lunes, 10 de marzo de 2025

Ch. 94 - Fest Island

Nuestros protagonistas salieron de los aparcamientos de aeronaves y quedaron maravillados por la energía vibrante de la calle principal. Luces de colores colgaban de los edificios, parpadeando como estrellas artificiales, mientras banderines danzaban con la brisa marina. El aire estaba cargado de música animada, risas y el inconfundible aroma de comida recién preparada.

"Es increíble…" comentó Ryan con los ojos brillando de emoción.

"Dios… quiero probar de todo." Cecily aspiró profundamente, atrapando en su olfato la mezcla embriagadora de dulces horneados, carne asada y especias exóticas.

A su alrededor, la gente iba de un lado a otro con atuendos ligeros y coloridos, algunos con máscaras o accesorios brillantes. Niños corrían con bengalas en las manos, dejando estelas de chispas doradas en el aire.

"Oye, ¿y qué tal si nos dividimos?" propuso Keipi, observando la gran variedad de atracciones que se extendían por la calle.

"Yo creo que también es buena idea." Asintió Ashley con entusiasmo, cruzándose de brazos. "Al fin y al cabo, tenemos gustos diferentes y queremos hacer cosas distintas. Será más fácil hacerlo si nos organizamos en grupitos."

"Estoy de acuerdo, pero deberíamos establecer un punto de encuentro antes." Marco apartó la vista de un puesto de brochetas asadas y miró a sus compañeros. "Sería genial ver los fuegos artificiales todos juntos, ¿no creéis?"

"Sí… Eso es algo que tenemos que hacer todos." Lily sonrió con calidez, sus alas traslúcidas reflejando las luces del festival.

"¿Y cómo nos dividimos?" preguntó Ryan, metiendo las manos en los bolsillos mientras recorría con la mirada el sinfín de posibilidades a su alrededor.

"Pues muy fácil." La diminuta hada revoloteó en el aire con una expresión traviesa. "Keipi y Ashley irán juntos, Marco, Theo y yo por otra parte y… tú irás con Cecily."

Ryan parpadeó y desvió la mirada por un segundo, mientras Cecily ladeaba la cabeza con una sonrisa confiada. El joven aún no había cerrado del todo su amistad con la ladrona, por lo que estaba algo más nervioso de lo normal.

"¿Eh? ¿Algún problema?" preguntó ella, cruzándose de brazos.

"No, no, ninguno." Ryan carraspeó y se rascó la nuca, mientras el resto del grupo contenía la risa.

Con el plan decidido, intercambiaron rápidamente las ideas que tenían en mente para su recorrido: comida, juegos, atracciones y todo lo que llamara su atención. Finalmente, establecieron el punto de encuentro a las doce menos cuarto en el Acantilado Estrellado, ubicado al este de la isla, un lugar famoso por su vista privilegiada del espectáculo de fuegos artificiales.

Tres horas de diversión absoluta los esperaban.

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Con sus estómagos rugiendo sin control, Ryan y Cecily no tardaron en fijar su primera parada: un pequeño pero acogedor puesto de brochetas de carne especiadas. El dulce y embriagador aroma de la carne asándose sobre las brasas los atrajo como si fuera un hechizo, haciéndolos relamerse mientras observaban la parrilla crepitar con jugosos trozos dorándose lentamente.

La cocinera, una mujer de sonrisa cálida y manos expertas, los recibió con un gesto amable antes de tomar los pedidos. Con movimientos precisos, giró las brochetas sobre el fuego, permitiendo que el calor sellara los jugos en su interior. Luego, con un giro elegante de su muñeca, espolvoreó una mezcla de especias aromáticas que se fundieron con la carne, desatando un aroma aún más tentador.

Menos de cinco minutos después, las brochetas estaban listas, doradas a la perfección y despedían un vapor fragante que hacía imposible resistirse. Ryan y Cecily pagaron sin titubear y apenas las tuvieron en sus manos, dieron el primer bocado.

El sabor los golpeó como una explosión celestial.

"Dios mío…" Cecily cerró los ojos, saboreando cada matiz del plato. "La carne es tan tierna que se desliza por mi garganta… ¡Es como si cada fibra se fundiera en mi boca, dejando un rastro exquisito de especias!"

Ryan, completamente sobrepasado por la experiencia, cayó de rodillas. "Es perfecto… ¡Este plato ha logrado acabar conmigo de lo bueno que está!" exclamó con los ojos en blanco, como si hubiese alcanzado la iluminación culinaria.

"¡Te entiendo, tío! ¡Siento que mis fuerzas son absorbidas por el dulce placer de la gula!" Cecily, en un arrebato de dramatismo, se dejó caer al suelo junto a él. La gente que pasaba por la calle se detuvo por un momento para mirarlos con curiosidad, algunos con sonrisas divertidas, otros con expresiones de confusión.

