jueves, 6 de marzo de 2025

Ch. 91 - La coronación de Cynthia

Tras la intensa charla con el hijo del emperador, los acuerdos fueron llevados a cabo. El gobierno imperial no podría entrar en Longerville sin un permiso firmado por la princesa, y se aboliría el impuesto extra que, durante cinco años, había sumido a la región en una espiral de pobreza. Todo, a cambio de la liberación de un solo hombre: Averno.

El tiempo pasó desde aquella reunión. Ahora, nuestros protagonistas recorrían el largo pasillo del castillo en dirección al gran salón de fiestas, donde la princesa sería coronada por un alto miembro del clero en presencia de todos. Con la ceremonia, daría inicio una lujosa celebración, un evento que marcaría el comienzo de una nueva era para Longerville.

Por ende, todos debían asistir con la mejor elegancia posible. Marco, Keipi, Ryan y Ashley lucían trajes exquisitos, cada uno reflejando su estilo personal. Marco vestía un traje rojo con una camisa blanca y una corbata que realzaba su porte. Keipi, en cambio, llevaba un conjunto azul sin camisa debajo, dejando a la vista la marca de pluma que lo identificaba como un paladín.

Ryan optó por un traje de tonos amarillentos, con la camisa desabrochada, un toque de rebeldía que no podía faltar en su estilo desaliñado pero encantador. Ashley, quien se había negado rotundamente a usar vestido, eligió un traje de tonos naranjas. Su largo cabello estaba recogido en un impecable clean look que resaltaba el brillo intenso de sus ojos.

La más elegante del grupo era Cecily, cuyo vestido rosa, con un sugerente corte en la pierna, resaltaba su figura con un aire de sofisticación. Su melena caía en suaves ondas desde un elegante recogido. A su lado, Lily, que también decidió unirse a la ocasión con entusiasmo, llevaba un diminuto pero encantador vestido verde, tan perfectamente ajustado a su figura que parecía hecho a medida.

Juntos, llegaron a las enormes puertas del salón y las abrieron con expectación. Ante ellos se desplegó un espectáculo de luz y lujo. La sala resplandecía con candelabros de cristal, reflejando la luz en cientos de destellos dorados. La música flotaba en el aire, suave pero elegante, y la gran cantidad de invitados, todos vestidos con la más fina indumentaria, conversaban animadamente mientras los sirvientes ofrecían copas de vino y aperitivos refinados.

Marco no pudo evitar maravillarse. "Es increíble."

Keipi, con su sonrisa despreocupada de siempre, observó a su alrededor con una mezcla de asombro y diversión. "Pensar que hace un par de días destrocé este sitio luchando contra Angemika."

Ryan, siempre bien informado, esbozó una sonrisa mientras respondía con aire casual. "Parece que los magos de reconstrucción se dieron prisa con el castillo para que todo estuviera listo a tiempo."

"Sea como sea, doy gracias de que nos dejaran quitarnos las vendas para el evento. No quería seguir pareciendo una momia con esta ropa." Comentó Ashley, soltando un suspiro de alivio mientras estiraba los brazos.

"Pero habría estado genial verte siendo una momia trajeada." Se burló Keipi, con su clásica sonrisa juguetona.

"Te la estás ganando." Bufó la joven, aunque una sonrisa cómplice asomaba en su rostro.

"Oye, me muero de hambre. ¿Qué tal si nos acercamos a la mesa y pillamos algo de comer?" Propuso Cecily, dándole una mirada a la lujosa mesa de banquete que se extendía al fondo del salón.

"De una, que yo también he estado guardando hambre para llenarme." Sonrió Marco, ya sintiendo el estómago rugir.

Sin más dilación, nuestros protagonistas se dirigieron juntos hacia la enorme mesa donde los sirvientes ofrecían una variedad de platillos exquisitos, dispuestos en fuentes de porcelana y decorados con esmero. El aroma de los manjares se mezclaba en el aire, despertando aún más el apetito del grupo.

