martes, 28 de enero de 2025

Ch. 70 - Hechizo de teletransporte

La primera batalla había llegado a su fin. Cecily había logrado derrotar a Alphabeto, pero el esfuerzo la dejó completamente agotada. Mientras la guerra continuaba rugiendo en otros rincones, era momento de que los demás frentes hicieran su parte.

En ese preciso instante, el grupo de rescate formado por Keipi, Lily y Kevin había logrado infiltrarse en el castillo. Su misión era clara: encontrar a Theo y liberar a Marco de la prisión de hielo.

"¿Dónde podrían estar?" preguntó Lily, con el ceño fruncido y una evidente preocupación en su pequeña voz.

"No tengo ni la menor idea, pero debemos movernos rápido. No hay tiempo que perder," respondió Keipi, mirando con atención a cada rincón, como si esperara que las paredes del castillo le revelaran algo.

"Uf, lo peor sería que los hubieran encerrado en lugares diferentes. Nos costará la vida encontrar a ambos," comentó Kevin, mientras se mantenía alerta.

De repente, Keipi se detuvo y se giró hacia Lily con una expresión pensativa. "Oye, ahora que lo pienso... Tú, eres el hada que guía a Marco, ¿no tienes alguna habilidad mágica que te permita rastrearlo o sentir dónde está?"

Lily se quedó en silencio, sorprendida por la lógica del comentario. Era una enviada de Pythiria, conectada al mismísimo emperador. ¿No sería razonable pensar que poseía una función latente que le permitiera localizarlo?

"Pues... Es posible," admitió, cruzando los brazos mientras flotaba frente a ellos. Luego, suspiró y se dejó caer sobre la cabeza de Kevin, sentándose como si fuera su trono improvisado. "Necesito un momento para concentrarme y explorar mis habilidades."

"Si la tienes... eso nos vendrá de perlas," comentó el monje, sin perder su aire despreocupado. Sin embargo, al instante, su tono cambió. "Aunque parece que tenemos compañía."

De un momento a otro, el sonido de pisadas resonó por los pasillos. Varios soldados, que aún no habían salido a la batalla en la plaza, aparecieron armados hasta los dientes, bloqueando su avance.

Keipi soltó una pequeña carcajada mientras levantaba a Priscilla, quien pasó de su forma de polluelo a una imponente katana. La hoja parecía brillar con una energía vibrante, como si respondiera al espíritu combativo de su portador.

"Quedaos detrás de mí," dijo con una sonrisa confiada mientras se colocaba en posición de combate. "No voy a tardar."

Keipi soltó su arma, dejando que Priscilla atravesara el suelo con un golpe limpio. Al instante, agua comenzó a brotar a borbotones del punto de impacto, inundando rápidamente el pasillo hasta alcanzar los tobillos de todos. Con un aplauso resonante, emergieron siete clones de agua idénticos al monje, que atacaron tras un sutil gesto. Como relámpagos, se lanzaron entre los soldados, golpeándolos con precisión quirúrgica y derribándolos uno tras otro en cuestión de segundos.

Sin perder tiempo, Keipi hundió las manos en el agua para recuperar a Priscilla. Con la katana en mano, saltó y apoyó sus pies sobre la superficie líquida, deslizándose con una velocidad impresionante, como si patinara sobre ella. Entre giros y movimientos rápidos, el monje zigzagueó por el pasillo, derrotando con estocadas limpias a los soldados que aún permanecían de pie.

En un abrir y cerrar de ojos, el pasillo quedó despejado. Los cuerpos de los enemigos yacían inertes, mientras el agua que antes inundaba el lugar comenzaba a disiparse mágicamente. Keipi devolvió a Priscilla su forma de polluelo, y el arma se posó sobre su cabeza con un leve graznido.

"Hecho," dijo con una sonrisa despreocupada, mientras se sacudía las manos como si acabara de terminar un trabajo menor.

"¡Eres increíble!" exclamó Kevin, asombrado por lo que acababa de presenciar. "Nunca pensé que alguien pudiera hacer algo así."

