Han pasado dos días desde que nuestros protagonistas despegaron de Eumerastral y abandonaron Longerville en su nuevo dirigible. Cada miembro del grupo estaba ocupado en sus propios asuntos, adaptándose poco a poco a la vida en su nueva aeronave.
En la sala de entrenamiento, Cecily y Keipi se enfrentaban en un combate amistoso. No era solo una simple pelea de práctica; ambos buscaban medir sus habilidades y darse consejos para mejorar.
Cecily, en su forma Fenrir, se movía con agilidad electrizante, lanzando ataques rápidos desde todos los ángulos, pero Keipi, con una serenidad absoluta, bloqueaba cada uno con el filo de Priscilla. Sin embargo, su último ataque resultó ser una finta. En lugar de lanzar un puñetazo, la ladrona se deslizó con destreza entre sus piernas, usando la inercia para impulsarse y atacar por la espalda.
El monje se giró con una sonrisa despreocupada y, con un movimiento fluido, generó un dragón de agua que impactó contra Cecily, estampándola suavemente contra la pared. No estaban peleando en serio, así que se aseguraban de no hacerse daño.
"Suficiente, ¿no?" comentó Keipi, relajando su postura.
"Sí, tío... me has vuelto a ganar." Cecily suspiró con frustración, sacudiendo el polvo de su ropa antes de mirarlo con curiosidad. "¿Qué crees que estoy haciendo mal para no poder acertarte ni un solo golpe?"
Keipi se llevó una mano a la barbilla, pensativo. Mientras tanto, su arma, ahora de vuelta en forma de polluelo, se acurrucó en su cabello con un leve piar.
"En realidad, no creo que estés haciendo nada mal." Empezó a explicar. "Si no fuera porque soy muy sensible a la energía mágica, me costaría mucho anticipar tus movimientos. Con tu velocidad, cualquier otro enemigo ya habría sido alcanzado."
"Pero hay algo en lo que podrías mejorar." Continuó con calma. "Tu energía mágica es demasiado inestable. La dejas fluir de forma descontrolada, lo que te vuelve más fácil de percibir para alguien como yo. Si logras estabilizar ese flujo, no solo durarás más en combate, sino que serás mucho más difícil de detectar."
Cecily asintió, mordiéndose el labio con cierta frustración. "Tiene sentido… Llevo tantos años sin usar la magia que he perdido mucho control sobre ella."
Mientras hablaba, su mirada se posó en la despreocupada sonrisa de Keipi. Podía notar que él también esperaba un consejo sobre cómo mejorar. Ahí estaba el problema. Para ella, el monje era uno de los más fuertes y pulidos del grupo en combate. ¿Qué podía decirle que realmente le sirviera?
Tras pensar unos segundos, le llegó un recuerdo a la mente que le serviría para salir del apuro.
"Quizá… lo único que te falta es no dudar tanto en dañar al oponente."
Keipi ladeó la cabeza con curiosidad. "¿Y eso?"
"Porque cuando dudas, tus ataques se vuelven más débiles y das a tu enemigo más oportunidades para contraatacar. Creo que incluso Charlie comentó algo parecido cuando te vio luchar contra el homúnculo de Baba Yagá." Lo miró fijamente. "Eres demasiado bonachón, y eso te acaba pasando factura porque te contienes demasiado en la pelea."
Keipi se quedó en silencio un momento, reflexionando. Finalmente, suspiró con una pequeña sonrisa. "Sí… tienes razón. Si muero por un descuido de ese calibre, nunca podré ver cómo mi mejor amigo se convierte en el verdadero emperador."
"Eso es." Cecily sonrió, asintiendo con aprobación.
Por dentro, soltó un suspiro de alivio.
"Menos mal que recordé justo a tiempo el comentario de Charlie. Así se ha quedado tranquilo."
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Habitación de Ashley.
Sala de mandos.
Theo era el encargado de pilotar la aeronave, pero todos sabían que no siempre podrían depender del pequeño. Con eso en mente, Ryan decidió por su cuenta empezar a aprender a pilotarla, tomándose un tiempo cada día para familiarizarse con los controles. Nunca se sabía cuándo una emergencia los obligaría a improvisar, y prefería estar preparado antes que lamentarse después.
Por ende, ambos se encontraban en la cabina, en plena lección de vuelo.
"Entonces, todos estos botones de aquí sirven para el arranque, mientras que los del otro lado son para el aterrizaje, ¿no?" preguntó Ryan mientras garabateaba frenéticamente notas en su libreta.
"En efecto." Theo asintió con seriedad, con la postura de un maestro experimentado a pesar de su corta edad. "Lo más importante es que vayas memorizando para qué sirve cada uno de ellos de manera individual. Si mezclas funciones, podrías apagar los estabilizadores en pleno vuelo... y créeme, no quieres hacer eso."
Ryan miró el panel de control con el ceño fruncido, recorriendo con la vista la interminable fila de botones, palancas e indicadores luminosos.
"Sus muertos colgaos... ¿Tengo que memorizar todos estos botones?" exclamó con cara de terror.
"No seas bobo, hombre, que son solo setenta y nueve." respondió Theo con total naturalidad, como si estuviera hablando de un número insignificante.
"Ay la madre..." suspiró Ryan, llevándose una mano a la cara.
Definitivamente, pilotar no parecía ser tan sencillo como había imaginado cuándo se lo propuso.
