domingo, 30 de marzo de 2025

Ch. 108 - El gato con botas, Keipi vs Catto

Plaza de Wisdom

Lola sincronizó sus siete varas alrededor de la barrera que protegía a Medusa. Al envolverlas en llamas ardientes, las lanzó como proyectiles con toda su potencia. El impacto fue brutal: el escudo mágico se resquebrajó en mil fragmentos, dejando a la vista la brillante reliquia.

"¡AHORA!" gritó desde el cielo, con voz firme y desesperada.

Ryan juntó las manos, concentrando toda su energía mágica. Desde el suelo, una tormenta de cadenas emergió como serpientes furiosas, disparándose hacia el cielo con velocidad y fuerza devastadoras. Pero, justo cuando estaban a punto de alcanzar su objetivo, se detuvieron a unos escasos veinte metros.

"No... no puedo más..." jadeó Ryan, desplomándose de rodillas mientras las cadenas se deshacían en el aire.

La barrera comenzó a reconstruirse de inmediato, los fragmentos flotaron como cristal líquido hasta sellar de nuevo la reliquia. Lola descendió, frustrada y con el ceño fruncido.

"Bien hecho", dijo Cecily, dándole una palmada en el hombro.

"Igualmente, chicos. Lo hemos dado todo", suspiró Lola. "Pero me temo que este es nuestro límite."

"Sí, no creo que podamos hacer mucho más", admitió Carter. "Marco podía volar con su fuego. Tal vez lo mejor sea esperar a que llegue y se coordine contigo, Lola. Aún tenemos algo de tiempo."

"Puede ser... mi capacidad actual no da para más altura", dijo Ryan, aún jadeando.

"No", interrumpió Cecily con firmeza.

Todos se giraron hacia ella, sorprendidos.

"Me niego a rendirme aquí", declaró.

"¿Por qué? ¿No has visto que es inútil?", protestó Lola.

"Solo estaríamos gastando más energía mágica", apuntó Carter.

Cecily alzó la vista al cielo, con los puños apretados.

"Siempre he sido una ladrona. Una marginada. La gente no confiaba en mí. Me daban la espalda por no ser como ellos. Solo mis compañeros de oficio creyeron en mí... hasta que Marco y los demás también lo hicieron. Por eso no puedo fallarles. No esta vez. Quiero demostrar que puedo lograrlo, que soy alguien en quién poder confiar."

Hubo un silencio. Luego, Ryan sonrió.

"La verdad... yo también estaba por rendirme. Pero con esas palabras... ¿Cómo podríamos mirar a Keipi o a Ashley si fallamos a nuestro jefe, eh?"

"Entiendo el punto", asintió Lola. "Tampoco quiero fallarle a Takashi. Pero, ¿qué se supone que hagamos?"

"Eso", repitió Carter. "¿Qué podemos hacer?"

Cecily les sostuvo la mirada a los tres, con una expresión decidida.

"Tengo una idea... y os necesito a todos."

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Sala termal del Laberinto.

En ese momento, Keipi hundió su espada en el agua hirviendo bajo sus pies. Acto seguido, dio una palmada y siete clones idénticos a él aparecieron a su alrededor. Con un gesto ágil, los dirigió como si fueran parte de una coreografía, preparándolos para el ataque.

El felino, con sus garras tan afiladas como espadas, se lanzó sin vacilar. De un solo movimiento, decapitó a dos clones con sorprendente facilidad y pateó con fuerza a un tercero.

Aprovechando la distracción, el monje recuperó su arma y se incorporó al ataque. Esta vez no permitiría que sus copias hicieran todo el trabajo: él mismo se mezclaría entre ellas.

Catto destruyó al cuarto clon con una patada seguida de un tajo limpio con sus zarpas. Pero justo entonces, Keipi emergió tras la copia, enfrentándolo cara a cara. Su espada chocó contra las garras de la mano izquierda del felino, provocando una colisión brutal que resonó por todo el campo de batalla.

En un giro inesperado, Keipi transformó por un segundo el filo de su espada en agua, dejando que las garras enemigas lo atravesaran sin oponer resistencia. Aprovechando el desconcierto, giró sobre sí mismo e intentó cortar al enemigo desde otro ángulo.

Pero Catto reaccionó con rapidez: clavó su cola en el suelo, al hacer emerger con su magia una cuchilla de esta, y la usó como apoyo para impulsarse hacia atrás, esquivando el golpe por los pelos. Mientras aún estaba en el aire, dos de los clones aprovecharon para atacarlo por los flancos.

El hombre-bestia extendió los brazos, hizo crecer sus zarpas y comenzó a girar a toda velocidad, destrozando sin piedad a las copias que lo habían rodeado. Al aterrizar, se encontró con el verdadero Keipi, que avanzaba hacia él con la espada en posición ofensiva.

