“Veamos si eres lo suficientemente poderoso para aguantar esto.”
Hilos oscuros recorrieron sus brazos y cubrieron sus ojos como si tejieran una máscara siniestra. Luego, tomó su mandoble con ambas manos y, con un movimiento grotesco, lo partió en dos espadas largas y letales, una en cada mano. A su alrededor, decenas de hilos danzaban con vida propia, afilados como cuchillas.
“Soy Angemika… La asesina risueña.”
Keipi, lejos de intimidarse, sonrió con la misma despreocupación de siempre y tomó una postura ofensiva con Priscilla lista en sus manos. “Y yo, Keipi… Un joven monje retirado.”
Las espadas gemelas de la arcana destellaron bajo la luz que entraba por el boquete del techo. Nuestro protagonista apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella desapareciera de su vista en un parpadeo. Un filo descendió desde arriba y él se inclinó hacia un lado, sintiendo el viento cortante rozarle la mejilla. La segunda hoja giró en un ángulo imposible y le obligó a levantar a Priscilla en defensa.
El choque hizo temblar sus brazos, pero Keipi usó la fuerza del impacto para deslizarse sobre la superficie de agua que aún cubría el suelo. Se impulsó hacia un lado y giró su katana en un corte horizontal, pero Angemika, sin perder el equilibrio, brincó sobre la hoja con una gracia aterradora, aterrizando justo detrás de él.
Una fina hebra de hilo brilló en el aire. El monje sintió la tracción en su muñeca justo antes de que fuera jalado con violencia hacia la arcana. Sin opción, giró en el aire y bloqueó la estocada con el canto de su espada, haciendo que varias chispas saltaran entre los filos.
En ese instante, los hilos se enrollaron alrededor de su torso, inmovilizándolo. Angemika sonrió y giró sobre sí misma, lanzando una ráfaga de cortes que lo habrían partido en pedazos de no ser por el torrente de agua que brotó desde sus pies, deshaciéndose de las ataduras en un instante.
Keipi se liberó y aterrizó con una voltereta, ya preparado para contraatacar. Con un rápido movimiento de su brazo, hizo que el agua tomara forma de látigo y que se enroscase en una de las espadas de Angemika, jalándola con fuerza.
Ella no soltó el arma. En su lugar, usó la misma tracción para lanzarse de frente hacia él, con su segunda espada en alto. Keipi vio el filo descender y apenas tuvo tiempo de cruzar su katana en defensa antes de que el golpe lo arrastrara varios metros hacia atrás.
Se detuvo resbalando sobre el agua, su respiración estaba agitada pero su sonrisa despreocupada seguía intacta.
Angemika inclinó ligeramente la cabeza y, sin pensárselo dos veces, se impulsó de nuevo hacia el ataque.
Keipi reaccionó al instante: soltó su espada, dejándola hundirse en el agua, y con una rápida palmada, creó de nuevo siete clones idénticos que se lanzaron contra su oponente.
"¡Es inútil!" exclamó la arcana, girando sobre sí misma con una velocidad sobrehumana. Sus hilos la envolvieron en un tornado afilado que despedazó sin esfuerzo a los clones en una lluvia de agua. Sin detenerse, continuó su embestida, cortando de un solo tajo el cuerpo de nuestro protagonista.
Pero para su sorpresa, aquel también era un clon. El verdadero Keipi había usado la distracción para fundirse con el agua y deslizarse fuera de su vista.
Ahora que Angemika había bajado la guardia, el monje, sin salir a la superficie, invoca un poderoso dragón acuático bajo los pies de su oponente. La criatura ascendió con furia, golpeando a la arcana con una fuerza brutal y lanzándola directa hacia el techo.
Pero ella reaccionó en un instante: clavó sus espadas en la bestia líquida y disparó una red de hilos que desmembraron al dragón en mil pedacitos. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, dos nuevas bestias acuáticas la emboscaron por ambos lados, abalanzándose sobre ella sin piedad.
Sin otra opción, la arcana enganchó un hilo a su tobillo y descendió en picada para esquivar el ataque. Su cuerpo cayó como un proyectil hacia el suelo, pero en ese preciso instante, Keipi emergió del agua con Priscilla en mano.
Con una rapidez letal, se impulsó hacia ella en pleno aire y, antes de que pudiera defenderse, le asestó una estocada directa al hombro. La sangre brotó en el aire, salpicando la superficie del agua mientras ambos caían de vuelta al suelo.
Pese al dolor que sentía, la arcana era incapaz de borrar la inquietante sonrisa que la caracterizaba del rostro. Pues, ella no estaba preparada para rendirse todavía.
Nuestro protagonista apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió un repentino tirón en su muñeca. Antes de soltar su espada, un hilo invisible se enroscó con fuerza alrededor de su brazo, hundiéndose en su carne como si tuviera vida propia.
Angemika aprovechó el momento y tiró de él con un movimiento seco, arrastrándolo hacia su lado. Keipi apenas logró girar su cuerpo en el aire para evitar un tajo mortal, pero aún así, la arcana cambió la trayectoria de una de sus espadas y le hizo un profundo corte en el costado.