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Terraza del Dirigible.
Marco estaba tumbado sobre una tumbona en la cubierta del dirigible, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y los ojos entrecerrados. A su lado, Lily flotaba en el aire, relajada, dejando que la brisa de las alturas agitara sus pequeñas alas.
"¿Hoy no entrenas?" preguntó el hada, ladeando la cabeza con curiosidad.
"No… hoy es un día especial," respondió Marco con una leve sonrisa. "En mi pueblo, en este día se nos permitía descansar del trabajo duro, y en este caso, me tomo el día libre de ejercitar mi cuerpo."
"¿Ah sí? ¿Y qué tiene de especial?" insistió Lily, intrigada.
El joven suspiró y se estiró, como si estuviera decidiendo si debía responder o no. Finalmente, miró al cielo con expresión melancólica. "Es el día en el que nací. Hoy cumplo veintitrés años."
Lily se quedó boquiabierta. "¡¿CÓMO?! ¡¿Es tu cumpleaños y no le has dicho nada a nadie?!" exclamó, agitando los brazos con desesperación.
"Jejeje, es que no quiero molestarles con estas nimiedades," explicó nuestro protagonista con una sonrisa serena. "Desde que murieron mis padres, perdí un poco la ilusión de celebrar los cumpleaños. Así que, en lugar de fiestas o regalos, prefiero tomarme el día para descansar, mirar el cielo y recordarles."
Lily lo miró con el ceño fruncido. Su tono era tranquilo, pero ella podía sentir el peso de sus palabras.
"Pero… los demás deberían saberlo. Seguro que querrían hacerte alguna sorpresa."
Marco se incorporó, rascándose la cabeza con aire despreocupado.
"No digas nada, anda," le pidió con una sonrisa amable. "Prefiero que todo siga igual. Lo mejor que podemos hacer es centrarnos en llegar al siguiente país, reabastecernos y continuar nuestro viaje hacia Centhyria. Ahí es donde nos espera el falso emperador y su gobierno imperial."
El joven se puso de pie y se dirigió al interior del dirigible para beber un poco de agua.
Lily se quedó flotando en el aire, inflando las mejillas con molestia.
"¡Tonto! ¡No puedes decidir algo así tú solo!" protestó, haciendo un puchero.
Entonces, una idea cruzó su mente y una sonrisa traviesa apareció en su rostro.
"Pues en esto no pienso hacerte caso, ya verás, Marco," murmuró, frotándose las manos con emoción. "Vas a disfrutar hoy, porque además haremos una parada chulísima en esa isla que nos recomendó Cynthia… Y no pienso dejar que esto pase desapercibido."
Con un brillo de picardía en los ojos, la pequeña hada salió volando a toda velocidad. Si Marco no iba a decir nada, entonces ella se encargaría.
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A la noche.
El dirigible de nuestros protagonistas comenzó su descenso hacia los aparcamientos de aeronaves situados en una enorme, cálida e iluminada isla. Se trataba de Fest Island, la tierra que nunca descansa.
Un lugar donde siempre es verano, gracias a su posición privilegiada en el planeta, lo que la convierte en uno de los destinos turísticos más concurridos de todo Pythiria. Todo su territorio está dedicado al entretenimiento: atracciones vibrantes, puestos de comida exótica, conciertos en vivo, concursos alocados y espectáculos de fuegos artificiales que iluminan el cielo cada noche.
Cynthia les había recomendado este destino antes de partir, sugiriéndolo como una parada perfecta para recuperar fuerzas tras los duros combates en Eumerastral y relajarse antes de continuar con su peligroso viaje.
Apenas pusieron pie en la isla, el grupo sintió de inmediato el cambio de clima con respecto a Longerville. El aire era cálido y húmedo, cargado con el aroma a sal del mar y el dulce olor de la comida callejera. Por suerte, todos se habían preparado con ropa veraniega, gracias a las advertencias de Theo, quien ya había visitado este lugar antes.
Marco vestía una camiseta de tirantes blanca y unos vaqueros cortos, sin separarse de sus inseparables zapatillas. Keipi llevaba una camisa azul desabrochada, dejando ver su abdomen, junto con unas bermudas de tonos marinos. Ashley optó por un crop top anaranjado y unos shorts vaqueros, mientras que Ryan vestía una camiseta de tirantes translúcida, que realzaba su musculatura, combinada con shorts de chándal hasta la rodilla.
Por su parte, Cecily se robaba las miradas con una camisa hawaiana desabrochada y atada al pecho, combinada con una minifalda blanca que resaltaba a la perfección con sus gafas de sol rosadas en forma de estrella. Theo, por otro lado, iba con una camiseta infantil corta y unas bermudas cómodas, mientras que Lily, fiel a su estilo, llevaba su vestido blanco favorito, que ondeaba suavemente con la brisa.
Apenas la oleada de calor los envolvió, todos exclamaron al unísono: "¡Qué calor!"
"¡Pero llegamos a Fest Island!" exclamó Theo con una sonrisa radiante, contagiando su emoción a todo el grupo.
Mientras todos se preparaban para adentrarse en la isla y explorar sus maravillas, Lily los observaba con una mirada traviesa, como un diablillo con un plan entre manos.
"Jejejeje… Marco, prepárate para tu cumpleaños…" murmuró la pequeña, flotando con picardía.
Continuará…
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