Plaza de Wisdom.
Había llegado el momento de la reunión. Los cuatro se juntaron para intercambiar información, aunque todos asumían que aquel informe no traería nada nuevo. La posibilidad de haber encontrado un rastro de Medusa parecía nula.
Sin embargo, Cecily rompió con todas las expectativas al contar lo que había visto.
"¿Viste reflejarse en el cielo un rayo verde esmeralda?" preguntó Lola, incrédula.
"Así es", respondió la ladrona con firmeza.
"Pero… si fuera realmente la reliquia, ¿cómo han conseguido mantenerla a tanta altura? Y si encima está oculta por las nubes, significa que su rango de alcance es mucho mayor de lo que pensábamos", razonó Carter, frunciendo el ceño.
"Es cierto que suena extraño desde un principio, pero tiene todo el sentido del mundo", añadió Ryan. "Hemos hecho una búsqueda exhaustiva, incluso por las zonas inferiores de Wisdom, y sabemos que la reliquia emite energía constantemente. Todo apunta a que no está en ningún lugar terrestre… sino en el cielo", concluyó.
"Sí… Y cabe la posibilidad de que la estén manteniendo a flote con algún dron suspendido a gran altitud, funcionando de forma continua mientras saquean las ruinas", teorizó Lola.
"Esa es buena", dijo Cecily, asintiendo. "Es muy probable que realmente haya un dron sujetándola por encima de las nubes, así que tendremos que destruirlo".
"No suena mal. Solo necesitaríamos calcular su posición exacta y lanzar un ataque potente", comentó Ryan, pensativo.
"Un momento. Todavía tenemos tiempo. Creo que lo mejor será que suba yo misma con mis varas y compruebe la situación", propuso Lola. "No podemos actuar a ciegas sin saber con precisión qué nos espera ahí arriba".
"Tienes razón", coincidió Carter. "Ve a examinarlo y luego nos cuentas lo que hayas visto".
"Sí. Confiamos en ti", dijo Cecily con una sonrisa.
"Dale duro", añadió Ryan, dándole un pequeño empujón en el brazo.
"¡No tardo!" exclamó Lola, y con agilidad subió a una de sus varas, ascendiendo al cielo a toda velocidad, perdiéndose entre las nubes.
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Aldea samurái del Laberinto.
En aquel lugar, las casas eran arrasadas por el violento choque entre las dos guerreras. Ashley desataba sus poderosos ataques contra la enemiga, pero esta se movía con una velocidad imposible. Sus golpes solo alcanzaban edificios, reduciéndolos a escombros.
En un intento desesperado, nuestra protagonista dio un enorme salto para aplastar a Perfume desde lo alto, pero la oponente volvió a esfumarse con un movimiento vertiginoso. Su patada terminó por derribar lo que quedaba de una casa en ruinas.
"Joder", exclamó jadeando. "¿Es que no puedo darle ni una?"
De repente, Perfume apareció a su espalda y le asestó una patada brutal en el mentón, haciéndola retroceder varios metros.
"No", respondió con una sonrisa burlona. "Ni en tus mejores sueños vas a poder tocarme, amor. El señor Yumeith me bendijo con su gracia y me otorgó la magia de la velocidad. Me muevo más rápido que cualquiera."
Se cruzó de brazos con arrogancia.
"Soy ágil. Nadie ha logrado golpearme jamás. Y tú no vas a ser la excepción. Solo te espera la derrota… en su nombre."
"Tsk…" gruñó Ashley, limpiándose la sangre del labio con el dorso de la mano. "Dicen que perro ladrador, poco mordedor… sobre todo en el caso de petardas como tú."
"¿Petarda? Lo siento, pero te equivocas", respondió con firmeza. "Poner mi fe en mi señor me dio la certeza de que puedo con esto y con mucho más. No hay imposibles para mí."
"Pero… ¿por qué tanta obsesión con ese tal mesías?", preguntó Ashley, entre curiosa y molesta.
"Porque él me dio la fuerza y el valor para seguir adelante", dijo, su mirada endurecida por un recuerdo oscuro. "Cuando un desconocido intentó abusar sexualmente de mí, me defendí como pude. Encontré un trozo de cristal en el suelo y se lo clavé en el cuello. Así… apagué la llama de su vida."
"Vaya... Lo siento, no sabía que habías vivido algo así", comentó Ashley, con tono sincero.
"Y lo peor..." continuó Perfume, con una sonrisa torcida, "es que me sentí culpable. Mucho. ¡No podía pegar ojo por las noches! Pero el señor Jacob me mostró la palabra del Mesías... y me hizo ver que acabar con la vida de ese energúmeno era mi destino como fiel creyente. ¡Al matarlo, salvé muchas vidas! Otras mujeres podrían haber sido sus víctimas."
Su mirada se tornó sombría, pero fanática. Sonrió con un gesto perturbador, como si sus traumas se hubieran borrado bajo el manto de una fe absoluta.
"Por el amor de Dios… robaré esta información, ¡porque es conocimiento que pertenece a todos! Y si te interpones… ¡te mataré!", gritó, antes de lanzarse a toda velocidad contra nuestra protagonista.
El impacto fue brutal. Ashley salió despedida como un muñeco de trapo, atravesando una cabaña de madera hasta rodar por el suelo del otro lado. La sangre salpicaba entre los tablones rotos, goteando sobre la tierra.
"Tsk... Es demasiado rápida. Golpearla así es imposible. ¿Cómo puedo alcanzarla?", pensaba Ashley, mientras se incorporaba con dificultad. Entonces, algo brilló en su mente. "Espera… sí. Hay una forma de hacer contacto con ella."
