Dos días después de la derrota de Averno.
Los cinco arcanos y sus súbditos fueron apresados con esposas anti-magia y encerrados en las distintas cárceles de la prisión subterránea del castillo. Su castigo aún estaba pendiente de evaluación, por lo que, por el momento, solo permanecían cautivos.
Durante esos días, todos los heridos fueron atendidos por los diferentes equipos médicos del país y por algunos enviados de los reinos vecinos, quienes se enteraron de la situación poco después del fin de Averno.
Nuestros protagonistas fueron tratados por médicos de alta clase en el castillo real, bajo la supervisión de los sirvientes del castillo y alimentándose con la sanadora comida de Ricardini.
Los destrozos en la ciudad comenzaron a ser reparados poco a poco. El parque y el coliseo requerirían más tiempo y recursos para su restauración completa, por lo que se priorizó la reconstrucción de las viviendas de todas las personas inocentes que se vieron afectadas.
Los soldados de clase baja que estuvieron bajo las órdenes de Averno fueron perdonados directamente por la princesa, ya que no tenían relación con el gobierno del emperador actual y solo obedecían por el temor que le tenían a los arcanos.
Sin embargo, la que más trabajo tenía era la mismísima princesa Cynthia. Ahora era la reina del país y, además de programar su coronación, estaba terminando de organizar el entierro de su padre y debía encargarse de todo el papeleo necesario para la restauración del reino.
Apenas había descansado desde el final de la batalla. Solo trabajaba y trabajaba con el propósito de contentar al pueblo después del golpe de estado en el que todos se vieron envueltos.
Obviamente, la opinión popular estaba satisfecha con la caída de Averno, pero no todos aprobaban la forma en la que se llevó a cabo. Muchos ciudadanos fueron congelados durante largos periodos por el hielo del arcano y sufrieron heridas graves. Para intentar calmar y apaciguar esa rabia contenida, Cynthia hacía todo lo posible por ganarse el apoyo del pueblo.
Sin embargo, en medio de todo el ajetreo, uno de sus secretarios entró tras llamar a la puerta del despacho. La princesa, con los pelos hechos un desastre y unas ojeras que la hacían parecer un panda, miró con cansancio al sirviente.
"Señorita, tenemos un problema." comentó entre jadeos.
"¿Qué ocurre ahora?" preguntó nerviosa.
"El hijo del emperador Gaspar, Melchor, desea reunirse contigo mañana para negociar un acuerdo político sobre la situación de sus arcanos." explicó.
"¿Mañana? No me fastidies, tío… El entierro de mi padre es esta tarde… ¡No voy a poder descansar ni un mísero segundo!" exclamó, quejándose mientras se dejaba caer sobre el escritorio. "Y encima, mi primer trato político será con el hijo del emperador toca narices este… No podría tener peor suerte."
"Tú puedes, hermana. Eres mucho más de lo que te dice tu mente." le animó Theo, quien estaba sentado en el sofá de la sala, acariciando a un gatete que habían adoptado como mascota tras la destrucción del refugio de animales durante la guerra.
"Sí… Eso espero…" suspiró.
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Sala médica del Castillo.
El emperador, Lily y sus paladines descansaban en sus camillas aquella mañana. Aunque la magia sanadora solía acelerar la recuperación, la magnitud de la guerra y los graves daños sufridos hicieron que el proceso fuese más lento de lo habitual. Los magos tuvieron que dividirse entre muchos pacientes, por lo que a nuestros protagonistas no les quedaba otra opción que reposar y dejar que sus cuerpos se curaran con los pocos recursos que quedaban en el castillo.
"Así que el entierro es esta tarde..." murmuró Marco, con la mirada perdida y un tono sombrío.
"Sí..." comentó Lily, acomodada sobre la cabeza de su compañero. "Es muy triste que el pobre hombre pasara sus últimos años siendo manipulado... y que al final falleciera sin haber podido pedir perdón a sus hijos."
