Angemika ha caído. La victoria es de Keipi, pero el precio ha sido alto. Apenas logra mantenerse en pie antes de que sus fuerzas lo abandonen y caiga de rodillas sobre el mármol ensangrentado.
"¡Kei!" exclamó Priscilla, su voz vibraba con preocupación. "¡Concéntrate rápido, tus heridas se están abriendo otra vez!"
El monje soltó una risa entrecortada, sintiendo la sangre caliente deslizarse por su torso desde el profundo tajo diagonal y la herida de su costado.
"P-Perdón… Me distraje un segundo por el cansancio acumulado", murmuró, cerrando los ojos mientras retomaba el control del flujo de su energía mágica para detener el sangrado.
Priscilla suspiró en su mente. "Estás hecho un desastre, amor. ¿Crees que podrás seguir luchando?"
El monje apretó los dientes y forzó una sonrisa despreocupada. "No es cuestión de si puedo o no… Es que debo hacerlo. No sabemos si quedan enemigos por aquí. Kevin y Lily aún pueden estar en peligro… Y…" hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar con voz firme. "No puedo permitirme perder la conciencia mientras Marco no haya regresado. Soy su mano derecha, y hasta que vuelva… debo ocupar su lugar y mantener a todos nuestros amigos con vida."
Priscilla guardó silencio por un momento. Luego, con un tono más suave, le advirtió: "Lo entiendo… pero no te sobrestimes, Kei. No puedes proteger a nadie si te desplomas en medio del campo de batalla."
El monje esbozó una sonrisa agotada mientras, con la ayuda de su espada, se incorporaba poco a poco. Entonces, algo en el suelo junto a la arcana, quién estaba inconsciente, llamó su atención. Un objeto extraño y brillante descansaba entre los hilos desgarrados y las gotas de sangre.
Frunció el ceño y, sin dudarlo, lo recogió con cuidado. "Esto es..." murmuró, boquiabierto.
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Cocina del castillo.
Lily estaba sentada sobre la mesa, balanceando las piernas de un lado a otro mientras observaba inquieta la puerta de la sala frigorífica. Kevin y Marco estaban dentro, y aunque no podía hacer nada más que esperar, la incertidumbre la carcomía por dentro.
"Ánimo, Kevin…" murmuró en voz baja, intentando sonar despreocupada, pero su mirada delataba su ansiedad.
Mientras tanto, Ricardini seguía cocinando sin descanso, su atención estaba completamente centrada en los fogones. No había dirigido una sola mirada a la hadita desde que había comenzado, como si la presencia de esta fuera irrelevante para él.
El ambiente, aunque tenso, se mantenía en calma… hasta que un estruendo rompió la quietud.
La puerta se abrió de golpe, chocando con violencia contra la pared y sacudiendo los estantes cercanos. El ruido fue tan fuerte que incluso el cocinero, quien parecía inmune a cualquier distracción, levantó la mirada con el ceño fruncido.
Lily pegó un respingo, girándose rápidamente hacia la entrada.
En el umbral de la puerta, con la respiración agitada y el cuerpo cubierto de rasguños y polvo, estaba Lalami. Su expresión era de urgencia, sus ojos buscaban desesperadamente entre la habitación.
"¿Están aquí Kevin y los demás?" preguntó entre jadeos, apoyándose en el marco de la puerta para recuperar el aliento.
Lily parpadeó, sorprendida por su repentina aparición. Sin embargo, en cuanto la reconoció, su rostro se iluminó de alivio y emoción.
"¡LALAMI!" exclamó, dando un saltito en la mesa, feliz de verla.
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Cámara frigorífica.
Kevin estaba agotado. Sus manos estaban enrojecidas por el frío, temblaban ligeramente, pero él aún no se había rendido.
"Joder… un cuarto de hora y apenas he derretido un mísero centímetro de hielo…" murmuró con frustración, observando la gruesa capa que aún cubría a Marco.
El cansancio lo carcomía. No había descansado ni un solo segundo desde que todo comenzó, y por mucho que se esforzara, sentía que su magia no era suficiente. Si seguía así, Averno podría regresar al país y Marco aún seguiría atrapado en ese maldito hielo.
Los pensamientos oscuros comenzaron a invadir su mente. Su inutilidad. La debilidad de su poder. La sensación de que no importaba cuánto lo intentara, siempre estaría un paso detrás de los demás. Sus lágrimas, heladas por el frío ambiente, cayeron lentamente y se convirtieron en minúsculos cristales antes de tocar el suelo.
"No… No pienses así de ti mismo…" Se obligó a recordar. "Kei dijo que yo valgo… que no soy un estorbo…"
En ese momento, sintió unas manos cálidas posarse sobre su espalda. Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero no de frío, sino de sorpresa.
El calor que emanaba de sus propias manos aumentó en una fracción de segundo, como si un nuevo flujo de energía lo recorriera. El hielo comenzó a derretirse a un ritmo mucho más rápido, y por primera vez en mucho tiempo, sus dedos dejaron de sentir el entumecimiento del frío.
"¿Qué…?" balbuceó, atónito.
"Perdona el retraso." La voz de Lalami lo sacó de su asombro.
Kevin se giró rápidamente. "¡Lalami! ¿Qué haces aquí?" preguntó, aún incrédulo.
"Cynthia me asignó para apoyar a Ryan en un principio si lo necesitaba, pero él mismo me dijo que no necesitaba a nadie para enfrentarse a Madame Titties. Así que me mandó aquí hace un rato," explicó ella con una leve sonrisa. "Entré por la puerta trasera del castillo para evitar ser vista por los soldados y os estuve buscando por toda la planta baja hasta que encontré a Lily en la cocina."
