lunes, 10 de febrero de 2025

Ch. 77 - Escorpión en la jungla de acero

Sala refrigeradora del castillo.

La mitad del hielo que cubría a Marco ya había sido derretida gracias a los esfuerzos de Kevin y Lalami, pero por desgracia sus fuerzas comenzaban a agotarse.

"Mierda... Me estoy quedando sin energía mágica." La voz de la sirviente temblaba de cansancio, sus ojos reflejaban puro agotamiento.

"A-Aguanta... ¡Ya casi lo logramos!" exclamó Kevin, aunque su propia magia ya empezaba a perder potencia, el calor que emanaban sus manos se iba reduciendo lentamente.

De repente, la puerta se abrió de golpe.

Sin decir una sola palabra, Ricardini bajó las escaleras a toda prisa, cargando un par de bandejas rebosantes de comida. Sobre su hombro, Lily se mantenía sentada con una sonrisa confiada.

"¡Chicos! ¡Comed algo!" ordenó el hada con entusiasmo.

Kevin y Lalami intercambiaron miradas confusas, pero antes de que pudieran preguntar, el chef enano habló con su característico tono gruñón:

"Mi magia me permite infundir cualidades curativas a mis platillos. Todo lo que salga de mi cocina, en vez de engordaros, os curará las heridas y restaurará vuestra energía mágica."

"¡Ricardini!" exclamaron ambos con alivio, una chispa de esperanza se encendía en sus miradas.

"No suelo meterme en fregados..." gruñó el enano, cruzándose de brazos. "Pero si hay algo que no puedo perdonar, es que me hagan cocinar para que nadie se deleite de mis manjares. Así que salven a ese chico... y que ese cara-culo de Averno se pire de una maldita vez de este castillo."

Con esas palabras, salió de la sala con Lily flotando tras él.

"¡Vosotros podéis!" les animó el hada antes de que la puerta se cerrara tras ellos.

Kevin y Lalami detuvieron sus magias solo un segundo antes de lanzarse sobre la comida sin la menor vergüenza. No había tiempo para modales: lo único que importaba era recuperar fuerzas lo más rápido posible.

"¡Esto está buenísimo!" exclamó Lalami, sus ojos brillando de placer.

"¡Y encima siento cómo la energía vuelve a mi cuerpo!" replicó Kevin con entusiasmo, relamiéndose los labios.

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Burdel de Eumerastral.

Madame Titties abrió los ojos con sorpresa al ver la armadura que ahora cubría los brazos de su oponente. Su mirada se entrecerró con curiosidad mientras murmuraba algo sobre aquella extraña transformación.

Ryan, ahora más consciente de su situación y con la determinación ardiendo en su mirada, apretó los puños. "Esta vez no dudaré."

Sin perder un segundo, lanzó sus cadenas, pero esta vez terminaban en anclas de acero. Con un silbido cortante, surcaron el aire a toda velocidad, buscando atrapar a la arcana. Madame Titties reaccionó en el último instante, esquivándolas con un ágil movimiento serpenteante. Sin embargo, las anclas se clavaron en la pared detrás de ella con un estruendo, levantando una nube de polvo y escombros.

Ryan no dejó que la oportunidad se desvaneciera. Tiró con fuerza de las cadenas, arrancando dos colosales fragmentos de edificio. El concreto y el metal crujieron al separarse, y los enormes pedazos se alzaron por los aires como bestias desatadas, lanzándose contra la arcana con la intención de aplastarla por la espalda.

Madame Titties reaccionó al instante. Con un movimiento violento de su cola, desvió el primer proyectil, haciendo que se estrellara contra el suelo en una lluvia de escombros. Luego, con un elegante salto lateral, esquivó la segunda masa de concreto, aterrizando con una sonrisa burlona en el rostro.

Pero Ryan no pensaba darle ni un respiro. Sin dudar, juntó sus manos y desató una andanada de esferas de acero en todas direcciones. Las esferas giraban y rebotaban por el campo de batalla con un silbido mortal, convirtiéndolo en un infierno metálico.

