sábado, 29 de marzo de 2025

Ch. 107 - Un hambre voraz, Hansel vs Bivlas

Plaza de Wisdom

Lola descendía a toda velocidad desde el cielo sobre una de sus varas de acero, deslizándose de pie con los brazos cruzados, como si estuviera desfilando sobre el aire. No era la forma más práctica de bajar, pero a ella le parecía la más cool del mundo. Y sinceramente, lo era.

Cuando alcanzó una altura segura, dio un salto elegante y aterrizó con precisión sobre el empedrado de la plaza. Sin perder el ritmo, echó a correr hacia sus compañeros, que la esperaban con ansiedad contenida.

"¿Y bien?" preguntó Ryan, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

"Tal y como pensábamos, la reliquia está sobre un dron que la mantiene suspendida en el aire", confirmó Lola, aún algo agitada.

"Y si no lo has destruido… es porque hay un inconveniente, ¿no?" dedujo Cecily con rapidez.

"En efecto."

"¿Qué ocurre?" insistió Carter.

"Hay un hechizo de barrera adherido al dron, formando un escudo esférico que lo protege desde todos los ángulos", explicó Lola, con tono serio. "He intentado atacarlo, pero la barrera es más fuerte de lo que imaginaba."

"¿Cómo de fuerte?" preguntó el invocador de lobos.

"Digamos que necesito usar siete de mis ocho varas en una embestida coordinada para apenas abrir un hueco en ella. Pero el verdadero problema es que la barrera se regenera casi al instante, así que no tengo tiempo de lanzar un segundo ataque antes de tener que recolocar todos mis proyectiles."

"Entonces necesitamos un segundo golpe justo después del primero", razonó Ryan.

"Exacto. Un ataque doble, encadenado, sin margen de error", añadió Lola.

"Genial", murmuró Cecily, llevándose una mano a la frente. "Entonces, ¿qué podemos hacer?"

"Yo no sirvo de mucho aquí", lamentó Carter. "Ninguno de mis lobos puede alcanzar esa altura, y no tengo poder suficiente como para invocar a un sabio del clan… Estoy completamente fuera."

"¿Y si me monto contigo en la octava vara y ataco justo después de que lances las otras siete?" propuso la ladrona.

"Imposible. Si alguien va encima, esa vara perderá capacidad ofensiva. No podría ayudarnos a romper la barrera", aclaró Lola, negando con la cabeza. "Necesitamos una segunda forma de atacar."

Se hizo un silencio breve.

Fue entonces cuando Cecily clavó los ojos en Ryan. Se le encendió una chispa en la mirada.

"¡Eso es! ¡Ryan!" exclamó, señalándole con un dedo.

"¿Qué pasa ahora?" preguntó el hijo de la dragona, desconcertado.

"Tus cadenas. ¿Podrías extenderlas hasta el cielo y llegar hasta el dron?"

El hijo de la dragona se quedó pensativo un par de segundos, evaluando la distancia con la mirada.

"Pues… no lo sé con certeza, pero… oye, ¿qué perdemos por intentarlo?" respondió con una sonrisa confiada, encogiéndose de hombros.

"En ese caso, ¡Vamos a intentarlo!" afirmó Lola con decisión.

"¡Tenemos que salvar a la gente!" dijo Carter, alzando la voz.

"¡Nuestros jefes y amigos confiaron en nosotros para esta misión! ¡No podemos fallarles!" gritó Cecily, con los ojos encendidos de determinación.

El grupo se miró durante un instante. No hacía falta decir más. La estrategia estaba clara.

Y con ello, la segunda fase del plan acababa de comenzar.

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Fábrica abandonada del Laberinto.

"¡No le digas nada a Jacob!" rugió el hombre con furia, dejando caer saliva al suelo con cada palabra.

Hansel lo miró con incredulidad. "¿Pero qué le pasa a este tío por la cabeza?" pensó, sintiendo un escalofrío ante la grotesca escena que tenía delante.

El enemigo, sin previo aviso, se inclinó hacia el suelo e hincó los dientes en las baldosas, masticándolas con fruición. Los crujidos resonaban en la sala, y aunque la imagen era absurda, Hansel sintió cómo una sensación de peligro creciente se clavaba en su pecho.

Los músculos del ladrón comenzaron a hincharse. Su magia le permitía devorar cualquier cosa para aumentar su tamaño y fuerza, aunque solo fuera por unos minutos. Cuando terminó de tragar, sus brazos eran monstruosos. Cada músculo vibraba con una energía salvaje.

"¡Voy a aplastarte!"

Con un bramido, Bivlas saltó y lanzó su puño hacia Hansel como si fuera un martillo de demolición. Hansel reaccionó en el último instante, dando un salto mortal hacia atrás. Extendió su brazo y liberó una ráfaga de viento cortante, con la intención de lanzarlo por los aires.

Pero Bivlas apenas se inmutó. El viento solo le hizo unos cortes superficiales en la piel.

"¡No me ataques! ¡O se lo tendré que decir a Jacob!" gritó, lanzando el otro puño con una fuerza descomunal.

Hansel no tuvo tiempo de esquivar. El impacto fue brutal. Su cuerpo salió disparado como un proyectil, atravesando varias máquinas antes de estrellarse contra la pared con un estruendo metálico.

"¡Mierda!" pensó, sintiendo el sabor de la sangre en su boca.

Bivlas sonrió satisfecho mientras sus brazos volvían a su tamaño normal.

"Yo… no tengo la culpa de que mi estómago me pida comida todo el tiempo", murmuró, caminando con paso pesado. A medida que avanzaba, agarraba trozos de metal del suelo y se los metía en la boca como si fueran simples pastelillos.

"Toda mi vida se han reído de mí. Decían que era feo, que mi barriga era asquerosa, que daba miedo. Intenté dejar de comer, pero este hambre insaciable en mi interior no me dejaba… Así que decidí comer lo que me diera la gana. ¿Qué importa si me como un coche o una farola? ¡Están buenísimos!"

Hansel, aún adolorido, logró ponerse de pie. Sus ojos brillaban con una mezcla de rabia y determinación.

"Estás fatal de la cabeza."

El viento comenzó a arremolinarse a su alrededor, formando un tornado.

Bivlas lo ignoró. Sus ojos se iluminaron con fervor.

"Pero todo cambió cuando Jacob me salvó."

"Él me dijo que yo era hermoso. Que bajo los ojos de Yumeith, todos somos válidos. Que no importa qué coma, que no importa mi aspecto, él y nuestro Mesías siempre me aceptarán."

"¡Y por eso haré cualquier cosa por él!" gritó con euforia mientras sus brazos volvían a hincharse a una velocidad aterradora.

Hansel dio una palmada, desatando una corriente de viento que llenó la sala con múltiples tornados. Sin embargo, la descomunal musculatura del ladrón lo mantenía firme, inmune a los vendavales.

Antes de que el gemelo pudiera reaccionar, Bivlas le agarró de una pierna con fuerza sobrehumana y lo lanzó hacia el techo, estampándolo.

El golpe fue atroz. El eco metálico vibró por toda la sala. Hansel tosió sangre justo antes de empezar a descender en picado hacia su oponente.

"¿Sabes?" dijo Bivlas con una sonrisa maníaca, "Siempre he querido probar el sabor de los humanos."

Su boca se abrió de par en par.

Pero Hansel esbozó una ligera sonrisa en su rostro.

"¿Y tú sabes que cuanto más viento hay, más peligroso es el ojo de la tormenta?"

En un movimiento relámpago, Hansel estiró el brazo y colocó su palma sobre la calva del oponente.

De inmediato, todo el viento acumulado en la sala convergió en un único punto. El cuerpo de Bivlas fue arrastrado por un tornado letal, girando como una peonza a toda velocidad, mientras cientos de cortes se abrían en su piel.

Hansel cayó al suelo con agilidad y, antes de que su enemigo tocara el suelo, dio otra palmada. Varios tornados surgieron de la nada y embistieron a Bivlas desde todos los ángulos.

El ladrón aulló de dolor antes de perder el conocimiento y desplomarse como un muñeco roto.

Nuestro protagonista se acercó, limpiándose la sangre de la boca con el dorso de la mano.

"Que el Mesías te perdone no significa que te dé permiso para seguir pecando sin control, idiota."

Le sacó la lengua y se alejó, dejando tras de sí los restos de la tormenta.

Batalla en la fábrica del laberinto.

Hansel vs Bivlas.

Ganador: Hansel.

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Sala de aguas termales del Laberinto.

Mientras los demás combatientes habían logrado derrotar a sus oponentes o aún luchaban con fiereza, dos figuras seguían envueltas en un duelo tan veloz como elegante. Eran Keipi y Catto, el hombre-bestia del grupo de ladrones, que se habían cruzado por casualidad minutos antes en medio del caos.

Ambos eran espadachines expertos, y sus movimientos parecían coreografiados: las hojas chocaban a una velocidad vertiginosa, cada golpe estaba cargado de intención y cada esquiva al borde de lo imposible.

Finalmente, tras una colisión especialmente violenta, ambos salieron disparados hacia atrás por la fuerza del impacto.

Catto dio una voltereta en el aire y cayó sobre la arena con agilidad felina, clavando su espada en el suelo para frenarse. Por su parte, Keipi rodó sobre la superficie humeante de las termas, manteniéndose en pie sobre el agua hirviendo gracias a la energía mágica que lo envolvía como una fina capa de luz.

"Eres bueno, peludo." dijo el monje con una sonrisa despreocupada entre jadeos.

"Tú también, compañero." respondió Catto, con una mirada afilada. "Pero tengo una misión que cumplir. Así que me temo que debo ponerme serio."

El felino clavó su espada en el suelo con suavidad y alzó sus zarpas al aire. De sus uñas comenzaron a brotar filos de acero brillantes, tan afilados que el aire parecía cortarse a su paso.

"Mi magia me permite crear hojas cortantes desde cualquier parte de mi cuerpo. No pensaba tener que usar esto contra un intruso, pero... veo que no me dejas alternativa."

Keipi soltó una carcajada tranquila mientras tomaba una nueva postura de combate, empuñando a Priscilla, su fiel espada. "Yo tampoco esperaba enfrentarme a un gato que lleva botas. Pero la vida está llena de sorpresas."

En ese momento, algo extraño ocurrió. Desde lo más profundo de la mente del monje, una voz etérea, apenas un susurro, rozó su conciencia: "Úsame."

Keipi se estremeció. Por un instante, sus ojos se nublaron, pero sacudió la cabeza con decisión, ignorando aquel susurro. Sin embargo, no todos fueron ajenos a esa presencia.

Desde el interior del alma del monje, Priscilla habló con un tono grave y curioso: "Esa voz... ¿Es un Kami?"

Continuará...

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