Kevin la miró fijamente. Sabía que ella también debía estar al borde de su límite después de haber estado corriendo desde la plaza hasta el castillo. "Vaya… estarás agotada."
"Sí… pero voy a seguir estándolo si no empezamos a cambiar esta vida de mierda que nos obligan a tener," refunfuñó, con una rabia contenida que rara vez dejaba ver. Por primera vez en años, sus palabras destilaban determinación pura. "Juntos vamos a descongelar a Marco… y vamos a acabar con la tiranía en Longerville."
El sirviente sintió cómo una chispa de energía recorría su cuerpo ante las palabras de su compañera de oficio.
"¡ESO ES!" exclamó con renovada determinación, concentrando toda su magia.
El hielo comenzó a derretirse a un ritmo mucho más rápido, ahora un centímetro por minuto. La unión de sus magias era perfecta. Si seguían así… Marco podría ser liberado a tiempo.
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Parque de Eumerastral.
Varios lobos avanzaban a toda velocidad por la pradera, con sus fauces abiertas y dispuestas a despedazar al arcano. Sin embargo, una vez más, fueron reducidos a nada cuando Xerxes hizo rotar el aire a su alrededor, desintegrándolos en el acto.
Aprovechando la oportunidad, Maurice lanzó sus boomerangs desde atrás. En su mente, el enemigo necesitaría al menos un breve instante de reposo antes de invocar otra rotación. Y tenía razón... hasta cierto punto.
El intervalo era aún más corto de lo que él esperaba. Apenas los boomerangs estuvieron en el aire, Xerxes creó otra rotación con un simple movimiento de su mano. El violento torbellino de viento pulverizó las armas del soldado en un mero instante.
"¡Mierda! ¡Ya me he quedado sin armas!" gruñó Maurice, mordiéndose el labio con impotencia.
Lana, con el rostro desencajado, apretó los puños. "¡No me queda otra opción! ¡Invocaré de nuevo al Arzobispo, aunque tenga que morir por falta de energía mágica!" gritó, concentrando hasta la última gota de su poder.
Xerxes soltó un balbuceo incomprensible, como si hablara en una lengua prohibida. "¡Jisijsoolsks Asasasasooo!"
De repente, la tierra comenzó a retorcerse y a girar a su alrededor, sacudiéndose con una brutalidad inhumana. El suelo se partió en grietas mientras el aire giratorio amplificaba el desastre. La fuerza del ataque alcanzó a Maurice y Lana antes de que pudieran reaccionar.
El impacto los lanzó por los aires con una violencia abrumadora. Sus ropas se desgarraron en el proceso, y el dolor recorrió cada fibra de sus cuerpos.
Maurice cayó sin fuerzas contra el suelo, quedando sentado y medio inconsciente, con su espalda apoyada contra el tronco de un árbol. Lana, por otro lado, fue arrastrada por la corriente de aire y terminó colgando de una rama, jadeando con dificultad.
Xerxes los contempló desde las alturas, y su risa resonó como un trueno en medio de la devastación. "¡JAJAJAJAJA!"
Batalla en el parque de Eumerastral.
Lana y Maurice vs Xerxes.
Ganador: Xerxes.
Sin embargo, aunque el arcano ya los había derrotado, no tenía intención de detenerse ahí. Su diversión apenas comenzaba. Quería jugar con sus presas hasta quebrarlas por completo. Hasta que estas dejasen de respirar por completo.
Con un movimiento de su mano, la rotación de aire se expandió con violencia, destrozando las vallas metálicas del parque. Xerxes observó los gruesos tubos de metal con una mirada perturbadora, y sin dudarlo un segundo, manipuló el aire para lanzar uno de ellos directo hacia Maurice.
El impacto fue brutal. El tubo perforó su hombro con un sonido seco y nauseabundo. El nekomata soltó un desgarrador alarido que resonó a través del parque, pero la única respuesta fue la risa gutural de su enemigo.
Y antes de que su cuerpo pudiera siquiera adaptarse al dolor, otro tubo se disparó con la misma ferocidad, atravesando su otro hombro.
"¡GAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAGH!"
El grito de Maurice se mezcló con la carcajada ensordecedora de Xerxes.
"¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!"
Pero aún no había terminado. Con otro movimiento de su mano, hizo levitar los cinco tubos restantes mientras se relamía los labios, disfrutando cada segundo antes de lanzarlos todos de una vez para acabar con la vida del soldado.
Lana, con la sangre corriendo por su rostro, miró a su compañero con desesperación. "Maurice... huye..." susurró, rogando que al menos él pudiera salir con vida.
El nekomata esbozó una leve sonrisa entre jadeos. "Lana... Cuida... de Theo por mí... Por fa..."
Su voz se apagó al cerrar los ojos, resignado a su destino.
Xerxes alzó los brazos con euforia, listo para desatar la masacre. "¡GUEHUASU!" rugió con emoción.
Pero entonces, un estruendo partió el cielo.
"¡NO TOQUES A MIS AMIGOS, CABRÓN!"
Una sombra descendió con la fuerza de un meteorito.
Ashley impactó contra Xerxes con un puñetazo demoledor, estampándolo contra el suelo con tal violencia que un cráter colosal se formó al instante, arrancando árboles de cuajo y levantando una tormenta de escombros.
Maurice, con la vista borrosa, apenas pudo reaccionar. "¡A-Ashley...!" murmuró, anonadado.
Lana, con lágrimas en los ojos, no pudo contener la emoción. "¡ASH!"
La recién llegada se incorporó, con los nudillos aún humeantes y una sonrisa feroz pintada en el rostro.
"Siento el retraso, pero... ¡AHORA ME TOCA A MÍ!"
Continuará...
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