martes, 7 de enero de 2025

Ch. 59 - Batalla entre invocadoras, Lana vs Levitha

Lado derecho del castillo.

Un enfrentamiento inesperado había comenzado bajo la luz plateada de la luna. En el centro del caos, una batalla épica cobraba vida entre lobos y aves de combate, ambas invocadas por el poder mágico de sus maestras. Mordiscos feroces, zarpazos veloces y picotazos precisos se entrelazaban en un violento ballet aéreo y terrestre, mientras las invocaciones luchaban con una fiereza casi salvaje.

Cecily, aún derribando soldados enemigos con sus descargas eléctricas, no podía apartar la vista de su aliada. Observaba a Lana con una mezcla de asombro y respeto, admirando su dominio del campo de batalla.

"Y pensar que la subestimé," murmuró mientras pateaba a un enemigo hacia el suelo. "Creí que era débil porque escuché que fue derrotada fácilmente en la Torre de Babel... pero esto es otra cosa completamente distinta a lo que imaginé en mi mente."

"Ya te digo," respondió Gay con una sonrisa, haciendo aparecer un par de soldados con brillantes armaduras de energía tras besar uno de sus libros de bolsillo.

Lana, concentrada en su duelo con Levitha, alzó la voz con firmeza mientras extendía las manos hacia el suelo. "Reconozco que no soy buena en el combate físico o mágico," admitió sin rodeos, "pero donde puedo brillar, donde realmente soy útil, es en un enfrentamiento entre invocadores."

Un destello azul surcó el campo cuando dos nuevos lobos emergieron del suelo, sus cuerpos estaban cubiertos de un pelaje tan denso que parecía danzar con el viento. Con un rugido atronador, las criaturas avanzaron a toda velocidad, levantando un violento tornado a su paso. La corriente de aire arrasó con la mayoría de las aves invocadas por Levitha, destrozándolas en un instante. Incluso ella tuvo que retroceder de un salto.

Sin embargo, la guarda no era alguien que se dejara intimidar con facilidad. Con un gesto rápido, extendió su brazo y conjuró una nueva bestia: un imponente ave de cuatro alas, cuyas plumas brillaban como el acero a la luz de la luna. La criatura dejó escapar un grito ensordecedor antes de abrir su pico y disparar ondas de energía. Las ráfagas viajaron como cuchillas invisibles a través del aire, disipando las corrientes del tornado y devolviendo el equilibrio al campo de batalla.

"Soy la reina del cielo," declaró Levitha con orgullo y con su mirada altiva fijándose en Lana. El aura que la envolvía era fría y calculadora, como el filo de una daga.

"En ese caso, yo soy la emperatriz de la tierra," respondió Lana, con un tono desafiante y firme, con sus pies anclados en el suelo como si fueran raíces inamovibles. Una chispa de determinación cruzó sus ojos mientras sus manos invocaban más poder. "¡Mis lobos te ganarán!"

El ambiente se tensó entre ambas, cargado de energía mágica, como si el mundo mismo contuviera el aliento antes del choque.

Con un grito, el ave de cuatro alas de Levitha descendió en picado, girando en espiral con la fuerza de un tifón. Cada movimiento de sus alas generaba ráfagas que destrozaban los escombros a su paso y enviaban una lluvia de polvo y plumas hacia la protectora del príncipe. Pero ella no retrocedió.

"¡Adelante, cánidos del viento!" ordenó, y sus dos criaturas de pelaje denso se lanzaron hacia adelante. Uno de ellos se elevó con un salto poderoso, sus garras buscaban desgarrar las alas del ave. El otro, más astuto, rodeó por debajo, esperando el momento adecuado para atacar desde un ángulo ciego.

El ave esquivó al primer lobo con una acrobacia aérea impresionante, pero el segundo aprovechó la distracción y logró morder una de sus patas. La bestia alada chilló, batió sus alas con fuerza y ascendió, llevándose al lobo colgando de su extremidad. En el aire, comenzó a girar, intentando zafarse de su atacante mientras lanzaba ondas de energía desde su pico.

Lana no perdió el tiempo. Extendió los brazos y llamó a un nuevo aliado. El suelo tembló y, con un rugido profundo, emergió un tercer lobo, más grande que los anteriores, con colmillos brillantes como cristales y un pelaje que parecía contener un océano de energía en movimiento.

"¡Mephius, al ataque!" gritó Lana, y el nuevo mamífero cargó hacia adelante, uniéndose a la batalla.