Al principio, Madame Titties logró evadirlas con movimientos precisos, esquivando con su característico estilo seductor. Pero entonces, algo cambió. Una de las esferas emergió repentinamente del suelo, tomando a la arcana por sorpresa.

Antes de que pudiera reaccionar, una de las esferas impactó contra su cuerpo con un golpe seco. Sin embargo, no se detuvo ahí: la esfera se abrió de inmediato, desplegando una gruesa cadena que se enroscó con firmeza alrededor de su cintura, conectándola directamente con el brazo derecho de Ryan.

Madame Titties chasqueó la lengua, intentando liberarse, pero el hijo de la dragona ya estaba un paso adelante.

"¡Ven aquí!" rugió con fuerza, tirando de la cadena con una brutalidad descomunal.

La arcana fue arrastrada hacia él a toda velocidad, su cuerpo cortando el aire sin control. Y entonces, en el momento exacto, Ryan flexionó su brazo, tensó los músculos de acero y descargó un puñetazo devastador contra su rostro.

El impacto fue brutal.

Se escuchó el crujido seco cuando el puño de Ryan le destrozó el tabique nasal, enviándola disparada hacia el techo del burdel como un proyectil. La sangre brotó de su nariz mientras giraba por los aires, su cuerpo se tambaleaba antes de perderse entre los escombros y la polvareda de la batalla.

Ryan permaneció en su lugar, respirando con pesadez, sintiendo cómo la adrenalina seguía bombeando en sus venas. Pero no bajó la guardia. Sabía que esa mujer no se quedaría en el suelo tan fácilmente.

Madame Titties comenzó a retorcerse en el suelo de una manera grotesca, como si su cuerpo estuviera convulsionando sin control. Sus músculos temblaban, sus extremidades se sacudían de forma antinatural y un espeso sudor perlaba su piel. Entonces, con un movimiento espasmódico, se incorporó de un salto, adoptando una postura completamente antinatural.

Sus ojos, ahora desorbitados, se clavaron en el hijo de la dragona con una expresión vacía, carente de humanidad. Luego, una siniestra y perturbadora sonrisa se dibujó en su rostro antes de hacer algo completamente inesperado:

Con un movimiento repentino, flexionó su cuerpo y hundió su propio aguijón en su cuello.

Ryan sintió un escalofrío recorrerle la espalda. "¿Qué demonios estás haciendo?" preguntó, anonadado por lo que veía.

La arcana soltó una risita, jadeando de placer mientras extraía lentamente el aguijón de su piel. Un líquido oscuro y espeso goteaba de la herida, pero ella no parecía estar afectada en lo más mínimo.

"Mi veneno es letal para todos aquellos que lo inhalan…" explicó con voz temblorosa, como si estuviera conteniendo una risa maníaca. Entonces, sus pupilas se contrajeron y su rostro se torció en una expresión de euforia pura. "¡Pero para mí… es un potenciador físico!"

En cuestión de segundos, su cuerpo comenzó a cambiar de manera grotesca. Sus músculos se ensancharon de manera antinatural, su figura se hizo ligeramente más grande y horrendas venas negruzcas comenzaron a marcarse por todo su cuerpo como raíces de un árbol marchito. Su piel se tensó y su respiración se volvió más profunda, más pesada.

"¡No voy a perder ante ti!" rugió con una voz distorsionada, casi irreconocible.

Ryan tragó saliva. Esa cosa que tenía enfrente ya no parecía la misma de hace unos segundos, en absoluto. Con rapidez, retrocedió de un salto y creó una gigantesca esfera de acero, disparándola sin dudar.

Pero Madame Titties ni siquiera pestañeó.

Alzó una mano desnuda y detuvo la colosal esfera con una facilidad escalofriante. Nuestro protagonista apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la arcana, con un simple movimiento, lanzara la esfera a un lado como si no pesara nada.