El monje cayó al agua con un chapoteo violento, sintiendo el ardor del filo en su piel. Sin embargo, no le dio tiempo a procesar el dolor; de inmediato, hilos con aspecto de afiladas serpientes descendían listas para despedazarlo.
Sin perder tiempo, el monje presionó una mano contra el agua y, en un parpadeo, una cúpula líquida lo rodeó. Los hilos impactaron contra la barrera con fuerza, pero esta parecía ser tan dura como una esfera de cristal, repeliéndolos a tiempo.
Angemika aterrizó con elegancia sobre la superficie del agua, con su herida aún sangrando. Su sonrisa se ensanchó mientras movía sus hilos, haciéndolos danzar en el aire.
“Vamos, monje.” Murmuró, con una determinación salvaje. “No me hagas esperar.”
Keipi aferra con firmeza a Priscilla y disuelve la barrera, retrocediendo con rapidez para ganar distancia. Clava la espada en el agua y la alza, desatando un filo acuático que avanza a toda velocidad hacia su oponente.
La arcana salta de inmediato hacia atrás, pero el ataque alcanza a rozarle el muslo, abriendo otra herida en su cuerpo. Nuestro protagonista aprovecha el instante y, usando el agua bajo sus pies como impulso, se desliza a toda velocidad sobre la superficie, con su katana lista para asestar el siguiente golpe.
Angemika reaccionó con rapidez, cruzando sus dos espadas para bloquear el golpe, pero en el último segundo, el monje giró su cuerpo en el aire y cambió la trayectoria de su ataque. Su espada descendió en diagonal, apuntando a su flanco descubierto.
La arcana apenas logró saltar hacia atrás para evitar un corte fatal, pero el filo de Priscilla logró rasgar su costado, haciendo que un nuevo hilo carmesí manchara su ropa.
Angemika aterrizó con una respiración entrecortada, pero su sonrisa jamás desapareció.
Keipi, aún en posición de ataque, la miró con cautela.
Ambos sangraban.
Ambos respiraban con dificultad.
Pero ninguno estaba dispuesto a retroceder.
Angemika apuntó con sus espadas hacia su oponente, concentrando toda su magia restante en lo que parecía ser su golpe final. Los hilos se arremolinaban a su alrededor, tomando poco a poco la forma de un gigantesco taladro devastador.
"¡Se acabó! ¡Este es mi último ataque!" exclamó con determinación.
Keipi adoptó una postura ofensiva y cerró los ojos, canalizando hasta la última gota de su energía mágica junto a su inseparable Priscilla. Había llegado el momento de superarse, de llevar su poder al siguiente nivel.
"Kei, siempre has crecido con cada batalla, con cada idea alocada que conviertes en realidad usando el agua. ¡Es hora de desbordar esa locura al máximo!" resonó la voz de Priscilla en su mente.
"¡TALADRO FINAL!" rugió Angemika, lanzando su ataque.
El gigantesco taladro de hilos avanzó con furia, arrasando con todo a su paso. Columnas se vinieron abajo, el suelo se resquebrajó y los hilos sueltos desgarraban el ambiente en un caos imparable.
"¡HYDRA!" gritó Keipi con una mirada feroz, que demostraba que no estaba dispuesto a rendirse.
De su espada emergieron nueve dragones de agua a presión, cuyos cuerpos giraban con fuerza descomunal para potenciar su impacto.
En un instante, el salón de fiestas se convirtió en el campo de una colisión titánica. Cinco de las cabezas de la hidra abrieron sus fauces y chocaron de lleno contra el taladro, frenándolo momentáneamente. Sin embargo, el ataque de Angemika seguía avanzando, por lo que otras tres cabezas se unieron al choque.
La última cabeza entró en acción con un golpe final, perforando el taladro enemigo y abriéndose paso hasta la arcana. Pero Angemika ya había previsto esa posibilidad y, con el último resquicio de magia en su cuerpo, invocó unos hilos que lograron detener la embestida de la última cabeza, enroscándole del cuello.
"Se acabó" susurró con una sonrisa, convencida de su victoria.
Pero en un parpadeo, Keipi emergió de entre las fauces de la última cabeza, deslizándose con un movimiento fulminante. Antes de que la arcana pudiera reaccionar, su espada atravesó el aire y asestó un tajo diagonal en su cuerpo.
Angemika cayó lentamente de rodillas mientras la sangre teñía de rojo escarlata las blancas baldosas de mármol del lugar.
Keipi jadeaba, sintiendo el dolor y el agotamiento recorrer su cuerpo. "Fuiste una digna rival" dijo con respeto.
"Tú también lo fuiste… cabronazo..." murmuró Angemika con una última sonrisa antes de desplomarse, quedando completamente inconsciente.
Batalla en el salón de fiestas del castillo.
Keipi vs Angemika.
Ganador: Keipi.
¡La segunda Arcana ha caído! ¡Quedan tres!
Continuará...
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