Para su sorpresa, quien los recibió fue Lalami. Su rostro lucía más relajado que la última vez que la vieron.

"Me alegra volver a veros después del día duro de ayer. Y por cierto, estáis guapísimos con esos trajes." Halagó con una sonrisa mientras tomaba unos platos.

"Tú también tienes mejor cara." Comentó Ryan, notando el brillo renovado en sus ojos.

"Pfff, qué bien huelen esos espaguetis." Cecily fijó la vista en la pasta, viéndola servirse con gracia en un plato mientras Lalami la dejaba caer con unas pinzas.

"La verdad que sí." Asintió la sirvienta. "Tras el entierro, los sirvientes tuvimos una reunión con la princesa y mejoró un poco nuestra situación laboral." Su sonrisa se ensanchó. "Ajustó nuestros horarios y nos aumentó el sueldo. Ahora tendremos más tiempo de vida, sin miedo a ser golpeados por esos arcanos."

"Me alegra escuchar eso." Respondió Marco con sinceridad.

"Tener tiempo de vida es algo necesario para poder funcionar como personas." Añadió Ashley con tono firme, cruzándose de brazos.

"Y gracias a eso..." Interrumpió Kevin, que se acercó con una bandeja de copas de vino. "Puedo permitirme ir a clases para estudiar lo que necesito para cumplir mi sueño."

"Eso es increíble, seguro que lo conseguirás." Exclamó el monje, levantando la mano y haciéndole el símbolo de la victoria con los dedos.

"Sí... Me alegra mucho ser capaz de ver algo de luz en mi futuro." Sonrió Kevin, con una expresión esperanzada. "Y todo gracias a que ese tirano de Averno se fue."

La conversación continuó por un buen rato, entre risas y palabras de aliento. La alegría en el ambiente se sentía real, como si la sombra de la opresión finalmente se hubiese disipado.

Pero entonces, de manera abrupta, el salón se sumió en la oscuridad. Las luces se apagaron.

Poco después, unos focos iluminaron el escenario. En el centro, el líder del clero de Longerville esperaba con la corona en mano, de pie y con los ojos cerrados, emanando solemnidad.

Las luces se movieron hacia la entrada de la sala. Las puertas se abrieron de par en par, y un silencio reverente se apoderó del lugar cuando la princesa Cynthia hizo su entrada. Su atuendo de gala, de un blanco puro y resplandeciente, era tan exquisito que parecía el de una novia en el día de su boda. Cada detalle del vestido, desde las finas bordaduras hasta los delicados destellos dorados, reflejaba la grandeza de su linaje. En su cintura, sujetada por un cinturón dorado, reposaba su espada, símbolo de su determinación y deber.

A su lado, su hermano Theo la acompañaba con un traje de un elegante tono rosado, una elección atrevida pero acorde a su carácter. Llevaba en brazos al Señor Maullidos, la nueva y consentida mascota de la familia real, quien maulló suavemente, ajeno a la trascendencia del momento.

Los dos avanzaron por la sala con paso firme, tomados de la mano, irradiando dignidad. A su paso, los asistentes se inclinaban en señal de respeto, reconociendo el cambio inminente que estaba por ocurrir. El eco de los pasos resonó hasta que finalmente alcanzaron el escenario.

Theo se quedó abajo, en primera línea, con una sonrisa de oreja a oreja, observando a su hermana con orgullo.

Cynthia, con movimientos calculados, desenfundó su espada y la clavó en el suelo frente a ella, un gesto de poder y compromiso. Luego, con elegancia, se arrodilló sobre una pierna y bajó la cabeza en dirección a la corona.

El arzobispo avanzó un paso y alzó la voz con gravedad: "Cynthia, princesa de Longerville. Como sucesora directa de la corona, ¿aceptas el puesto con todo tu corazón, jurando proteger a los habitantes de este país de todo mal?"

"Sí. Lo juro por mi sangre." Exclamó ella con convicción, su voz firme y resonante.