"¡No soy la misma que hace unos segundos!" exclamó con una risa trastornada. "¡Con mi veneno soy imparable!"

Ryan apretó los dientes. "¡No lo creo! ¡No existe nadie imparable!"

Concentrando toda su magia, creó un gigantesco taladro de cadenas rotativas, cada eslabón giraba como cuchillas listas para destrozar todo a su paso. Sin miedo ni duda, lo disparó directamente hacia su oponente.

Pero Madame Titties ya no estaba en el mismo nivel.

Con un solo movimiento de su cola, partió el taladro en dos, haciendo que las cadenas se desmoronaran en el aire como si fueran papel. Y antes de que el hijo de la dragona pudiera asimilar lo que acababa de ocurrir, la arcana se impulsó con un violento salto, moviéndose a una velocidad aterradora.

En un parpadeo, ya estaba frente a él. Ryan apenas pudo entreabrir los ojos antes de que ella lo golpeara con ambas piernas en el estómago, descargando un brutal patadón que le sacó todo el aire de los pulmones.

El impacto fue tan descomunal que el cuerpo de Ryan salió disparado como un proyectil, atravesando varias paredes del burdel con estruendo. Los escombros volaron en todas direcciones, y tras romper la última pared, el joven fue expulsado a la calle, aterrizando con violencia sobre el pavimento.

Una tos áspera brotó de su garganta, seguida de una alarmante cantidad de sangre que manchó el suelo.

El hijo de la dragona apretó los dientes, llevándose una mano al estómago mientras intentaba levantarse. "Mierda…" gruñó, sintiendo el ardor en su pecho y el retumbar del impacto en cada fibra de su cuerpo.

Desde el interior del burdel, Madame Titties emergió lentamente de entre los escombros, su silueta imponente destacándose bajo la luz.

"¿Eso es todo lo que tienes?" se burló con una sonrisa desquiciada, relamiéndose los labios. "Espero que no, porque apenas estoy calentando."

En ese preciso instante, los cinco minutos desde que se había inyectado el segundo antídoto llegaron a su fin. Ryan lo calculó mentalmente y, antes de levantarse, extendió la mano hacia su riñonera… pero no la encontró. 

Su corazón dio un vuelco. Con una mezcla de ansiedad y desesperación, escaneó el suelo a su alrededor, girando la cabeza frenéticamente en busca del pequeño bolso. Pero no estaba por ningún lado. Entonces, una carcajada burlona lo sacó de su frenesí.

"¿Buscas esto?"

Ryan alzó la vista y sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver a Madame Titties sosteniendo su riñonera en alto, con una expresión de diversión sádica en su rostro.

"¡Eso es mío! ¡¿Cuándo demonios la agarraste?!" exclamó con furia.

La arcana sonrió con malicia y agitó su cola con ligereza.

"Cuando te di esa patada" respondió con satisfacción. "Moví mi cola en el instante justo para arrancártela y deshacerme de cualquier truco que pudieras tener escondido aquí dentro."

Ryan apretó los puños con rabia. Sin añadir más palabras, Madame Titties dejó caer la riñonera al suelo y, con un simple movimiento de su pie, la aplastó con fuerza.

El sonido de cristal rompiéndose resonó en el aire. El último antídoto que Maurice le había preparado quedó reducido a una mancha viscosa entre los escombros. Y a causa de eso, Ryan sintió un nudo en la garganta.

"Mierda… Ahora no puedo ser envenenado… No tengo más defensas contra su veneno."

Su mente empezó a trabajar a toda velocidad, pero no tuvo tiempo de idear una estrategia.

La arcana llevó ambas manos a su boca y las introdujo hasta el fondo. Al sacarlas, estaban completamente cubiertas de un veneno espeso y oscuro que goteaba lentamente de sus dedos.

La sonrisa maníaca en su rostro solo se intensificó. De un solo salto, se impulsó con su cola y aterrizó justo frente a Ryan con una velocidad aterradora.