"Bah, no es para tanto," respondió Keipi, rascándose la nuca con una sonrisa tímida.

De pronto, Lily alzó la voz desde el aire. "¡Lo tengo! ¡Puedo rastrear a Marco! Si me concentro, puedo sentir su energía mágica. ¡Está aquí en el castillo!" exclamó emocionada, revoloteando sobre ellos.

"¡Eso es perfecto!" sonrió Keipi. "Entonces, ¡guíanos hacia él!"

"¡Sí!" replicó el hada, llena de entusiasmo mientras se ponía en marcha, avanzando con determinación.

El equipo de rescate no perdió tiempo y comenzó a seguirla, moviéndose con cuidado pero sin detenerse. Sin embargo, en las sombras del castillo, alguien más había entrado en escena.

La imponente figura de Angemika caminaba lentamente por los pasillos, su presencia casi palpable. Una sonrisa inquietante se dibujaba en su rostro mientras sus pasos resonaban con fuerza en el silencio.

"Ratas escurridizas..." murmuró con una voz fría y calculadora. "Pronto seréis míos."

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Escenario derruido de la Plaza de Eumerastral.

Cynthia rodó por el suelo tras recibir de lleno el impacto de un bloque de hielo que emergió violentamente del suelo. "¡Mierda!" exclamó, mientras intentaba levantarse, adolorida.

Ashley, por su parte, saltaba ágilmente entre los pilares helados de la zona, buscando un ángulo para acercarse al enemigo. Con un grito de esfuerzo, lanzó una poderosa patada que parecía imparable, pero Averno reaccionó rápidamente. Transformó el suelo bajo él en una superficie resbaladiza de hielo y se deslizó hacia atrás con una velocidad casi inhumana, esquivando el ataque con una sonrisa de burla.

El líder de los arcanos unió ambas manos y las colocó sobre el suelo, invocando dos enormes paneles de hielo cubiertos de pinchos que se alzaron a ambos lados de nuestra protagonista, cerrándose rápidamente con la intención de aplastarla como un sándwich. Sin embargo, Ashley reaccionó justo a tiempo, destrozando los pinchos más cercanos a ella con un poderoso golpe. Aunque logró evitar el peor daño, varias heridas aparecieron en sus brazos, sangrando levemente.

"¿De verdad creéis que un esfuerzo conjunto cambiará algo?" se burló Averno, con un tono cargado de arrogancia. "No importa cuántas estrategias probéis, ni juntas podréis siquiera rozarme. No sois más que un par de ilusas."

"¡Como si nos importara lo que digas!" replicó Cynthia, poniéndose de pie con dificultad mientras se limpiaba la sangre que brotaba de su nariz. Su determinación brillaba en su mirada. "Vamos a enfrentarte, te guste o no. ¡No vamos a rendirnos sin luchar hasta el final!"

Con una firmeza renovada, Cynthia desenfundó su espada, y una brillante energía mágica comenzó a rodearla. La magia de la princesa era bastante única: la capacidad de clonar cualquier objeto que haya tocado con sus manos, controlando sus réplicas a voluntad. Con un leve movimiento de su arma, hizo que varias copias exactas de ella aparecieran en el cielo, flotando como un ejército de cuchillas brillantes listas para atacar.

En cuestión de segundos, estas cayeron con furia, dirigiéndose directamente hacia Averno. El sonido cortante del aire anunciaba un impacto devastador. Sin embargo, el líder de los arcanos alzó un muro de hielo con un simple gesto de su mano, bloqueando todos los ataques con una facilidad insultante.

"¿Eso es todo lo que tenéis?" dijo Averno, observando cómo las espadas caían al suelo, inofensivas tras chocar contra su barrera helada. Su sonrisa se ensanchó, como si el combate fuera un juego sin importancia para él.

"¡Para nada!" exclamó Ashley mientras se lanzaba hacia el arcano, impulsándose con una fuerza descomunal.

