Lily decidió quedarse a apoyar a su compañero en esta batalla. Moviéndose con rapidez, se escondió detrás de una de las paredes del castillo, asegurándose de estar en un lugar seguro desde donde pudiera observar todo sin ser detectada ni herida. Su corazón latía con fuerza mientras mantenía los ojos fijos en la escena.
Los dos rivales se miraban fijamente, evaluándose como si intentaran leer la mente del otro. Marco, sin embargo, tambaleaba su mirada hacia el pequeño Theo, quien yacía tirado en el suelo tras el imponente Averno. La preocupación era evidente en su rostro: temía que el enemigo utilizara al príncipe como una herramienta en su contra.
“Oh, ¿Es que hay algo que te preocupa?” preguntó el líder de los arcanos con una sonrisa burlona al notar hacia dónde iba la mirada de nuestro protagonista. Lentamente, se giró para mirar a Theo, y sus ojos brillaron con malicia. “Interesante.”
Con un movimiento teatral, Averno chasqueó los dedos con elegancia. Un pilar de hielo se materializó bajo Theo, elevándolo varios metros en el aire. El príncipe quedó encerrado dentro de una jaula cristalina y congelada que reflejaba la luz.
“¡¿Qué haces?!” exclamó Marco, sorprendido y dando un paso al frente instintivamente.
“Le he congelado para que se mantenga a salvo y fuera del lugar del combate,” respondió Averno con un tono despreocupado, ladeando ligeramente la cabeza. “¿No era eso lo que tenías en mente? Que tal vez usaría a este pobre niño como escudo para asegurar mi victoria. Pues bien, me lo he quitado de en medio. No necesito de esos trucos para derrotar a un idiota como tú.”
Marco apretó los dientes, sintiendo la ira crecer en su interior. “Tsk…” masculló, mientras su aura de fuego comenzaba a intensificarse. Las llamas bailaban alrededor de sus puños con furia contenida.
“¡Vamos, demuéstrame lo que tienes!” lo provocó Averno, extendiendo un brazo hacia él y haciendo un ademán para que se acercara. “Quiero ver si esa valentía tuya es tan ardiente como tus llamas.”
Marco dio un paso al frente, el aire a su alrededor se ondulaba como si el mismo espacio se consumiera por el calor, mientras Averno mantenía su postura tranquila, rodeado de un frío que hacía crujir el suelo bajo sus pies.
Sin previo aviso, el líder de los arcanos extendió una mano, lanzando una ráfaga de picos de hielo que surcaron el aire con precisión mortal. Nuestro protagonista respondió alzando una barrera de fuego que vaporizó los proyectiles en el acto, llenando el lugar de un denso vapor que distorsionaba ligeramente la visión. Sin perder tiempo, el joven avanzó, cubriendo su puño en llamas y lanzando un golpe directo que buscaba abrir la defensa de su enemigo.
Averno giró sobre sí mismo, creando una delgada lámina de hielo que absorbió el impacto, aunque se quebró al instante. El arcano contraatacó con una serie de cortes de hielo afilado que surgieron del suelo, obligando a Marco a retroceder con rápidos saltos hacia atrás. Uno de los cristales rozó su costado, dejando un corte superficial que fue suficiente para arrancarle una mueca de dolor.
Sin inmutarse, Marco golpeó el suelo con ambas manos, desatando una explosión de fuego que se expandió como una ola voraz. El calor hizo retroceder a Averno unos pasos, pero el arcano mantuvo la calma, extendiendo ambas manos para levantar un muro de hielo tan grueso que resistió la embestida del ataque.
Los dos contrincantes se mantuvieron en movimiento constante, sus estilos opuestos chocando en un espectáculo brutal y elegante. Marco se movía con agresividad, su fuego desbordante trazaba arcos en el aire y dejaba grietas ardientes en el suelo con cada golpe. Averno, en cambio, luchaba con una precisión helada, anticipando los movimientos de su oponente y utilizando su magia para mantenerlo a raya, lanzando ráfagas de ventisca y trampas de hielo bajo sus pies.
