El sonido de los pasos apresurados resonaba por los oscuros corredores mientras las chicas ascendían por los pisos superiores de la prisión subterránea. Cynthia, aunque débil, se mantenía en pie con la ayuda de Ashley, quien no dejaba que disminuyeran el ritmo.
"Se me había hecho más corto al bajar, al menos parece que no nos sigue nadie." comentó Lily con seriedad mientras miraba hacia atrás, esperando no encontrar enemigos siguiéndolas.
"No te desconcentres, manten el ritmo." respondió Ashley. "Hemos llegado demasiado lejos como para quedarnos atrás ahora."
De repente, en uno de los cruces, el grupo se encontró con Marco, que venía jadeando tras su batalla contra Terapon. Su ropa estaba rasgada y su rostro mostraba signos de agotamiento, pero sus ojos seguían encendidos con determinación.
"Marco," exclamó Lily al verlo. "¿Lo lograste?"
"Pues claro, el tipo ese ya no será un problema," dijo él con un resoplido. "¿Y vosotras? ¿Cynthia, estás bien?"
"Podría estar mejor, pero mejoraré," respondió la princesa con un tono firme.
"Entonces sigamos. Tenemos que salir del castillo para lanzar la señal." indicó Marco, poniéndose al frente mientras el grupo continuaba su marcha.
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Entrada a la prisión subterránea, interior del castillo.
Allí Keipi estaba junto a Kevin, quien parecía visiblemente nervioso.
"¿Crees que lograrán salir a tiempo?" preguntó el sirviente mientras tamborileaba los dedos contra la pared.
"Pues claro, confía en ellos," respondió, manteniendo la mirada fija en el horizonte.
"¿Y si no lo hacen? Puede que nos descubran, y—"
"No habrá 'y si no lo hacen'," lo interrumpió Keipi con calma y una sonrisa despreocupada dibujada en su rostro. "Ellos lo conseguirán."
De pronto, el monje se tensó. Una energía extraña y poderosa se acercaba vertiginosamente.
"Espera… ¿qué pasa?" preguntó Kevin, notando el cambio en la postura de su compañero.
"Cuidado," dijo Keipi con firmeza mientras empujaba a Kevin hacia un lado.
En un instante, el monje transformó a Priscilla de su forma polluelo a su forma de katana. Apenas a tiempo, bloqueó el ataque de un mandoble de titanio masivo que chocó contra él con una fuerza abrumadora.
Frente a nuestro protagonista estaba la arcana Angemika, con una sonrisa maliciosa dibujada en su rostro. Sus ojos brillaban con burla mientras mantenía su arma en alto.
"Esos ruidos molestos del exterior me despertaron en mitad de mi precioso sueño y para colmo, mi intuición notó energía mágica sospechosa en el interior de mi queridísimo hogar..." comentó Angemika con tono burlón, ladeando ligeramente la cabeza mientras retrocedía con un salto para atrás. "¿Se puede saber qué haces a estas horas de la noche en un turno que no te toca y con una katana en mano, sirviente?"
Keipi frunció el ceño pero no bajó la guardia. "Eso no es asunto tuyo."
Sin mediar palabra, los dos espadachines se lanzaron al ataque. Sus movimientos eran tan rápidos como mortales. El primer choque de armas resonó en el pasillo, haciendo vibrar las paredes de piedra como si el lugar mismo se estremeciera ante el impacto.
Keipi, bloqueaba cada golpe del mandoble de Angemika con una precisión milimétrica. El tamaño descomunal del arma de su oponente parecía darle ventaja, pero el monje respondía con agilidad y una técnica impecable.
La arcana, por su parte, atacaba con una fuerza abrumadora, su mandoble trazaba arcos devastadores que cortaban el aire con un silbido ensordecedor. Cada vez que la espada de nuestro protagonista detenía el avance del arma de Angemika, una onda de choque se extendía, levantando pequeñas nubes de polvo del suelo.
Kevin observaba desde un rincón, atónito. "¡Wow!" exclamó, sin poder apartar la mirada de la batalla que se desarrollaba frente a él.
Keipi dio un paso hacia adelante, girando sobre su eje para esquivar un golpe lateral y contraatacando con un corte descendente que obligó a Angemika a retroceder. Pero la mujer no tardó en recuperar terreno, desatando una ráfaga de golpes que parecían destinados a arrasar con todo a su paso.
El combate era un torbellino de movimientos y ninguno de ellos había decidido usar su magia aún. Keipi se movía con gracia felina, esquivando y bloqueando con una concentración férrea, mientras Angemika lo acosaba con la fuerza implacable de una tormenta. Las chispas volaban cada vez que las armas chocaban, iluminando brevemente el pasillo en destellos naranjas y blancos.