"¡Veamos cuánto tiempo puedes seguir esquivando mi veneno!"

Sin darle tregua, desató una lluvia de puñetazos, cada uno con una precisión quirúrgica. Sus golpes eran rápidos, mortales y, lo peor de todo, cualquier roce significaba quedar envenenado.

Ryan confiaba en sus reflejos. Se movió con agilidad, esquivando cada ataque con movimientos calculados, retrocediendo poco a poco mientras buscaba una apertura.

Pero ella no dejaba huecos. Cada vez que intentaba contraatacar, un nuevo golpe lo obligaba a mantenerse a la defensiva. Sin embargo, el hijo de la dragona no era un peleador cualquiera.

Aprovechó un instante en el que Madame Titties balanceó su brazo con demasiada fuerza y saltó hacia atrás, alejándose de su alcance. En el mismo movimiento, apoyó una mano en el suelo y canalizó su magia.

De inmediato, un enjambre de cadenas emergió del suelo y se disparó en todas direcciones como serpientes hambrientas. Muchas de ellas impactaron contra las paredes, el techo y el suelo del burdel tras su oponente, sin siquiera rozar a la arcana, pero nuestro protagonista no necesitaba que todas acertaran: Solo un par.

Madame Titties esquivó la mayoría con facilidad, confiada en su agilidad, pero entonces sintió un tirón en sus extremidades. Dos cadenas habían logrado atraparla, una en su muñeca derecha y otra en su tobillo izquierdo.

"¡Esto no me va a detener! ¡Lo sabes perfectamente!" Con un movimiento feroz, Madame Titties flexionó sus músculos y rompió ambas cadenas como si fueran hilos débiles.

Pero Ryan no se inmutó. "Ellas no te detendrán..." dijo con una sonrisa confiada. "¡PERO EL RESTO SÍ!"

De repente, todas las cadenas que parecían haber fallado en atraparla cobraron vida.

Las que se habían clavado en las paredes y entre los escombros del burdel se tensaron de golpe, elevándose con violencia hacia el cielo. Trozos colosales del edificio, vigas de madera astilladas y enormes pedazos de piedra quedaron suspendidos en el aire por un instante…

Hasta que nuestro protagonista bajó su brazo en un gesto firme. Como si el cielo se desplomara, toda esa montaña de escombros cayó en picada sobre Madame Titties en cuestión de segundos.

Un grito desgarrador resonó en las calles. El impacto levantó una nube de polvo y, cuando finalmente se disipó, la arcana yacía enterrada bajo una pila de ruinas.

Ryan respiró hondo, sintiendo el ardor en sus músculos y la adrenalina aún bombeando en sus venas. Luego, esbozó una sonrisa de satisfacción.

"No subestimes… a un Paladín del Emperador, lagarta."

Batalla en el Burdel de Eumerastral.

Ryan vs Madame Titties.

Ganador: Ryan.

Sin embargo, la sonrisa de Ryan se desvaneció en un instante. Algo no estaba bien.

Su cuerpo comenzó a tambalearse, una sensación helada recorrió su espalda y, al bajar la mirada, lo vio.

Un fino aguijón sobresalía de su estómago. Sus ojos se abrieron con incredulidad.

Madame Titties, incluso al borde de la inconsciencia, había disparado su aguijón en el último segundo antes de ser aplastada, perforándolo sin vacilar. Una jugada desesperada… pero letal.

El veneno ya estaba haciendo efecto. Ryan sintió cómo la fuerza lo abandonaba poco a poco. Su respiración se volvió pesada, sus piernas flaquearon y, sin poder evitarlo, cayó de rodillas.

Su piel comenzó a tornarse de un tono violáceo.

No había más antídotos. No tenía escapatoria.

"Vaya... parece… que al final tuve un descuido, madre." murmuró con voz débil antes de desplomarse.

Continuará...

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