En el inmenso Laberinto del Minotauro, Marco se encuentra frente a frente con el líder de los ladrones Unison.
"El rey siempre guiará al perdido. Son las palabras que el Mesías Yumeith predicaba en cada paso que daba. Su virtud y voluntad eran constantes, y sostenía que todo es de todos. Que es derecho de los creyentes ayudar a los perdidos a reencontrarse en el camino," narraba Jacob con los ojos cerrados, mientras sostenía la Biblia abierta entre sus manos. "Tras suplicarle entre cánticos y rezos a la voluntad de mi señor, me fue concedido el permiso de castigar a todo aquel que se oponga a sus escrituras. Y es por eso que acabaré contigo."
Al cerrar su libro de un golpe seco, un montón de espíritus moldeables de energía oscura emergen del suelo, convirtiéndose en viles zarpas que atacan brutalmente a nuestro protagonista.
Marco da un salto hacia atrás, cubre su cuerpo con fuego y lo libera en forma de esfera, abrasando las manos oscuras que lo rodeaban, logrando así zafarse del ataque.
"¿Qué dices?" comentó molesto ante las palabras del enemigo. "Soltar ese tipo de discurso es de lo más peligroso. No puedes creerte el mejor solo porque una figura religiosa te dé, supuestamente, poder y permiso para hacer lo que te dé la real gana. La forma en que estáis actuando no sería aceptada ni por vuestro querido Mesías. ¿De qué sirve una fe que se usa para condenar en lugar de proteger?"
Jacob sonrió, como si pensara que nuestro protagonista era un completo ignorante. "Tonterías. Eres un simple ateo que se desvió del verdadero camino. Incapaz de entender la auténtica voluntad de nuestro señor, al igual que el resto de los ciudadanos de esta ciudad, cuyo castigo será quedar eternamente convertidos en piedra."
Los espíritus salieron del suelo bajo los pies de Marco en forma de cuchilla, cortándole la camiseta en dos y dejando su abdomen al descubierto, con un ligero corte superficial marcado por un hilo de sangre. Nuestro protagonista retrocedió, y vio cómo del suelo empezaban a emerger más zarpas oscuras, alzándose con garras temblorosas como si buscaran devorarlo por completo.
Encendiendo de nuevo sus tobillos con llamas ardientes, nuestro protagonista se impulsó hacia lo alto de la sala, despegando con una velocidad que dejaba estelas incandescentes a su paso. Volaba esquivando con total precisión el ataque de las garras oscuras que emergían desde el suelo, bailando entre ellas como un fuego indomable.
"Puede que las manos de los seres del otro mundo no puedan compararse a tu feroz voluntad de llevarle la contraria a nuestro señor..." dijo Jacob con una calma perturbadora, mientras sus ojos se iluminaban con un tono violáceo. "Pero en su nombre, potenciaré los deseos de los caídos para que sean más útiles en tu contra."
El doble de zarpas emergieron del suelo como un enjambre infernal, rodeando a Marco por todos los ángulos. Uno de los brazos oscuros logró alcanzarlo y lo arañó brutalmente en la espalda, arrancándole un grito de dolor mientras la sangre salpicaba la arena.
Giró para contraatacar con una llamarada, pero otra zarpa lo sujetó del tobillo y lo lanzó con violencia contra el suelo.
Sin embargo, antes de impactar, Marco unió sus manos al frente y disparó una esfera de fuego que destrozó la mano que lo sujetaba, permitiéndole impulsarse de nuevo hacia arriba. Las sombras volvieron a seguirle, tratando de arrastrarlo otra vez, pero entonces giró sobre sí mismo envuelto en llamas, creando una espiral abrasadora que lo propulsó como una flecha ardiente hacia su oponente.
"Tus palabras no son más que las de un títere al que le han lavado el cerebro para ajustar su bondad a las fechorías que anda cometiendo," exclamó Marco, con el rostro encendido de determinación. "¡Y eso nunca me superará!"
Acortó la distancia en un instante, y con ambas manos encendidas como soles en erupción, las colocó sobre el pecho de la armadura de Jacob y disparó una gigantesca esfera de fuego a bocajarro. El impacto rompió la protección del enemigo, lanzándolo como un muñeco contra la pared de piedra, que se agrietó violentamente por toda su superficie... pero que se reparó al instante, como si una fuerza invisible se negara a permitir la destrucción del laberinto.
