Granja de las afueras de Eumerastral.
Los miembros del grupo comenzaron a llegar a la base secreta. Dentro del refugio, el ambiente estaba tenso, cargado de silencios y miradas preocupadas mientras atendían a Lana, quien yacía exhausta en una de las camas. Sus heridas, consecuencia de la batalla contra Levitha, eran visibles, pero con cuidados y descanso pronto estaría en condiciones de continuar.
Los últimos en llegar fueron Keipi y Ashley, quienes no venían solos. Los acompañaban la princesa, aún aturdida por los eventos recientes, y Kevin, el sirviente, cuya presencia en el castillo ya no iba a ser bien recibida.
Un pesado silencio cayó sobre la sala. La noticia golpeó como un martillo, y el eco de las palabras de la joven parecían resonar en las mentes de todos.
“No podíamos quedarnos. Si lo hacíamos, corríamos el riesgo de fracasar en la misión principal”, añadió Keipi, tratando de justificar la decisión. Su tono era firme, pero sus ojos delataban el remordimiento que sentía.
La tensión en la sala se intensificó. Maurice cerró los puños con fuerza, apretó su mandíbula mientras un destello de furia cruzaba su mirada. Durante unos instantes parecía estar a punto de explotar, pero se contuvo. Sabía que no tenía sentido culpar a nadie. Lo sucedido estaba fuera del control de todos, pero eso no hacía que la realidad fuera menos amarga.
La princesa se puso de pie con determinación, levantando la barbilla y proyectando una confianza inquebrantable. “Yo me encargaré de la estrategia de asalto,” declaró con firmeza. Su voz resonó en la sala, llena de convicción. “Si confíáis en mí, el plan puede triunfar. Todo saldrá bien.”
Las palabras estaban cargadas de esperanza, pero apenas tuvo tiempo de continuar cuando un sollozo interrumpió el momento. La pequeña Lily irrumpió en la sala, volando desesperadamente, con lágrimas rodando por su diminuto rostro. Sin pensarlo, se aferró al bolsillo de la camisa de Keipi, quien la recibió con una mezcla de confusión y preocupación.
“¿Qué sucede, Lily?” preguntó Ryan, arrodillándose para mirarla directamente a los ojos.
Lily tardó unos instantes en poder hablar, sus palabras entrecortadas por el llanto. “¡A... a Marco lo congelaron!” sollozó, con su voz quebrándose. “Se lo llevaron dentro del castillo... ¡y también a Theo!”
Un silencio sepulcral se apoderó de la sala. Todos los presentes quedaron inmóviles, procesando la impactante noticia. Algunos dejaron escapar murmullos incrédulos, mientras otros intercambiaban miradas cargadas de preocupación y temor.
Cecily fue la primera en romper el silencio, sacudiendo la cabeza con incredulidad. “¿Marco? ¿Derrotado? No puede ser... alguien como ese cabezota no caería tan fácilmente.”
Lily, aún entre lágrimas, levantó la cabeza para explicar lo sucedido. “Él... él no estaba al máximo,” dijo, con su voz débil pero cargada de pesar. “Ya había luchado antes contra otro oponente... estaba cansado, con desventaja. Y en un momento de descuido... aprovecharon para congelarlo rápidamente. No tuvo tiempo ni de reaccionar.”
La explicación de Lily golpeó a todos como un balde de agua fría. La idea de que Marco, su líder y una figura casi invencible para ellos, hubiera caído era difícil de aceptar.
Maurice cerró los ojos y exhaló profundamente, tratando de contener el torbellino de emociones que lo invadía. Ashley, apretando los puños, murmuró algo entre dientes, mientras Ryan miraba al suelo, con su rostro oscurecido por la preocupación.
La princesa, sin embargo, no permitió que el impacto de la noticia la inmovilizara. Dio un paso adelante y habló con más fuerza que antes. “Esto solo significa que debemos actuar con más precisión. Marco y Theo nos necesitan, y no podemos fallarles. Si seguimos lamentándonos, los estaremos abandonando.”
Sus palabras comenzaron a devolver algo de energía al grupo, aunque la tensión seguía palpable en el aire. Sabían que cada segundo que pasaba era crucial, y que cualquier error podría costarles más de lo que estaban dispuestos a perder.
Lily, aún temblando, miró a la princesa con una mezcla de esperanza y temor. “Por favor, tenemos que salvar a Marco y a Theo… no podemos dejarlos allí.”
“Lo haremos,” respondió la princesa con determinación. “Podéis contar con ello.”
Todos aún albergaban dudas sobre si este plan podría realmente salir bien. Las complicaciones seguían acumulándose, y el peso de la situación parecía insoportable. Pero algo empezó a cambiar. Al ver a la princesa trabajar con una determinación inquebrantable, sin miedo ni descanso, escribiendo ideas sin parar durante horas, una chispa de esperanza comenzó a prender en el grupo. Poco a poco, su ánimo se levantaba, inspirado por su entrega.
Finalmente, tras horas de trabajo y deliberación, llegó el momento decisivo.
El sol despuntaba en el horizonte, pintando la base con tonos cálidos y dorados. La única persona despierta era la princesa, quien había pasado la noche entera elaborando su estrategia sin descanso. Cuando por fin completó su plan, dejó escapar un enorme grito de emoción.
“¡Lo tengo!” exclamó, su voz resonaba como un trueno en el silencio de la madrugada.
