En el centro del coliseo, el enfrentamiento por la venganza de los ladrones estaba a punto de desatarse.
Alphabeto, envuelto en un manto de electricidad negra que chisporroteaba con furia, esbozó una sonrisa torcida antes de lanzarse a toda velocidad hacia Cecily. Su intención era clara: acabar con ella de un solo golpe demoledor.
Pero Bisexual, siempre un paso adelante, abrió un portal justo a tiempo. Lesbiana emergió de él, interponiéndose entre el arcano y la líder de los ladrones. Con un movimiento ágil, alzó una barrera de energía mágica condensada que recibió el impacto del ataque, desatando una explosión de chispas que iluminó el coliseo. Alphabeto retrocedió unos pasos, todavía cubierto por su manto eléctrico, pero con una expresión de irritación en su rostro.
Mientras tanto, Gay se desplazaba rápidamente por las gradas, sus ojos estaban fijos en el combate. Besó su libro con solemnidad, invocando a tres fieles guerreros caninos: los Mosqueperros, criaturas antropomórficas con armaduras relucientes y espadas en mano. Al grito de "¡Por la justicia y la venganza!", las invocaciones se lanzaron contra Alphabeto con una sincronización impecable.
El arcano, sin embargo, no era tan fácil de sorprender. Dio varias volteretas hacia atrás, ganando distancia con movimientos casi acrobáticos. Al aterrizar, juntó sus manos con fuerza, generando una imponente alabarda de chispas negras.
La lanzó con precisión devastadora, perforando a uno de los Mosqueperros. La alabarda explotó al instante, liberando una onda de rayos que desintegró a los otros dos en una nube de humo.
"¡¿Eso es todo lo que tenéis, desviados?!" exclamó Alphabeto con una sonrisa sardónica, aunque su satisfacción duró poco.
Aprovechando su aparente distracción, Cecily avanzó a toda velocidad, su cuerpo estaba rodeado de destellos eléctricos que rugían con intensidad y sus ojos llenos de determinación mientras se preparaba para golpearlo. Pero Alphabeto no era un oponente cualquiera. Reaccionó rápidamente, generando otra alabarda de electricidad negra entre sus manos y disparándola hacia la líder de los ladrones con la intención de detenerla.
En un abrir y cerrar de ojos, Bisexual volvió a intervenir. Abrió un portal frente a Cecily, desviando el ataque y teletransportándola directamente a la espalda del arcano. Alphabeto apenas tuvo tiempo de girarse antes de sentir las manos de Cecily sobre su espalda.
"¡Chúpate esta!" gritó Cecily, descargando un proyectil eléctrico a quemarropa como una tormenta furiosa. Alphabeto salió disparado contra una de las columnas del coliseo, el impacto provocó que la estructura se agrietara mientras el polvo se levantaba en el aire.
"¡Le dio!" exclamó Gay desde las gradas, con una mezcla de asombro y emoción.
"¡Jódete, homófobo de mierda!" agregó Lesbiana con una sonrisa triunfante, alzando los brazos en un gesto de victoria.
Pero el polvo aún no se había asentado del todo, y la risa áspera de Alphabeto comenzó a escucharse desde los escombros. Su silueta emergió entre las sombras, todavía envuelta en su manto eléctrico. Aunque sus ropas estaban desgarradas y un hilo de sangre corría por la comisura de su boca, sus ojos brillaban con un odio inquebrantable.
"¿Eso es todo lo que tienen?" preguntó con voz gélida, mientras nuevas chispas negras comenzaban a formarse en sus manos. "Ahora es mi turno."
El oponente golpeó el suelo con su puño, y en cuestión de segundos, rayos oscuros comenzaron a emerger de las baldosas del coliseo como serpientes hambrientas. El primer relámpago impactó de lleno en Bisexual, arrancándole un quejido de dolor mientras su cuerpo se sacudía violentamente.
Sin embargo, ese ataque inicial sirvió de advertencia. Los ladrones comenzaron a moverse sin descanso, esquivando los rayos emergentes que surgían sin tregua, cada uno más cercano que el anterior.
Alphabeto se irguió en medio del caos, su manto de electricidad negra ondulando como un fuego infernal. "Nunca pensé que tendríais las agallas de venir aquí a enfrentarme... ¡y encima con esa excusa barata de la venganza!" Su voz resonó como un trueno. "¡No me arrepiento de nada! ¡Vosotros sois una panda de idiotas egoístas que solo piensan en su propio placer! ¡Degenerados! ¡Por vuestra culpa, la cuota de natalidad de los elfos está por los suelos!"
Mientras gritaba, apoyó su otro puño en el suelo, sus ojos brillaban con una ira que parecía capaz de consumir el mismo aire.