En un momento de descuido, el arcano invocó una tormenta de nieve que redujo la visibilidad a cero. Marco, rodeado de la gélida marea, sintió cómo el frío intentaba apagar sus llamas. Sin embargo, cerró los ojos y dejó que su poder lo envolviera por completo. Su cuerpo comenzó a brillar con un intenso resplandor anaranjado, y con un rugido que resonó como un trueno, liberó una explosión de fuego puro que disipó la tormenta, dejando el campo de batalla despejado.
Averno apareció frente a él, con una sonrisa maliciosa intacta. El hielo bajo sus pies comenzó a fracturarse, y Marco se dio cuenta de que el arcano había estado preparando algo más grande. Con un movimiento súbito, el arcano clavó su mano en el suelo, provocando que una gigantesca lanza de hielo surgiera del suelo, apuntando directamente hacia nuestro protagonista. El joven reaccionó al instante, envolviendo su cuerpo en una espiral de fuego y lanzándose hacia la lanza con toda su fuerza.
El impacto fue devastador. Las energías opuestas chocaron creando una onda expansiva que destrozó los alrededores. Fragmentos de hielo y fuego se dispersaron en todas direcciones mientras el suelo temblaba bajo la intensidad del enfrentamiento.
Cuando el polvo se asentó, ambos combatientes se mantenían en pie, aunque jadeando. Sus ojos seguían fijos el uno en el otro, conscientes de que la batalla estaba lejos de decidirse.
Lily observaba desde su escondite, incapaz de apartar la mirada. Su corazón latía con fuerza. El choque entre el fuego de Marco y el hielo de Averno era un espectáculo que no parecía terrenal.
"Esto es... increíble", murmuró para sí misma, sus ojos reflejaban las luces naranjas y azules del campo de batalla. Cada movimiento parecía calculado, cada ataque desprendía una fuerza que podía cambiar el paisaje. El hada no podía decidir si sentirse aterrada o fascinada. "Marco está dando todo lo que tiene… pero ese tipo… Averno… es el enemigo más poderoso que nos hemos encontrado hasta la fecha."
El arcano parecía imperturbable, a pesar de la intensidad del combate. Su magia crecía en complejidad y alcance con cada momento que pasaba. Mientras nuestro protagonista intentaba mantener la presión con un aluvión de llamas, Averno contrarrestaba cada ataque con barreras de hielo que no solo resistían el calor, sino que también devolvían golpes afilados como cuchillas.
En un momento de desesperación, Marco creó un enorme látigo de fuego, balanceándolo con fuerza para romper la distancia que Averno imponía entre ellos. El látigo cortó el aire, incinerando cualquier obstáculo en su camino, pero el enemigo lo atrapó con una gigantesca mano de hielo que creó tras él.
"¿Eso es todo lo que tienes?", parecía decir su mirada. El arcano movió los dedos con un gesto elegante, transformando el látigo en un bloque de hielo que cayó inerte al suelo.
El cansancio comenzaba a pesar sobre nuestro protagonista, al fin y al cabo ya había gastado gran parte de su energía en su anterior combate contra Terapon. Su respiración empezaba a ser irregular, y su fuego, aunque aún poderoso, mostraba signos de debilidad frente al hielo del enemigo.
"Vamos, Marco, no te rindas", susurró Lily desde su escondite, apretando los puños. Pero aunque nuestro protagonista no tenía intención de rendirse, la ventaja del enemigo era cada vez más evidente.
Averno sacó con calma su reloj de bolsillo, una pieza elegante y antigua que parecía desentonar con la crudeza del combate. Observó la hora con un leve arqueo de ceja, dejando escapar un suspiro. "Es más tarde de lo que pensaba... Si no termino con esto pronto, mi horario de sueño se verá afectado", comentó con indiferencia, como si todo el enfrentamiento hubiera sido un simple entretenimiento pasajero.