Catto apuntó sus filosas garras hacia el monje y, de repente, las disparó como si fueran proyectiles. Keipi se vio obligado a detener su avance y bloquear los filos con su espada, levantando una lluvia de chispas. Fue entonces cuando el felino apareció justo frente a él y le propinó una doble patada en el estómago, haciéndolo retroceder varios metros por el impacto.

"Eres un buen contrincante," dijo Catto, felicitándolo. "Hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de una pelea."

"Sí... Reconozco que me lo estoy pasando bien contigo," respondió el monje mientras se levantaba. "Pero mi deber es detenerte, antes de que sigas cometiendo esos crímenes."

"Comprendo tus motivos. A ojos de cualquiera, esto se llamaría crimen. Pero bajo la mirada de Yumeith, simplemente estamos recuperando lo que debería pertenecer a todos," replicó el felino. "Por desgracia, lo comprendí demasiado tarde. Los humanos siempre me han despreciado por mi aspecto, y solo encontré refugio en la iglesia de Jacob."

"Vaya..." murmuró Keipi con una sonrisa despreocupada.

"Me alegra haber encontrado un oponente que no me juzga... pero si vas a impedir nuestra misión, no tendré otra opción que acabar contigo," dijo Catto, adoptando una postura ofensiva mientras su cuerpo se cubría de cuchillas, transformándose en una especie de erizo letal.

"Quizá, si nos hubiéramos encontrado en otras circunstancias, podríamos haber sido grandes amigos," respondió Keipi, también tomando posición. "Pero ahora mismo estás cegado por ese fanático. Y tus actos podrían desencadenar un conflicto que arrastre a miles de inocentes. No puedo permitirlo."

"Úsame." La voz resonó de nuevo en su mente.

"No. No pienso aceptar el poder de un desconocido," contestó mentalmente.

"Keipi..." dijo Priscilla, con una expresión confusa, dudando si debía contarle lo que sabía.

"Haz lo que quieras, pero me has despertado. Tarde o temprano tendrás que usarme, si de verdad quieres ayudar a tu amigo a convertirse en emperador," respondió la misteriosa voz antes de desvanecerse como un eco mental.

"Kei... eso era..." empezó Priscilla.

"No digas nada. Ahora lo importante es salvar Wisdom," dijo Keipi mentalmente, con su habitual tono alegre y despreocupado.

"Sí," respondió el arma, decidida.

Catto se lanzó girando como un torbellino letal. El monje exhaló suavemente y dejó caer su espada al suelo. El arma atravesó la superficie con suavidad.

De repente, una mano de agua emergió desde el suelo, atrapando la esfera de pinchos. Una segunda mano surgió acto seguido, reforzando el agarre.

"¡Mierda!" pensó el felino al sentir la presión.

Las manos se fusionaron en una esfera de agua a presión, que comenzó a girar violentamente hacia la derecha. En ese instante, Keipi recuperó su espada y se lanzó hacia ella, cortándola en dos con facilidad. El agua estalló en todas direcciones.

Catto apareció con un profundo corte diagonal en el abdomen. La sangre salió disparada justo antes de que el remolino de agua lo envolviera, dejándolo inconsciente. Su cuerpo cayó pesadamente en una de las termas, flotando a la deriva.

Keipi lo observó unos segundos, respirando con calma.

"La próxima vez, espero que elijas un camino en el que podamos ser colegas," dijo, mientras su espada recuperaba su forma de pájaro y se posaba sobre su cabellera.

Batalla en la sala termal.

Keipi vs Catto.

Ganador: Keipi.

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Sala arenosa.

La sangre de Marco resbalaba por su frente, mezclándose con el sudor y cayendo en finas gotas sobre la árida arena que crujía bajo sus pies. Su respiración era agitada, y sus músculos ardían del esfuerzo. Había estado luchando sin tregua, sin apenas descanso, contra un enemigo que no parecía flaquear.

Frente a él, Jacob lo observaba con su forma espiritual, emanando una presencia abrumadora. Su sonrisa desafiaba la lógica, segura y cruel.

"¡Vamos! ¡Ven y derrótame si puedes!" gritó el espectro, con los brazos abiertos como si lo invitara a un último asalto.

Marco apretó los dientes. El cansancio le pesaba como una losa, pero su determinación no se quebraba.

"No tengo elección..." pensó, mientras una chispa de claridad cruzaba su mente. "Tendré que usar lo que descubrí... cuando estuve atrapado bajo el hielo."

Cerró los ojos por un instante y colocó una mano sobre el suelo.

"¡Voy a usar la energía mágica del laberinto!"

Una corriente de aire se arremolinó a su alrededor, al tiempo que un leve temblor comenzaba a sacudir el terreno.

Continuará...

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