respondió Bisexual, sin dejar de mover las manos para teletransportar a Ryan lejos de un cerco enemigo. "Pero no estamos aquí para vencerlos, solo tenemos que ganar tiempo. ¡El verdadero objetivo es rescatar a la princesa!"

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Alto del castillo.

Mientras una bandada de aves sobrevolaba el campo de batalla, Levitha observaba todo a través de los ojos de sus invocaciones aladas. Con precisión casi quirúrgica, seguía cada movimiento y reportaba la situación mientras se comunicaba con Terapon a través de un dispositivo de comunicación.

"Entonces... los tres que contrataste el otro día resultaron ser espías," señaló Terapon con frialdad desde el otro lado de la línea.

"Así es," confirmó Levitha, manteniendo la calma en su voz. "Mis bestias aladas me muestran que Ryan está combatiendo en el flanco izquierdo, mientras que los otros dos han logrado infiltrarse en el castillo junto con un chaval y una hada. Todo apunta a que se dirigen a la prisión. Necesito que los detengas. Si los arcanos se despiertan y descubren que hemos fallado..." Su voz se endureció, conteniendo la ansiedad. "Terminaremos igual que los Xiao y que Elipso."

"No te preocupes. Me encargaré de que no avancen un paso más en esta prisión," respondió Terapon, con su tono lleno de confianza antes de cortar la comunicación.

Levitha suspiró, aunque no por alivio. Sus ojos se dirigieron instintivamente hacia el lado derecho del castillo, donde Gay, Lana y Cecily estaban desatando el caos entre los guerreros, con una fuerza que superaba las expectativas.

"El verdadero problema está ahí..." murmuró, entrecerrando los ojos mientras sus aves revoloteaban nerviosas. Sabía que no había más opciones.

"Tendré que entrar en batalla yo misma."

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Lado derecho del castillo.

Cecily se movía como un relámpago en el campo de batalla, su cuerpo estaba cubierto de destellos eléctricos que chisporroteaban al contacto con el aire. Entre ágiles acrobacias, esquivaba los ataques enemigos con la gracia de una bailarina y los remataba con golpes veloces y certeros que dejaban a los soldados fuera de combate.

Mientras tanto, Lana y Gay mantenían una posición defensiva, utilizando sus invocaciones para protegerse del flujo constante de oponentes.

"Creo que estamos dominando la situación," comentó el elfo con una ligera sonrisa de confianza mientras su príncipe bloqueaba un ataque enemigo.

"Solo porque no han llamado al resto de los guardias," respondió Lana, siempre cauta. "Si tuviéramos que enfrentarnos a los tres turnos completos y a los arcanos, ya estaríamos muertos."

"Vaya aguafiestas," replicó Cecily, propinando una patada directa a uno de los guerreros que la enfrentaba. "Deja de atraer la mala suerte, ¿quieres?"

De pronto, una lluvia de plumas descendió sobre el campo de batalla. Las plumas, afiladas como dagas, se clavaron en el suelo y en los cuerpos de los combatientes, levantando una humareda espesa que cubrió todo el lugar.

"¡Jefa!" gritó Gay con preocupación al ver cómo su líder desaparecía entre la nube de polvo.

Cuando el humo comenzó a disiparse, Cecily apareció de pie, con varios proyectiles incrustados en su cuerpo. Aunque sangraba por múltiples heridas, ninguna parecía ser mortal.

"¡Esto duele, cabrones!" exclamó con un gruñido mientras arrancaba una de las plumas de su brazo.

El batir de alas de una gigantesca bestia alada resonó en el aire, atrayendo la atención de todos los presentes. Una sombra imponente se cernía sobre el campo de batalla, y sobre el lomo del ave se encontraba Levitha, con una mirada fría y decidida.

"Lo siento, pero no estoy dispuesta a perder la cabeza por culpa vuestra," declaró Levitha, al tiempo que la enorme criatura emitía un chillido ensordecedor y descendía en picada, lista para atacar.

Lana juntó las manos con rapidez, cerrando los ojos en concentración. De la tierra surgió un gigantesco lobo de pelaje azulado, que se lanzó directamente contra la bestia alada, embistiéndola con su poderosa cabeza y desatando un estruendo que sacudió el aire.

"¡Yo me encargo de ella!" exclamó Lana, mientras su invocación rugía desafiante. "Esto será entre invocadora e invocadora."

"Así que la traidora quiere jugar..." sonrió Levitha.


Continuará...

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