La actitud despreocupada del enemigo encendió aún más la furia de nuestro protagonista. "¿Te estás burlando de mí?" rugió, mientras una intensa llama comenzaba a envolver su cuerpo. El fuego danzaba con violencia, elevándose en espirales que hacían temblar el aire a su alrededor.
Marco intentaba recrear el devastador ataque en forma de fénix que había desatado en la torre de Babel, un poder tan feroz que podría cambiar el curso de cualquier batalla. Pero justo cuando la energía parecía alcanzar su punto máximo, Averno desapareció.
En un abrir y cerrar de ojos, el arcano estaba frente a él. Su velocidad era tan abrumadora que nuestro protagonista apenas pudo registrar su movimiento. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un dedo frío como el acero tocar su frente.
"Ya es suficiente", murmuró Averno, con su voz carente de emoción, y con su mirada vacía, como la de alguien que ya había ganado mucho antes de empezar.
En ese instante, un frío paralizante recorrió el cuerpo de Marco. Sus llamas se extinguieron abruptamente, como si nunca hubieran existido. El hielo comenzó a formarse desde el punto donde Averno lo tocó, extendiéndose rápidamente por su cuerpo. Nuestro protagonista luchaba por moverse, pero era inútil; el hielo se expandía con una fuerza implacable, atrapándolo en una prisión cristalina. Sus gritos quedaron atrapados en su garganta mientras el hielo crecía, envolviendo por completo su figura hasta convertirlo en un enorme pedrusco gélido que brillaba bajo la tenue luz del campo de batalla.
Desde su escondite, Lily observó la escena con horror. "¡Marco!" gritó, con su voz desgarrada por la desesperación. Lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras apretaba los puños, deseando más que nunca salir y ayudar a su compañero. Pero sabía que no tenía el poder para enfrentarse a alguien como Averno. Su cuerpo temblaba entre la impotencia y la rabia. "¡No puede terminar así... no puede!"
Batalla en la salida del castillo.
Marco vs Averno.
Ganador: Averno.
El arcano chiscó los dedos con elegancia, deshaciendo el pilar de hielo que mantenía al príncipe atrapado en las alturas. Como si hubiera calculado el momento exacto, se adelantó y atrapó al joven en pleno descenso, sosteniéndolo con una sorprendente delicadeza que contrastaba con la brutalidad de su poder. Averno observó brevemente al príncipe inconsciente en sus brazos, asegurándose de que no había daño adicional, antes de volver su atención hacia el entorno.
Con un ademán tranquilo, llamó a los guardias que aguardaban nerviosos en las cercanías. "Llévenlo al castillo", ordenó, señalando a Marco, ahora atrapado en el hielo. "Dejen al enemigo en el interior. Mañana decidiré su castigo." Su tono era amable, casi como si estuviera hablando de algo trivial, pero los guardias no se atrevieron a replicar. Sabían bien que bajo esa fachada serena se escondía un poder aterrador.
Mientras cruzaba las puertas del castillo, llevando al príncipe desmayado en sus brazos, Averno meditaba en silencio sobre los recientes acontecimientos. La princesa había logrado escapar, un movimiento que no había previsto. Su fama como estratega era bien conocida, pero ahora contaba con aliados que representaban un verdadero obstáculo. Ese grupo, aunque heterogéneo, demostraba ser más persistente y peligroso de lo que esperaba.
Averno frunció el ceño ligeramente; no podía permitirse más sorpresas. "Tendré que acelerar los preparativos... antes de que algo más se interponga en mis planes," pensó con frialdad.