"A veces... la vida es así de cruel." dijo Ashley, recostada en su cama con el cuerpo envuelto en vendas. Sus ojos apenas se asomaban entre los vendajes, dándole un aspecto más que peculiar.
"Jajaja, pareces una momia." se rió Keipi con burla.
"¡Es verdad, Ash! ¡Eres como el Tutancabrón ese!" bromeó Cecily, uniéndose a las risas.
"Oye, que al menos a mí no me noquearon la primera." replicó Ashley con una sonrisa desafiante, intentando picar a la ladrona.
"¡Ay, serás!" exclamó Cecily, incorporándose en su cama con furia fingida.
"¡Jajajaja! ¡Te dio para el pelo!" se burló Keipi, disfrutando del ambiente distendido.
"¡Y para ti también tengo, espadachín bocazas!" gritó Ashley antes de saltar de la cama. Sin previo aviso, se lanzó sobre el monje, rodeándole el cuello con un brazo mientras con sus piernas lo atrapaba por el abdomen, intentando inmovilizarlo entre risas. "¡Vas a ver lo que es bueno, señor espaditas!"
"Jajajaja, suéltame." se quejaba Keipi entre carcajadas, sin poder hacer mucho para zafarse.
Mientras el resto se divertía, Marco los observaba con una leve sonrisa, pero sus ojos delataban otra cosa. Había una sombra de tristeza en su expresión.
"¿Qué te ocurre?" preguntó Ryan, quien estaba en la cama frente a la suya.
"No es nada." respondió Marco con evasivas.
"Mientes." replicó el hijo de la dragona, mirándolo con seriedad. "He pasado demasiado tiempo ocultando mis verdaderos sentimientos para no preocupar a mi madre... así que reconozco esa mirada de impotencia al instante."
Marco suspiró. "No se te escapa nada, ¿eh?"
"Es que tampoco te esfuerzas en esconderlo, Marco." dijo Keipi, aún atrapado en la llave de Ashley.
"¡Eso, eso!" lo regañó Lily, apoyando la queja de su compañero.
"Es verdad..." añadió Ashley, apretando aún más el agarre sobre Keipi. "Y en el fondo, esas actitudes nos hacen sentir un poco mal. Nos da la impresión de que no confías en nosotros lo suficiente como para compartir tus miedos y dudas."
"Yo... Yo también quiero que confíes en mí y en mis ladrones a partir de ahora..." murmuró Cecily, con las mejillas ligeramente sonrojadas.
Marco la miró en silencio por unos segundos antes de esbozar una pequeña sonrisa.
"Tienes razón, casi olvido que te has convertido en una paladín tras todo este incidente." comentó. "Pero si te soy sincero, me alegra poder contar contigo, Cecily. Eres una tía increíblemente maravillosa, y por supuesto, tú y los demás ladrones podréis venir con nosotros de aventura."
Cecily abrió los ojos con sorpresa antes de sonreír de oreja a oreja.
"Me alegra escuchar eso, Marco." dijo con calidez. "Y por ello, quiero daros las gracias. Desde el primer momento que interactuamos, me hicisteis sentir cómoda. Solo era una ladrona rechazada por su propio pueblo, pero vosotros nunca me juzgasteis por mi género ni por mi pasado. Ni siquiera os importó que hubiera estado robando para sobrevivir... En lugar de eso, nos abristeis vuestros corazones y nos disteis personas en las que poder confiar."
"Bueno, no hace falta que agradezcas lo mínimo. Pero lo aceptamos." dijo Keipi con una sonrisa pícara.
"¡Exacto! Solo os hemos tratado como lo haría una persona normal." añadió Ashley.
"Y además, eres una maldita fiera luchando." intervino Ryan, recordando con entusiasmo la escena. "Te vi cuando te transformaste en esa especie de lobo eléctrico... Fue la hostia."
"Jajaja, gracias." respondió la ladrona, visiblemente sonrojada.
"Bienvenida a los paladines, Cecily." dijo Marco con sinceridad.
Pero en ese momento, el ambiente se tornó silencioso. Todos se quedaron mirándolo fijamente.