En ese instante, la corona fue depositada con cuidado sobre su cabeza. En ese mismo segundo, la princesa dejó de ser princesa. Ahora, era la reina.

Cynthia se incorporó lentamente, con la corona resplandeciendo bajo la luz de los focos. Un instante de silencio reverencial se apoderó del salón, hasta que los asistentes rompieron en aplausos ensordecedores.

"¡Viva la reina Cynthia!" Gritaron a coro, sus voces elevándose en júbilo.

La reina alzó la mirada, recorriendo a su gente con emoción contenida. Luego, tomó aire y declaró con determinación: "Gracias a todos. Prometo que haré de Longerville un país habitable para todas las clases sociales. Y el primer paso para ello ha sido abolir el impuesto extra del gobierno imperial."

Un instante de asombro recorrió la sala. Y luego, el estallido de felicidad fue inmediato. Gritos de júbilo resonaron por todo el salón, confeti voló por los aires y algún exaltado, llevado por la euforia, se arrancó la camisa, quedando con el torso descubierto.

La alegría era palpable. Aquella noche, el pueblo de Longerville celebraba no solo la coronación de una nueva reina, sino el inicio de una nueva era de esperanza y libertad.

Cynthia, con una sonrisa satisfecha, extendió los brazos y exclamó: "¡Ahora, disfrutad de la música!"

Y con esas palabras, la orquesta comenzó a tocar, marcando el inicio de la gran celebración.

Maurice y Lana observaban la coronación desde un rincón alejado, con una sonrisa en los labios.

"Parece que nuestro trabajo como guardias de Theo ha llegado a su fin." Suspiró la invocadora con una mezcla de alivio y nostalgia.

"Ya te digo... Aunque, si te soy sincero, ha sido una de las peores y mejores experiencias laborales que he tenido en mucho tiempo." Maurice sonrió con diversión mientras llenaba su copa con vino blanco. "Pero no puedo quejarme, nuestro nuevo puesto como jefes de la guardia real nos queda que ni pintado."

Lana soltó una pequeña risa. "Sí... Siento que es un cargo merecido después de todas las batallas con las que hemos tenido que lidiar, pero..." Su expresión se suavizó y su mirada se perdió un instante en el vacío. "Voy a extrañar al pequeño príncipe, ya que partirá de viaje con Marco y los demás pronto."

Notando la leve tristeza en su compañera, el nekomata dejó la copa sobre la mesa y le extendió la mano con una sonrisa confiada. "¿Me permites este baile?"

La invocadora parpadeó sorprendida, pero pronto sus labios se curvaron en una sonrisa. "Por supuesto."

Ambos se dirigieron a la pista de baile, atrayendo la atención de todos los presentes, incluso de nuestros protagonistas.

"¡Anda, mira la parejita! ¡Qué callado se lo tenían!" comentó Cecily con un brillo travieso en los ojos.

"Jajajaja, sabía que tenían algo más que una relación laboral. Esos ojos destilaban amor del más puro." añadió Keipi con la misma expresión de diablillo.

"No seáis tan metiches." Les reprendió Ryan, aunque con una sonrisa amistosa.

"Bueno, yo reconozco que un poco de chisme nunca viene mal." Aportó Ashley con aire divertido.

"Jajaja, cómo sois. Yo les veo y me da envidia no tener con quién salir a bailar." Admitió Marco, suspirando con una mezcla de diversión y resignación.

"Si fuera más alta, te sacaba a bailar." Dijo Lily desde su hombro.

Marco sonrió. "Gracias, Lily."

De repente, Ashley le agarró de una mano y Keipi de la otra. Los dos intercambiaron miradas cómplices.

"¿Qué hacéis?" Preguntó nuestro protagonista, sintiendo cómo lo arrastraban hacia la pista de baile.

"¡No hay ninguna norma que diga que tienen que ser solo dos para bailar!" Exclamó Keipi comenzando a bailar.

"Exacto, así que seamos nosotros mismos y bailemos hasta que las piernas no puedan más." Añadió Ashley con entusiasmo.