Dentro del castillo, las puertas se cerraron con un eco que resonó por el silencioso pasillo. Afuera, en la penumbra de la noche, Lily observaba desde la distancia. Apenas podía contener el temblor en su cuerpo. Sabía que quedarse significaba exponerse a un peligro innecesario, pero irse significaba dejar a Marco atrás. Apretó los puños con fuerza, con sus uñas clavándose en las palmas de sus manos. Finalmente, con un grito ahogado de frustración, emprendió vuelo, alejándose del castillo a toda velocidad.
"Espera, Marco, te rescataremos... Lo prometo," susurró entre lágrimas que se mezclaban con el viento.
Mientras avanzaba, un destello de determinación brilló en sus ojos. No importaba cuán desesperada pareciera la situación, ella sabía que no estaba sola. La granja sería su primer destino, y los demás debían saber lo que había ocurrido. Su mente ya estaba trazando el próximo paso, el próximo movimiento que los acercaría a salvar a Marco.
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Más tarde, salón del rey.
Matheus se había despertado de golpe tras la llamada de urgencia de Averno. El rey, con su rostro surcado de arrugas y su mirada ausente, se sentó pesadamente en el trono, adoptando aquella expresión vacía que lo caracterizaba desde hacía años. La majestad que alguna vez había emanado de él era ahora apenas una sombra.
La excusa del ataque nocturno había servido como el pretexto perfecto para que el líder de los arcanos solicitara una audiencia privada con el monarca. Sin embargo, sus intenciones iban mucho más allá de simples asuntos militares.
"¿Qué deseas, Averno?" preguntó, con voz apagada, apenas consciente de la amenaza que tenía frente a él.
El líder de los arcanos, de pie en medio de la sala del trono, sonrió con frialdad. Sus pasos resonaron sobre el mármol mientras se acercaba al centro del salón, y su figura estaba envuelta en un aura gélida. Alzó la vista, dejando entrever la intensidad en sus ojos.
"Tu país," respondió con absoluta sinceridad, sus palabras estaban cargadas de una calma escalofriante.
El rey frunció el ceño, sus ojos opacos parpadearon con un destello de sorpresa. "¿Qué quieres decir con eso?" preguntó, enderezándose en el trono como si tratara de recuperar un atisbo de autoridad.
Sin responder, Averno alzó su brazo con un movimiento fluido. Desde su muñeca, un filo de hielo puro emergió, extendiéndose a una velocidad vertiginosa a lo largo del salón. Antes de que el rey pudiera reaccionar, el filo alcanzó su cuello, atravesándolo con una precisión impecable. El golpe fue tan limpio que apenas hubo tiempo para que el cuerpo del monarca comprendiera lo que había ocurrido.
La cabeza de Matheus quedó suspendida en el aire por un breve instante antes de caer, rodando lentamente por el suelo, dejando un rastro de sangre carmesí sobre el mármol pulido.
En ese fugaz momento, antes de que la vida lo abandonara por completo, el rey vio destellos de su pasado: la imagen de su esposa sonriéndole desde la cama, sus hijos corriendo por el jardín mientras sus risas llenaban el aire. Su corazón, lleno de remordimientos, emitió un último pensamiento.
"Lo siento... no fui un buen padre." Su voz no salió, pero el eco de esas palabras quedó atrapado en su mente mientras el último resquicio de vida se desvanecía.
Averno observó impasible la escena, su expresión era inmutable. Con un gesto tranquilo, relamió la sangre que había manchado el filo de hielo antes de hacerlo desaparecer. Su voz cortó el silencio, helada como la muerte misma.
"Tu reino ha languidecido bajo tu sombra, Matheus. Lo que me llevo no es solo tu trono, sino la oportunidad de forjar algo… mejor. Algo digno del poder que represento."
Mientras el cuerpo sin vida del rey se desplomaba en el trono, la sala quedó en un silencio absoluto, roto únicamente por el goteo de la sangre que se escurría sobre el mármol. Averno dio media vuelta y salió del salón con pasos seguros, su figura proyectaba una sombra alargada bajo la tenue luz de las antorchas.
Continuará...
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