El líder enemigo entrecerró los ojos, su expresión se tornó más feroz, casi inhumana. Con un movimiento fluido y preciso, extendió su brazo, formando de él una afilada cuchilla de hielo. En un instante cortó limpiamente a nuestra protagonista por la mitad, dejando tras de sí una expresión de sorpresa en su rostro.

Sin embargo, su felicidad fue efímera. El cuerpo de Ashley se deshizo en una nube de humo, disipándose rápidamente. "¿Qué narices...?" murmuró Averno, completamente desconcertado.

"¡Era un clon, imbécil!" sonrió la princesa con orgullo.

Desde el hielo bajo sus pies, una explosión de energía rompió el silencio. La verdadera Ashley emergió con una fuerza arrolladora y le propinó un poderoso puñetazo directo al mentón. El impacto levantó a Averno varios metros en el aire, desarmándolo por completo.

"¡Ahora!" gritó Cynthia con determinación mientras lanzaba una espada, con el hechizo de teletransporte atado al mango, hacia Ashley.

Con una agilidad impecable, nuestra protagonista atrapó la espada al vuelo, desprendió el pergamino mágico del mango y lo pegó directamente al pecho del enemigo. "¡TIPPOTO!" exclamó, activando el conjuro en un instante.

En un abrir y cerrar de ojos, Averno desapareció. No quedó ni rastro de su presencia, como si se hubiera desvanecido de la realidad misma.

Ashley aterrizó con gracia, plantándose firmemente sobre ambos pies. Una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro mientras miraba a Cynthia. "¡Lo conseguimos!" exclamó, su voz cargada de emoción y alivio.

"Bien hecho..." dijo la princesa, dejando escapar un suspiro agotado mientras caía al suelo de rodillas. Una sonrisa débil pero satisfecha se dibujó en su rostro. "Con esto lo hemos mandado al país de al lado... Hemos ganado el tiempo suficiente para que Marco se derrita y pueda unirse a la batalla."

Ashley se acercó rápidamente a ella, preocupada por su estado. Sin embargo, Cynthia alzó la mano con calma, devolviéndole una sonrisa tranquilizadora. "No te preocupes por mí... La guerra aún está lejos de terminar. Todavía hay arcanos por derrotar. Tienes que seguir con el plan."

Ashley asintió con determinación, recordando que Xerxes estaba enfrentándose a Lana y Maurice cerca de allí. "Será mejor que les eche una mano antes de que algo salga mal," comentó, con el ceño fruncido.

"Entonces ve," respondió Cynthia con un leve gesto de asentimiento. "Confío en ti."

Sin perder más tiempo, Ashley se giró y comenzó a correr hacia la dirección donde la batalla aún rugía.

Cynthia, por su parte, inhaló profundamente y se puso de pie una vez más, aunque sus piernas temblaban ligeramente por el cansancio. Apretó con fuerza el mango de su espada, blandiéndola con orgullo mientras miraba al tumulto bélico que conformaban los guerreros de ambas facciones.

"Es hora de continuar," murmuró para sí misma, avanzando con determinación hacia el caos de la batalla, lista para luchar hasta el final.

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País vecino.

Averno apareció en el centro de la plaza de la capital del reino vecino. Por unos instantes permaneció inmóvil, con la mirada fija en un punto vacío, como si procesara lo ocurrido. Sin embargo, la ira acumulada comenzó a desbordarse, y su cuerpo empezó a emanar una energía mágica oscura y turbulenta que se extendió por el aire como una tempestad.

Los ciudadanos, aterrados por la presencia del arcano y el poder que irradiaba, retrocedieron rápidamente, dejando la plaza casi desierta mientras murmuraban entre ellos con miedo.

"Esas cabronas..." gruñó Averno, apretando los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Una chispa de hielo se formó en el suelo bajo sus pies, expandiéndose como una red fracturada. "¡Me las van a pagar caro!" rugió, desatando una explosión de hielo y magia que hizo temblar los edificios cercanos.

El aire se llenó de una helada mortal mientras la ira de Averno amenazaba con arrasar todo a su alrededor.

Continuará...


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