De repente, el coliseo entero se iluminó con un destello cegador de energía oscura. Un gigantesco rayo negro emergió del suelo, rompiendo las baldosas y columnas como si fueran vidrio, y se disparó hacia el cielo en una explosión devastadora. El estruendo fue ensordecedor, y la fuerza del ataque arrasó con el edificio, dejando a los ladrones atrapados en el radio de la destrucción.
Cuando el resplandor se desvaneció, el coliseo no era más que un montón de ruinas. En medio del polvo y los escombros, solo quedaba Alphabeto en pie, su figura envuelta en sombras y electricidad chisporroteando a su alrededor.
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Plaza de Eumerastral.
La incesante batalla se detuvo por un instante, apenas un parpadeo, mientras el colosal rayo negro ascendía hacia el cielo, iluminando las ruinas con su resplandor oscuro. Cuando finalmente se desvaneció, la pelea retomó su curso como si nada hubiera ocurrido. Las preguntas que aquel fenómeno suscitó quedaron enterradas bajo el peso de la urgencia y el instinto de supervivencia.
Sin embargo, había alguien que no podía ignorarlo. Cynthia, oculta entre la multitud mientras despachaba a soldados de menor rango, observaba con atención. Sus pensamientos se agolpaban mientras trataba de mantener la calma. Estaba convencida de que aquel ataque era obra de Alphabeto y que, si los ladrones lo habían conseguido alejar lo suficiente, aún podría haber esperanza. Pero el temor se filtraba en su mente. Tened cuidado, fue lo último que pensó antes de volver a concentrarse en el combate.
En el corazón del escenario derruido, Ashley esquivaba los gélidos proyectiles que Averno lanzaba con precisión despiadada. Su objetivo era claro: acortar la distancia lo suficiente para colocar el sello de teletransporte y seguir con el plan. Pero el arcano no le dejaba margen, cada ataque parecía anticipar sus movimientos, haciéndole sudar con cada esquive.
Y las cosas estaban a punto de complicarse aún más. Desde las sombras, Xerxes y Madame Titties se acercaban al campo de batalla.
El plan, sin embargo, seguía en marcha. Ryan llegó justo a tiempo, haciendo que una de sus cadenas se enroscara alrededor del cuerpo de Madame Titties. Con un tirón brutal, la arrastró hacia el edificio del placer, donde ella chocó contra una pared de ladrillos. Pero la arcana no era una oponente cualquiera. Generó una burbuja de veneno justo a tiempo, amortiguando el impacto antes de aterrizar con gracia en el suelo.
Con una mirada cautelosa, se enfrentó al hombre que tenía delante. "Así que tú eres el sirviente insolente que me respondió aquel día… y por estas cadenas, diría que también eres el ninja que derrotó a mi guardia." Su voz goteaba veneno, como su magia.
Ryan, imperturbable, apretó los puños. "Sí... y estoy aquí para acabar contigo." Sus palabras eran tan firmes como el acero que ahora cubría la riñonera en su cintura. Allí guardaba los tres antídotos que Maurice había creado para la batalla.
Mientras tanto, Xerxes también encontró su propio obstáculo. Un boomerang surcó el aire y le golpeó en la nuca con fuerza. Se giró furioso, buscando al responsable, y encontró a Lana y Maurice en el tejado de una casa cercana. Ambos le hacían muecas, burlándose con descaro.
El arcano apretó los dientes y comenzó a correr hacia ellos, cegado por la rabia. Y con esto habían logrado lo que querían. El plan para separar a los enemigos se había ejecutado a la perfección.
Desde las sombras, la princesa observaba los movimientos en el campo de batalla, sus ojos brillaban con determinación. Apretó los puños y respiró hondo. "Parece que consiguieron separar a los arcanos… Ahora es mi turno de sacar a Averno del juego."
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Coliseo derruido de Eumerastral.
Los cuatro ladrones seguían conscientes, pero estaban esparcidos por el lugar, heridos, con sus ropas desgarradas y cubiertos de sangre.
Gay yacía sobre las gradas destruidas, jadeando con dificultad. "Mierda..." murmuró, su voz era apenas un susurro mientras intentaba mover un brazo sin éxito.
Lesbiana, medio enterrada entre los escombros, giró la cabeza con un esfuerzo titánico. "Nos ha derrotado... de un solo golpe..." musitó, con un tono cargado de incredulidad.
Bisexual tosió con fuerza, expulsando un rastro de sangre mientras intentaba incorporarse. "Maldición..." logró decir entre espasmos de dolor. Él había recibido el impacto más directo, y su cuerpo mostraba las peores heridas.