El grito despertó a todos de golpe. Ashley, aún somnolienta, preguntó con voz ronca: “¿Qué demonios pasa?”
Cecily, sobresaltada, se levantó de un salto, mientras Maurice, reflejando más su naturaleza felina que nunca, pegó un brinco que lo dejó clavado al techo, con sus dos colas completamente erizadas.
La princesa no pudo evitar una pequeña risa al ver sus reacciones, pero esperó pacientemente a que todos estuvieran completamente despiertos y atentos antes de comenzar a hablar. Su mirada firme y su postura erguida transmitían una energía contagiosa.
“Antes de que pueda explicaros la estrategia, necesitamos resolver tres cosas cruciales,” anunció, haciendo una pausa para asegurarse de que todos la escuchaban con atención. “Primero, los antídotos contra el veneno de Madame Titties. Segundo, un hechizo especial de teletransporte. Y tercero, algo que nos permita derretir el hielo de Averno que apresa a Marco.”
Maurice fue el primero en hablar, levantando la mano y dando un paso adelante. “El antídoto... ya casi está listo. Pero tengo malas noticias: con los recursos que tenemos, solo puedo hacer tres dosis.”
Un murmullo de preocupación recorrió el grupo, pero la princesa no vaciló. “Con eso será suficiente,” respondió con confianza, calmando las tensiones.
En ese momento, Kevin, quien hasta ahora había permanecido en silencio, alzó la mano con timidez pero con determinación en sus ojos. “Mi magia...” comenzó, su voz titubeaba al principio, pero ganando firmeza al recordar las palabras de Keipi. “Mi magia me permite calentar todo lo que toco con la mano. Creo que podría derretir el hielo que aprisiona a vuestro amigo.”
El monje lo miró con una mezcla de sorpresa y orgullo. Dio un paso adelante y le dio un fuerte golpe en el hombro, casi tumbándolo. “¡Ese es el espíritu, compi!” exclamó con una gran sonrisa.
La princesa asintió, satisfecha con las aportaciones del grupo. “Perfecto. Ahora solo nos falta el hechizo de teletransporte. Si logramos conseguir eso, podremos poner en marcha el plan. Cada uno de vosotros es una pieza clave, así que preparaos. Estamos cerca de salvar a Marco y Theo, y no voy a permitir que nada ni nadie nos detenga.”
Cecily soltó un leve suspiro, atrayendo la atención del grupo, y dijo con voz calmada: “Sé cómo conseguir un hechizo de teletransporte, pero me llevará días. Tendré que ir personalmente al castillo de Baba Yagá, la única bruja que conozco que sea capaz de lograr algo así.”
Un murmullo se extendió entre los presentes. Gay fue el primero en objetar. “Es una mala idea. ¿Te has olvidado de lo que le hicimos a esa anciana? No te recibirá con los brazos abiertos.”
Lesbiana asintió con firmeza, apoyando el comentario de su compañera. Pero entonces Bisexual intervino, cruzándose de brazos. "No es tan descabellado. Si la jefa dice que puede hacerlo, creo que es nuestra mejor opción.”
Sin embargo, añadió tras un breve silencio: “Si al menos mi magia fuera más potente, podría abrir un portal directamente a su castillo. Lo recuerdo perfectamente, he estado allí antes. Eso nos ahorraría las semanas de viaje hasta su hogar.”
El ambiente se tensó momentáneamente hasta que Lalami alzó la mano, rompiendo el silencio con una sonrisa confiada. “Si lo que necesitas es potenciar tu magia, yo puedo hacerlo. Es mi especialidad.”
Los ojos de todos se abrieron de par en par. La sorpresa dio paso al alivio, y la esperanza volvió a llenar la habitación. “¿De verdad puedes hacer eso?” preguntó Cecily, mirando a Lalami con una mezcla de incredulidad y admiración.
“Claro que sí,” respondió la sirvienta con seguridad.
Lily, sin embargo, frunció el ceño, preocupada. “¿Estáis seguros de que esto es buena idea? ¿Qué pasa si Baba Yagá se enfurece al veros en su castillo? Sois los ladrones que irrumpieron en su casa y le faltaron al respeto.”
Cecily, tranquila y serena, respondió: “Lo haré, pase lo que pase. Tengo un asunto pendiente con ella, y este es el momento de resolverlo.”
Cynthia asintió, entendiendo la firmeza en la decisión de Cecily. “Está bien. Confío en ti.”
Entonces, se dispusieron a probar la habilidad de Lalami. Ella apoyó sus manos suavemente sobre los hombros de Bisexual, cerrando los ojos para concentrarse. Una energía cálida y brillante fluyó entre ellos, haciendo que la magia del ladrón se intensificara.
Con un suspiro profundo, Bisexual canalizó la energía que recibía y, con gran esfuerzo, abrió un portal brillante frente a ellos. Del otro lado, el oscuro y misterioso castillo de Baba Yagá era claramente visible.
“Ahí lo tenéis,” dijo el elfo, algo agotado pero orgulloso del logro.
"Al menos puedo ser de utilidad." sonrió Lalami.
Cecily dio un paso al frente, observando el portal con determinación. “Vamos allá,” dijo con firmeza, cruzándolo junto a la ladrona y su compañero Bisexual, ya que les necesitaría a ambos para poder volver después.
“¡Suerte!” les desearon desde atrás, mientras el portal se cerraba lentamente tras ellos.
Continuará...
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