El cuerpo de Jacob cayó al suelo, con la Biblia aún firmemente sostenida entre sus manos. Un hilo de sangre descendía por su labio. Aun así, alzó la mirada con una sonrisa fría y calculadora.
"Eres un vil pecador. Un joven que ha perdido toda bondad y encima osa plantar cara a una figura sagrada como soy yo," dijo, levantándose con una aura siniestra, mientras los espíritus oscuros se arremolinaban a su alrededor. "El castigo del señor... ¡será eterno!"
De pronto, la energía en su interior estalló. Una explosión de espíritus emergió con tal violencia que rompió sus ropajes, dejando su torso al descubierto. En su piel comenzaron a aparecer lentamente unas marcas violáceas, como runas vivas, que brillaban con un poder impío.
"¿Qué son esas marcas...?" preguntó Marco, con el ceño fruncido.
"¡Pecador, cae en nombre de nuestro Mesías! ¡Cae ante sus runas finales!" gritó Jacob, alzando su mano con decisión.
Del suelo surgió entonces un rostro fantasmagórico de energía oscura, retorcido y aullante, que se disparó hacia Marco como un proyectil maldito. El joven intentó escapar volando hacia atrás, pero el ataque era demasiado rápido. El impacto lo alcanzó de lleno, lanzándolo contra el suelo con brutalidad.
"Tsk... Ese ataque... es distinto a los de antes..." pensó Marco, mientras se incorporaba lentamente, con la respiración agitada y algo de sangre cayendo por su rostro.
Jacob abrió su biblia una vez más, con la mirada fija en su rival. "Ahora que la fe está conmigo, levántate y vuelve a plantarme cara... si es que tienes narices."
________________________________
Plaza de la ciudad.
Era hora de volver a reunirse e intercambiar información, por lo que los cuatro llegaron lo más rápido posible al lugar acordado. Allí, Carter les explicó con suma delicadeza lo que había descubierto en los libros del templo.
"Entiendo..." dijo Ryan, llevándose la mano a la barbilla mientras adoptaba una pose pensativa.
"Entonces, tiene una forma de serpiente que se muerde la cola…" murmuraba Cecily. "Es rarísimo, jamás me habría imaginado que tuviera ese aspecto."
"Y que lo digas, tía. Yo habría apostado antes por la cabeza de una mujer con serpientes como pelo y completamente petrificada… antes que por un ocho formado por un reptil de mierda," añadió Lola, frunciendo el ceño con desdén.
"Lo esencial es que al menos hemos conseguido algo de información útil," explicó Carter con tono sereno. "Y lo más importante: en el libro se detallaba que es una reliquia que emana energía de forma continua mientras está activa. Así que nuestros métodos de rastreo no estaban del todo errados."
"Pero... hemos estado dando vueltas como idiotas y no hemos visto absolutamente nada," dijo Cecily, dejando caer los brazos con frustración.
"Es cierto..." coincidió Ryan, con tono apagado.
"Sí... He usado hasta mis varas como receptáculos de energía mágica mientras flotaba por el cielo, y aun así, ni rastro," añadió Lola, chasqueando la lengua.
"Tenéis razón... hasta ahora la búsqueda ha sido infructuosa, pero es posible que el enemigo haya levantado una barrera a su alrededor o lo haya escondido con algún tipo de ilusión avanzada," continuó Carter, con el ceño fruncido. "Sé que es una faena en esta situación, pero tenemos que recorrer de nuevo todos los puntos ya revisados y examinarlos con más atención. Cualquier detalle... podría marcar la diferencia."
"Sí... no me apetece nada, pero Marco nos confió esta tarea y no pienso fallarle," afirmó Ryan con firmeza.
"Eso es. Ahora ya conocemos su forma y sabemos que emite energía mágica. Nuestra búsqueda ya no es completamente a ciegas," apuntó Cecily, con un atisbo de esperanza.
"A Lily y a Theo les he pedido que descansen en el templo. Quedaron completamente agotados tras la búsqueda, así que por ahora me reincorporo con vosotros a la exploración exhaustiva," anunció Carter, ajustándose la capa.
"Está bien, pero no te excedas. Que usar ese coco tuyo también desgasta, ¿eh?" le dijo Lola con media sonrisa.
"Lo sé, confía en mí," respondió Carter, el invocador de lobos, con una mirada decidida.
