Hace unas horas.
Regresamos al momento en que Marco, atrapado en el bloque de hielo, se encontraba en una comunicación directa con el mismísimo planeta Pythiria.
"Entonces... ¿puedo absorber la energía mágica del entorno para potenciar mis habilidades?" preguntó con cautela, tras haber escuchado la extensa explicación que le dio.
"En efecto, querido. Es un don exclusivo de los emperadores," respondió la voz, solemne y envolvente. "Sin embargo, hay una forma de alcanzar un poder aún mayor."
Marco frunció el ceño, intrigado. "¿Cuál es?"
"Absorber la energía mágica de los seres vivos."
El joven sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. "¿Eso no los debilitaría...? ¿No les haría daño?"
"Podría hacerlo." La voz se tomó un instante antes de continuar, como si sopesara la gravedad de sus palabras. "Pero hay una condición. Solo podrás absorber esa energía si ellos te la entregan de manera voluntaria. Si su voluntad y la tuya se alinean, si te aceptan como su emperador, entonces... despertará tu verdadero poder."
Los pensamientos de Marco se arremolinaron en su mente, procesando el peso de aquella revelación. Su verdadero poder... el poder de un emperador.
Murmuró en voz baja, casi para sí mismo: "Mi verdadero poder... como emperador..."
_________________________
Presente.
Marco había sido aprisionado una vez más dentro de un colosal pilar de hielo, obra del líder de los arcanos. Averno lo observaba desde lo alto con una sonrisa de satisfacción, relamiéndose los labios como un depredador que saborea la inminencia de su triunfo. En su mente, la victoria ya era suya. Pronto, la corona de este reino reposaría sobre su cabeza, y ni siquiera la más mínima sombra de resistencia quedaría en pie.
Pero lo que estaba a punto de suceder escapaba por completo de su imaginación.
No muy lejos de allí, descendiendo varios metros hasta el suelo, el monje Keipi se incorporó lentamente, apoyándose en su espada para mantenerse de pie. Su mirada se alzó hacia el cielo, con su respiración aún agitada por la batalla. A su lado, Lily flotaba con el ceño fruncido, sus alas vibrando con inquietud. Ambos habían presenciado cada instante del combate, habían visto la feroz lucha de Marco... y también cómo, una vez más, había sido encerrado.
"Marco... ¿ha vuelto a perder?" murmuró Lily con un deje de desesperanza en su voz.
Keipi ignoró aquellas palabras. No había espacio para el pesimismo. Con esfuerzo, avanzó unos pasos al frente, clavando la mirada en el pilar de hielo que aprisionaba a su mejor amigo.
"¡VAMOS, MARCO!" rugió con todas sus fuerzas. "¡SAL DE AHÍ Y DERRÓTALO DE UNA VEZ!"
Su voz resonó en la gélida arena del combate.
Averno, al escucharlo, soltó una carcajada tosca y burlona.
"¿Realmente crees que eso va a funcionar? ¡No me hagas reír!" se mofó, disfrutando su aparente victoria.
Pero Keipi no se detuvo.
"¡SAL DE AHÍ Y DEMUESTRA QUIÉN MANDA! ¡MARCO!" gritó con toda su voluntad, liberando su energía mágica en una explosión de determinación.
Y entonces, ocurrió algo extraño.
La energía que emanaba del monje no se disipó en el aire como de costumbre. En su lugar, fue absorbida por el pilar de hielo que mantenía prisionero a Marco. La estructura brilló tenuemente por un instante, como si algo en su interior hubiera despertado.
Lily abrió los ojos con sorpresa. "¿Qué ha sido eso?"
Keipi frunció el ceño. "¿Mi energía mágica... fue absorbida?"
La mente del hada trabajó a toda velocidad. Escarbó en los fragmentos de memoria que su conciencia había actualizado tras el misterioso encuentro de Marco con el espíritu de Pythiria. Y entonces, la respuesta la golpeó de repente.
"Claro... Marco no solo puede absorber la energía mágica del entorno..." susurró, antes de que su voz se tornara más firme y urgente. "También puede absorber la energía de sus aliados."
Lily continuó, con su voz llena de emoción.
"Eso es... ¡Ahora lo recuerdo! Si le damos permiso, él puede usar nuestra energía mágica... ¡Y quizá pueda liberarse!"
Keipi no dudó ni un solo segundo. Tenían que apostarlo todo a esa posibilidad.
Con rapidez, cerró los ojos y se concentró en el enlace mental que conectaba a todos los aliados. Dentro de sus pensamientos, localizó la presencia del mago encargado de la telepatía.
"Disculpa, pero... ¿puedes hacer que mi voz llegue a todos?" preguntó con urgencia.
El mago tardó apenas un instante en responder.
"Claro... dame un segundo..." Se escucharon algunos murmullos de concentración. "¡Listo, Kei! ¡Ahora todos pueden oírte!"
Todas las mentes de los aliados de Marco estaban conectadas en una misma red y en cuestión de segundos todos recibirían el último atisbo de esperanza para ganar esta guerra.
