Al notar que Marco ya no era el mismo de antes, Averno decidió tomarse las cosas en serio y desató su forma más poderosa: el Demonio Gélido. Su cuerpo se transformó en una figura infernal, cubierta de escamas de hielo que resplandecían con un brillo siniestro. Sus ojos vacíos parecían pozos de oscuridad y sus garras afiladas chorreaban un frío antinatural.
"Esa forma..." murmuró Marco, clavando la mirada en su enemigo.
"¡Acabemos con esto!" exclamó Averno, chocando sus manos con un estruendo helado.
De repente, gigantescos pilares de hielo surgieron del suelo como colosales torres, elevando a ambos combatientes hacia los cielos. La estructura cristalina brillaba con un fulgor espectral mientras el gélido escenario tomaba forma.
"¿Qué es eso?" preguntó Lily, anonadada ante la monstruosa construcción que se elevaba ante sus ojos.
"Parece que el melenas quiere llevar a Marco a su terreno," comentó Keipi, cruzándose de brazos.
Los pilares dejaron de crecer al superar los cien metros de altura. Averno alzó las manos como un director de orquesta y, en un instante, la superficie helada cobró vida. De su gélida prisión emergieron enormes manos de hielo que intentaron atrapar a nuestro protagonista.
Este reaccionó de inmediato, encendiendo el fuego en sus tobillos y elevándose en el aire para evitar el contacto con la superficie enemiga. Sin embargo, las manos se transformaron en puños y cuchillas que danzaban por el campo de batalla, lanzándose contra él con una velocidad aterradora. Marco zigzagueó en el aire, esquivando cada ataque con movimientos ágiles mientras su fuego iluminaba la arena congelada.
Averno levantó un pilar tras él y lo desquebrajó en cubos perfectos, lanzándolos como proyectiles a toda velocidad. Nuestro protagonista, al verlos venir, aterrizó sobre una plataforma helada, rodó sobre ella y comenzó a saltar con volteretas, esquivando cada fragmento con destreza. Al evitar el último, giró sobre sí mismo, impulsándose con fuego, y lanzó una ráfaga de esferas ígneas que descendieron como meteoritos incandescentes.
Los cuernos de Averno brillaron con un resplandor azul y, con un rápido movimiento de cabeza, levantó un gigantesco pilar de hielo que tomó forma de escudo. La barrera se movió con precisión, bloqueando todas las esferas de fuego sin derretirse por completo. Una vez que el ataque cesó, el hielo restante se moldeó en afiladas lanzas gélidas que se dispararon como relámpagos hacia Marco.
La primera fue tan veloz que rozó su costado, abriendo un agujero en su capa. Marco frunció el ceño y, con un movimiento ágil, esquivó el resto mientras volvía a aterrizar sobre la plataforma helada. Apenas sus pies tocaron el suelo, dos manos emergieron de la superficie y lo sujetaron de los tobillos. Averno, situado frente a él, abrió su boca con una sonrisa siniestra y disparó un brutal rayo gélido.
Marco reaccionó al instante, juntando sus manos al frente y cubriéndolas con fuego. Con toda su voluntad, absorbió la energía mágica del ambiente y bloqueó el ataque, resistiendo por varios segundos la embestida de hielo y viento cortante. Sin embargo, al cesar la colisión, sintió un ardor en sus manos. Sus guantes estaban destrozados y la piel de sus palmas, quemada por la brutal contienda.
"Tsk..." balbuceó entre dientes, conteniendo el dolor.
Tras ese último ataque, Averno se calmó. Sentía que estaba tomando la ventaja y, en lugar de apresurarse a acabar con Marco, decidió jugar un poco más con su presa. Se puso de pie y chasqueó los dedos, captando su atención con una arrogante sonrisa.
"Hay algo que me gustaría saber... ¿Qué es lo que ganas en todo esto?" preguntó, con la voz teñida de curiosidad y desprecio.
"¿A qué te refieres?" replicó Marco con el ceño fruncido.
"Me refiero a que tú, en toda esta contienda, no ganas absolutamente nada." Averno entrecerró los ojos con aire analítico. "Eres un simple ciudadano con habilidades más óptimas que la media, un extraño salido de la nada que ha decidido ayudar a los príncipes de una nación en decadencia... para que vaya todo aún peor." Soltó una carcajada amarga. "Dime, ¿qué necesidad tienes de arriesgar tu vida por algo así?"
"Porque me pidieron ayuda."
Averno parpadeó y, por un instante, pareció sorprendido. Luego, su expresión se torció en burla.
"¿Eh? ¿Con eso basta para convencerte?" Su risa resonó entre los pilares de hielo. "Entonces dime, si te pido ayuda ahora mismo para matar a esos idiotas de príncipes, ¿lo harías? ¡Jajajaja!"
"Ríete lo que quieras, pero para mí tiene mucho sentido." Marco se mantuvo firme, sin caer en sus provocaciones. "Pude ver la bondad y la luz en el fondo de sus corazones cuando los conocí... En cambio, en ti solo veo oscuridad. Egoísmo. Ambición desmedida. Solo buscas acaparar toda la fortuna para ti."
Averno apretó los dientes con furia y, sin mediar palabra, disparó una lanza de hielo directo al rostro de Marco. El joven la destruyó con un golpe de su mano envuelta en llamas y, con una mirada ardiente de determinación, sentenció:
"No eres más que una marioneta egoísta del nuevo y asqueroso gobierno." Dio un paso al frente, aumentando la intensidad de su energía mágica. "Solo quieres convertirte en el rey de una nación olvidada para esclavizar a los más débiles. Pero no pienso permitirlo."
"¡¿Marioneta?!" rugió Averno, alzando una mano al cielo. "¡¿Tú qué coño sabrás de mí?!"
