Dos días después, aeropuerto de Eumerastral.
Tras cumplir con el reposo recomendado por el equipo médico, todos los protagonistas recibieron el alta, lo que les permitió recoger sus pertenencias y prepararse para partir hacia un nuevo destino.
Sin embargo, Cecily había estado extrañamente callada. Y ahora, en su último día en Longerville, ni siquiera sus compañeros ladrones habían ido a despedirse.
"Esos idiotas..." pensaba la ladrona mientras caminaba.
Marco y los demás asumían que viajarían en un dirigible público, como cualquier otro pasajero, pero la reina tenía preparada una sorpresa.
En lugar de dejarlos esperar en la sala común del aeropuerto, Cynthia los condujo a la zona privada. Con una sonrisa radiante, les señaló un gigantesco zepelín verde, impecable y majestuoso.
“Oh, es precioso el coso este”, dijo Ashley, maravillada por su elegante tono esmeralda.
“Sí… y es enorme”, añadió Ryan.
Marco frunció el ceño. “Agradezco el tour que nos estás haciendo majestad, pero… ¿qué hacemos aquí?”
“Eso, porque se supone que debemos comprar un billete para viajar a otro país, ¿no?” preguntó el hada, igualmente confundida.
Theo y Cynthia intercambiaron una sonrisa antes de revelar la verdad.
“Este dirigible es uno de los tres que pertenecen a la familia real”, explicó la reina. “Y como muestra de gratitud por haber salvado nuestro país… quiero que a partir de ahora sea vuestro. Os lo regalo para vuestras aventuras.”
Hubo un silencio absoluto.
“¿¡E-Es en serio!? ¿¡ESTE ES NUESTRO!?”, exclamó Cecily, incapaz de creérselo.
“¿No es demasiado… para un regalo?” preguntó Marco, aún dudoso.
Cynthia negó con tranquilidad. “Para nada. Arriesgasteis vuestras vidas por nuestro pueblo y nos disteis una segunda oportunidad. Es lo menos que merecéis.”
“Qué guay…” dijeron Ashley y Keipi al unísono.
“No hacía falta…” murmuró Lily, un poco abrumada por el gesto.
“¡Vamos dentro! ¡Quiero enseñároslo todo!” exclamó Theo, tomando a Marco del brazo con entusiasmo.
El príncipe les mostró cada rincón del dirigible, dejándolos impresionados con sus comodidades. La sala de mandos era amplia y contaba con un GPS incorporado, ofreciendo una vista panorámica gracias a su ventanal impecable.
Cada uno tenía acceso a una de las diez habitaciones individuales, todas equipadas con una cama de matrimonio, un escritorio y un armario. A lo largo del vehículo, había varios baños pequeños, mientras que las duchas estaban separadas en dos salas comunes: una para hombres y otra para mujeres.
El dirigible también disponía de un espacioso salón para el descanso, una gran cocina con isla que permitía cocinar con comodidad y, en la parte inferior, una sala de entrenamiento revestida con piedra anti-magia para evitar daños estructurales.
En la parte superior, había una terraza al aire libre, ideal para disfrutar del cielo en pleno viaje. Para sorpresa de todos, incluso había árboles frutales plantados en la cubierta, mantenidos con magia.
Una vez finalizado el recorrido, salieron del dirigible, donde la reina los esperaba con una sonrisa.
"¿Qué os ha parecido?" preguntó con entusiasmo.
"O sea… debo reconocer que es completamente increíble", admitió Marco.
"Ya te digo… nunca había visto camas tan grandes", comentó Keipi, aún asombrado.
"A mí me ha flipado la sala de entrenamiento. Voy a poder hacer todo tipo de virguerías", dijo Ashley con una sonrisa emocionada.
"Entrenar al aire libre en la terraza será increíble… No sabía que se podía adaptar algo así en un dirigible", añadió Ryan.
"Sí, la verdad… y encima tenía un espejo en la habitación para ponerme guapita. Lo tiene todo", comentó Cecily, satisfecha.
"Es perfecto, pero… nos estamos olvidando de algo", señaló Lily, atrayendo las miradas del grupo. "Nadie sabe pilotar uno de estos."