"¡Yo también moveré el esqueleto!" Exclamó Lily, meneándose sobre la cabeza de Marco.

"Tenéis razón, disfrutemos." Sonrió finalmente el emperador, contagiado por la alegría.

Los cuatro comenzaron a bailar a su manera, sin preocuparse por la coordinación ni la elegancia, simplemente dejándose llevar y riendo entre ellos. La pista se llenó de su energía contagiosa, arrancando sonrisas a quienes los observaban.

Desde un poco más atrás, Ryan y Cecily los veían con los brazos cruzados.

"¿No te unes?" Preguntó el hijo de la dragona.

"No, estoy buscando a mis ladrones." Respondió, escaneando la multitud con la mirada. "Como estuve separada de ellos en el hospital y luego en el entierro, apenas los he visto desde que terminó el golpe de estado."

"¿Y tú? ¿No quieres bailar con ellos?" preguntó curiosa.

"Yo no soy bueno bailando, pero disfruto viéndolos pasarlo bien." Comentó Ryan, relajado. "Para ser honesto, salir de esa torre me ha venido muy bien... Hacía mucho que mi corazón no se sentía tan lleno."

Cecily asintió con comprensión. "Te entiendo... Creo que no me arrepentiré de haber sido elegida como paladín."

Sus ojos se iluminaron al divisar a su grupo a lo lejos. "¡Oh, ahí están! Te dejo."

"Sí, disfrútalo."

La ladrona se abrió paso entre la multitud y, al llegar a su destino, dio un salto y abrazó por la espalda a Lesbiana y Bisexual, haciéndolos dar un respingo.

"¡Jefa!" Exclamaron al unísono, antes de devolverle el abrazo con fuerza.

Gay, al notar la escena, no tardó en unirse al abrazo grupal, riendo y con lágrimas en los ojos.

Tras unos instantes de emoción y reencuentro, comenzaron a charlar sobre cómo se encontraban después de todo lo sucedido. Pero, pronto, el tema de conversación tomó un giro que Cecily no esperaba.

"Bueno... Dentro de poco nuestra nueva aventura comenzará." Comentó la líder de los ladrones con entusiasmo. "Marco dijo que una vez nos den el alta médica, saldremos del país para continuar el viaje. Estoy nerviosa... Nunca he salido de Longerville."

Hubo un incómodo silencio.

"¿Qué pasa?" Preguntó Cecily, frunciendo el ceño.

Lesbiana y Bisexual intercambiaron miradas nerviosas.

"Oh, sobre eso..." Murmuró la ladrona.

"Ufff... ¿Cómo decirlo?" Añadió Bisexual, rascándose la nuca.

"No seáis cobardes, ya somos mayorcitos para esto." Intervino Gay, tomando aire antes de soltar la verdad. "Cecily... Nosotros tres no vamos a ir contigo."

La sonrisa de la joven se desvaneció.

"¿C-Cómo?" Preguntó, sintiendo cómo su pecho se encogía.

"La princesa nos contactó después del entierro." Explicó Lesbiana con suavidad. "Quiere abrir una sede de protección para personas del colectivo LGBTQ+, y nos ofreció dirigirla. Es una oportunidad para tener un trabajo más honrado y mejorar nuestras vidas."

"Y sentimos que es algo que debemos hacer." Dijo Gay, bajando un poco la mirada. "Queremos asegurarnos de que nadie más tenga que vivir las mismas dificultades que nosotros, que ninguna otra persona pase por lo que hemos pasado."

"Sí..." Suspiró Bisexual. "Tú has encontrado un nuevo destino, pero en ese destino... nosotros no estamos."

Cecily sintió un nudo en la garganta. Sus manos temblaron y, sin decir una palabra, dio media vuelta y salió corriendo de la sala de fiestas.

Los presentes se giraron sorprendidos ante su repentina huida.

"¡Cecily!" Gritó Lesbiana, alarmada.

"Jefa..." Murmuró Gay, con una expresión de culpa.

Continuará...

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