Con un violento movimiento, hizo aparecer una lluvia de flechas de hielo que descendieron como un vendaval implacable. Marco saltó hacia atrás, cubriendo sus pies en fuego y esquivando con destreza, pero el arcano no le dio tregua.
"¡Se te nota en la mirada que te comieron la cabeza con la idea del dinero y el poder!" gritó Marco, mientras giraba en el aire para evitar los proyectiles. "¡No eres más que un títere! ¡Y cuando se cansen de ti, te desecharán a la basura!"
"¡IMBÉCIL!" bramó Averno, desatando su furia con un ataque brutal. Dos enormes placas de hielo emergieron a los lados de nuestro protagonista y se cerraron con fuerza, atrapando a Marco en un aplastante sándwich de espinas gélidas.
Un crujido resonó en el aire. El emperador sintió el impacto recorrerle todo el cuerpo, el dolor estallando en sus huesos mientras era lanzado al suelo con violencia. Se llevó una mano al costado, jadeando entre dientes.
"Mierda..." murmuró.
"¡YO NO SOY COMO PIENSAS!" rugió Averno, perdiendo el control.
De un movimiento feroz, una gigantesca mano de hielo surgió del suelo y atrapó a Marco por la pierna, alzándolo como si fuera un muñeco de trapo antes de estrellarlo contra la superficie helada con una fuerza descomunal.
El impacto fue tan brutal que una grieta se abrió bajo su cuerpo y una herida en su frente comenzó a sangrar.
Nuestro protagonista apretó los dientes, su visión se volvió borrosa por un instante, pero no podía rendirse. Cubrió su pierna libre en fuego y destrozó la estructura de hielo que lo sujetaba. Sin embargo, en cuanto logró liberarse, el pilar sobre el que estaba comenzó a desmoronarse en pedazos.
Y entonces, los fragmentos de hielo se transformaron en un torbellino de proyectiles.
Cientos de esquirlas afiladas lo golpearon sin descanso, cada impacto una mordida helada contra su piel. Marco intentaba moverse, pero el asedio no le daba tregua, y la sangre comenzó a teñir el campo de batalla.
Mientras tanto, Averno continuaba su monólogo, con su voz cargada en resentimiento.
"Yo no era más que un mísero niñato de clase baja que envidiaba a las élites, a esos imbéciles que lo tenían todo sin mover un solo dedo... Niños de papá que presumen de haber creado negocios de la nada cuando todo se lo deben a sus familias ricas." Sus ojos brillaban con un odio profundo. "¡Estaba harto de ver cómo la sociedad premia a los que nacen con suerte mientras los demás se pudren en la miseria!"
Cada palabra iba acompañada de un golpe, cada grito de un nuevo ataque de hielo que laceraba a Marco sin piedad.
"Así que encontré la única forma de cambiar mi destino... ¡El poder!"
El torbellino de esquirlas se intensificó, transformándose en una danza de muerte.
"Entrené toda mi vida. Aspiré a tomar un lugar en el ejército, a ganar méritos, a construir mi propia fortuna con mis propias manos... ¡Y lo logré!" Averno sonrió con una mezcla de orgullo y locura. "Pero esto no es suficiente... ¡Quiero más! ¡Necesito mucho más!"
En un acto de ira descontrolada, juntó todos los fragmentos de hielo y los lanzó a la vez en un último ataque demoledor.
"¡NECESITO MÁS! ¡O NO SERÉ CAPAZ DE BORRAR LA MALDITA SONRISA CONFORMISTA QUE TENÍAN MIS PADRES AL VIVIR EN ESA MALDITA CHABOLA!"
Con un grito ensordecedor, hizo estallar los fragmentos de hielo en una ventisca afilada que envolvió a Marco, lanzándolo por los aires con su ropa destrozada y su cuerpo cubierto de heridas.
"Mierda... Si sigo así... perderé..."
El pensamiento retumbó en la mente de Marco mientras rodaba por una de las resbaladizas plataformas de hielo, con su cuerpo maltrecho por los implacables ataques de Averno. Cuando finalmente se detuvo, jadeó con dificultad, sintiendo el frío calar hasta los huesos. Su visión se nublaba y su sangre manchaba la superficie helada bajo él.
Al otro lado del campo de batalla, Averno lo observaba con una mezcla de satisfacción y desprecio. Se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro, como si estuviera decepcionado por la resistencia de su oponente.
"Mi vida..." murmuró el arcano, alzando la vista hacia el cielo helado. "Siempre ha sido una escalada continua hacia el éxito y la riqueza. Nunca seré emperador, claro..." Bajó la mirada hacia Marco, dedicándole una sonrisa torva. "Esa es la cima a la que realmente aspiro. Pero, ¿sabes qué? Me conformo con ser el rey de este maldito reino y poder presumir de mi corona."
Dio un paso al frente, extendiendo su mano. El hielo bajo los pies de Marco tembló.
"Y para eso... tú tienes que desaparecer."
El suelo sobre el que yacía el joven comenzó a crujir. Una grieta se abrió bajo su espalda y, en cuestión de segundos, la plataforma de hielo se transformó en una enorme boca gélida.
Los colmillos afilados de la trampa se cerraron con un estruendoso chasquido, engullendo a nuestro protagonista en una prisión helada. Averno dejó escapar una risa baja y triunfal mientras giraba sobre sus talones, sin molestarse en mirar atrás.
"Quédate congelado para la eternidad..." declaró con voz fría. "Y observa, desde tu gélida tumba, cómo este demonio se alza con la corona del reino que tanto intentaste proteger."
El viento ululó entre los pilares de hielo. La tormenta se intensificó. Y entonces, el campo de batalla quedó en un sepulcral silencio.
Continuará...
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