Levitha no se quedó atrás. Con un movimiento de su mano, conjuró una bandada de aves más pequeñas, todas con plumas metálicas como dagas afiladas. Las criaturas rodearon al lobo gigante, picoteándolo y cortando su pelaje con precisión quirúrgica. Pero el mamífero no cedió. Rugió con fuerza, expulsando una onda de energía que desintegró a varias de las aves y despejó el aire a su alrededor.

"¿Eso es todo lo que tienes, reina del cielo?" provocó Lana, mientras controlaba a sus lobos con movimientos rápidos de sus manos.

Levitha sonrió con frialdad. "Ni siquiera he comenzado."

El ave de cuatro alas, ahora libre del lobo que la mordía, ascendió hasta lo más alto del cielo y comenzó a brillar con una intensidad cegadora. Con un grito ensordecedor, lanzó una lluvia de proyectiles de energía condensada que llovieron sobre el campo de batalla como meteoros.

"¡Posición defensiva!" gritó Lana, y sus lobos se agruparon, formando un círculo protector alrededor de ella. Sus cuerpos peludos absorbieron el impacto de los proyectiles, pero los ataques eran demasiado rápidos y numerosos. Uno de los lobos más pequeños cayó, desintegrándose en partículas de energía mágica que se dispersaron en el aire.

Lana apretó los dientes. "¡No dejaré que gane! ¡No aquí, no ahora! ¡No hasta que la princesa regrese a casa!"

La guardiana del príncipe juntó sus manos y comenzó a concentrar toda la energía mágica restante que quedaba en su cuerpo. Su frente comenzó a brillar intensamente, mientras marcas rojas, como tatuajes místicos, se extendían por su piel. A medida que su poder aumentaba, los lobos que había invocado en el campo de batalla comenzaron a desaparecer, desintegrándose en partículas de energía que flotaban hacia ella.

Levitha, al observar lo que ocurría, abrió los ojos de par en par, alarmada. Reconocía aquella técnica, una habilidad tan compleja y peligrosa que solo los invocadores más experimentados podían ejecutar. “¿Cómo es posible? Una blandengue como tú no debería ser capaz de invocar a un sabio de otra dimensión…” murmuró, con su voz temblando con una mezcla de miedo y asombro.

Sin perder tiempo, levantó una mano y ordenó a su bestia de cuatro alas: “¡Acábala ahora, antes de que sea demasiado tarde!”

El ave alada emitió un chillido estridente y se lanzó en picado hacia la guardiana, moviéndose a una velocidad vertiginosa. El aire a su paso se comprimió, creando un zumbido ensordecedor.

Pero justo antes de que el ataque impactara, Lana abrió los ojos de golpe, ahora brillando con un rojo intenso. Su voz resonó clara y poderosa, como si estuviera impregnada de una autoridad ancestral.

“Arzobispo.”

La energía acumulada se liberó de golpe, expandiéndose en una onda que cubrió todo el campo de batalla. Era como si el mismísimo aire hubiera sido cortado, dejando un vacío ensordecedor.

En un instante, el ave de cuatro alas, que se aproximaba con furia, se detuvo en seco, partida a la mitad. Su cuerpo, ahora fragmentado, comenzó a desintegrarse en partículas luminosas, desapareciendo lentamente mientras Levitha observaba en estado de shock.

“¡Mi invocación!” exclamó la enemiga, con una voz cargada de incredulidad y desesperación.

Ante ella, en medio de los restos del campo de batalla, apareció una figura imponente. Un lobo antropomórfico se erguía con majestad, portando un parche en su ojo derecho y una gigantesca espada que triplicaba su altura. De pie, medía al menos dos metros y medio, y su musculatura poderosa irradiaba tanto amenaza como sabiduría. Cada movimiento suyo parecía calculado, lleno de una calma peligrosa, como si analizara todo el campo con un simple vistazo.

El sabio no necesitó palabras para demostrar su presencia. Con un movimiento fluido, levantó su colosal espada y la agitó ligeramente. Pero aquel simple gesto desató una onda de viento tan intensa que arrasó con todo a su paso. El impacto golpeó a Levitha de lleno, lanzándola por los aires como una muñeca de trapo. Rodó por el suelo hasta quedar inconsciente, su ropa hecha jirones y su rostro lleno de suciedad y pequeñas heridas.

El lobo antropomórfico, conocido como Arzobispo, giró su mirada hacia la guardiana, sus ojos —o al menos el visible— brillaba con un destello de juicio severo. Su voz, profunda y cargada de gravedad, resonó como un trueno en la tranquilidad que había quedado.