Sin embargo, a los dos les importó poco. Con estómagos satisfechos y ánimos aún más elevados, se pusieron en marcha para continuar su travesía gastronómica.

Su siguiente destino fue un puesto de ensaladas frutales, donde trozos jugosos de frutas exóticas eran sazonados con un jugo cítrico especial mezclado con especias que potenciaban su dulzor natural. Cecily y Ryan observaron con fascinación cómo el vendedor mezclaba la fruta en grandes cuencos de madera, vertiendo el misterioso jugo con un toque maestro.

Cuando llevaron la primera cucharada a sus bocas, el efecto fue inmediato.

"¿¡PERO QUÉ ES ESTO!?" Cecily sintió un escalofrío de puro placer recorrerle la espalda. "Quién iba a decirme… que una fruta… podría estar tan buena… ¡Mi paladar está rejuveneciendo por años, llevándome a cuando era una mera cría!" exclamó con emoción, casi sintiendo que flotaba sobre el suelo.

Ryan, con los ojos cerrados y una expresión de éxtasis, dejó escapar un suspiro. "Es increíble… Siento que podría comer esto toda mi vida y nunca me cansaría." Luego, su expresión cambió a una mezcla de felicidad y tragedia. "Pensaba que la rata frita que me hacía mi madre era el mejor plato del mundo… ¡Pero después de estas dos exquisiteces… ha bajado puestos!"

"¡NO QUIERO IRME DE AQUÍ JAMÁS!" gritaron al unísono, atrayendo aún más miradas.

Sin embargo, aún les quedaba mucho por probar.

Justo cuando pensaban en qué antojo saciar a continuación, algo llamó su atención como un relámpago. Un gran cartel, iluminado con luces centelleantes, anunciaba un evento que parecía hecho a su medida:

"CONCURSO DE COMER PERRITOS CALIENTES. ¡DEMUESTRA TU HAMBRE Y GANA UN PASE VIP PARA COMER GRATIS EN TODA FEST ISLAND DURANTE UNA HORA!"

Sus ojos brillaron con la intensidad de dos soles. 

Tragaron saliva. 

Se relamieron los labios.

Y sin necesidad de decir palabra, salieron disparados hacia el puesto para inscribirse en la competencia.

"¡Ese pase… es mío!" pensaron ambos al mismo tiempo.

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Por otro lado, el dúo formado por Keipi y Ashley se encontraba en plena batalla de orgullo en las casetas de minijuegos. La rivalidad entre ambos se había encendido como un incendio en un campo seco, y ninguno estaba dispuesto a perder. Su objetivo era claro: enfrentarse en cada desafío posible y ver quién lograba llevarse más premios.

Actualmente, estaban en un puesto de lanzamiento de esferas, donde debían derribar una torre de seis latas con tres tiros. La única regla: no podían usar su magia.

Ambos pagaron sus turnos, se miraron fijamente con chispas en los ojos y, a la cuenta de tres, lanzaron la primera bola al unísono. Un impacto certero. Las latas cayeron como fichas de dominó.

El dueño del puesto parpadeó sorprendido antes de anunciar: "¡Empate!"

"¡Porras!" Ashley bufó, cruzándose de brazos y golpeando el suelo con el pie, molesta por no haber superado a su rival.

"Jajajajaja, casi, casi." Keipi sonrió con su aire despreocupado, aunque por dentro le molestaba haber empatado.

Intercambiaron miradas desafiantes, respiraron hondo y se lanzaron al siguiente reto: un puesto de tiros de fútbol. La mecánica era sencilla: debían chutar un balón e introducirlo en distintos agujeros, cada uno con una puntuación diferente.

Ashley fue la primera en disparar. Su pierna se movió con potencia y precisión, enviando el balón directo al agujero de mayor valor.

"¡Toma ya!" exclamó con una sonrisa triunfal.

Keipi, con su actitud relajada, se acomodó para patear… pero su tiro salió desviado, impactando de lleno en la cara del dueño del puesto.

Un silencio incómodo se apoderó del lugar hasta que Ashley estalló en carcajadas. "¡JAJAJAJAJA! ¡Gan… Gané!" Apenas podía hablar entre risas.

Keipi se rascó la nuca, esbozando una sonrisa resignada. "Mierda… perdí…" murmuró, ligeramente picado. "Parece que el control de mis piernas no es perfecto del todo, pero me toca elegir el siguiente juego."

Sin perder tiempo, se dirigieron al centro de bateo, donde la prueba consistía en batear la bola lo más lejos posible con solo tres intentos.

Keipi tomó el primer turno. Se posicionó con seguridad, flexionó las piernas y… ¡CLANK! La primera bola voló en un home run perfecto. Lo mismo ocurrió con la segunda. Y la tercera.

Ashley chasqueó la lengua. Para igualarlo, tenía que hacer lo mismo.

Tomó el bate con determinación, pero su primer intento falló estrepitosamente.

"No pasa nada, solo caliento motores." Se animó a sí misma.