En el centro del campo de batalla, Cecily se tambaleaba sobre sus rodillas. Sus piernas temblaban, pero su mirada seguía fija en Alphabeto con un odio feroz. Sus labios ensangrentados se torcieron en una mueca de desprecio. "Eres un asco de tío..." escupió, apretando los dientes mientras luchaba por ponerse de pie.
Alphabeto se acercó con una sonrisa cruel dibujada en su rostro, agarrando a Cecily por una de sus coletas con una fuerza despiadada. De un tirón la levantó y, sin previo aviso, le asestó un rodillazo en la cara que la hizo gemir de dolor. "¿Te gusta el dolor? ¿Recuerdas cuántas veces te golpeaba cuando éramos niños? ¿No lo recuerdas? Tranquila, estoy aquí para refrescarte la memoria... hombre disfrazado de mujer." Su risa era un eco perturbador mientras comenzaba a estrellar la cabeza de Cecily contra el suelo con violencia.
El sonido seco del impacto de su cráneo contra la roca llenaba el aire, mezclado con el goteo de la sangre que corría por su rostro, los gemidos de dolor de la ladrona y los golpes rítmicos que marcaban el sadismo de Alphabeto. Sus coleteros, arrancados por la fuerza, cayeron al suelo, soltando sus mechones como un símbolo de su vulnerabilidad.
"¡Basta! ¡La vas a matar!" gritó Lesbiana entre lágrimas, mientras se arrastraba por el suelo intentando salir de debajo de los escombros.
"¡Ella no se merece esto!" clamó Gay, tambaleándose al intentar levantarse, su cuerpo estaba demasiado débil para sostenerse.
Bisexual observaba la escena con el corazón palpitando en su pecho, sintiendo cómo el miedo y la desesperación se apoderaban de él. Entonces, las palabras de Baba Yagá resonaron en su mente como un eco distante pero claro: ‘Permite que tus amigos abran las cerraduras que tienes. Porque si no... la muerte será tu único destino.’
La anciana había previsto esto. Había visto la derrota de Cecily, su muerte inevitable... a menos que hicieran lo impensable.
El rostro de Bisexual se endureció, y de sus labios brotó un grito cargado de rabia y desesperación. "¡USAD LAS LLAVES O CECILY MORIRÁ!"
Lesbiana y Gay se quedaron paralizados ante las palabras de su compañero. Siempre habían temido el poder que Cecily guardaba, y Bisexual había sido el más reacio a desatarlo. Pero si él estaba dispuesto a dar ese paso, significaba que no había alternativa. Algo más grande se escondía tras esta decisión, y por primera vez, entendieron que no tenían otra opción.
Con lo poco que le quedaba de energía mágica, Bisexual abrió tres portales: uno frente a él y otros dos frente a sus compañeros. Con determinación, cada uno arrancó el colgante que siempre llevaban consigo y tomó su llave. Extendieron la mano a través de los portales, y un último apareció en la espalda desnuda de Cecily, donde se encontraban las marcas con forma de cerradura.
A la cuenta de tres, las llaves se insertaron al unísono. Las cerraduras, que parecían arder con un brillo dorado, se abrieron de golpe. "¡DESPIERTA!" gritaron al unísono.
Un destello de energía eléctrica estalló desde el cuerpo de Cecily, forzando a Alphabeto a retroceder varios metros de un salto, incapaz de ocultar su sorpresa.
"¡¿Qué está pasando?!" exclamó el arcano, mirando con los ojos abiertos de par en par.
Un rayo radiante descendió desde el cielo, impactando sobre Cecily como una sentencia divina. Su cuerpo, antes herido y sangrante, se alzó con una fuerza nueva y aterradora. Un manto de chispas cubría sus puños y pies, transformándolos en garras eléctricas afiladas. De su cabeza surgieron orejas hechas de electricidad de cánido, y sus ojos adquirieron un brillo afilado y salvaje.
"Antiguamente, existió una bestia guardiana del rayo que protegía a los elfos," comenzó Bisexual, su voz temblaba entre el asombro y el respeto. "Con el tiempo, la leyenda se desvaneció, y pocos la recuerdan. Pero el abuelo de Cecily siempre nos dijo que no era un mito, sino una realidad. Que ese guardián pasaba de un elfo a otro, hasta llegar a ella..."
Cecily levantó la mirada, ahora llena de una determinación inquebrantable, y habló con voz firme:
"¡Fenrir! ¡El cánido de la tormenta!"
La escena quedó envuelta en una atmósfera electrizante, el aura de Cecily iluminando el coliseo derruido mientras Alphabeto daba un paso atrás, consciente de que la batalla acababa de dar un giro inesperado.
Continuará...
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