En un momento, la arcana cambió de táctica, girando sobre sí misma con un impulso brutal que forzó al monje a saltar hacia atrás para evitar ser alcanzado. Su mandoble se hundió en el suelo, levantando trozos de piedra y dejando un cráter en el lugar del impacto.
"¡Esto es increíble! ¡Kei le está plantando cara a una arcana!" murmuró Kevin, sin poder creer lo que veía.
Keipi apenas tuvo tiempo de recuperar el equilibrio antes de que Angemika volviera a cargar contra él. Su espada se alzó de nuevo, bloqueando por apenas un instante el peso del mandoble que parecía querer aplastarlo contra el suelo. El pasillo se llenó de ecos de los constantes choques metálicos, un siniestro recordatorio de la ferocidad del enfrentamiento.
Ambos combatientes parecían estar a la par, sus habilidades y estilos contrastaban de una manera que convertía el combate en un espectáculo hipnótico. Pero el sudor que comenzaba a acumularse en la frente del monje y la sonrisa imperturbable de la arcana dejaban entrever que la batalla estaba lejos de terminar.
"No eres malo. Sin siquiera usar mi magia me estás dando combate de igual a igual," dijo Angemika, con una sonrisa que mezclaba diversión y respeto. Su voz era firme, pero había un destello de emoción en sus ojos, como si disfrutara de la pelea más de lo esperado. "Quizá debería usarla."
Sin esperar respuesta, comenzó a liberar energía mágica. Un aura oscura y densa empezó a rodearla, haciendo que el aire del pasillo vibrara con una presión inquietante. Las paredes, antes estables, ahora parecían temblar ligeramente bajo el peso de su poder.
Keipi, lejos de amedrentarse, respondió con calma. "Sí... lo mismo digo," comentó mientras relajaba sus hombros y dejaba fluir su propia energía. Una luz clara y vibrante emergió de su cuerpo, envolviendo a Priscilla con un resplandor tan intenso que iluminó el pasillo, contrarrestando la ominosa energía de su oponente.
El enfrentamiento estaba a punto de alcanzar un nivel completamente diferente, las energías opuestas chocaban entre sí como dos mares en colisión. Sin embargo, antes de que uno de los dos pudiera tomar la ofensiva, un estruendo interrumpió el combate.
A toda velocidad y potenciada con su magia física, Ashley apareció desde las escaleras con un potente salto. El impacto de su llegada hizo que el suelo crujiera bajo sus pies. Con la mirada fija en Angemika, se lanzó hacia ella con una patada devastadora.
La arcana apenas tuvo tiempo de alzar su mandoble para protegerse. El golpe resonó como un trueno, y la fuerza descomunal de Ashley superó incluso las defensas del oponente, lanzándola por los aires. La mujer voló por el pasillo y terminó impactando contra una pared al final, dejando una grieta visible en los ladrillos.
"¡Ya tenemos a la princesa! ¡No hay tiempo que perder! ¡LARGO DE AQUÍ!" gritó Ashley con determinación, girando sobre sus talones mientras aterrizaba con elegancia.
"¡Sí!" respondió Keipi rápidamente, agarrando del brazo a Kevin, que aún parecía procesar lo ocurrido. Sin dudarlo, ambos comenzaron a correr hacia la salida, siguiendo las indicaciones de su compañera.
"Tsk... serán mamones..." murmuró Angemika, levantándose lentamente del suelo. Se sacudió los escombros de encima con una mezcla de frustración y diversión, observando cómo las grietas en la pared aún resonaban con el impacto.
De pronto, una sensación helada recorrió el ambiente. La temperatura del pasillo comenzó a descender bruscamente, y la arcana se detuvo en seco, una sonrisa torcida volvió a aparecer en su rostro.
"Pero parece... que ahora que el jefe se ha despertado, no tendré que hacer mucho más," comentó con voz baja, mientras una capa de escarcha comenzaba a formarse en las paredes cercanas, marcando la llegada de una nueva amenaza.
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Salida del castillo.
El grupo de rescate logró salir de las instalaciones sanos y salvos, esquivando las patrullas y asegurándose de que la princesa estuviera con ellos en todo momento. Aprovechando la situación, Marco giró sobre sus talones, extendió su brazo hacia el cielo y disparó una llamarada ardiente que explotó en todas direcciones, iluminando la noche como un fuego artificial. Era la señal acordada: los equipos de distracción podían retirarse.
En el flanco izquierdo, el grupo de Ryan vio el espectáculo en el cielo. Sin perder tiempo, Bisexual activó su magia, creando un portal brillante. Con una orden breve y precisa, todos cruzaron rápidamente, dejando atrás el caos del campo de batalla. Los soldados enemigos, desconcertados al ver cómo desaparecían de la nada, quedaron inmovilizados en su desconcierto.