"¡Aliados, no hay tiempo para explicaciones! ¡Liberad vuestra energía mágica y dirigidla hacia los pilares de hielo del castillo! ¡Confiad en mí!" exclamó con urgencia.
No hubo dudas. No hubo titubeos. Uno a uno, los aliados de Marco respondieron al llamado del monje.
Los ladrones LGBT intercambiaron una mirada cómplice antes de asentir. Sin dudarlo, lanzaron lo que les quedaba de energía mágica mientras sus pensamientos se dirigían a su líder, Cecily.
"Vamos... Ganad." dijo Gay con seriedad.
"¡Os estoy dando todo lo que tengo, acabad con esto de una vez!" murmuró Lesbiana con una determinación inquebrantable.
"¡Es todo o nada!" exclamó Bisexual, canalizando su poder.
Lana y Maurice tampoco dudaron. No tenían razón alguna para desconfiar de Keipi.
"Marco, acaba con ese caraculo de Averno." sentenció el nekomata mientras disparaba su energía al pilar.
"¡Solo tú puedes poner fin a esta guerra!" añadió la invocadora, liberando su poder sin reservas.
Pero no eran los únicos.
La energía mágica no solo provenía de los aliados de Marco, sino también de enemigos de clase baja, aquellos que habían sido congelados y liberados con su llegada. Hombres y mujeres cansados de la tiranía del arcano alzaron sus manos hacia el pilar, entregándole lo que les quedaba de poder. No necesitaban palabras. Sus acciones hablaban por ellos.
Entonces, los príncipes... Deteniendo su huida, Theo y Cynthia cambiaron de rumbo. Sabían que su lugar estaba allí, luchando hasta el final.
"Yo... no tengo energía que dar, pero dalo todo, Marco." murmuró el pequeño, con el rostro endurecido por la frustración.
"No te preocupes, yo lo daré por los dos." respondió la princesa con una sonrisa antes de liberar una colosal oleada de poder.
El hielo comenzó a agrietarse.
"¡Marco!" gritó Keipi, entregándole lo que le quedaba de magia.
"¡Vamos, mi querido emperador! ¡Demuestrale al mascachapas este quién eres!" rugió Ashley, tendida en el suelo pero aún firme en su resolución, dándole su poder.
"Acaba esto... que me estoy quedando frío, tío..." murmuró Ryan, su aliento visible en el aire helado mientras canalizaba su energía.
"Me debes una manicura después de esto, Marco." sonrió Cecily, dejando escapar su poder con elegancia.
Y entonces, ocurrió. Toda la energía reunida convergió en el pilar de hielo en un destello cegador. Un segundo de silencio absoluto y luego, una explosión.
El bloque de hielo estalló en una ardiente bola de fuego, y con ello, una onda de calor se expandió por toda la capital. La nieve se derritió en un instante. El hielo que cubría las calles y edificios se evaporó como si nunca hubiera existido. El aire frío que dominaba el campo de batalla fue reemplazado por un compasivo calor.
En el centro de aquella tormenta de llamas, flotando con un aire solemne, estaba Marco.
Una capa de fuego largo y majestuoso ondeaba tras él como si tuviera voluntad propia. Sus ojos ahora resplandecían con una sombra de color carmesí, con trazos ardientes que asemejaban llamas. Y sobre su cabeza, flotando, había un fragmento de una corona dorada, brillando con una luz imponente.
Averno, aún atónito, apenas pudo articular palabra. "¿Q-Qué es esto...?" murmuró con incredulidad.
Marco avanzó con paso firme, el fuego que lo rodeaba danzaba con cada uno de sus movimientos. Su mirada ardía con la determinación de quien ha sellado el destino de su enemigo.
"Es tu final."
Al extender la mano, las llamas que lo envolvían se alargaron y tomaron la forma de un látigo de fuego, surcando el aire a toda velocidad en dirección a Averno.
El arcano reaccionó de inmediato, saltando hacia atrás y alzando un enorme muro de hielo en un intento desesperado por bloquear el ataque. Sin embargo, el impacto del fuego fue devastador. El muro se evaporó en cuestión de segundos, y la explosión resultante lanzó a Averno por los aires. Rodó varias veces sobre la plataforma antes de frenar en seco, jadeando.
"¿Qué está pasando…?" Su mente se ahogaba en preguntas. "¿Cómo se ha vuelto tan poderoso de repente? ¿Y qué es esa corona que flota sobre su cabeza?"
Pero Marco no le dio tregua. Con un simple movimiento de muñeca, una ráfaga de esferas ígneas se disparó hacia su enemigo.
Averno apretó los dientes y se impulsó sobre el hielo con velocidad vertiginosa, esquivando las bolas de fuego que explotaban a su alrededor. Mientras deslizaba sobre la superficie congelada, chasqueó los dedos y convocó un aluvión de lanzas gélidas, que descendieron sobre Marco como una lluvia mortal.
Pero nada lo tocó. Las lanzas se desintegraron a un metro de su cuerpo, consumidas por el calor abrasador que él mismo generaba.