De esta manera, los cuatro volvieron a separarse, más centrados que nunca, sabiendo que esta vez... cualquier mínimo detalle podría ser la clave para encontrar la reliquia.
________________________________
Laberinto del Minotauro.
Takashi descendía por una vieja escalera de piedra, oculta entre los infinitos pasillos del laberinto. A medida que bajaba, el aire se volvía más denso, impregnado de un olor a polvo antiguo y metal oxidado. Al final de la escalera, se abrió paso a una sala subterránea totalmente inesperada.
Era una antigua sala recreativa, devorada por el tiempo y el olvido.
Luces de neón rotas parpadeaban débilmente en tonos azules y púrpuras. Las paredes, antes decoradas con vinilos coloridos, ahora estaban desgastadas y agrietadas. A ambos lados del pasillo central se alineaban máquinas arcade cubiertas de polvo, algunas aún parpadeaban con gráficos pixelados congelados en pantalla. Otras, más modernas, como las de gancho, tenían los cristales rotos y los peluches tirados por el suelo, como si una pelea hubiese estallado allí hace mucho tiempo.
Y justo en medio de ese pasillo, entre dos máquinas de gancho que ya apenas funcionaban, estaba sentada Verzabas, con las piernas cruzadas y la esfera de cristal flotando sobre sus manos temblorosas.
"Veo el futuro, joven espadachín..." murmuró, sin alzar la vista. "Y por eso sabía que acabarías llegando frente a mí. Así que decidí esperarte… educadamente."
Takashi entrecerró los ojos. Caminó un par de pasos hasta quedar frente a ella, pero sin bajar la guardia.
"¿Ah, sí? Entonces imagino que ya habrás visto tu derrota, ¿no?" respondió con una leve sonrisa desafiante.
"Para nada, jovencito." dijo ella, con una voz rasposa y cargada de ironía. "Mis habilidades tienen condiciones. Entre ellas… no poder ver mi propio futuro, por lo que vi el tuyo viniendo hacia mi… ni tampoco puedo predecir nada dentro de un juego de guerra como este. Así que tampoco podría ayudarte con la ubicación del hada de luz… si es que venías con esa intención."
"Pues no." replicó Takashi, cruzando los brazos. "Solo vine para derrotarte y darle ventaja a los míos."
Verzabas soltó una risita áspera, divertida.
"Lo entiendo… Aunque lamento decirte que tu final no te lo daré yo directamente." levantó lentamente la esfera de cristal a la altura de sus ojos, donde un suave resplandor púrpura comenzó a emanar. "Será ese chico de cicatriz en la nariz… del que estás tan secretamente enamorado."
Los ojos de Takashi se abrieron un poco más, sorprendido.
"¿Qué estás diciendo...?" murmuró, retrocediendo un paso.
La anciana sopló suavemente sobre la esfera. De ella se desprendió un fino polvo brillante que avanzó en forma de niebla, tornándose en una bruma rosada y envolvente. Takashi intentó taparse la nariz instintivamente.
"¿Veneno?"
Pero no era veneno. Era algo más sutil… más profundo.
En cuanto la neblina lo envolvió, el mundo a su alrededor comenzó a disolverse como pintura diluida en agua. Las luces parpadearon una última vez… y todo desapareció.
Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba en la sala recreativa.
Estaba en un parque de Akitazawa, su país natal. Reconocía cada árbol, cada colina. Era el mismo sitio al que solía ir de niño, con las risas de fondo, los columpios crujiendo al viento y el cielo teñido por la luz de la tarde.
Entonces, una voz le llamó desde la distancia.
"¡Vamos, Takashi! ¡Quiero montarme en el columpio contigo!"
El joven giró lentamente la cabeza… y su corazón dio un vuelco.
Frente a él, vestido con ropas infantiles, estaba un pequeño Keipi con una sonrisa inocente, corriendo hacia él con los brazos abiertos.
"¿Kei...chi?" murmuró, reconociéndolo al instante. Pero su voz... sonaba más aguda, más suave. Un reflejo de infancia.
Takashi bajó la mirada hacia sus propias manos… y notó que también era un niño otra vez.
"¿Qué… qué está pasando…?" preguntó en voz baja, con los ojos temblorosos. "¿Es… la magia de esa anciana?"
El entorno era perfecto. Demasiado perfecto. Pero no podía negar lo que sentía: nostalgia, duda… y una punzada de algo más profundo.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario