Esa misma tarde.
Las calles se tiñeron de negro. Los habitantes de la ciudad vistieron sus prendas más oscuras en señal de luto, rindiendo su último homenaje al rey Matheus. También seguían con devoción las antiguas tradiciones de Eumerastral: los niños abrazaban con fuerza a su peluche favorito, un gesto simbólico para reclamar a la muerte que se mantuviera alejada de sus seres queridos; las mujeres mayores de edad portaban flores de pétalos negros, una ofrenda en señal de respeto; y los hombres decoraban sus cabellos con plumas de cuervo, un símbolo de protección ante la desgracia.
A nuestros protagonistas y sus amigos les fueron prestados trajes apropiados para la ocasión, y como el resto de los ciudadanos, respetaron cada tradición al pie de la letra. En ese momento, se encontraban de pie entre la multitud, formando un largo pasillo a ambos lados de la avenida principal, esperando el paso del féretro.
"Me queda genial la pluma, eh." comentó Keipi con una sonrisa despreocupada, mientras Priscilla descansaba sobre su cabellera.
"Ya ves. A mí los pétalos no me van mucho, pero no podemos hacer nada ante una tradición." refunfuñó Cecily, jugando con ellos entre sus dedos.
"Los pétalos son lo de menos… Me doy por satisfecha porque al menos me dejaron ponerme unos pantalones en vez de una de esas falditas ridículas." se quejó Ashley, cruzándose de brazos.
"Pues las faldas no te quedan mal, mujer." le dijo Lily con tono burlón.
Ashley bufó, rodando los ojos, pero no insistió más en la discusión.
"Anda, mira... Al otro lado están tus compañeros con Lana y Maurice." señaló Ryan a la ladrona, quien alzó la mirada y vio a sus amigos saludándola desde la otra acera.
Cecily sonrió, devolviéndoles el saludo con un leve movimiento de cabeza.
"Me alegra saber que todos nuestros amigos pudieron salir con vida de esta." murmuró Marco, sintiendo un peso menos sobre su pecho.
Entonces, las enormes puertas del castillo se abrieron con un solemne crujido.
La princesa Cynthia apareció en el umbral, vestida con un luto impecable y el rostro marcado por el cansancio y la tristeza. A su lado, Theo caminaba con solemnidad, manteniéndose a su altura como un pilar de apoyo. Detrás de ellos, varios soldados avanzaban en formación, cargando sobre sus hombros el ataúd del rey Matheus, cubierto con el estandarte real de Longerville.
El silencio se rompió con el sonido de la música. Una marcha fúnebre comenzó a resonar por toda la ciudad, interpretada por músicos que caminaban tras el féretro, sus melodías estaban impregnadas de melancolía. La multitud inclinó la cabeza con respeto, dedicándole oraciones al monarca caído mientras su ataúd pasaba frente a ellos.
Nuestros protagonistas cerraron los ojos, sumidos en el momento. No dijeron nada, pero en su interior, cada uno de ellos le deseó al rey un descanso eterno y anheló tiempos más felices para Longerville.
"Que la gente de este país pueda volver a ser feliz." murmuró Marco, abriendo los ojos para observar el lento avance del cortejo.
"Lo será." susurró Lily con suavidad, cerrando los ojos en oración mientras descansaba sobre el hombro de nuestro protagonista.
Una vez finalizado el pasillo humano a lo largo de la avenida principal, comenzó el solemne paseo sepulcral hacia el cementerio. Nuestros protagonistas, rodeados por el resto de ciudadanos, avanzaron en completo silencio, cruzando la capital a pie bajo el atardecer. El destino final del monarca se encontraba en las afueras de la ciudad, en el mausoleo real, donde descansaría junto a generaciones de antiguos reyes.
El trayecto duró media hora, acompañado únicamente por la melancólica melodía de la banda. La música fúnebre flotaba en el aire como un lamento, impregnando cada rincón del camino con un peso invisible. Al llegar a las puertas del cementerio, la multitud comenzó a entrar con calma, formando un círculo alrededor del féretro.
Los soldados depositaron con cuidado el ataúd sobre un soporte de madera, justo frente a la tumba de la difunta reina. Allí, junto a su amada esposa, descansaría el rey Matheus.