Desde lo alto de los restos de la cabaña, Perfume la observaba con un aire de superioridad y con los brazos cruzados.
"En el nombre del Señor… apagaré la llama de tu vida, para purificar todos los pecados que has cometido en el pasado", sentenció con tono solemne.
"Lo siento", respondió Ashley, levantándose con esfuerzo. "Entiendo lo horrible que fue lo que viviste. Pero no puedes justificar que eso te haya llevado a cometer crímenes pensando que eres inocente. Habéis involucrado a decenas de personas con esa reliquia, petrificando su valioso tiempo. Y ahora estáis robando información que podría provocar una gran guerra mundial. ¡No lo permitiré!"
"¡Hazlo si puedes!", gritó Perfume con rabia.
La ladrona aceleró, moviéndose a una velocidad imposible. Cambiaba de dirección, desaparecía y volvía a aparecer, como un rayo danzante. De vez en cuando frenaba para que Ashley la viera, provocándola, solo para lanzarse de nuevo al ataque. Finalmente, surgió de frente como una bala, puño por delante, decidida a asestar el golpe final.
Pero cuando su puño se hundió en el estómago de Ashley… Nuestra protagonista, con sangre brotando de su boca, sonrió.
"Lo siento, pero... esto lo gano yo."
Agarró a Perfume del brazo, la cargó con un movimiento ágil y la colocó sobre su espalda. Luego se agachó, cargando todo su poder en las piernas.
Con su magia, potenció su fuerza al máximo. Y entonces, ¡BOOM! Un golpe brutal con la espalda lanzó a Perfume por los aires como un proyectil.
"Mierda…", murmuró la ladrona, dándose cuenta de su error. "En el aire... no puedo acelerar."
Ashley saltó tras ella, alcanzándola a su misma altura. Unió sus dos manos, alzándolas por encima de su cabeza, y con toda su fuerza las descendió como un martillo sobre el estómago de su oponente.
El impacto fue devastador. Perfume se estrelló contra el suelo, creando un inmenso cráter. Su cuerpo quedó inmóvil, con sangre manando de su boca.
"Mi... mierda…" susurró, antes de perder el conocimiento.
Ashley aterrizó pesadamente y cayó de rodillas.
"Lo siento, pero... un crimen sigue siendo un crimen", murmuró, agotada. "Aunque quien lo cometa haya sido una víctima en el pasado."
Batalla en la aldea samurái.
Ashley vs Perfume.
Ganadora: Ashley.
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Fábrica del Laberinto.
Hansel, que llevaba un rato siguiendo de cerca a su oponente más próximo gracias a la magia de Takashi, terminó atravesando una puerta oxidada encajada en uno de los muros del laberinto. Al cruzarla, se encontró con una escena completamente inesperada: una enorme fábrica de procesamiento de alimentos… completamente abandonada.
"¿Pero qué clase de sitio es este para formar parte de un laberinto?", murmuró el joven, observando con extrañeza cada rincón del lugar.
Tubos retorcidos, cintas transportadoras paradas, envases vacíos y ruidos metálicos de fondo. La luz entraba por grietas del techo, iluminando motas de polvo que flotaban en el aire. De pronto, un extraño crujido lo sacó de sus pensamientos: era el sonido inconfundible de alguien masticando... algo duro.
Intrigado, Hansel siguió los ruidos y cruzó otra puerta herrumbrosa que daba a una sala de dos niveles. Se acercó con sigilo a la barandilla del piso superior y, al asomarse, quedó totalmente perplejo.
Allí, en mitad de la sala inferior, uno de los ladrones, Bivlas, devoraba con entusiasmo una cinta transportadora. Literalmente, se la estaba comiendo.
"¿Pero qué narices está comiendo ese tío?", preguntó Hansel en voz baja, con una mezcla de asombro y asco.
En ese instante, Bivlas levantó la vista, clavando sus ojos en los del gemelo. Su rostro se puso rojo como un tomate, y con una voz sorprendentemente aguda, chilló:
"¡No, por favor! ¡No le digas al señor Jacob que volví a dejar el trabajo por ponerme a comer cualquier cosa!"
"¿A mí qué me cuentas, pedazo de friki?", respondió Hansel, frunciendo el ceño.
"No le digas…", murmuró el ladrón, bajando el tono a un susurro casi infantil.
"¿Qué?" preguntó Hansel, sin entender lo que acababa de decir.
De pronto, la voz se volvió gutural, demoníaca, resonando por toda la sala:
"¡¡¡HE DICHO QUE NO DIGAS NADA!!!"
Los músculos de Bivlas se hincharon de golpe y sus puños aumentaron de tamaño grotescamente. Con un rugido ensordecedor, saltó desde el nivel inferior y aterrizó con violencia frente al gemelo, aplastando la barandilla y haciendo añicos el suelo metálico del segundo piso.
Hansel, por pura suerte, logró esquivar el impacto, deslizándose hacia abajo justo a tiempo.
"¿P-pero qué le pasa a este colgao...?", murmuró mientras se reincorporaba, mirando con incredulidad la destrucción provocada.
Entonces, Bivlas se relamió los labios con una sonrisa macabra. Un hilo de saliva le caía por la barbilla mientras murmuraba con tono canturreador:
"Si mi secreto quiero guardar… ¡al peliverde debo matar!"
Hansel tragó saliva.
"Genial… un glotón psicópata. Justo lo que me faltaba."
Continuará...
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