Marco notó la presión de sus miradas y suspiró. No iban a dejarle escapar.
Sabían que estaba usando la conversación como una excusa para desviar el tema. Y esta vez, no le dejarían cerrarse en sí mismo.
Nuestro protagonista soltó un suspiro profundo y se preparó para sincerarse.
"La verdad... es que, en parte, me siento culpable por la muerte del padre de Theo." confesó, con la voz cargada de pesar. No se atrevía a alzar la mirada, como si temiera encontrar el juicio en los ojos de sus compañeros. "Si tan solo no hubiera sido congelado en aquel momento… quizás no habríamos acelerado las cosas hasta ese punto y, tal vez… solo tal vez… el anterior rey seguiría vivo a día de hoy."
El silencio inundó la sala.
"Marco..." murmuró Lily con tristeza, sintiendo el dolor en cada palabra de su amigo.
Los demás bajaron la cabeza, apenados, sin saber bien qué decir. Pero, en medio de esa melancolía, Keipi mantenía su sonrisa habitual, como si el peso de la conversación no le afectara.
"Kei... estás sonriendo." señaló Ryan en voz baja, mirándolo con extrañeza.
"Ah, pues claro que sonrío." replicó el monje con naturalidad. "Pero no lo hago porque me alegre de la tragedia en la monarquía de Longerville… Lo hago porque me siento increíblemente orgulloso de seguir a una persona con valores tan nobles como para preocuparse por algo que, de una forma u otra, era inevitable."
Todos alzaron la mirada, sorprendidos por la afirmación del monje. Nadie más había sido capaz de traer esa luz a la conversación, y sin embargo, ahí estaba él, irradiando su habitual optimismo cuando más lo necesitaban.
"Es verdad..." murmuró Ashley, soltando finalmente a su compañero de su llave. "Keipi tiene razón, Marco. Eres el emperador, sí, pero no puedes cargar sobre tus hombros el peso de lo inevitable. Quizás... el rey habría muerto igualmente aunque tú no hubieras sido congelado."
"Yo también lo creo." intervino Cecily, con una sonrisa comprensiva. "Además, me reconforta saber que la persona en la que deposité mi confianza tiene un corazón tan valioso como para preocuparse por cosas así."
"Sí..." añadió Ryan, cruzándose de brazos. "Cada vez entiendo mejor a mi madre cuando decidió confiar en ti para que me llevaras de viaje. Tienes el corazón... que debería tener un verdadero emperador."
Marco los observó a todos, su pecho se sentía un poco más ligero con cada palabra.
"Gracias, chicos..." dijo, esbozando una sonrisa cálida. "La verdad… nunca imaginé que dejar mi pueblo y abandonar mi trabajo en las minas acabaría llevándome a una aventura tan alocada, rodeado de personas tan distintas pero tan maravillosas. Y aún menos… que terminaríamos salvando un reino de una tiranía."
"Y lo mejor de todo… es que esto solo es el comienzo del viaje." añadió Ashley, con su típica energía.
"¡Eso, eso! ¡Aún nos quedan tres paladines más por encontrar!" exclamó Lily con entusiasmo.
"Aunque ninguno será más fuerte que yo." bromeó Keipi con una sonrisa arrogante.
"Oh, no me retes, Kei." advirtió Ryan con una sonrisa desafiante. "¡Porque voy a tener que derrotarte en un combate amistoso!"
"Si vais a pelear, hacedlo fuera, que luego mi pelo acaba hecho un desastre." bromeó Cecily, fingiendo indignación.
Marco los observó a todos con una sonrisa, sintiendo en su interior una gratitud infinita. Sus compañeros, sus amigos… aquellos que habían iluminado su camino incluso en los momentos más oscuros.
Entonces, en un murmullo apenas audible, dejó escapar unas palabras que nacieron desde lo más profundo de su ser:
"Gracias, Pythiria… por elegirme y dejarme vivir esta aventura con personas tan maravillosas."
Continuará...
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