El silencio cayó de golpe. Todos se miraron entre sí, procesando el problema. ¿De qué les servía un dirigible si ninguno sabía pilotarlo? Justo cuando la preocupación comenzaba a asentarse, Theo soltó una risa baja y confiada.
"No tenéis que preocuparos por eso", dijo con tranquilidad. "He decidido seguir viajando con vosotros, así que yo me encargaré de llevaros a donde queráis."
Los ojos de Marco se abrieron de par en par. "¿Qué?"
"En efecto", intervino Cynthia. "A mi hermano y a mí nos enseñaron a pilotar dirigibles cuando éramos jóvenes, tanto para emergencias como por nuestro papel en la monarquía."
La noticia llenó a todos de alegría, aunque al mismo tiempo, despertó cierta preocupación.
"Pero Theo… ¿No eres el príncipe de este lugar? ¿No deberías quedarte?" preguntó nuestro protagonista, con un nudo en la garganta.
"Para nada", respondió Theo con naturalidad. "Soy el príncipe, sí, y estaré aquí si me necesitan… pero al final del día, no tengo magia. No importa lo que haga, nunca podré ser tan útil como Cynthia."
La reina esbozó una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejaban un atisbo de tristeza.
"Además, fui yo quien le pidió que empezara a vivir por sí mismo y no por lo que los demás esperan de él", explicó Cynthia. "Esta decisión viene de lo más profundo de su corazón. Y aunque me duela despedirme, quiero lo mejor para él… y sé que con vosotros estará en buenas manos."
Marco miró a Keipi, quien le asintió en silencio. Entonces, con un leve suspiro de aprobación, sonrió y dijo: "Bienvenido al grupo del emperador, Theo."
"¡TOMA!" gritó el pequeño antes de lanzarse a los brazos de nuestro protagonista, abrazándolo con entusiasmo.
Mientras celebraban la incorporación del príncipe al grupo, una presencia inesperada interrumpió el momento. Los ladrones aparecieron en la distancia, con la mirada baja. A pesar de lo ocurrido en la coronación, sabían que no podían marcharse sin despedirse de su antigua jefa.
Cecily los miró de reojo y rápidamente desvió la vista, como si no quisiera enfrentarlos. Ryan, notando su tensión, le dio un leve codazo y movió la cabeza en dirección a los ladrones, instándola a ir.
Ella negó con la cabeza.
"Ve, Cecily", le dijo el usuario de acero con voz firme. "En esta aventura, puede que no vuelvas a verlos… y si eso pasa, te arrepentirás para siempre."
Las palabras de Ryan la golpearon de lleno. La misión en Longerville había sido un éxito, pero eso no significaba que el peligro no fuera real. En cualquier momento, todo podía cambiar. Tragó saliva y, reuniendo valor, se acercó lentamente a sus antiguos compañeros.
"Hola, Tran—" Gay se corrigió de inmediato. "Cecily."
"¿Estás mejor?" preguntó Bisexual con preocupación.
"Sentimos no haber ido a verte estos días", añadió Lesbiana. "Pero pensamos que quizá era mejor darte espacio… para que pudieras ordenar tus pensamientos."
Cecily bajó la mirada y negó con la cabeza. "No… soy yo quien debe disculparse."
Su voz sonaba temblorosa, pero siguió hablando.
"Durante todo este tiempo, he sido muy feliz a vuestro lado. Viajar por cada rincón del país, meternos en todo tipo de líos para robar cosas imposibles y venderlas en el mercado negro… fue una locura, pero siempre estábamos juntos."
Los ojos de Bisexual comenzaron a llenarse de lágrimas.
"Fuisteis mis primeros amigos, y eso nunca va a cambiar", continuó Cecily, con un nudo en la garganta. "Yo tengo un nuevo camino ahora… quiero ayudar a Marco y los demás, y vosotros… vosotros también tenéis un nuevo propósito."
Su voz se quebró y se llevó una mano al rostro, intentando contener el llanto.
"Un propósito mucho más grande… donde ayudaréis a un montón de gente como nosotros. Estoy… estoy muy orgullosa de vosotros."
Lesbiana dio un paso adelante para abrazarla, pero Gay la detuvo con una leve sacudida de cabeza. Sabía que aún no era el momento.