Mientras tanto, en el flanco derecho, Cecily y su equipo también reaccionaron al ver la señal. Gay invocó una majestuosa alfombra voladora que brillaba con destellos dorados. Subieron apresuradamente, llevando consigo a Lana, quien seguía inconsciente pero estable. La alfombra se elevó con gracia, surcando el aire y alejándose a toda velocidad del lugar.
"Hicimos nuestro trabajo. Ahora solo queda que ellos sean capaces de volver a la granja," comentó Cecily con un dejo de preocupación mientras observaba cómo el castillo se hacía más pequeño en la distancia.
De vuelta con el grupo de Marco, los pasos resonaban con fuerza contra el suelo mientras corrían hacia el bosque para alejarse del castillo. Sin embargo, al llegar a un claro, todos se detuvieron abruptamente. Una figura conocida se acercaba hacia ellos.
El grupo quedó anonadado al reconocerlo. Era Theo.
"¿Hermano?" exclamó Cynthia, con su voz cargada de sorpresa e incredulidad.
"Theo... ¡¿Qué haces aquí?!" preguntó Marco, con una mezcla de temor y furia contenida.
"¡Vine a ser útil!" respondió Theo con lágrimas en los ojos, y su voz quebrada pero llena de determinación.
Antes de que pudiera dar un paso más, el aire a su alrededor se volvió gélido. De entre las sombras, una figura de hielo se materializó detrás del príncipe. Era alta, majestuosa y aterradora y convirtiéndose lentamente en su invocador, Averno.
El líder de los arcanos agarró a Theo por el cuello con una fuerza despiadada.
El grupo quedó paralizado por el horror. Averno, el más poderoso de sus enemigos, estaba allí frente a ellos, emanando un aura de poder que hacía que la temperatura descendiera drásticamente. La nieve comenzó a caer suavemente, cubriendo el suelo del claro en un manto blanco mientras el frío se colaba en sus huesos.
"Lo siento, pero no vamos a dejar que arruinéis el plan," declaró el enemigo.
Siguiendo su instinto, nuestro protagonista se envolvió en un aura de fuego ardiente y embistió al enemigo con toda su fuerza. El impacto entre las dos energías opuestas —el calor abrasador de Marco y el gélido poder de Averno— provocó un vendaval caótico. Corrientes de aire se entremezclaron violentamente, llenando el espacio de vapor y creando un estruendo ensordecedor que hacía temblar el suelo bajo ellos.
"¡IROS DE AQUÍ! ¡OS LO ORDENO!" rugió nuestro protagonista con una furia que resonó como un trueno en el gélido ambiente.
Ashley y Keipi intercambiaron una mirada. Cada fibra de su ser les pedía quedarse, pelear a su lado y enfrentarse a aquel monstruo. Pero sabían la verdad: Averno era diferente a cualquier otro enemigo que hubieran enfrentado antes. Quedarse solo complicaría las cosas y pondría en peligro todo el plan para recuperar Longerville.
Con los dientes apretados, la joven tomó a la princesa en sus brazos y, tras un último vistazo, comenzó a correr. El monje hizo lo mismo, agarrando al sirviente, aunque su rostro reflejaba el dolor de dejar atrás a su amigo.
"¡Te encargamos a Theo!" gritó Ashley mientras se alejaba.
"¡Dale una lección a ese tipo!" añadió Keipi con una sonrisa, tratando de aligerar el ambiente.
Averno giró lentamente la cabeza hacia ellos, sus ojos brillaban con un resplandor glacial. Con un simple movimiento de su mano, el suelo comenzó a cubrirse de hielo a un ritmo vertiginoso, como si una ola congelada los persiguiera, buscando atraparlos antes de que pudieran escapar.
Pero Marco no lo permitió. Reuniendo toda su fuerza, cubrió su puño con llamas intensas y lanzó un golpe directo al torso de Averno. El impacto fue devastador, lo suficiente como para derribarlo y forzarlo a soltar a Theo, que cayó al suelo jadeando.
La energía de nuestro protagonista no solo detuvo el avance del hielo que perseguía a sus amigos, sino que también creó una barrera momentánea de calor que permitió que sus amigos escaparan.
Averno se incorporó lentamente, el hielo alrededor de él crujía y se regeneraba lentamente. Una sonrisa sombría se dibujó en su rostro mientras sus ojos se clavaban en Marco, quien estaba frente a él.
"Oh... No sabes lo que acabas de hacer, enano de fuego," dijo con una voz baja y cargada de amenaza.
El aire se volvió aún más pesado, y la batalla más peligrosa de todas parecía estar a punto de comenzar.
Continuará...
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