“No me invoques si aún no tienes ni la fuerza para mantenerme treinta segundos.”

Sin más, Arzobispo comenzó a desvanecerse, su forma disipándose en partículas de energía que flotaron hacia el cielo, dejando solo un leve aroma a hierro en el aire.

Batalla en el lado derecho del castillo.

Lana vs Levitha.

Ganadora: Lana.

Las marcas que cubrían su cuerpo comenzaron a desvanecerse lentamente, como si el poder que las había generado se disipara en el aire. “Gané…” murmuró débilmente antes de desplomarse al suelo, completamente inconsciente.

Desde la distancia, Gay detuvo sus invocaciones y echó un vistazo rápido al campo de batalla. Cecily seguía enfrentándose ferozmente contra los soldados enemigos, manteniéndolos a raya con una precisión letal. Decidió que su compañera podía manejar la situación por sí misma, al menos por un momento.

Se apresuró hacia la guardiana caída, su rostro mostraba una mezcla de preocupación y determinación. Al llegar, se agachó a su lado, examinándola rápidamente. “Oye, ¿estás bien?” preguntó, sacudiéndola ligeramente por los hombros. Pero no obtuvo respuesta.

Gay suspiró, más para calmarse a sí mismo que por resignación, y con un movimiento decidido la levantó, cargándola sobre su espalda. Aunque el peso de su compañera no era mucho, sentía la tensión en cada músculo, como si el momento estuviera impregnado de gravedad.

"Al menos respira… así que estará bien,” murmuró, intentando convencerse mientras sentía el tenue ritmo de su respiración contra su espalda. Ajustó su postura, asegurándose de que estuviera bien sujeta, y lanzó una última mirada al caos del campo de batalla antes de encaminarse hacia un lugar más seguro.

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Prisión subterránea.

El grupo de Marco, Lily y Ashley continuaba descendiendo por los oscuros y polvorientos niveles del complejo, avanzando rápidamente hacia la prisión donde la princesa estaba cautiva.

“¿Cuánto falta?” preguntó Lily, revoloteando nerviosa alrededor de los demás.

“No mucho, un par de pisos más y estaremos allí,” respondió la usuaria de potenciación física con confianza, aunque en su mirada se reflejaba la tensión del momento.

“¡Menos mal! ¡Pronto podremos dar la señal!” dijo Marco, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz.

Finalmente, llegaron a un nivel que Ashley reconoció al instante. Era el lugar donde había enfrentado su prueba durante su primer día allí: el siniestro ring de combate. Las luces parpadeaban débilmente, y el aire estaba impregnado con un olor metálico. Mientras corrían sin mirar atrás, un estruendo ensordecedor los detuvo en seco.

Del techo cayó Terapon, impactando el suelo con tanta fuerza que los fragmentos de piedra volaron por el aire. Se incorporó lentamente, imponente y amenazador, con su mirada fija en Ashley.

“No vais a pasar. Y tú menos, traidora,” dijo con voz grave y afilada, escupiendo las palabras como veneno.

Ashley dio un paso atrás, apretando los puños, pero antes de que pudiera reaccionar, Marco se adelantó con un salto impulsado por su magia. En un movimiento rápido y explosivo, le asestó un codazo directo al rostro de Terapon. La fuerza del impacto se amplificó cuando Marco encendió fuego en su codo, lanzando al gigante hacia el ring de combate con un golpe resonante.

“¡Marco!” exclamó la joven, sorprendida por su reacción repentina.

“¡No te preocupes!” respondió nuestro protagonista, sin apartar la vista del enemigo, que ya comenzaba a levantarse del suelo. “Tú eres la única que sabe dónde está la princesa. Iros vosotras, ¡yo me encargo de este tipo!”

Ashley vaciló un instante, pero la firmeza en la voz de Marco la hizo reaccionar.

“¡Vamos, Lily!” dijo, colocando sobre su cabeza al hada para continuar su camino.

“¡Sí!” respondió, y ambas fueron hacia las escaleras.

Mientras tanto, Terapon se sacudía el polvo y dejaba escapar una carcajada grave y burlona.

“Vaya… Así que quieres jugar,” dijo, con una sonrisa torcida.

“En efecto,” respondió Marco, encendiendo sus manos en llamas mientras subía al cuadrilátero, preparado para el enfrentamiento.

El aire a su alrededor comenzaba a vibrar con el calor de sus llamas, mientras Terapon adoptaba una postura de combate, sus músculos tensándose como un depredador acechando a su presa.

Continuará…

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