"Siempre pensé que estaríamos juntos toda la vida… viajando como locos, robando a esos aristócratas engreídos…" Sus lágrimas empezaron a deslizarse sin control. "Pero el destino nos separa. Y antes de que eso pase, quiero deciros algo… no como Gay, Lesbiana y Bisexual…"
Los miró a los ojos, su expresión llena de emoción.
"…sino como Charlie, Adriana y Ernest. Porque os quiero muchísimo, y estemos lo lejos que estemos... siempre estaremos mirando al mismo cielo."
Los ladrones se quedaron paralizados al escuchar sus verdaderos nombres salir de su boca después de tanto tiempo. Sus rostros se desmoronaron y, sin poder contenerse más, rompieron a llorar y se lanzaron a abrazarla con fuerza.
"¡CECILY!" sollozó Adriana, aferrándose a ella.
"Eres la mejor, tía", dijo Ernest, secándose las lágrimas con las mangas.
Charlie se apartó un poco para mirarla a los ojos, todavía llorando pero con una sonrisa desafiante. "Escúchame bien, Cecily. Sé durísima en este viaje. No dejes que nadie te derrote. Haz que los LGBT estemos orgullosos, ¿vale?"
Cecily rió entre lágrimas y le devolvió la sonrisa más hermosa que había mostrado en mucho tiempo.
"Lo haré." Y con esas palabras, la despedida quedó sellada.
Tras aquella tierna despedida, nuestros protagonistas echaron una última mirada a sus amigos antes de subir al majestuoso dirigible. Theo, con manos firmes y una sonrisa llena de emoción, tomó el control y, tras unos minutos de preparación, elevó la aeronave hacia el cielo.
Desde tierra, Cynthia observó cómo la enorme nave ascendía con elegancia, alejándose poco a poco de Longerville. Con una mezcla de orgullo y nostalgia, llevó una mano a su pecho y sonrió.
"Cuidaos, chicos... Y hazte con este planeta, Marco." murmuró, sintiendo el viento remover sus cabellos.
Mientras el dirigible surcaba el cielo, muchas miradas se alzaron para verlo partir. Desde los patios del castillo, Lalami y Kevin, quienes tendían la ropa bajo el sol, se quedaron embobados viendo la aeronave pasar sobre ellos, con los colores esmeralda reflejando la luz del día.
Más lejos, en lo profundo del bosque, Lana y Maurice, sumidos en su primera cita romántica, detuvieron su paseo. Sin soltar las manos, contemplaron en silencio la silueta del dirigible recortándose contra las nubes.
Para todos ellos, aquel dirigible simbolizaba el fin de una etapa y el inicio de algo nuevo.
Ahora, un nuevo destino aguardaba a los viajeros. Un futuro incierto, lleno de desafíos y aventuras, se abría ante ellos.
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Sobre la vasta superficie del mar, donde las estrellas nocturnas se reflejaban con un fulgor etéreo, una figura femenina danzaba con una gracia casi irreal. Su largo cabello azulado flotaba con el viento, acariciado por la brisa marina, mientras su vestido blanquecino y semitransparente ondeaba como si fuese parte del propio océano. La fina tela dejaba entrever su silueta y la delicada ropa interior blanca que adornaba su cuerpo, dándole un aire fantasmal y divino a la vez.
Se detuvo por un instante, elevando su mirada hacia el firmamento. Sus ojos, brillantes como diamantes, reflejaban un misterio insondable. Una ráfaga de viento agitó su melena, como si la noche misma susurrara un mensaje a su oído.
"Marco…" pronunció su voz, suave pero firme, como el eco de una profecía olvidada. "El fin está frente a ti, y cambiarlo será más difícil de lo que imaginas. Ni siquiera mis conocimientos eternos pueden vislumbrar qué vendrá después... cuando el Nuevo Testamento despierte."
El silencio envolvió la escena, mientras la mujer seguía mirando el infinito, como si las estrellas pudieran darle una respuesta que ni siquiera ella poseía.
La marea susurraba secretos antiguos. El destino se tejía en sombras y luz.
Continuará en la Segunda Saga: NEW TESTAMENT.
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