Antes de darle sepultura, se llevarían a cabo las palabras de despedida. Era la última oportunidad para dedicarle un adiós y permitirle marcharse en paz. Sin embargo, debido a la pérdida de su cabeza en la batalla, se decidió no abrir el ataúd, como un gesto de respeto hacia el monarca.
Mientras nuestros protagonistas buscaban un buen lugar desde donde presenciar los discursos, una voz familiar los llamó en un susurro desde la distancia.
"¡Eh, chicos!"
Era Kevin, que agitaba los brazos junto a Lalami, tratando de captar su atención. Ambos les hicieron señas para que se acercaran y se sentaran con ellos.
Los seis protagonistas atajaron entre la gente y se acomodaron junto a sus amigos sirvientes.
"Gracias por guardarnos sitio." dijo Marco, agradecido.
"No ha sido nada. Como teníamos que limpiar la tumba, le pedimos el favor a la princesa." respondió Kevin con una sonrisa.
Lalami los observó con preocupación, fijándose en los vendajes que asomaban bajo sus trajes.
"Veo que todavía estáis hechos papilla con tantas heridas." comentó, con un tono maternal.
"Sí, pero no te preocupes. Lo importante es que vosotros estéis bien." sonrió Ashley, restándole importancia.
"Jajajaja, en verdad, si te descuidas, podrían enterrarte con ese aspecto, Ash." soltó Keipi, riéndose con descaro.
"¡PFFF!" Cecily tuvo que taparse la boca para no soltar una carcajada.
"Q-Qué... dices..." murmuró Ryan, intentando contener la risa, pero sus hombros temblaban del esfuerzo.
"¡Serás mamón!" exclamó Ashley antes de lanzarse sobre Keipi y atraparlo en otra de sus llaves, inmovilizándolo por el cuello.
"¡TSSSSSSSSSSS!" Un fuerte chistido recorrió el cementerio.
Los habitantes, visiblemente molestos, les lanzaron miradas de advertencia.
"¡Perdón!" se disculparon los cuatro paladines al unísono, inclinando la cabeza con vergüenza.
Lily, que observaba la escena desde el hombro de Marco, suspiró con exasperación.
"Estos tíos..." murmuró, cruzándose de brazos.
Marco, en cambio, los miró con una sonrisa sincera.
"Son... increíblemente divertidos, ¿no crees?" comentó en voz baja, disfrutando de la calidez del momento a pesar del ambiente solemne.
Lily lo miró de reojo y, tras unos segundos, esbozó una pequeña sonrisa.
"Sí... La verdad es que sí." respondió el hada, sintiendo que, a pesar de todo, en ese grupo siempre habría luz incluso en los momentos más oscuros.
Los discursos estaban por comenzar. Para sorpresa de todos, el primero en tomar la palabra fue el chef Ricardini. Sacó un papel del bolsillo y lo desplegó con parsimonia antes de leer lo que había escrito.
"Me pregunto... ¿Qué le dirá al rey?" murmuró Lalami, intrigada.
"Seguro que palabras duras, pero bonitas." añadió Ryan.
Ricardini alzó la vista del papel y respiró hondo. "No soy muy bueno con las palabras de despedida... así que no lo haré. Descansa en paz." Dobló el papel con calma y se alejó del micrófono sin más.
"¡¿SOLO DIJO ESO?!" exclamaron nuestros protagonistas, boquiabiertos.
"Jajajaja, qué rápido ha sido." se reía Keipi.
"Bueno... Muy en la línea de Ricardini." suspiró Kevin con una entrañable sonrisa.
Tras él, varios sirvientes ofrecieron discursos emocionales, relatando cómo el rey había marcado sus vidas. Hablaron de su fortaleza, de su dedicación y del amor que sentía por su familia, sin ocultar la pena que les produjo su declive tras la llegada de Averno y la muerte de su esposa. Sin embargo, en ningún momento mancillaron su imagen.
La última en tomar la palabra fue Cynthia. La princesa avanzó lentamente hacia el micrófono. Justo en ese instante, un trueno rugió a lo lejos, y la lluvia comenzó a caer con intensidad, oscureciendo aún más el cielo. Pero nadie se movió. Nadie corrió a refugiarse. Permanecieron inmóviles, dejando que el agua los empapara, esperando sus palabras.
Cynthia cerró los ojos un momento, respiró hondo y comenzó:
"Querido padre, en nombre de mi hermano y en el mío, te dedico estas últimas palabras de despedida, antes de que cruces al más allá y te reúnas con la mujer que tanto amaste.
Debo reconocer que, desde mi punto de vista, no fuiste una persona precisamente justa. Te entregaste tanto a tu papel como monarca que, muchas veces, olvidaste mirar a tu alrededor. A mamá apenas le prestabas atención... hasta que enfermó de gravedad. Y a nosotros... a nosotros nos veías solo en los pequeños huecos libres que te dejaban tus deberes.
Pero no quiero decir con esto que hayas sido un mal padre, en absoluto. Porque, pese a todo, los momentos que compartimos antes de la llegada de Averno... los recuerdo con cariño. Pienso que mi hermano también.
Él nació sin magia, pero gracias a ti pudo crecer en un lugar donde no era acosado por ello, donde se sentía seguro a tu lado. Nos encantaba cuando escapabas de las reuniones para colarte en la cocina y robar algo de comer. O cuando fingías tener asuntos urgentes solo para evitar admitir que no sabías la respuesta a nuestras preguntas de clase."
La voz de Cynthia se quebró y sus labios temblaron. Se llevó una mano al pecho, como si intentara contener el dolor que pugnaba por salir.
"La verdad es que..." su garganta se cerró y, finalmente, rompió a llorar.
"Hermana..." susurró Theo, con los ojos llenos de lágrimas.
"La verdad es que no tuvimos tiempo de querernos como una verdadera familia... Quizá la muerte de mamá nos marcó para siempre, llevándonos a este cruel final. Pero... pero, pese a todo...
Pese a todo lo malo que nos ha pasado... Pese a lo mucho que he sufrido encerrada en esa prisión... Pese a lo horrible que fue para Theo huir de su propia ciudad mientras lo perseguían... Pese a todo... te quiero, te queremos."
Su cuerpo temblaba y las lágrimas resbalaban sin control por sus mejillas.
"No merecías ese final... No fuiste un mal rey... y tampoco un mal padre.
Y... ojalá haberte dicho todo esto antes de que fuera demasiado tarde."
Dejó caer la cabeza, rendida ante el peso de la impotencia.
"Descansa en paz, Matheus." musitó con un hilo de voz. Pero, al instante, negó con la cabeza, tragando el nudo en su garganta. "No... Papá."
Tras aquellas palabras, la multitud rompió en un emotivo aplauso. Algunos lloraban en silencio, otros simplemente inclinaban la cabeza en señal de respeto. Bajo la atenta mirada de todos los presentes, el féretro del monarca fue descendido lentamente hasta su última morada. Un viento gélido recorrió el lugar, como si la propia naturaleza reconociera la despedida de un hombre que alguna vez llevó el peso de una nación sobre sus hombros.
Varios soldados, con el rostro endurecido pero el corazón oprimido, comenzaron a sellar la tumba. La tierra húmeda golpeaba el ataúd con un sonido sordo, marcando el punto final de una era.
Entonces, Cynthia dio un paso al frente, con una postura firme y con su voz cargada de emoción.
"¡En honor al antiguo monarca Matheus... UNA REVERENCIA DE HONOR!" exclamó con solemnidad.
Y en un instante, sin dudarlo, todos los presentes inclinaron la cabeza al unísono. Desde los nobles hasta los sirvientes, desde los soldados hasta nuestros protagonistas, todos se arrodillaron con respeto ante la tumba de los antiguos monarcas.
El silencio se hizo eterno. Solo la lluvia, ahora reducida a una llovizna, seguía cayendo, como si el cielo mismo se negara a abandonar el duelo.
"Hasta siempre, papá." pensó Cynthia, cerrando los ojos por un momento, dejando que el dolor se asentara en su pecho antes de dar un paso atrás.
Continuará...
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