El arcano aterrizó sobre una plataforma y detuvo su avance. "¡NO ME IMPRESIONAS! ¡SIGUES SIN SER NADIE!" rugió con furia.
Levantó ambas manos y canalizó todo su poder en una invocación masiva. Decenas de dragones de hielo emergieron en un instante, rodeando a Marco desde todos los ángulos. Con un rugido gélido, se lanzaron contra él al unísono, atrapándolo en una prisión de colmillos helados.
El silencio reinó por un breve segundo.
Entonces, una onda de fuego estalló desde el interior y los dragones explotaron en pedazos, reducidos a simples fragmentos de escarcha.
Marco dio un paso al frente, con su mirada fija en su enemigo. "Se acabó, Averno. El resultado está decidido."
El arcano sintió cómo la desesperación lo envolvía. Su futuro como rey, su victoria… Todo se desmoronaba frente a sus ojos.
No. No podía permitirlo.
Con un último y desesperado intento, golpeó el suelo con ambas manos, desmoronando todos los pilares de hielo que había creado desde el inicio de la batalla. En cuestión de segundos, cientos de fragmentos colosales se transformaron en proyectiles letales, disparados en una danza mortal contra Marco.
Pero él no retrocedió. Con movimientos ágiles, esquivó cada proyectil con una precisión impecable, descendiendo en picado hacia su oponente.
Fue entonces cuando sintió la grieta en su corona. No tenía tiempo. Aún no controlaba del todo este poder. Tenía que acabar la batalla en un solo golpe.
Sus tobillos ardieron, impulsándolo con velocidad explosiva. En un parpadeo, había cerrado la distancia entre ellos.
Antes de que Averno pudiera reaccionar, Marco ya tenía su palma sobre su pecho.
El fuego comenzó a consumirlo. "¡Serás…!"
"¡Es tu final, Averno!" exclamó Marco, con una voz que resonó en todo el campo de batalla. "¡FÉNIX REAL!"
Desde la palma de su mano, un colosal fénix de fuego emergió con un estruendo atronador. La criatura envuelta en llamas embistió a Averno con una furia implacable, llevándolo consigo en una tormenta de golpes ardientes. El arcano fue arrastrado en un torbellino ígneo, descendiendo a toda velocidad hasta estrellarse brutalmente contra el suelo del castillo, creando un cráter devastador.
El estruendo fue ensordecedor.
Cuando el humo se disipó, Averno yacía en el fondo del cráter, con su cuerpo inmóvil, completamente derrotado.
Marco descendió con calma, impulsado por el fuego en sus tobillos. Su capa de llamas se desvaneció. La sombra carmesí en sus ojos desapareció. La corona flotante se fragmentó en un resplandor dorado antes de extinguirse.
Batalla en Eumerastral.
Marco vs Averno.
Ganador: Marco.
La princesa y Theo llegaron corriendo a la plaza justo en ese instante, y sus miradas quedaron clavadas en la figura de nuestro protagonsita, quien permanecía de pie, apoyando una mano en el suelo.
"Marco…" susurró el pequeño.
La princesa abrió la boca para decir algo, pero ninguna palabra salió de sus labios. Su corazón latía con fuerza.
Entonces, Marco alzó el puño hacia el cielo. "¡AVERNO HA CAÍDO!" Su voz rugió con una potencia abrumadora, recorriendo todo el campo de batalla.
Por un momento, hubo silencio. Y luego, un estallido.
Los soldados, los guerreros, los aliados, todos soltaron sus armas y gritaron al unísono, un rugido de victoria que estremeció la capital.
Cynthia cayó de rodillas, las lágrimas corrían por su rostro. "Gracias… Gracias, Marco… ¡GRACIAS!"
"Hermana... Puede que aún no lo supieras, pero él... él es el verdadero emperador de Pythiria." dijo Theo con una sonrisa de orgullo, revelando finalmente su secreto.
"Lo supuse..." respondió ella, secándose las lágrimas. "Esa grandeza y la confianza que teníais en él solo podían explicarse de una manera."
Keipi y Lily intercambiaron una sonrisa radiante.
Ashley, exhausta pero con una expresión de orgullo, alzó un pulgar en señal de aprobación.
Cecily, con una sonrisa de oreja a oreja y cubriéndose sus heridas con la mano, dejó escapar una risa. "Si lo llego a saber, también le pido una sesión de peluquería."
Ryan cruzó los brazos y sonrió con satisfacción. "Es increíble… Ahora entiendo por qué mi madre confiaba en él."
Mientras todos celebraban la victoria, Marco desvió la mirada hacia su oponente caído.
Su expresión era solemne.
"Diste una gran batalla y fuiste un rival más que digno. Quizá, si hubieras elegido otro camino, te habrías convertido en uno de mis mejores aliados…"
Se giró hacia la multitud, con la determinación firme en su voz.
"Pero ese destino nunca llegó. Y ahora, con tu derrota… ¡Longerville ha sido liberado de tu tiranía!"
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario