Hace unas horas.
En aquel entonces, Marco seguía atrapado en el frío y despiadado hielo de Averno. No podía moverse ni utilizar ninguno de sus sentidos, pero su mente, aunque cautiva, permanecía activa. Su conciencia flotaba en aquella prisión de escarcha, aislada del mundo exterior, con nada más que sus propios pensamientos para hacerle compañía.
El tiempo avanzaba de manera indescifrable. Sin referencia alguna, cada segundo se fundía con el siguiente en un flujo eterno, y Marco solo podía aferrarse a la desesperada necesidad de encontrar una salida. Pero ni su cuerpo ni su magia respondían, y todo intento de rebelión contra su prisión helada era en vano. Sin embargo, no todo estaba perdido.
En el vacío de su mente, una voz familiar se hizo presente.
"Al fin puedo hablar contigo, emperador."
Marco sintió un estremecimiento recorrer su ser. Aquella voz…
"¿Lily?" preguntó con asombro, reconociendo el tono de su fiel compañera hada.
"No. Me temo que no soy tu guía, aunque sí estoy relacionada con ella. He decidido usar su voz porque aún conservo datos recientes de su esencia en mi cuerpo. Pero si deseas saber quién te habla realmente, entonces diré que soy quien te eligió como el siguiente emperador tras la muerte de Baltasar."
El tono de la voz era carente de emoción, neutro y sereno, como si proviniera de una entidad que existía más allá de las trivialidades humanas.
"Entonces… ¿estoy hablando con el planeta?" Marco formuló la pregunta con incredulidad.
"En efecto. Has entrado en un estado intermedio entre la vida y la muerte, y eso ha generado las condiciones necesarias para que pueda ponerme en contacto contigo."
Marco aún luchaba por procesar la idea. Estaba conversando con el planeta en sí mismo, la misma entidad que había tomado la voz de Lily para comunicarse con él.
"Aún me resulta extraño saber que hablo con el planeta… Sin embargo, quiero saber algo: ¿por qué me elegiste? ¿Qué tengo de especial respecto al resto?"
"Es comprensible que albergues muchas dudas sobre el significado de la marca en tu mano. Pero la verdad es simple: elegí a la persona de corazón más puro entre todas las que habitaban este mundo, y el destino quiso que fueras tú. Por desgracia, la pobreza en la que creciste te impidió conocer el propósito del ala que grabé en tu piel, y los años pasaron sin que fueras consciente de tu verdadero papel. Mientras tanto, mi cuerpo, este planeta, se ha podrido bajo el peso de la corrupción, la avaricia y el dominio de la economía. Por eso creé a Lily, un fragmento de mi esencia, para guiarte y asegurarte de que encontraras el camino que te correspondía."
Marco reflexionó por un momento antes de lanzar una nueva pregunta.
"¿No hubiera sido más fácil que aparecieras ante mí en vez de obligarme a encontrar a Lily? ¿Qué habría pasado si nunca la hubiese escuchado o si hubiera ignorado su voz?"
"El destino estaba sellado desde el momento en que Lily fue creada. Sin importar tus acciones, tu misión era hallarla. Además, me está prohibido establecer contacto directo con los humanos salvo en situaciones extremas como esta. Por ello, mi única opción fue dejar a mi hija en un lugar donde la energía estuviera lo suficientemente concentrada para que la sintieras y la encontraras por tu cuenta."
Marco asintió levemente en su mente, empezando a comprender la magnitud de lo que le decían.
"Así que… todo esto estaba predestinado desde el principio… Pero entonces, si el destino es inquebrantable… Perdí contra Averno. Mi aventura parece destinada a terminar aquí."
"No… No vas a perder, Marco. No he venido aquí solo para responder tus dudas o para guiarte al descanso eterno. Estoy aquí para enseñarte a utilizar correctamente el poder del emperador, porque entre todos los que han portado este título antes que tú, eres el único con la fuerza necesaria para enfrentar a los enemigos que se avecinan."
Las palabras resonaron en la mente de nuestro protagonista como una promesa, como una chispa de esperanza en la oscuridad que lo rodeaba.
"Pero para ello…" continuó la voz, "debes comprender el verdadero poder que el ala en tu mano te otorga."
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Presente.
Averno se levantó lentamente del suelo tras el demoledor golpe de Marco. Su cuerpo, cubierto de escarcha y grietas, temblaba levemente mientras observaba a su oponente con una mezcla de asombro y furia. No podía creer lo que veía: en apenas unas horas, aquel joven había aumentado su poder de manera descomunal.
“Tú…” gruñó el arcano, clavando su mirada en él con rabia contenida.
Marco no respondió. No necesitaba hacerlo. Sus puños, envueltos en ardientes llamas, hablaban por sí solos.
“No parece el mismo…” murmuró Keipi, observando a su amigo con una mezcla de incredulidad y admiración. “Es mucho más fuerte y decidido que antes, aunque sigue teniendo esa calidez que lo hace especial.”
Averno no perdió tiempo. Sin un solo gesto de advertencia, invocó varios proyectiles de hielo y los lanzó con precisión mortal hacia Marco. Sin embargo, su oponente ya estaba preparado.
Con movimientos ágiles y calculados, nuestro protagonista esquivó cada ataque con desplazamientos laterales, reduciendo la distancia entre ellos sin perder el ritmo. Su cuerpo parecía moverse con una naturalidad sobrenatural, como si su instinto supiera exactamente dónde debía estar antes de que el peligro llegara a él.
Y entonces, cuando la distancia entre ambos se desvaneció, el aire se llenó del sonido de golpes y explosiones elementales. Puños envueltos en llamas chocaban contra nudillos cubiertos de hielo, creando un rechinar brutal con cada impacto. Ninguno cedía, ninguno retrocedía.
El enfrentamiento se convirtió en una tormenta de puños. Cada golpe era bloqueado, cada contraataque respondido con una fuerza igual o mayor. Los elementos colisionaban con furia, iluminando el campo de batalla con destellos naranjas y azules que chisporroteaban en el aire.
Y entonces, en un instante de puro instinto, ambos chocaron de nuevo los nudillos, manteniéndolos quietos por primera vez en la pelea.
Marco sonrió. De su codo brotó una llama feroz, explotando con la potencia de un cohete. Utilizando el impulso, su puño se impulsó hacia adelante con una velocidad imposible, impactando de lleno contra el brazo del oponente y lanzándolo hacia atrás.
Pero nuestro protagonista no se detuvo ahí.
Giró sobre sí mismo con precisión devastadora, y en el mismo movimiento, apoyó su otra mano directamente en el plexo solar del arcano. Antes de que su enemigo pudiera reaccionar, una llamarada colosal estalló desde su palma, envolviendo a Averno en una tormenta de fuego y enviándolo disparado por los aires como un meteorito en llamas.
El impacto atravesó las gruesas murallas del castillo, haciendo temblar la estructura con un estruendo ensordecedor.
Keipi contempló la escena boquiabierto.
“Increíble…” susurró, apenas capaz de procesar lo que acababa de ver. “¿Cómo se ha vuelto tan poderoso?”
“Es porque hizo contacto con el planeta.”
La diminuta voz de Lily los sacó de su asombro. La pequeña hada, envuelta en un diminuto abrigo, apareció en el campo de batalla mientras tiritaba.
“¿Cómo?” preguntó el monje, girándose hacia ella.
“Mi memoria fue actualizada poco después de elegir a Cecily como paladín,” explicó Lily, flotando hasta posarse en el hombro del monje. “Parece ser que mientras estuvo congelado, el planeta le dio todas las respuestas. Le explicó cómo funcionaba realmente la marca en su mano para el combate, algo que yo desconocía por completo.”
Keipi frunció el ceño.
“Eso explicaría su renovada fuerza… pero si estuvo congelado, ¿cómo practicó su poder?”
Lily sacudió la cabeza con una sonrisa divertida.
“No lo practicó. Lo está probando ahora por primera vez,” reveló. “La marca le permite extraer la energía mágica de todo lo que le rodea y que al mismo tiempo alimenta al mundo, potenciando su magia interna y dándole una fuente de energía mucho más descomunal que la del resto. Lo único que hace ahora es ponerlo en práctica.”
Keipi dejó escapar una risa entre dientes, mirando a su amigo con una mezcla de alivio y asombro.
“Este tío…” susurró con una sonrisa despreocupada. “Sabía que solo él podría liberar a este país.”
“Y lo hará,” aseguró Lily con convicción. “¡Él ganará este combate!”
Marco se agachó, acumuló energía en sus piernas y, con una explosión de fuego, se impulsó a toda velocidad dentro del castillo, desapareciendo en un parpadeo.
Averno apenas tuvo tiempo de reaccionar. Todavía aturdido por el último ataque, sintió una presencia arrolladora justo frente a él. No había logrado recuperarse cuando un demoledor puñetazo envuelto en llamas impactó directo en su mentón.
El golpe lo catapultó hacia los cielos. Su cuerpo giraba sin control mientras ascendía, pero en medio del torbellino de fuego y confusión, logró juntar las manos.
Con un rugido de ira, invocó múltiples flechas de hielo, lanzándolas con precisión milimétrica. Cayeron como una lluvia mortal, atravesando el aire a toda velocidad, listas para perforar a su oponente.
Pero Marco no se inmutó. En un solo movimiento, colocó su capa frente a él y la envolvió en fuego. Al instante, el tejido ardiente se convirtió en un escudo abrasador. Con un barrido elegante, interceptó las flechas, derritiéndolas en el acto antes de que siquiera pudieran rozarlo.
Sacudió la capa para despejar su visión y, sin perder el ritmo, volvió a impulsarse con sus llamas, ascendiendo con velocidad cegadora. Mientras lo hacía, comenzó a concentrar una cantidad colosal de energía en sus manos. Las llamas tomaron forma, creciendo hasta convertirse en una esfera ígnea descomunal, ardiendo con un fulgor casi divino.
Con un grito feroz, la lanzó.
La bola de fuego atravesó el aire como un meteorito, impactando de lleno contra Averno.
El arcano fue devorado por la explosión. Envuelto en un mar de llamas, su silueta se perdió en el resplandor infernal. Sin embargo, un instante después, algo cambió.
Un escalofrío recorrió el aire. El fuego, que segundos antes rugía con furia, comenzó a apagarse. Nuestro protagonista frunció el ceño al sentir un cambio drástico en la energía de su enemigo.
“¿Congeló el fuego?” murmuró, sorprendido.
Pero eso no era lo más inquietante.
Desde el interior de la esfera, una energía oscura comenzó a filtrarse, pulsando con un aura siniestra. Algo estaba ocurriendo ahí dentro, algo que escapaba incluso a la percepción de Marco.
De pronto, la esfera de hielo se agrietó. El crujido resonó como un estruendo en la inmensidad del castillo, y antes de que pudiera reaccionar, una figura emergió del interior. Lo que nuestro protagonista vio lo dejó sin palabras.
Flotando sobre una plataforma de hielo, Averno había cambiado por completo. Su piel, antes pálida, ahora estaba cubierta de escamas gélidas, reflejando la luz como un cristal maldito. Sus ojos, antes de un frío penetrante, ahora eran pozos oscuros y vacíos. De su cabeza surgían dos gélidos y enormes cuernos demoníacos, y sus pies habían tomado la forma de afiladas garras de hielo, aferrándose a la superficie helada como si fuesen garras de una bestia primordial.
La temperatura descendió en picada. El aire se volvió más pesado, más letal.
Marco sintió un escalofrío recorrerle la espalda. “¿Qué demonios es eso?” exclamó, con el ceño fruncido.
Averno extendió los brazos con una sonrisa siniestra.
“Debo reconocerlo… ya no eres el mocoso débil de antes.” Su voz resonó con un tono gutural, cargado de un poder antiguo. “Por eso… tendré que ponerme serio por primera vez en miles de años.”
El castillo tembló cuando su energía mágica explotó en una ola de puro terror.
“Prepárate, Marco. Ahora conocerás la ira del Demonio Gélido.”
Continuará…
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