Segundo intento… Otro fallo.

El ambiente se tensó. Keipi cruzó los brazos con una sonrisa de superioridad contenida.

Ashley apretó los dientes y se preparó para su última oportunidad. Inspiró hondo, enfocó la vista en la bola y…

El bate salió disparado de sus manos, volando directo hacia la zona de home run.

Silencio.

Luego, Priscilla en su forma de pájaro comenzó a aletear emocionada mientras Keipi alzaba los brazos en celebración. "¡Victoria para el equipo del agua!" exclamó, chocando los cinco con su compañera emplumada.

Ashley, en el suelo, se revolvía como un niño con pataleta. "¡Mierda… soy muy torpe con la precisión de brazos!" murmuró, sintiéndose frustrada.

Sin embargo, la batalla aún no había terminado. La competencia siguió entre ambos mientras recorrían el resto de los puestos, cada uno buscando cualquier oportunidad para superar al otro.

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Por último, el grupo formado por Marco, Lily y Theo recorría la feria con una tranquilidad mucho mayor que sus compañeros. En lugar de competir por premios o devorar todo a su paso, se habían dejado llevar por el ambiente relajado y las luces coloridas que iluminaban la noche.

Actualmente, se encontraban montados en un carrusel, ya que el pequeño príncipe había insistido en subirse.

"Qué mareo..." murmuró Marco, aferrándose al cuello del caballo de madera como si su vida dependiera de ello. Sus mejillas estaban pálidas y el sudor le perlaba la frente mientras intentaba aguantar las ganas de vomitar.

Lily, por otro lado, estaba sentada sobre su cabeza con total despreocupación, riendo como si estuviera en la mejor atracción del mundo. "Jajajaja, no sabía que el maravilloso emperador tuviera esta debilidad."

"Lily..." intervino Theo con la voz temblorosa.

"¿Qué ocurre?" preguntó el hada, sin bajar de su trono improvisado.

"Yo también voy a echar la raba..." confesó el príncipe con un hilo de voz, su rostro tornándose verdoso.

Lily abrió los ojos como platos. "¡NOOOO!" gritó horrorizada al darse cuenta de que estaba rodeada de débiles sin resistencia al mareo.

Cuando el carrusel finalmente se detuvo, Marco y Theo bajaron tambaleándose, con sus ojos en forma de espiral girando sin control. Apenas pudieron dar un par de pasos antes de desplomarse sobre una papelera cercana, donde vaciaron el contenido de sus estómagos sin pudor alguno.

Lily, con los brazos cruzados, flotaba a su lado con una expresión de desaprobación. "Vaya par de mareados..." suspiró.

"¿U-Un descansito?" jadeó Marco, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

"Yo... Yo lo veo guay, eh..." murmuró Theo, aún recuperándose.

Sin más opción, el trío se dirigió a un puesto cercano y compraron unos granizados frutales para calmar sus estómagos revueltos. Se sentaron en un banco de madera, dejando que la brisa nocturna refrescara sus rostros.

Después de unos minutos de silencio, Theo alzó la vista hacia Marco y preguntó: "Oye, ¿te lo estás pasando bien?"

Marco parpadeó, sorprendido por la pregunta. "Oh, pues claro, ¿por qué lo dices?"

El príncipe bajó un poco la mirada, revolviendo su granizado con la pajilla. "Pues... al fin y al cabo, soy un niño. No quiero que sientas que estás siendo un canguro llevándome de un lado a otro solo porque quiero hacer cosas infantiles. Si hay algo que tú quieras hacer, no te contengas."

Marco sonrió con ternura y le revolvió el cabello con una mano. "Ay, no pienses así, bobo. Tú también eres mi amigo. Además, no conozco mucho sobre este tipo de ferias, así que no tengo nada en especial que quiera hacer. Pero hasta ahora, me lo estoy pasando en grande con tus recomendaciones… salvo esa última cosa que no paraba de girar."

"Jajajaja, es porque sois muy débiles." se burló Lily, flotando alrededor de ellos con aire de superioridad.

Sin embargo, la conversación se cortó abruptamente cuando los tres se percataron de una figura tambaleándose hacia ellos. Era un joven cubierto por una tela con capucha de color morado. Sus pasos eran erráticos, y su respiración se escuchaba agitada incluso a la distancia.

De repente, extendió los brazos hacia ellos y, con una voz temblorosa, susurró: "Ayuda…"

Acto seguido, su cuerpo perdió toda fuerza y se desplomó en el suelo ante sus ojos.

"¿Eh?" Theo abrió los ojos de par en par, sorprendido.

"¡Oye, oye…! ¡¿Estás bien?!" exclamó Marco, levantándose de inmediato para comprobar su estado.

Lily flotó unos centímetros sobre el suelo, su expresión pasó de la burla a la seriedad en cuestión de segundos. "Oh, dios mío…" murmuró, con un escalofrío recorriéndole la espalda.

Continuará…

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